¿Señor
qué hago?, pero Señor ¿por qué no me respondes… no sé, más duro, más claro, que
te entienda? Es que si tú me dices que haga esto o lo otro, pues claro que lo
haré, aunque no me guste… ¿pero dime qué opción elijo? ¡El discernimiento
parece un tema tan complejo!
¡Para! Hasta en alemán te lo
repetiré, ¡halt! Es hora de hacernos
responsables de nuestras acciones y decisiones. Sí es bastante importante
pedirle a Dios la luz de su Espíritu para hacer un verdadero discernimiento,
pero no podemos dejarle todo a Él.
Aunque nos responda que
hagamos esto o lo otro, que vayamos por un camino o el otro, la decisión final
está comprendida dentro de nuestra libertad.
HABLEMOS DE LIBERTAD Y DISCERNIMIENTO
¿Qué es la
libertad? El Catecismo
de la Iglesia católica nos dirá en el numeral 1731: «Libertad
es el poder, radicado en la razón y en la voluntad, de obrar o de no obrar, de
hacer esto o aquello, de ejecutar así por sí mismo acciones deliberadas.
Por el libre
arbitrio cada uno dispone de sí mismo. La libertad es en el hombre una fuerza
de crecimiento y de maduración en la verdad y la bondad.
La
libertad alcanza su perfección cuando está ordenada a Dios, nuestra
bienaventuranza».
En pocas palabras, la libertad
es el don que nos ha dado Dios, haciéndonos capaces de elegir cómo
actuar. Pero esta libertad, luego de un encuentro con Jesús, ya no se
debería mover entre elegir lo bueno o lo malo.
Lo malo nunca es una opción
para el cristiano, ¡debemos elegir entre una
opción buena y otra mejor!
Todo esto se ve inmerso dentro
del discernimiento, un tema imperdible y que puedes profundizar en el curso
online que tenemos sobre discernimiento espiritual.
¡Es buenísimo! Estoy seguro de que si decides hacerlo, la vida te va a
cambiar.
En esta ocasión quiero
compartir contigo un video de «Ascension
Presents», donde el padre Mike habla sobre este tema y
nos comparte cuatro reglas a modo de preguntas o puertas, infaltables al
momento de discernir.
Te invito a ver el
video hasta el final, tiene subtítulos en español.
1. ¿ES UNA BUENA OPCIÓN – DECISIÓN?
No todas las opciones son
buenas, sin que necesariamente conlleven a un acto malo, sino que simplemente
no son lo mejor para este momento y lugar.
Por eso es necesario que en el
momento en que se comienza a discernir se parta de la pregunta sobre la
pertinencia de la opción que tengo delante de mí.
La persona se podría definir
por el cómo actuamos respecto a lo que tenemos en frente, por cómo elegimos
proceder ante determinadas situaciones. Es desde aquí que podemos decir que el
dejar de hacer el bien nos despersonaliza.
En filosofía, nos encontramos
con que Aristóteles decía que «la verdadera felicidad
consiste en hacer el bien». Por tanto, elegir la opción más buena,
que conlleve a un bien mayor, contribuye en la construcción de la felicidad
propia y común.
2. ¿ES REALMENTE UNA OPCIÓN POSIBLE PARA MÍ?
En segundo lugar es necesario
ser realistas, hay opciones sumamente buenas, pero que, seamos sinceros, les
hace falta aterrizar.
Hay que decirlo, puede que la
mejor opción que encuentro para solucionar un problema sea irme a vivir a
Júpiter, pero lo siento, por lo menos actualmente, eso no es posible.
Es importantísimo que a la
hora de tomar decisiones se tenga como una especie de lista de opciones. Lista
que se va depurando por las mejores opciones y que luego debe ser depurada aún
más, por las opciones que son realmente posibles de llevar a cabo.
Soñar es bueno, sueña sin límites, pero también sé
realista. Los sueños han sido siempre la semilla para proyectos y desarrollos
espectaculares que nunca habrían sido posibles si no nos hubiéramos dado la
oportunidad de soñar en grande.
Es importante pasar todo esto
por el filtro de la realidad que contiene una consciencia clara de las
posibilidades propias. La posibilidades no son solo personales, también
sociales, académicas, económicas, relacionales…
¿La
opción que considero mejor, es verdaderamente posible?
3. ¿ES UNA OPCIÓN PRUDENTE?
En casa siempre se ha dicho: «No hagas nunca cosas buenas que puedan parecer malas». Y
creo que este sencillo adagio nos da los elementos para hacer esta pregunta: ¿es prudente ejecutar la opción que considero buena y posible?
Esto porque las opciones
pueden ser ciertamente buenas, posibles, realistas, con resultados
satisfactorios y deseados, pero en este momento y lugar preciso de mi vida, no
es prudente hacerlo.
La
santidad también consiste en hacer lo que me corresponde en el momento y lugar
que corresponde hacerlo. Prudencia
al actuar, al pesar, al hablar, al vivir.
4. ¿ES LA OPCIÓN QUE YO QUIERO?
Finalmente, está la pregunta
sobre lo que en realidad quiero, parecería obvia pero se convierte en la
pregunta más compleja de este proceso.
Puede ser que la opción
elegida hasta el momento sea buena, posible y prudente, pero finalmente no es
la que yo deseo.
Es aquí donde más se evidencia
el ejercicio de la libertad, Dios nos ilumina y es más, nos llama
vocacionalmente a una misión, pero puede que en este momento, ese llamado que
siento, no sea lo que yo quiero.
Este es un tema bien
importante, podríamos pensar que por el solo hecho de sentir que esa opción es
la que Dios ha suscitado en mi vida, ya es la que tengo que hacer y aceptar sin
poner ningún tipo de resistencia.
Y el problema en esta
situación es hacerlo por «obligación», y no
por amor. Mi querido amigo, esto nunca contribuye a la construcción de la
santidad, es necesario amar la opción buena, posible, prudente, solo así se
ejecutará con verdadero amor.
Se hace absolutamente
necesaria la escucha del Señor, tener una actitud siempre abierta a la
conversión. El discernimiento puede parecer un tema complicado, pero en
realidad nos facilita todo en la vida.
Hay momentos en que la opción
que hemos considerado que cumple con todas las preguntas, simplemente termina
por ser una opción errónea, y es ahí donde entra la conversión.
Es el plus de este proceso, si
llegamos a la cuarta pregunta y la respuesta es que no es la opción que quiero,
puedes tranquilamente regresarte a la primera pregunta sin problema, en esto
consiste el discernimiento.
Escrito por Mauricio Montoya
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