Jesús nos sostiene.
Por: María Luisa Martínez Robles | Fuente:
Catholic.net
De pequeña quería ser santa. No sabía lo
que eso significaba, lo difícil que es. Pensaba que rezando todos los días,
obedeciendo a mis padres, estudiando y no insultando a nadie, con
eso era suficiente. Ahora que soy mayor, quizás demasiado mayor, me doy cuenta
que es necesario ser muy valiente, tener una fe firme y una paciencia inalterable
entre otras muchas virtudes.
En el colegio leíamos vidas de santos. Cuando leía las confesiones de San
Agustín, me admiraba el cambio que experimentó su vida. Santa Teresita,
era patrona de las misiones y no había salido del convento. Siempre me ha dado
por pensar que ser santo en la sociedad que nos ha tocado vivir difiere mucho
de las grandes hazañas, de las epopeyas. Hay muchas piedras en el camino para
llegar a serlo, pero no es imposible.
Hay que intentarlo al menos.
Una fórmula para conseguirlo es levantarse todos
los días con la intención de hacer lo que tienes que hacer lo mejor que
sepas. Sin escatimar esfuerzo, sin egoísmo, poniéndote en lugar del otro y confiando en Dios. Por la
noche, recordar en lo que has fallado, procurando hacerlo mejor al día
siguiente.
Los obstáculos son constantes, las dificultades proliferan. Las personas te
decepcionan pero Él siempre permanece a tu lado. Hay que seguir, sin miedo, sin
descanso. Jesús nos ha advertido en muchas ocasiones que seriamos incomprendidos,
perseguidos. Él nos sostiene.
Una presentación nos cuenta la historia de una persona que camina por la
playa, dejando sus huellas sobre la arena y piensa que solo quedan
marcadas sus pisadas cuando Jesús le prometió que caminaría a su lado.
Esta persona mira hacia atrás y solo ve sus propias pasos. Estaba equivocada,
eran los pasos de Jesús los que se hundían en la arena, pues la llevaba en
brazos. No caminaba junto a ella, la sostenía. Esa confianza nos llevará a
superar cualquier inconveniente.
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