martes, 18 de mayo de 2021

¿CÓMO EJERCER CRISTIANAMENTE LA AUTORIDAD SOBRE MIS HIJOS?

¡MENOS POSESIÓN Y MÁS AMOR!

Hablemos de cómo ejercer cristianamente la autoridad sobre los hijos. Nuestro concepto de autoridad muchas veces es variado, como también puede variar nuestra manera de vivir cristianamente en este mundo y apartar de a poco a Dios de nuestras vidas.

Sin embargo, hoy los hijos de una familia necesitan no solo la presencia de sus padres, sino también que sean guiados, y para esto es necesario ejercer la autoridad.

Esta se puede vivir de manera cristiana, para lo cual hay varias cosas a tener en cuenta, pero será Dios quien nos ayude a practicarla de este modo.

«LA FAMILIA ES LA PRIMERA COMUNIDAD DONDE SE ENSEÑA Y SE APRENDE A AMAR»

El papa Francisco nos recuerda que: «La familia es la primera comunidad donde se enseña y se aprende a amar. Y también es el contexto privilegiado en el que se enseña y se aprende la fe, se aprende a hacer el bien» (Agencia Católica de Información, 2018).

Esta afirmación nos puede llevar a diversos interrogantes, entre ellos podemos ser conducidos a un tema concreto como es: la autoridad de la familia en los hijos.

Que nos surge cuando la familia se ve como educadora en la enseñanza y aprendizaje. La autoridad no la tomamos como imposición, sino más bien como aquella en la que los padres transmiten el amor, la fe y finalmente así llegan a hacer el bien a sus propios hijos.

Tomando la autoridad en este sentido, nos hacemos la siguiente pregunta que queremos responder en este artículo:

¿CÓMO PODEMOS VIVIR DE MANERA CRISTIANA ESTA AUTORIDAD EN LOS HIJOS?

Lo primero que debemos aclarar, es que el ejercicio de la autoridad no puede ser confundido con lo que es imponerse, ni mucho menos con el fin de obtener un logro y de ser obedecido a cualquier costo.

No se sigue una autoridad por temor a un posible castigo, sino porque en ella se encuentra un punto referencial que le ayuda a conocer el bien y la verdad de las cosas, aunque su comprensión no llegue a ser del todo acabada.

Otra manera de manifestar imposición puede ser a través del grito, lo cual contradice lo que es propiamente la autoridad, san Josemaría Escrivá nos dice: «Autoridad. —No consiste en que el de arriba grite al inferior, y este al de más abajo. Con ese criterio —caricatura de la autoridad—, aparte de la evidente falta de caridad y de corrección humana, solo se consigue que quien hace cabeza se vaya alejando de los gobernados, porque no les sirve: ¡todo lo más, los usa!» (2003, p.152).

LA AUTORIDAD GUARDA UNA RELACIÓN ESTRECHA CON LA VERDAD

Es por esto que la autoridad guarda una relación estrecha con la verdad, porque ella es quien la representa.

A partir de esta posición, podemos darnos cuenta que la autoridad tiene un sentido positivo muy alto, y se muestra con toda claridad como servicio, convirtiéndose en una luz que sitúa a quien busca seguirla en dirección al fin que persigue.

Tal es así que, si partimos del origen de la palabra autoridad, nos remite al verbo latino augere, que significa «hacer crecer».

También es importante no caer en el error de pensar que la autoridad debe ser ejercida de manera arbitraria, sino que más bien es el ejemplo de Jesucristo que debemos tener como modelo correcto. Él es el primero que nos enseña esa autoridad como servicio.

Si miramos a Jesús podemos notar que nos muestra como ejerció esa autoridad, quien sirve colocándose en el último lugar, como por ejemplo cuando lava los pies a los discípulos en Jn 13, 1-20.

Siguiendo este ejemplo podemos ver a nuestros padres y demás personas que representan para nosotros una autoridad: a ellos esto les viene de Dios, no como motivo para ejercer algún tipo de dominio en aquellos que se nos ha confiado, sino para que puedan entender y poner en ejercicio su tarea de guía y educación como servicio (Youcat, 2012, p. 206-207).

EL PAPA BENEDICTO TAMBIÉN ACLARA EL TEMA DE LA AUTORIDAD

El papa Benedicto XVI nos puede aclarar aún más esta cuestión cuando nos enseña que: «A menudo, para el hombre la autoridad significa posesión, poder, dominio, éxito. Para Dios, en cambio, la autoridad significa servicio, humildad, amor.

Significa entrar en la lógica de Jesús que se inclina para lavar los pies de los discípulos (cf. Jn. 13,5), que busca el verdadero bien del hombre, que cura las heridas, que es capaz de un amor tan grande como para dar la vida, porque es Amor» (Zenit, 2012).

Debemos remarcar que un hombre y una mujer que se unen en matrimonio forman junto a sus hijos una familia y esa familia ocupa un lugar importante en el plan de la creación de Dios.

Él siempre va más allá de nuestros proyectos personales y quiere que de ese amor que viven los padres (siempre que sea posible) procedan los hijos.

Los hijos, que como bien sabemos, fueron confiados a sus padres para ser protegidos y cuidados, no dejan de poseer la misma dignidad que sus padres (Youcat, 2012, p. 203).

LA FAMILIA COMO EJEMPLO DE COMUNIDAD

En lo que respecta al ámbito propiamente humano de la familia, ella es un ejemplo de comunidad y en su interior está Dios. También es escuela de vida propiamente plena en lo que respecta a las relaciones entre ellos y los demás.

Es dentro de una familia íntegra donde los niños viven un afecto acogedor, un respeto recíproco, una responsabilidad mutua y un crecimiento en la fe (Youcat, 2012, p. 203).

Y para que esto crezca es necesario dedicar tiempo y entrega a todos los integrantes y a las demás relaciones, el Beato Álvaro del Portillo citando a santo Tomás Moro que dice: «Una vez vuelto a casa, hay que hablar con la mujer, hacer gracias a los hijos, cambiar impresiones con los criados. Todo ello forma parte de mi vida cuando hay que hacerlo, y hay que hacerlo a no ser que quieras ser un extraño en tu propia casa.

Hay que entregarse a aquello que la naturaleza, el destino o uno mismo ha elegido como compañeros» (2013, p.118).

HONRA A TU PADRE Y A TU MADRE

En este punto nos viene bien reflexionar sobre el cuarto mandamiento: «Honra a tu padre y a tu madre, para que tengas una larga vida en la tierra que el Señor, tu Dios te da» (Ex 20, 12).

Ya que este mandamiento hace que los hijos vean con claridad que es aquí donde entra su obligación hacia sus padres: el respeto, el amor y el agradecimiento.

Todo esto ocupa un lugar importante en las relaciones que entablan los hijos con sus padres, que son quienes los ven crecer. También a nuestro alrededor hay personas que están representando una autoridad natural y buena, pero que además es concedida por Dios.

Entre los que podemos encontrar a los padres adoptivos, parientes mayores y antepasados, educadores (como son los maestros o profesores), empleadores o superiores (Youcat, 2012, p. 202).

Pero sobre todo y siguiendo el caso de los padres y los hijos, debemos tener en cuenta que el respeto dentro de la autoridad, siempre es mutuo.

LA AUTORIDAD DEBE IR SIEMPRE DE LA MANO DEL RESPETO

Dentro de lo que es la búsqueda de la autoridad de los padres, deben recordar que respetan a sus hijos porque Dios se los ha confiado, deben ser modelo firme y justo para ellos.

También para que los amen y realicen todo lo necesario para lograr un desarrollo corporal y espiritual. Y en este desarrollo que buscan para el bien de sus hijos, no debe existir la humillación, nos enseña San Josemaría Escrivá: «Cuando hayas de mandar, no humilles: procede con delicadeza; respeta la inteligencia y la voluntad del que obedece» (2010, p. 248).

En contadas ocasiones se puede confundir el peso de la autoridad con la soberbia, debemos saber que: «No es soberbia, sino fortaleza, hacer sentir el peso de la autoridad, cortando cuando haya que cortar, cuando así lo exige el cumplimiento de la Santa Voluntad de Dios» (San Josemaría Escrivá, 2010, p. 293).

Al ser los hijos un don de Dios, no son propiedad exclusiva de los padres, antes de ser los hijos de sus padres son hijos de Dios. Un deber de los más honrosos de los padres a sus hijos, es obsequiarles la Buena Nueva y transmitirles la fe cristiana (Youcat, 2012, p. 205).

«Hijo mío, si se hace sabio tu corazón, también mi corazón se alegrará»

La imagen de un padre presente no solo hace posible la autoridad dentro de la familia, sino que ayuda a mantenerla. Debemos entender lo importante y necesario que es un padre en cada familia.

En el libro de los Proverbios hay unas palabras muy interesantes de un padre que se las dirige a su propio hijo: «Hijo mío, si se hace sabio tu corazón, también mi corazón se alegrará. Me alegraré de todo corazón si tus labios hablan con acierto» (Pr 23, 15- 16).

Esta es una expresión muy clara de la emoción y el orgullo que tiene un padre, en el cual reconoce el haber transmitido a su hijo la verdadera importancia de un corazón sabio en esta vida.

El papa Francisco nos dice que este padre no menciona: «Estoy orgulloso de ti porque eres precisamente igual a mí, porque repites las cosas que yo digo y hago».

Le dice algo mucho más importante que podríamos interpretar así: «Seré feliz cada vez que te vea actuar con sabiduría, me emocionaré cada vez que te escuche hablar con rectitud.

Y, para que pudieras ser así, te enseñé lo que no sabías, corregí errores que no veías. Te hice sentir un afecto profundo y al mismo tiempo discreto, que tal vez no has reconocido plenamente cuando eras joven e incierto.

Te di un testimonio de rigor y firmeza que tal vez no comprendías, cuando solo hubieses querido complicidad y protección.

Yo mismo, en primer lugar, tuve que ponerme a la prueba de la sabiduría del corazón, y vigilar sobre los excesos del sentimiento y del resentimiento, para cargar el peso de las inevitables incomprensiones y encontrar las palabras justas para hacerme entender.

Ahora —sigue el padre—, cuando veo que tú tratas de ser así con tus hijos, y con todos, me emociono. Soy feliz de ser tu padre. Y esto es lo que dice un padre sabio, un padre maduro» (De las Carreras y Silveyra, 2015, p. 85-86).

LA AUTORIDAD Y LA FIGURA E IMPORTANCIA DE LA MUJER

Todo esto es consecuencia de una autoridad que fue dando sus frutos hasta hacer crecer y madurar a los hijos. Por su parte las madres hacen su aporte a esta posible autoridad en la familia desde un lugar diferente, ya que poseen un lugar irremplazable.

El alma femenina posee dotes que demuestran delicadeza, una particular sensibilidad y ternura, las cuales no solo hacen representación de una genuina fuerza para esta vida de las familias, sino que —como dice el papa Francisco— seria:

«Una realidad sin la cual la vocación humana sería irrealizable. Esto es importante. Sin estas actitudes, sin estos dotes de la mujer, la vocación humana no puede realizarse» (De las Carreras y Silveyra, 2015, p. 79).

Esto se enriquece aún más cuando las madres a partir del seno materno que nos ampara, se convierten en la primera escuela de comunicación, compuesta por la escucha y el contacto corpóreo.

Es ahí donde uno se comienza a familiarizar con el mundo externo dentro de un ambiente protegido y con ese sonido consolador del latido del corazón de la madre.

En esta protección que nos brindan, ellas son como ese antídoto más potente contra el individualismo egoísta.

La palabra «individuo» significa «que no se puede dividir». En cambio, las madres se «dividen» en el momento en que reciben a un hijo para entregarlo al mundo y criarlo. Son estas madres, las que odian la guerra que terminan por matar a sus hijos (De las Carreras y Silveyra, 2015, p. 79).

PARA CONOCER EL AMOR DE DIOS, SER HIJOS ES LA CONDICIÓN PRIMORDIAL

No queremos dejar de mencionar a los hijos, ya que es importante aquí nombrarlos para que sus padres los guíen en el camino de crecimiento.

Para conocer el amor de Dios, ser hijos es la condición primordial, ya que, en el alma de cada hijo, aunque sea frágil, Dios coloca el sello del amor, que es el cimiento de su dignidad personal, una dignidad que no puede ser destruida por nadie (De las Carreras y Silveyra, 2015, p. 95).

Por su parte ellos deben manifestar un gran agradecimiento con sus padres, pues gracias al amor que nació en ellos han recibido la vida.

Este agradecimiento que vive en ellos lleva a fundar una relación de respeto, amor, responsabilidad y obediencia entendida de manera recta.

Sobre todo, en momentos de enfermedad, ancianidad y necesidad, es cuando ellos deben prestar toda su ayuda a los padres mostrando cariño y fidelidad (Youcat, 2012, p. 204).

Como podemos ver finalmente nos encontramos con que la autoridad dentro de una familia es ejercida por los padres de familia o por aquellos que los representan como tal, generando un crecimiento que refuerza el vínculo de aquellos que la integran.

Este vínculo requiere ser reforzado y practicado mediante la humildad, la paciencia, el amor y el servicio al prójimo que se manifiesta en la cercanía y la presencia, todo esto crece en nosotros mediante la gracia de Dios.

Por medio de una vida cristiana, los padres ejercen una autoridad que a la vez transmite esa fe que es la imagen de Dios viva verdadera a la que estamos llamados a conocer y a vivir como verdaderos cristianos.

Artículo elaborado por Pbro. Lic. Lucas Andrés Torres Lombardo.

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