Honro mi linaje masculino y te honro a tí papá, por ser el paciente agricultor de mi alma pues, tras haber sembrado tu semilla, cultivaste con amor y entrega aún sin poderme sentir dentro de ti. Recibiste tu cosecha con la más delicada ternura y construiste un cordón de corazón a corazón, para unirte conmigo en amor.
Te
bendigo porque de tí he aprendido cómo protegerme, proveerme, cuidarme,
guiarme. Y, si hubieron algunas carencias, sé que fui yo quien te eligió así
para, precisamente, aprender de esa experiencia.
Me
responsabilizo de todo aquello que yo acepté e integré en mí como verdadero.
Reconozco que tú cumpliste tu labor de la mejor manera posible de acuerdo a tus
propios recursos y dando cumplimiento al contrato de alma que ambos acordamos.
Nos perdonó por cualquier sufrimiento que hayamos cocreado y nos agradeció las
lecciones que de éste obtuvimos. Nos liberó de toda historia de dolor, de
miedo, de enojo, de tristeza y su consecuente karma en nuestras vidas.
Sé que me
he convertido en quien hoy soy gracias a tu aportación a mi vida. Todo lo que
necesite corregir y mejorar es ya labor mía y me sé acompañada por ti en cada
paso, pues el cordón que entreteje tu corazón al mío es inquebrantable y
siempre palpitante.
Es tu
mirada la que me ha enseñado a ser mirada y reconocida por los hombres. Es tu
amor el que me ha mostrado cómo merezco ser amada. Es tu misericordia la que me
ha dado confianza para mostrar mi fuerza. Son tus caricias las que han dejado
memoria en mi piel para sólo permitirse ser tocada por el otro en total amor y
entrega. Asumo mi proceso y la responsabilidad de sanar con los otros hombres
de mi camino todo lo que haya quedado pendiente contigo.
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