jueves, 13 de mayo de 2021

10 VIRTUDES DE LA VIRGEN MARÍA QUE RESALTA SAN LUIS MARÍA GRIGNION DE MONTOFORT

 Estas son 10 virtudes de la Virgen María que resalta san Luis María Grignion en su libro «Tratado de la Verdadera Devoción». Una de las herramientas más hermosas con las que cuenta un cristiano católico para conocer y ejercitar el amor hacia nuestra Madre.

El detalle y las palabras con que se dirige este santo a la Virgen María denotan un amor enorme que se desborda y llega a todo aquel que lo lee.

EN UNO DE SUS NUMERALES, EL 108, SAN LUIS MARÍA, NOS MENCIONA RÁPIDAMENTE 10 DE LAS PRINCIPALES VIRTUDES DE NUESTRA MADRE.

Lo que no significa que no hayan más, hay muchísimas más porque ella es solo virtud. Pero estas virtudes las menciona en el contexto de la santidad de la devoción hacia nuestra Madre.

Así haya muchas más, hemos querido detenernos y reflexionar en torno a estas 10 virtudes como camino de santidad personal.

Con motivo del mes de María, estas 10 virtudes que el santo nos apunta, son virtudes a imitar en nuestra propia realidad y en nuestro propio contexto, en nuestro quehacer diario.

Estamos seguros que con la intercesión de Nuestra Madre Celestial, podremos ir creciendo en ellas. ¡Aquí vamos!

1. HUMILDAD PROFUNDA

Conocemos la disposición y la entrega a Dios de la Virgen desde el anuncio del ángel a María. Su «sí», que con la anunciación se hace concreto, podemos decir con certeza, ya había anidado en su corazón desde mucho antes.

«HE AQUÍ LA ESCLAVA DEL SEÑOR, HÁGASE EN MI SEGÚN TU PALABRA». 

La humildad de Nuestra Madre, su obediencia plena al Padre, tiene que ver con el conocimiento de ella misma, con saber quién es.

Ella comprende que es la hija de Dios, su criatura, aquella que ha sido formada a su imagen y semejanza y que tiene un lugar crucial en la historia de la Salvación.

Esta actitud de la Virgen ilumina nuestra vida. Nos invita a preguntarnos quiénes somos, a entender un poco mejor de quién venimos. A comprender que, así como ella, tenemos también un lugar especialmente designado por Dios.

Un lugar que por muy pequeño que nosotros podamos considerar, es inmensamente importante y amado por Dios. La humildad de sabernos pequeños, tiene que ver con saber que venimos de aquel que es grandeza y a quien estamos llamado a volver.

2. FE VIVA

María vive la fe. No la tiene encerrada en un libro, ni se limita a vivirla en su vida privada. Siempre prudentísima, la Virgen María vive el amor y la confianza en Dios en cada ámbito de su vida.

Desde su sí al ángel, su matrimonio con José, el nacimiento de Dios en apenas un pesebre. Su salida decidida a ayudar a los más necesitados. 

Es imposible no cuestionarse al verla salir a servir a su prima Isabel en lugar de quedarse a que la atienda porque ella iba a ser la Madre del Salvador, ¡la madre del Rey de Reyes! 

¡Qué gran lección nos deja María! La fe se vive en los actos concretos de amor, de amor a Dios, en nuestras oraciones, en nuestra piedad personal, y también (y sobre todo) en los actos concreto de amor al prójimo.

Pidámosle a Nuestra Madre que nos eduque en poder vivir la fe en nuestro día a día, de maneras concretas, entregadas y sobre todo amantes.

3. OBEDIENCIA CIEGA

Hablar de obediencia en nuestros días es casi insólito. Creo que ni con nuestros hijos nos atrevemos a pronunciar la palabra.

Parece que todo lo que tuviera que ver con sometimiento tiene una connotación negativa, teñida por el abuso que muchas figuras de autoridad, en distintos ámbitos, han tenido.

María nos ofrece el verdadero concepto de obediencia. Se obedece a la autoridad en quien se confía. Y María confía ciegamente en la autoridad y en el amor de su Padre.

Aquel que no solo le dio la vida sino que ¡también confió en ella! Entregándole lo más preciado, su Hijo unigénito para la salvación de los hombres.

Reconciliarnos con la obediencia pasa por entender lo que ella significa. Comprender que aunque seamos autoridad (padres de familia, educadores, sacerdotes, gobernantes), nuestro trabajo siempre está bajo la mirada de una autoridad suprema, la de Dios.

Y la autoridad que podamos ejercer nosotros tiene que ver con el servicio, la responsabilidad por los otros y la confianza que en ellos también sembremos.

4. ORACIÓN CONTINUA

El evangelista ya nos contaba como «María guardaba todo esto en su corazón, y lo meditaba». Para ella ningún evento en su vida era desligado de la voluntad del Padre.

Su constante meditación en los eventos y las palabras de su Hijo, en lo que ella conocía de las escrituras, eran alimento para meditar y conversar constantemente con Dios.

De María no conocemos mucho por las escrituras, pero sus múltiples apariciones nos hablan siempre, sin excepción, de la importancia enorme de la oración.

La vida misma de la Virgen fue una constante oración. Un diálogo vivo con el Verbo que llevó en su seno. Es por esto que María es escuela de oración.

Busquemos a María, para que sea ella la que nos ayude a atesorar todo en nuestro corazón, para que estemos en diálogo constante con el creador y vayamos conformando nuestro corazón a su voluntad.

5. MORTIFICACIÓN UNIVERSAL

«Y una espada atravesará tu propia alma» (Lc 2:35). El «sí» de María nunca estuvo exento de sufrimiento, al contrario. María sabía que la misión que se le encomendaba era por demás exigente.

Un amor que se probó a fuego ardiente. Las dificultades que atravesó la Sagrada Familia no fueron menores, y el dolor que ella soportó fue magno. 

Quedó viuda y vio torturara y morir a su Hijo una muerte de cruz. Quedó sola, a cargo del apóstol querido, quedando ella como protectora e intercesora por la Iglesia Universal.

María lo entregó todo y lo sufrió todo. Su sufrimiento fue un dolor con sentido, sabía que cada sacrificio, cada molestia y mortificación era para gloria de Dios y bien de la Iglesia.

A veces, nuestros dolores y circunstancias nos parecen únicos. Parece que nuestro dolor es insoportable, incomparable al de cualquiera. Y en cierto sentido lo son, porque son personales.

Pero si en los momentos de dolor intenso miramos a la Virgen, ella que conoce de dolor, nos educará en el sentido. No solo nos ayudará en ese caminar, sino que también cargará con nosotros esos pesares intensos, aligerando nuestra carga.

6. PUREZA DIVINA

La pureza divina de la Virgen María tiene que ver en primer lugar con su inmaculada concepción. Ella fue creada, al igual que Eva, sin pecado original. 

El mérito enorme de María es haber mantenido esta pureza durante toda su vida en la tierra y por ende para toda la eternidad. María es el modelo de pureza original.

Aquel sello que el creador puso en el ser humano desde el origen de su creación, ella lo mantiene intacto. Es hacia ahí donde apuntamos luego de la segunda venida de Cristo, recobrar esa pureza sin mancha.

María nos enseña con esa pureza divina que ella escogió y supo mantenerla toda la vida, que es posible mantenerse puro. Que el amor, todo lo puede.

María, Virgen fiel es camino seguro para ir recobrando esa pureza que no solo perdimos en la caída original, sino que seguimos perdiendo con nuestros propios actos y decisiones.

7. CARIDAD ARDIENTE

El amor al prójimo que experimentaba la Virgen María era un amor ardiente. Que la consumía sino lo entregaba. Muestra de eso, como hemos visto, es esa respuesta casi impulsiva por salir a asistir a su prima Isabel incluso estando ella también embarazada, y del Hijo de Dios.

María siempre estuvo atenta a las necesidades de los demás, tanto en su vida en la tierra como ahora desde el cielo. El amor de María no tiene fin porque ama con el amor de Dios.

A veces, nuestra propia estrechez de corazón, nuestras mezquindades y egoísmos, no nos permiten amar en la medida del amor al que estamos llamados.

Es en estos momentos, en los que nos cuesta tanto salir de nosotros para entregarnos el otro, recurramos a Nuestra Madre para que nos eduque en esta caridad ardiente.

8. PACIENCIA HERÓICA

María esperaba a su Salvador desde niña, la tradición nos cuenta que tal vez María pertenecía a las jóvenes vírgenes que servían en el templo, de las cuales se esperaba que naciera el Salvador. 

María esperaba, recibió al ángel y siguió esperando mientras llevaba al Niño en el vientre. Aunque no comprendía mucho, ella aguardaba los designios de Dios y sabiendo que el camino no sería fácil, nunca desistió.

Nunca abandonó el camino, paciente y persistentemente María llegó a los brazos de Dios.

Pero ahí no acabó su espera. María también espera por cada uno de sus hijos, nosotros. Y pacientemente nos llama y nos educa.

Ella es también nuestra escuela de paciencia, cuando creemos que ya no podemos o incluso cuando pensamos que ya hemos terminado el camino, María nos demuestra que el camino del amor continúa eternamente.

9. DULZURA ANGELICAL

La dulzura tiene origen en la bondad que derrama el corazón. La bondad del corazón de la Madre es enorme porque su fuente es inagotable, es el mismo Dios.

No hay consuelo humano más grande que la ternura del corazón dulce de Nuestra Madre, que delicadamente nos llama sin descanso a volver a su Hijo.

María en cada uno de sus llamados aparece dócil, tierna y suave. Incluso cuando la llamada de atención es grave, incluso cuando nos encuentra tan desobedientes de la voluntad del Padre.

¿Cómo llamamos la atención nosotros?, ¿cómo nos dirigimos a aquellos que amamos en momento de urgencia?, ¿con dulzura o con la desesperación de quien vive aún sin considerar a Dios en todos los aspectos de su vida?

Esa dulzura la iremos conquistando también, a medida que vayamos estrechando nuestra relación con Dios, y qué mejor que de la mano de nuestra Madre.

10. SU SABIDURÍA DIVINA

«Hagan todo lo que Él les diga» (Jn 2:5). La sabiduría de María radica en la atención y su adhesión completa a la voluntad de Dios.

Solo un corazón en sintonía e iluminado por el espíritu podría haber discernido los tiempos de Dios. 

Jesús, en las bodas de Caná, sigue lo que María le pide, incluso afirmando que aún no había llegado su hora, confiado en que la voluntad de su Madre era inspirada por la voluntad del Espíritu de Dios. 

En momento de necesario discernimiento, pero también en nuestro actuar cotidiano, qué necesario es estar pendientes a las inspiraciones del Espíritu.

Que María, en su escucha constante, eduque nuestro corazón para que Dios lo llene con la sabiduría que necesitamos.

Escrito por  Silvana Ramos

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