La Basílica de la Agonía en Getsemaní, fuera de los muros de la Ciudad Vieja de Jerusalén, acogió este 1 de julio la Fiesta de la Preciosísima Sangre de Cristo, celebrada por la Iglesia local que mantiene esta festividad en su calendario litúrgico.
Esta basílica católica se encuentra en el Monte de los Olivos y dentro
está la llamada piedra de la agonía, en la que según la tradición rezó Jesús la
noche en que fue entregado.
La ceremonia de este 1 de julio fue presidida por el Vicario de la
Custodia, P. Dobromir Jasztal, quien cubrió la piedra
del interior de la basílica con pétalos de rosas rojas, en recuerdo de
la agonía y la sangre derramada por Jesús el Jueves Santo.
“Al final de la celebración, como cuenta la tradición,
los religiosos y fieles presentes recogieron los pétalos para llevarlos a los
hogares y continuar la meditación sobre la celebración de la Preciosísima
Sangre de Nuestro Señor Jesucristo”, informó
la Custodia de Tierra Santa en su sitio web.
En su homilía, el Vicario Custodio afirmó que “siguiendo
los pasajes de la Biblia, vemos la sangre como un elemento importante de la
vida". "Varias veces, Dios ordena no derramar sangre, no beberla y no
comer carne de animales que todavía contiene rastros de sangre; porque la
sangre es vida, la sangre es sagrada”, afirmó, al recordar el capítulo
12 de Deuteronomio.
Varios lugares de Tierra Santa, recordó el Vicario, están marcados por
la presencia de la sangre de Cristo: Getsemaní y el
Calvario, en particular, son los dos lugares por excelencia para que los fieles
buscan meditar y traducir concretamente el sacrificio de Cristo “en la vida
cristiana y en la relación con nuestros hermanos”.
"Todos somos pecadores que hemos sido
perdonados", enfatizó el P. Jasztal, hablando
del perdón que obtenemos en la Preciosa Sangre de Cristo. "Aquellos que han recibido la misericordia de Dios
están llamados a devolver el amor a Dios, aplicando una misericordia ilimitada
hacia sus hermanos, porque el perdón fraterno es consecuencia de la
misericordia y el perdón de Dios que hemos recibido", añadió.
En ese sentido, según informó el sitio web de la Custodia, el sacerdote
señaló que "solo amando y perdonando podremos
continuar nuestra vida como personas salvas y creyentes para poder repetir al
final la confesión de Pablo a los Gálatas: ‘Yo ya no vivo, pero Cristo vive en
mí. Todavía vivo en la carne, pero mi vida está afianzada en la fe del Hijo de
Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí. No quiero anular la gracia de
Dios, pues, si por la ley se obtuviera la justicia, Cristo habría muerto en
vano’”.
En su sitio web, la Custodia de Tierra Santa explicó que “el recuerdo de la sangre derramada por Jesús fue objeto
de culto desde los primeros siglos de la era cristiana, pero las raíces
históricas de esta celebración hay que buscarlas en las historias de la vida de
Jesús”.
“Según la tradición, fue el soldado Longinos quien
atravesó el costado de Jesús con su lanza para asegurarse de que estaba muerto
y, después de convertirse, recogió un frasco de la sangre que brotó del costado
traspasado para luego huir a Italia y quedarse en Mantua, en el 37 d.C., en el
lugar donde posteriormente se construyó la Basílica de San Andrés”, indicó.
“En 804, tras el descubrimiento de la vasija
enterrada por Longinus junto a su tumba, partes de la reliquia de la
Preciosísima Sangre fueron llevadas a la Sainte-Chapelle de París (Francia), la
iglesia de la Santa Cruz en Guastalla (Italia), la Basílica de San Juan de
Letrán en Roma (Italia) y la abadía de Weingarten (Alemania).
Esta fiesta se celebraba en varios lugares, por lo
que el Papa Pío X decidió fijar su fecha el 1 de julio de 1849. Con la reforma
del calendario litúrgico en 1970, esta fiesta fue reemplazada por la Solemnidad
del Corpus Christi en todos los calendarios litúrgicos excepto en el de
Jerusalén, que mantiene el ritual vinculado al lugar de la Agonía.
Redacción ACI Prensa
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