Durante este tiempo me ha venido mucho al corazón la voz de Dios que me recuerda: «No dejes de soñar».
A veces pienso con tristeza en
todos esos planes cancelados, en las personas que sigo sin poder ver, en los
viajes truncados o las relaciones que se convirtieron en mensajes de texto o
videollamadas.
La pandemia seguirá haciendo
estragos durante un largo tiempo. Se nos vienen tantos
pensamientos negativos a la cabeza: «No
merezco ser feliz», «tal vez nunca tendré un trabajo estable».
«No seré una
novia feliz», «no lograré hacer un cambio en el mundo», «no sabré nunca lo que
es vivir en paz…», «tal vez es mejor no soñar con cosas
tan grandes».
Creemos que al pensar así, de
forma «realista, madura y objetiva» tendremos
los pies en la tierra. Pero es un engaño: solo vamos perdiendo ganas, emoción,
sueños.
¡SUTIL TENTACIÓN LA DE DEJAR DE SOÑAR!
Sobre todo con un Dios que es
Padre y hace lo que sea porque sus hijos tengan lo que necesitan. Claro, digo «necesitan» porque lo que «queremos»
no siempre es lo que en realidad necesitamos.
Pero sentirnos necesitados nos
recuerda nuestra infancia. Cuando literalmente necesitamos todo de nuestro
padres. «No soporto el frío, ¿me abrazas mamá?», «no alcanzo eso, ¿me ayudas papá?», «no sé cómo abrir
esta cosa, ¿me enseñan?».
A
veces también debemos pedirle a Dios como niños. Pero más importante aún,
debemos aprender a escuchar y sobre todo a obedecer.
— «Si me
escuchas, ayúdame a conseguir un trabajo»
— Y Dios
grita: «¿Cómo lo quieres?», recuerda los dones y talentos que tienes, ¿te esforzarás
de verdad?
Tal vez nosotros ni le
respondemos o no le damos el chance de guiarnos. Claro, hemos pasado tanto
tiempo bajando nuestras expectativas sobre Dios y sobre lo que anhelamos que ni
sabemos cómo pedirlo o cómo actuar.
NO RENUNCIES A TUS SUEÑOS
El demonio se aprovecha mucho
de tu desánimo, de que dejemos enfriar nuestros sueños y nuestra fe en un Padre
que nos quiere ver felices, para que no vivamos vida en abundancia.
Pídele
a Dios que fortalezca tu confianza en su amor. Cada día pídele con humildad
que te permita sentirte escuchado y amado. A veces se lo pedimos a gritos y
luego nos volvemos ciegos y sordos.
Pedimos tener un buen día e
ignoramos la llamada de un amigo, esa comida deliciosa que tenían lista en
casa, ese ratito en el oratorio a solas con Dios, esa canción que nos alegró la
mañana cuando íbamos en el coche.
No,
no es que Dios sea nuestro genio de la lámpara y haga todo según nuestros
caprichos. Pero Él sabe lo que más necesitamos, y sabe que en esos detalles
pequeños también hay una oportunidad de que lo recordemos.
¿CONOCES LA ORACIÓN IMAGINATIVA?
Para san Ignacio de Loyola la
imaginación era un recurso del Espíritu Santo para dialogar con Él: con ella podíamos discernir, como soñando despiertos,
cuál podría ser la mejor opción.
Por ejemplo: Ignacio se daba cuenta que si imaginaba con ser un gran
soldado para el rey, rodeado de mujeres, terminaría sintiéndose «desolado».
En cambio, si imaginaba que
dejaba todo valientemente y se aventuraba a lo que Dios le pidiera, acabaría «consolado», alegre y con mucha energía.
Usando la imaginación también
podemos orar y armar escenarios donde confirmamos qué es lo que queremos y si
Dios está presente. ¿Tus más grandes sueños
incluyen a Dios?, ¿cuándo te propones una meta piensas en Él?
Al final… Dios toma nuestros
sueños, trabaja con nosotros encantado y nos da más de lo que esperábamos. ¡Confía en su amor y en su palabra! ¡No dejes de soñar!
Escrito por Sandra Estrada
No hay comentarios:
Publicar un comentario