Luego de haber meditado sobre lo qué es el desierto y cómo afrontar de una manera más tranquila y cristiana las tentaciones, quisiera que habláramos acerca de los talentos que cada uno de nosotros tenemos y de cómo enfatizar nuestra entrega.
Para
ello te propongo leer el Evangelio de Juan 6, 1-15, conocido como la multiplicación de los panes y los peces.
¿DE DÓNDE COMPRAREMOS PAN PARA QUE COMAN ESTOS?
JUAN 6, 5
Luego de leer este pasaje
bíblico, inmediatamente queda el interrogante acerca de qué era lo que motivaba
a la multitud para acudir a Jesús.
El Evangelio deja percibir
cierta búsqueda interesada, sí, aunque suene un tanto escandaloso, la multitud
parece buscarle por su capacidad de hacer milagros y curaciones.
Multitud que luego se equivoca
queriendo hacerlo un rey (v.15). Jesús se separa de ellos, pero ellos le buscan
para tener pan milagrosamente (6,26), lo que nos tendría que llevar a pensar
acerca de nuestras propias motivaciones para acudir a Jesús:
¿Busco a Jesús?,
¿en qué momentos de mi vida le busco?, ¿para qué busco a Jesús, cuál es mi
motivación? Y ante estas
respuestas comienza una reflexión interesante.
SI MI BÚSQUEDA DE JESÚS ESTÁ MOVIDA POR UN MOTIVO
DIFERENTE AL DEL AMOR…
El amor auténtico y sincero,
esta debe ser revaluada y purificada. Qué mejor momento que ahora para hacer
esta purificación, poder pasar de la fe que se mueve por la necesidad o la
angustia, a la fe que se mueve por el amor verdadero.
Vemos a Jesús sentado con sus
discípulos, es particular que este pasaje bíblico se encuentre inmediatamente
después de ver a Jesús afirmando que es el Padre quien da testimonio del Hijo.
Bastante interesante que Jesús
se presenta como el enviado del Padre a quien no han recibido (Juan 5, 43), lo
que nos pone de plano en torno a una escena sugestiva.
Jesús está sentado en medio de
los pocos que, bien o mal, le han recibido, pero además tiene en frente a una
multitud de personas que le buscan porque se han enterado de su poder de sanar
y liberar.
Pensemos en primer lugar en
Jesús, quien ha venido a traer la luz, la paz, la salvación para los hombres y
quien se encuentra con la no recepción por parte de estos.
Creo que se puede inferir
acerca de lo que está sintiendo, cuando vamos a Jn 5, 42 donde Jesús dice a sus
oyentes: «Sé que no tienen en ustedes el amor de
Dios».
Vemos, por tanto, a Jesús en
medio del sinsabor de la no escucha. Aquel que es la Palabra se reconoce como
el no escuchado y aquellos para quienes ha venido la Palabra, se presentan como
los no oyentes a quienes se les presenta quien es alimento verdadero.
Jesús como el Pan de Vida, y
así esta dualidad de fe y no fe, va a contrastar con la vida y muerte que marca
todo el capítulo 6 del Evangelio.
PAN BAJADO DEL CIELO
Todo esto más allá de
presentarnos lo que ocurrió en Galilea, pone a los lectores frente al
compromiso necesario para tener vida verdadera.
Esto dentro de la opción de fe
que propone Jesús, pues el texto se refiere a todos los hombres venideros, no
solo a quienes están presentes en Galilea.
El pan será el tema central
que lleva a pensar en la tarea de los discípulos, que no es solo la de buscar
la manera de alimentar a la multitud, sino también la de alimentarse a sí
mismos tomando del Pan que viene del cielo.
Vemos al hombre que, siendo
administrador de la naturaleza creada, se ve necesitado de recibirla como don
que le es dado, por lo que tendría que reconocer la necesidad de que su vida se
torne en acción de gracias.
Ciertamente el alimento se
presenta como un estilo de dependencia, pues quien busca alimento finalmente
depende de algo externo a sí mismo.
Lo que tendría que
transportarnos a la reflexión acerca de nuestro papel en medio de la sociedad.
DEPENDEMOS LOS UNOS DE LOS OTROS
Somos criaturas que dependemos
los unos de los otros, piénsese en un caso hipotético en el que el agricultor
dejase de cultivar, o en el que el transportador dejase de acercar los
alimentos del campo a la ciudad, y así muchos casos más.
¿Cómo
contribuyo al bien común?, ¿de qué manera
estoy siendo ofrenda para los hermanos?, ¿ofrezco al prójimo el beneficio de
mis propios talentos?, serían interrogantes pertinentes para la reflexión.
Además, el alimento se toma en
unidad, era una multitud, la vida en comunidad es signo de la verdadera
naturaleza que se nos ha dado.
Comer todos de la misma
fuente, Jesús, es participar del mismo origen, el Padre. Todo esto conlleva a
una verdadera solidaridad humana.
El pan también es signo de la
Palabra, no es el producto de los frutos de la tierra lo que alimenta al
hombre, ¡es tu Palabra la que hace subsistir a los
que creen en ti! (Sabiduría 16, 26).
Y ¡comed
de mi pan, y viviréis! (Proverbios 9, 5-6), y con el salmista, ¡qué dulces son tus palabras a mi paladar! (Salmo
119, 103).
Por tanto, no solo estamos
llamados a una contemplación del alimento material, eucarístico, sino también a
alimentarnos de la escucha atenta de la Palabra.
EL PAPEL QUE JUEGAN LOS TALENTOS DE CADA UNO
Sacado de la muerte espiritual
que causa el pecado, el hombre de fe está llamado a participar del banquete de
pan ofrecido por Cristo, pan que alimenta su nueva vida.
Los evangelios sinópticos
resaltaron que la gente tiene hambre y Jesús al comprenderlos, le da alimento.
Juan por el contrario muestra a Jesús sentado como quien va a enseñar a los
apóstoles, mira a la gente y les enseña a los suyos cuál es el verdadero pan
que deben dar a los hombres.
Ante esta necesidad de
enseñarles, Jesús les pregunta: ¿Dónde compraremos
pan para que todos coman? Jesús quiere hacerlos partícipes de una
necesidad apremiante, alimentar al hombre.
Vemos acá que la obra
milagrosa no quiere hacerse sin la participación del hombre. La acción salvadora de Dios se abre a nuestra participación por medio de
la generosidad en el servicio desde el talento de cada uno.
Es común que ante tal
necesidad de prestar los propios talentos de manera tan abnegada, se presente
la tentación de dar excusas.
Doscientos denarios de pan no
bastarían para que cada uno reciba un pedazo de pan (v.7). Como seres limitados
siempre tendemos hacia la observación de las limitaciones, pero Jesús nos pide
ir más allá, dar lo poco que tenemos, nuestros dones y talentos, para con
ellos, hacer grandes obras.
¿QUÉ TIENEN QUE VER LOS TALENTOS CON LA FRASE «TIENE
CINCO PANES Y DOS PESES» (JUAN 6,9)?
En un segundo momento, el
texto nos presenta una escena llena de belleza. Ante la imposición de las
limitaciones humanas y de las excusas por parte de los discípulos, interviene
Andrés diciendo que allí hay un joven que tiene posesión de cinco panes y dos
peces.
Inmediatamente surge la
pregunta, un poco cínica, ¿y qué podemos hacer con
tan poco ante tan grande multitud de personas? Pregunta tan acostumbrada
por nosotros cada vez que contemplamos nuestra propia realidad, ¿Qué puede hacerse con tan pocas habilidades?
Habría que dar énfasis en la
actitud que toma Jesús. «Haced que se sienten todos», el sentarse en actitud de
escucha y de observación, sentarse en la grama es para el contexto bíblico un
ponerse en atención frente a quien va a impartir una enseñanza, es una actitud
de espera vigilante, de expectación apremiante.
Particularmente allí todo
parece ser abundante, comenzando por el gentío, pasando por la hierba (grama),
llegando hasta el pan que sobra abundantemente.
Pensemos en la actitud de
aquellos hombres, debe haber sido una actitud expectante, pero aún más, una
actitud curiosa. ¿Cómo va a repartir cinco panes y dos peces para
unos cinco mil hombres?
Fijémonos en que el texto no
nos ofrece un testimonio acerca de qué dijo el joven cuando fueron a pedirle
sus posesiones.
Pues lo que quiere resaltar
Juan es la situación en que Jesús alimenta por sí solo al pueblo hambriento.
Mientras que sus discípulos se presentan como quienes no saben qué hacer frente
a tan ardua tarea, pero por el contrario, Jesús sabe que lo quiere hacer.
¿Sabemos
nosotros qué hacer con nuestros talentos?, ¿cómo ponerlos al servicio de los
demás?
¿ESTÁS DISPUESTO A ENTREGAR TUS TALENTOS Y DONES?
Resaltemos algo, Jesús tomando
los panes los bendice con una acción de gracias. Es la concepción y el
reconocimiento de la gratuidad lo que bendice abundantemente nuestra donación.
Fijándonos en el texto,
descubrimos que, al recibir la pequeña ofrenda del joven, Jesús eleva una
acción de gracias para luego repartir el pan.
Por tanto, el milagro ocurre inmediatamente después de la donación gratuita y
desinteresada que hace el joven,
donación de lo único que tiene, sus dones (talentos).
Esto es un verdadero milagro,
cinco panes y dos peces alcanzan para saciar ¡a cinco mil hombres! Pensemos en
tal desproporción, y no solo eso, sino que queda para llenar doce canastos más.
San Agustín dice frente a
esto: «Si multiplicó cinco panes en las manos que
los partían, ¿no es Él quien multiplica las semillas que germinan en la tierra
y a quien le bastan pocos granos para llenar los graneros?
Pero ya que este
prodigio se repite cada año, nadie se admira. No es la poca importancia del
hecho, es que el hecho es ordinario».
¿Nuestra
contemplación orante de la vida nos permite ver las grandes obras que Dios hace
por medio de nuestros pequeños actos? ¿Estamos dispuestos a donarnos a tal
punto que demos todo lo que tenemos?, ¿nuestros talentos nos sirven para el servicio
generoso o para la propia exaltación?
CUANDO DECIDIMOS COMPARTIR NUESTROS TALENTOS
GENEROSAMENTE…
Jesús levanta los ojos y ve a
la gente, es una manera determinada de ver, en Juan 4, 35, los discípulos
debían levantar los ojos y ver los campos listos para la cosecha.
Es decir, a los samaritanos
que se acercaban a Jesús. Al verlos, sin razón aparente, desea alimentarlos,
luego el texto nos llevará a comprender que esto es signo
de la donación de su propia persona como redentor.
El gesto generoso de Jesús
frente a la multitud, es un gesto que nace de la generosidad de haberlos visto,
pues allí ha logrado ver a todos los hombres por los cuales será elevado en la
cruz.
Ante tan grande donación de
sí, queda demostrada la imposibilidad que tiene el hombre de ser El, solo Él,
quien dé vida a sus hermanos. Como resalta Isaías, aunque no tengáis dinero, ¡venid a mí!, comprad trigo y comed, ¡gratuitamente! (55,1).
Cuando
el hombre se abre a la generosa donación de sí mismo, el Señor actúa
abundantemente. El texto
culmina haciendo alusión a los comensales satisfechos, Jesús pide que no se
desperdicie nada, la obra milagrosa del Señor no puede ser ignorada ni
descuidada.
Hay que reunir lo sobrante, la
intención es bien importante, para que ninguno se pierda. La
intencionalidad de toda la obra salvadora de Cristo en nuestras vidas es que
ninguno llegue a perderse.
Y más llamativo es que ante su
acción salvífica, Jesús nos permite participar con nuestra propia donación, más
grande es aún el milagro. Unir nuestros dones humanos a la acción divina y
creadora, con el único fin de dar vida eterna.
JESÚS SACIA NUESTRA HAMBRE FÍSICA Y ESPIRITUAL
La finalidad de Jesús no es
solamente saciar el hambre física, sino colmar al hombre de vida divina que
viene del Padre. Al dar la orden de recoger las sobras, los discípulos se ponen
prestos a cumplirlo, la multitud se asombra ante la abundancia de lo sobrante,
es allí donde comprenden el milagro.
¿Reconocemos
la acción de Dios en nuestras vidas?, ¿somos
conscientes de las obras que Dios hace en la vida de los otros por medio
nuestro?, ¿comprendemos cuáles son los dones que podemos donar?, ¿qué tan generosa
es nuestra entrega?
Efectivamente los hombres no
comprendieron el signo, querían proclamar a Jesús como rey, su falta de
comprensión es arraigada, el texto en su traducción original hace alusión a un
deseo de arrebatarlo por la fuerza (άρπάζειν).
Y hacerlo rey, convertirlo por
tanto en una especie de libertador, ante lo cual Jesús escapa, huye al monte,
lugar que designe su cercanía con el Padre. Único sentido de la donación, la
comunión, tanto propia como comunitaria, con Dios.
Escrito por Mauricio Montoya
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