Ha sido una costumbre muy antigua santiguarse al pasar frente a la entrada principal de un templo como una señal de amor, respeto y adoración a Nuestro Señor presente en el Sagrario.
Es
dedicar un momento y traer a la mente y al corazón la conciencia de su
presencia real en su aposento santo.
Aunque
poco a poco se ha ido perdiendo esta costumbre, este signo es muy hermoso y no
hay que avergonzarse de hacerlo en público ni dejar de hacerlo.
Recordar
que a veces, el único Evangelio que leerán algunos será nuestra propia vida.
Porque no
pasamos frente a cualquier casa o edificio, pasamos nada más y nada menos que
frente a la Casa de Dios ¡que se note la diferencia!
¡Viva
Cristo Rey!
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