El llamado “invierno demográfico” provocado por la falta de hijos es uno de los problemas más urgentes de Occidente al que no se presta apenas atención. Sin embargo, el Papa Francisco ha querido alertar de este problema y ha hecho un llamamiento al fomento de la natalidad y la familia.
Lo ha realizado en el acto de los
Estados Generales de la Natalidad, una iniciativa impulsada
por el Foro de Asociaciones de Familia, y en el que también ha participado el
primer ministro italiano Mario Draghi.
En su discurso, el Papa alertó que “los datos muestran que la mayoría de los jóvenes quieren
tener hijos. Pero sus sueños de vida, brotes de renacimiento del país, chocan
con un invierno demográfico todavía frío y oscuro: solo la mitad de los jóvenes cree
que podrá tener dos hijos en el transcurso de su vida”.
De este modo, Francisco hizo un
llamamiento a “cuidar a las familias, especialmente a las
más jóvenes” asaltadas por
numerosas preocupaciones que no facilitan la llegada de los hijos.
“Pienso en el
desconcierto por la incertidumbre del trabajo, pienso en los miedos que dan los
costos cada vez menos sostenibles de la crianza de los hijos: son miedos que
pueden tragarse el futuro, son arenas movedizas que pueden hacer colapsar una
sociedad. También pienso, tristemente, en las mujeres que se desaniman en el
trabajo para tener hijos o tienen que esconder la barriga. ¿Cómo es
posible que una mujer se avergüence del regalo más hermoso que la vida puede
ofrecer? No las mujeres, pero la sociedad debe avergonzarse, porque una
sociedad que no acoge la vida deja de vivir”, señaló.
Por ello, proclamó que “los niños son la esperanza que hacen renacer a un pueblo” porque “si las familias no están en el centro del
presente, no habrá futuro”.
En su intervención el Papa quiso profundizar en tres conceptos para buscar “una primavera esperada” que nos saque del “invierno
demográfico”.
El primero de ellos gira
alrededor de la palabra “don”, pues la
vida “es el primer don que todos han recibido. Nadie puede dárselo a sí mismo. Primero que nada había un
regalo. Es un antes que en el transcurso de la vida olvidamos, siempre con la
intención de mirar el después, lo que podemos hacer y tener. Pero antes que
nada hemos recibido un regalo y estamos llamados a transmitirlo. Y un niño es
el mejor regalo para todos y es lo primero”.
En su opinión, “hemos olvidado la primacía del don, ¡la primacía del
don!, código fuente de la vida común. Ha ocurrido sobre todo en las sociedades
más prósperas y consumistas. De hecho, vemos que donde hay más cosas, muchas
veces hay más indiferencia y menos solidaridad, más cierre y menos generosidad.
Ayudémonos a no perdernos en las cosas de la vida, a redescubrir la vida como
sentido de todas las cosas”.
El segundo concepto es el de
sostenibilidad: “A menudo hablamos de
sostenibilidad económica, tecnológica y medioambiental, etc. Pero también
tenemos que hablar de sostenibilidad generacional. No podremos
alimentar la producción y proteger el medio ambiente si no estamos atentos a
las familias y los niños”.
Para ello, el Papa explicó que “durante las fases de reconstrucción posteriores a las
guerras, que en los últimos siglos han devastado Europa y el mundo, no ha
habido reinicio sin una explosión de nacimientos, sin la capacidad de infundir
confianza y esperanza en las generaciones más jóvenes”.
Además del papel primordial de la
familia, el Papa consideró que la escuela es fundamental. “En educación,
el ejemplo es muy útil, también pienso en las áreas del entretenimiento y el
deporte. Es triste ver modelos que solo se preocupan por verse, siempre bellos,
jóvenes y en forma. Los jóvenes no crecen gracias a los fuegos artificiales de
la aparición, maduran si son atraídos por quienes tienen el coraje de perseguir
grandes sueños, de sacrificarse por los demás, para hacer el bien al mundo en
el que vivimos. Y mantenerse joven no viene de hacer selfies y retoques, sino
de poder algún día reflejarse en los ojos de sus hijos. A veces, en cambio,
pasa el mensaje de que la realización significa ganar dinero y éxito, mientras
que los niños parecen casi una diversión, que no debe entorpecer sus
aspiraciones personales. Esta mentalidad es una gangrena para la sociedad y
hace insostenible el futuro”, agregó Francisco.
El tercer concepto que quiso
mencionar en su discurso fue el de la solidaridad, concretamente el de la “solidaridad estructural”.
Según indicó el Papa, “la solidaridad espontánea y generosa de muchos ha
permitido a muchas familias, en este período difícil, avanzar y hacer frente a
la creciente pobreza. Sin embargo, no es posible permanecer en el contexto de la
emergencia y lo provisional, es necesario dar estabilidad a las estructuras de
apoyo a las familias y ayuda a los nacimientos. Es indispensable una
política, una economía, una información y una cultura que promuevan con
valentía la tasa de natalidad”.
Para ello es necesario –agregó-
políticas familiares de largo alcance y visión de futuro y es ahí donde él
considera que “radica la diferencia entre gestionar
los asuntos públicos y ser buenos políticos”.
ReL
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