miércoles, 28 de abril de 2021

EL CABALLERO CARMELO

De Abraham Valdelomar (1913).

Hace mucho, en un día tranquilo después del desayuno, apareció Roberto, el hermano mayor que después de mucho tiempo regresaba a casa. Salimos muy alegres a recibirlo, él traía muchos regalos. Cuando le preguntamos sobre su regalo para Papá, él nos dijo "no le he traído nada." Luego, Roberto sonrió y dijo al criado: "Amigo, trae al Carmelo" Nosotros estábamos curiosos por saber quién era aquel "Carmelo", y resulto ser nada más y nada menos que un hermoso gallito, que, al poco instante de ser liberado, agitó sus alas, y de inmediato soltó un gran canto: ¡Corocorooooooooo!". Así, entró a nuestro hogar este nuevo íntimo amigo de nuestra querida infancia, cuya memoria perdura aún en nuestro hogar como una sombra alada y triste: "El caballero Carmelo".

Una tarde, mi padre nos dio una curiosa noticia. Habíamos aceptado una "apuesta". El Carmelo iría a pelear contra otro gallo más fuerte y joven que él, "el Ajiseco".

El Carmelo ya estaba en casa por tres años, él, había envejecido bastante mientras nosotros habíamos crecido. Aún me preguntó, ¿por qué aquella crueldad de hacerlo pelear? Cuando llegó el temible día, todos en casa estábamos tristes. Mi madre se decía una y otra vez: "Oh cielos, qué crueldad". Mis demás hermanas sólo lloraban.

"¡Cien soles la apuesta caballeros, hagan sus apuestas!"

-Se escuchaba de aquellas voces embriagadas por el dinero. La mayoría de las apuestas eran a favor del adversario del Carmelo. Al poco rato, se inició la pelea. El Ajiseco hizo el primer ataque, su fuerza de pelea se hizo notar considerablemente en el Carmelo y en una de sus piernas que dejaba un hilo de sangre que corría hacia el piso, sin embargo, el Carmelo aún no estaba vencido. Como soldado herido, el Carmelo atacó de inmediato y de un gran ataque, dejó muerto al Ajiseco al instante. "¡Viva el Carmelo!" se oía de la muchedumbre. Halagos y gozos, sin embargo, nuestro Carmelo no estaba bien.

Tras dos días de la pelea, el Carmelo estuvo sometido a todo cuidado por la crítica batalla. Le dábamos maíz, pero el pobre no podía comerlo ni incorporarse. Pasado unos días, el Carmelo se levantó, abrió sus brillantes y majestuosas alas y cantó, luego, estiró sus bellas patitas y mirándonos amorosamente, y a los pocos segundos, murió. Nosotros, nos echamos a llorar.

Así pasó por nuestro mundo aquel amigo tan querido de nuestra niñez. Nuestro gran y valiente amigo, "El Caballero Carmelo".

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