Ante la futura ley que regulará la eutanasia por orden del Constitucional de Austria
El pasado mes de diciembre el
Tribunal Constitucional de Austria sentenció que «morir
dignamente» forma parte del derecho a la libertad personal y que, por
tanto, el parlamento austriaco tiene la obligación de legislar a favor de la
eutanasia. Los obispos del país han pedido a los legisladores que la ley sea lo
más restrictiva posible.
(Kath.net/InfoCatólica) Los obispos de Austria han
hecho un llamamiento al poder legislativo para que establezca
medidas restrictivas que impidan que la posibilidad legal del suicidio asistido se
convierta en una especie de «deber interior». Así lo subrayó el arzobispo Franz Lackner,
presidente de la Conferencia Episcopal Austriaca.
En la rueda de prensa
celebrada al final de la sesión plenaria de verano de la Conferencia Episcopal,
Lackner volvió a recalcar que los obispos no pueden aceptar la decisión del Tribunal Constitucional, aunque haya que acatarla.
El prelado destacó los
aspectos más necesarios que los obispos creen que hay que mantener a salvo con
la futura ley. Entre ellos se encuentran, por ejemplo, la salvaguarda y la
ampliación de la prevención del suicidio.
«La
prevención del suicidio debe seguir siendo el objetivo sanitario declarado del
Estado» indicó Mons. Lackner, quien añadió que los suicidios son tragedias
existenciales, «desgarran heridas profundas en los
afligidos». E hizo la siguiente observación: «Ahora
nos encontramos con la extraña situación de que hay un suicidio bueno y un
suicidio malo».
La prevención del suicidio
también incluye la provisión de cuidados
paliativos y de hospicio en todo el país,
cercanos y asequibles, así como el apoyo psicosocial en situaciones de
crisis «para todos los que lo necesiten», dijo
el Presidente de la Conferencia Episcopal.
LA INFLUENCIA DE
TERCEROS TAMBIÉN DEBEN EVITARSE POR LEY
Los obispos aseguran que las personas dispuestas a suicidarse tendrían que estar protegidas de la
influencia de terceros, y es necesario un diagnóstico y un pronóstico fiables de su enfermedad, un asesoramiento obligatorio sobre las
posibilidades concretas de los cuidados paliativos y de hospicio, así como la
oferta de asesoramiento psicoterapéutico.
Además, los obispos exigen que el suicidio asistido no se clasifique como un servicio de los
médicos ni de ninguna otra
profesión sanitaria o asistencial. Estos están «al
servicio de la vida y no de la muerte».
Además, no se debe presionar
a nadie para que preste asistencia a un suicidio, ni directa ni
indirectamente; ni como particular ni como entidad o institución,
como es el caso de un hospital o una residencia de ancianos.
Mons. Lackner continuó
diciendo que el Tribunal Constitucional aún no había levantado la
«prohibición de matar a petición» (ndr: es
decir, sin dar razón alguna), hecho que también fue acogido con
satisfacción por la mayoría de los políticos. Esta
prohibición debe ser asegurada por una mayoría constitucional en el parlamento, propuso el presidente de la Conferencia
Episcopal.
Los obispos aseveran que
habrían preferido quedarse con la antigua situación legal de Austria: «Todo ser humano merece ser protegido. El
principio y el final de la vida son momentos excelentes de la vida misma, que
apuntan a otra realidad. Cuanto más presume el hombre de situar el
principio y el fin bajo una viabilidad guiada por intereses, más se debilita
también el tiempo de vida intermedio».
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