Salió de la casa en silencio y sin decir si tomaría en cuenta mi consejo sacerdotal.
Por: Flávio Jorge Miguel Júnior. Sorocaba (Brasil)
| Fuente: www.100sacerdotes.com
En septiembre de 2008 un joven, feligrés de
aproximadamente 20 años, me llamó llorando, pidiendo que lo atendiera
urgentemente. A pesar de la fatiga de ese día, pues ya era de noche, le recibí
en mi casa. Me dijo que su novia quedó embarazada de gemelos y que ya había
tomado la decisión de abortar, porque ya tenía dos hijas de otra relación. Después
de escucharlo, le pedí el teléfono de la chica para conversar con ella, aun a
riesgo de escuchar algún insulto, porque sabía que ella no era practicante.
Tomé valor y la llamé para fijar una cita en mi casa al día siguiente. Ella
vino con su hermana. El aborto estaba programado para el día después. Para
salvar a los gemelos traté de sacar todos los argumentos bíblicos y también le
hablé de los riesgos de la cirugía. Mi intervención no tuvo éxito. Entonces
hice la siguiente propuesta: «Ten estos niños y yo
me quedaré con ellos». Después de esto, ella se enfadó y dijo que nunca
le daría su hijo a nadie.
Entonces, como un último intento, dije que comprendía todos sus sufrimientos y
que quisiera hacer una oración por ella. Eso sí lo aceptó; se levantó y le
impuse las manos sobre la cabeza e hice una oración silenciosa. Entonces, sin
pedir permiso, puse las manos sobre su vientre y consagré en voz alta a los
bebés al Corazón Inmaculado de María. En ese momento la joven comenzó a llorar
y se sintió tocada por el Señor. Y le dije: «¡Tendrás
estos niños y no vas a abortarlos, porque María ya es su madrina!».
Salió de la casa en silencio y sin decir si tomaría en cuenta mi consejo
sacerdotal. Una semana después su novio me llamó diciendo, para la Gloria de Dios,
que ella no abortó y que decidió tener a los niños.
Después de unos meses, el 20 de abril de 2009, recibí otra llamada de este
muchacho contándome que acababan de nacer sus dos hermosas hijas. Yo me
emocioné mucho y apenas podía hablar. Él me preguntó por qué lloraba tanto y
simplemente le dije: «¡Hoy es mi cumpleaños!".
Este fue el regalo más grande que haya recibido jamás, y una señal del Señor en
mi ministerio sacerdotal.
Esta historia y otras mil, fueron recopiladas
durante el Año Sacerdotal. Las cien mejores están publicadas en el libro
"100 historias en blanco y negro", que puede adquirirse en www.100sacerdotes.com
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