La fe siempre añade algo a la ciencia: la apertura y la confianza en la acción de Dios en nuestro mundo.
Por: P.Fernando Pascual, L.C. | Fuente:
Catholic.net
Después de varios meses de sequía, el obispo
pidió oraciones por la lluvia. El domingo, los párrocos invitaron a la gente a
suplicar a Dios el don del agua.
Dos días antes, el pronóstico del tiempo
anunciaba la llegada de lluvias abundantes a partir del lunes. Y el lunes,
puntualmente, empezaron.
Un crítico observó estos hechos y publicó sus
impresiones. En concreto, dijo que era muy fácil pedir la lluvia cuando ya
estaba anunciada en los pronósticos...
Según pensaba ese crítico, hacer oraciones por
la lluvia un domingo cuando se sabía que iba a llegar al día siguiente, ¿no sería una forma curiosa de engañar a la gente?
Porque los católicos, al constatar el lunes la
lluvia generosa que aliviaba los campos y las ciudades, podrían pensar
falsamente (según juzgaba el crítico) que llovía gracias a sus oraciones.
Si analizamos la situación más a fondo, tanto el crítico como los creyentes saben que la lluvia no llega porque
lo diga el servicio meteorológico (que muchas veces se equivoca) sino por otras
causas.
Pero el crítico y los creyentes ven esas causas
de modo diferente. Para el crítico, la lluvia llega por fuerzas ciegas que
nadie (ni siquiera una divinidad) puede controlar.
En cambio, los
creyentes miran el mundo, con todas sus leyes complejas, como algo querido por
Dios. Un Dios que es bueno, que ama a sus hijos y que
"hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e
injustos" (Mt 5,45).
¿Se trata de dos visiones
incompatibles? No, pues la ciencia
intenta explicar la naturaleza con leyes que describen los fenómenos, pero sin
excluir la existencia de un Dios que actúa desde lo propio de la física y de la
química.
Por su parte, la fe
no renuncia a conocer esas leyes, ni deja de mirar los pronósticos para decidir
si uno sale de casa con o sin paraguas. Simplemente añade algo a la ciencia: la
apertura y la confianza en la acción de Dios en nuestro mundo.
El lunes, las campanas han tocado a rebato con
alegría: la lluvia ha empezado a aliviar un territorio debilitado tras largos
meses de una sequía dañina.
Los creyentes dan gracias a Dios, que nuevamente
ofrece el don del agua a sus hijos y a tantas criaturas (plantas y animales)
que comparten con nosotros la maravillosa aventura de la vida terrena...
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