Ser un pequeño freno ante tantas mentiras dañinas.
Por: P. Fernando Pascual, LC | Fuente: Catholic.net
Existen dos grupos de juicios y afirmaciones que
se basan en una supuesta y sorprendente capacidad de penetrar en la mente ajena
que algunos se atribuyen.
El primer grupo lo componen aquellos juicios y
afirmaciones sobre lo que piensan los demás, sin haberles ofrecido un momento
de diálogo para expresarse sobre sus puntos de vista.
Así, por ejemplo, algunos afirman que quienes no
usan un lenguaje inclusivo promueven la discriminación contra la mujer, cuando
muchos de los que no usan tal lenguaje piensan que hombre y mujer tienen la
misma dignidad y no deben ser nunca discriminados injustamente.
Otro ejemplo: hay
quienes afirman que los votantes de un partido político están de acuerdo con
determinadas ideas, cuando en realidad muchos de esos votantes escogen ese
partido porque no ven mejor alternativa.
El segundo grupo se refiere a juicios y afirmaciones
sobre las intenciones que tendrían los demás cuando los vemos realizar
cualquier tipo de acciones.
Hay acciones que, desde luego, suelen ser una
prueba suficiente para conocer mucho sobre la intención de la otra persona: si alguien rehúye continuamente el encuentro de un
compañero en el trabajo se puede intuir que al menos tiene algún problema con
esa persona.
Pero incluso es casos así, puede haber juicios
equivocados. Según el ejemplo anterior, tal vez esa persona rehúye al otro
porque tiene miedo a sus agresiones verbales, o por algún trauma en la
infancia, o porque no quiere ser sometida a la voluntad de quien tiene un
carácter prepotente.
A pesar de lo fácil que resulta reconocer los
peligros y errores de quienes buscan penetrar en la mente ajena, continuamente
leemos o escuchamos juicios sobre lo que piensan los demás, juicios que son
formulados con una seguridad sorprendente.
Un poco de prudencia y un mucho de amor a la verdad
y a la justicia nos ayudaría a evitar ese tipo de juicios. Los censuraríamos
internamente cuando veamos cómo otros muestran ese extraño deseo de invadir
intimidades ajenas. Al mismo tiempo, buscaríamos no pronunciar afirmaciones
infundadas y, muchas veces, gravemente contrarias a la buena fama de personas
concretas.
En un mundo donde corren como pólvora rumores,
mentiras, calumnias, afirmaciones desenfocadas e insultos fáciles, vale la pena
un esfuerzo sincero por promover un sano respeto a lo que haya en la mente y en
el corazón de los demás, cercanos o lejanos, conocidos o desconocidos.
No curaremos esa enfermedad contagiosa de
quienes promueven alegremente el terrorismo de las palabras (según una
expresión usada por el Papa Francisco) con el que matan la buena fama de otros.
Pero al menos podremos ser un pequeño freno ante tantas mentiras dañinas, y un
apoyo para quienes necesitan ser protegidos por corazones honestos y justos.
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