La Resurrección de Jesús es la verdad culminante de nuestra fe en Cristo
La Resurrección
de Jesús es la verdad culminante de nuestra fe en Cristo, predicada como parte
esencial del Misterio Pascual al mismo tiempo que la Cruz
(Catecismo de la Iglesia Católica) Al tercer día resucitó de
entre los muertos
638 «Os
anunciamos la Buena Nueva de que la Promesa hecha a los padres Dios la ha
cumplido en nosotros, los hijos, al resucitar a Jesús» (Hch 13, 32-33). La Resurrección de Jesús es la verdad culminante de
nuestra fe en Cristo, creída y
vivida por la primera comunidad cristiana como verdad central, transmitida como
fundamental por la Tradición, establecida en los documentos del Nuevo
Testamento, predicada como parte esencial del Misterio Pascual al mismo tiempo
que la Cruz:
Cristo ha resucitado de los muertos, con su muerte
ha vencido a la muerte.
Y a los muertos ha dado la vida.
(Liturgia bizantina: Tropario del día de Pascua)
I. EL ACONTECIMIENTO
HISTÓRICO Y TRANSCENDENTE
639 El misterio de la
resurrección de Cristo es un acontecimiento real que tuvo manifestaciones
históricamente comprobadas como lo atestigua el Nuevo Testamento. Ya san Pablo, hacia el año 56, puede escribir a los Corintios: «Porque os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez
recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue
sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a
Cefas y luego a los Doce:» (1 Co 15, 3-4). El apóstol habla aquí de la
tradición viva de la Resurrección que recibió después de su conversión a las
puertas de Damasco (cf. Hch 9, 3-18).
EL SEPULCRO VACÍO
640 «¿Por qué buscar
entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado» (Lc 24, 5-6). En el marco de
los acontecimientos de Pascua, el primer elemento que se encuentra es el
sepulcro vacío. No es en sí una prueba directa. La ausencia del cuerpo de
Cristo en el sepulcro podría explicarse de otro modo (cf. Jn 20,13; Mt 28,
11-15). A pesar de eso, el sepulcro vacío ha
constituido para todos un signo esencial. Su descubrimiento por los discípulos fue el
primer paso para el reconocimiento del hecho de la Resurrección. Es el caso, en
primer lugar, de las santas mujeres (cf. Lc 24, 3. 22- 23), después de Pedro
(cf. Lc 24, 12). «El discípulo que Jesús amaba» afirma
que, al entrar en el sepulcro vacío y, al descubrir «las
vendas en el suelo», «vio y creyó» (Jn 20, 2.6.8). Eso supone que
constató en el estado del sepulcro vacío (cf. Jn 20, 5-7) que la ausencia del
cuerpo de Jesús no había podido ser obra humana y que Jesús no había vuelto
simplemente a una vida terrenal como había sido el caso de Lázaro (cf. Jn 11,
44).
LAS APARICIONES DEL
RESUCITADO
641 María Magdalena
y las santas mujeres, que iban a embalsamar el cuerpo de Jesús (cf. Mc 16,1; Lc 24, 1)
enterrado a prisa en la tarde del Viernes Santo por la llegada del Sábado (cf.
Jn 19, 31. 42) fueron las primeras en encontrar al Resucitado (cf. Mt 28, 9-10;
Jn 20, 11-18). Así las mujeres fueron las primeras
mensajeras de la Resurrección de Cristo para los propios Apóstoles (cf. Lc 24, 9-10). Jesús se apareció en seguida a
ellos, primero a Pedro, después a los Doce (cf. 1 Co 15, 5). Pedro, llamado a
confirmar en la fe a sus hermanos (cf. Lc 22, 31-32), ve por tanto al
Resucitado antes que los demás y sobre su testimonio es sobre el que la
comunidad exclama: «¡Es verdad! ¡El Señor ha
resucitado y se ha aparecido a Simón!» (Lc 24, 34).
642 Todo lo que
sucedió en estas jornadas pascuales compromete a cada uno de los Apóstoles –y a Pedro en particular– en
la construcción de la era nueva que comenzó en la mañana de Pascua. Como testigos del Resucitado, los Apóstoles son las piedras de fundación
de su Iglesia. La fe de la
primera comunidad de creyentes se funda en el testimonio de hombres concretos,
conocidos de los cristianos y de los que la mayor parte aún vivían entre ellos.
Estos «testigos de la Resurrección de Cristo» (cf.
Hch 1, 22) son ante todo Pedro y los Doce, pero no solamente ellos: Pablo habla
claramente de más de quinientas personas a las que se apareció Jesús en una
sola vez, además de Santiago y de todos los Apóstoles (cf. 1 Co 15, 4-8).
643 Ante
estos testimonios es imposible interpretar la Resurrección de Cristo fuera del
orden físico, y no reconocerlo como un hecho histórico. Sabemos por los hechos que
la fe de los discípulos fue sometida a la prueba radical de la pasión y de la
muerte en cruz de su Maestro, anunciada por Él de antemano (cf. Lc 22, 31-32).
La sacudida provocada por la pasión fue tan grande que los discípulos (por lo
menos, algunos de ellos) no creyeron tan pronto en la noticia de la
resurrección. Los evangelios, lejos de mostrarnos una comunidad arrobada por
una exaltación mística, nos presentan a los discípulos abatidos («la cara sombría»: Lc 24, 17) y asustados (cf. Jn
20, 19). Por eso no creyeron a las santas mujeres que regresaban del sepulcro y
«sus palabras les parecían como desatinos» (Lc 24, 11; cf. Mc 16, 11. 13).
Cuando Jesús se manifiesta a los once en la tarde de Pascua «les echó en cara
su incredulidad y su dureza de cabeza por no haber creído a quienes le habían
visto resucitado» (Mc 16, 14).
644 Tan imposible
les parece la cosa que, incluso puestos ante la realidad de Jesús resucitado,
los discípulos dudan todavía (cf. Lc 24, 38): creen ver un espíritu (cf.
Lc 24, 39). «No acaban de creerlo a causa de la
alegría y estaban asombrados» (Lc 24, 41). Tomás conocerá la misma
prueba de la duda (cf. Jn 20, 24-27) y, en su última aparición en Galilea
referida por Mateo, «algunos sin embargo dudaron» (Mt
28, 17). Por esto la hipótesis según la cual la resurrección habría sido un «producto» de la fe (o de la credulidad) de los
apóstoles no tiene consistencia. Muy al contrario, su fe en la
Resurrección nació –bajo la acción de la gracia divina– de la experiencia
directa de la realidad de Jesús resucitado.
LA RESURRECCIÓN COMO
ACONTECIMIENTO TRANSCENDENTE
647 «¡Qué noche tan
dichosa –canta el
Exultet de Pascua–, sólo ella conoció el momento en
que Cristo resucitó de entre los muertos!». En efecto, nadie fue testigo
ocular del acontecimiento mismo de la Resurrección y ningún evangelista lo
describe. Nadie puede decir cómo sucedió físicamente. Menos aún, su esencia más
íntima, el paso a otra vida, fue perceptible a los sentidos. Acontecimiento
histórico demostrable por la señal del sepulcro vacío y por la realidad de los
encuentros de los Apóstoles con Cristo resucitado, no por ello la Resurrección
pertenece menos al centro del Misterio
de la fe en aquello que transciende y sobrepasa a la historia. Por eso,
Cristo resucitado no se manifiesta al mundo (cf. Jn 14, 22) sino a sus
discípulos, «a los que habían subido con él desde
Galilea a Jerusalén y que ahora son testigos suyos ante el pueblo» (Hch
13, 31).
No hay comentarios:
Publicar un comentario