Esto
es como lo de la gota fría. Siempre vuelve. No sé cuántas desamortizaciones lleva la
Iglesia católica en España.
Nos suena la de Mendizábal, pero esa fue una. Hubo más: Godoy, José Bonaparte y
Madoz, amén de otras pequeñas e intentos varios.
Los
bienes de la Iglesia son siempre golosos. Más cuando sucede que las arcas del
estado andan bajo mínimos. Pasó y pasa. No hay dinero. Y como los políticos
no están por la labor de una administración austera ni mucho menos renunciar a
sus sueldos y prebendas, toca ver a quién se le guinda la
bolsa.
No
se van a meter con sus amigos y socios como son grandes empresarios o fortunas extraordinarias. Con los bancos hay que andarse con cuidado
porque lo mismo se te revuelven. Tocar demasiado el bolsillo de
la gente corriente se paga en votos. No pasa nada. Volvamos a los experimentos fallidos del siglo XIX
que hicieron más ricos a los ricos, más pobres a los pobres y privaron al
pueblo de lo que era patrimonio a disposición de todos para dejarlo en manos
privadísimas. Eso sí, las arcas del estado se recuperaron, al menos en parte.
Parece
mentira que gente que se autoproclama progresista acuda a recetas decimonónicas, que entre otras cosas
retrasaron la industrialización en España, ya que el dinero que hubiera podido
emplearse en los grandes proyectos se empleó en la adquisición de grandes
fincas. Difícilmente alguien defenderá hoy el acierto de aquellas
desamortizaciones. Es igual. Se consiguen unos
cuantos euros, muchos, se beneficia a los amiguetes y de paso vamos ahogando a
la Iglesia. Fantástico.
La
gran baza para la desamortización del siglo XXI estaba en la supuesta
ilegalidad de las inscripciones registrales de las fincas. El problema
es que hasta el gobierno ha tenido que reconocer que las cosas se
hicieron bien. ¿Y ahora qué? Ahora
se buscan otros métodos.
Para empezar, es cansino que después de
que la justicia haya afirmado que todo se hizo correctamente, haya gente que siga hablando de expolio. Más cansinos que el conejito de Duracell tocando el tambor. Lo
de la mentira repetida mil veces. Ya se sabe cómo funciona el personal: a usted lo pueden absolver hasta en Estrasburgo, pero es un ladrón porque
lo digo yo y otros cuatro como yo que
somos la democracia y la justicia del pueblo.
Pero es que ahora van por la vía de la misericordia y la autenticidad evangélica. Apelan a ese tradicional
complejo de culpabilidad de la Iglesia católica para decir que mejor sería ceder generosamente todos los
bienes para el servicio de los pobres, además de que sería un signo evangélico
evidente ya que Jesucristo no tenía dónde reclinar la cabeza,
pedía dar todo a los pobres, atesorar en el cielo y predicaba eso de
bienaventurados los pobres.
Verán como habrá clérigos y religiosos que se apunten a esta historia. Yo estoy de acuerdo con ellos. Ni
conferencia episcopal ni leches. Nadie puede prohibir a una
congregación religiosa que ceda todos sus bienes a los pobres o lo ponga en
manos del gobierno de turno. Tampoco que un sacerdote renuncie a la casa
parroquial. Háganlo. Tendrán toda mi admiración.
Pero no pretendan lo
que ya es viejo, es decir, que
todos los bienes hoy en manos de la Iglesia pasen a manos de las
administraciones públicas, que ya sabemos como administran y a qué precio, la
Iglesia se quede a dos velas dependiendo de la munificencia del estado y su
labor pastoral reducida a mínimos históricos.
Lo
entiendo en el gobierno que tenemos. Más me cuesta comprenderlo en curas,
frailes y monjas que, unidos a una pléyade de ex cabreados, y so capa de evangelio y
misericordia con el pobre quieren repetir los estrepitosos fracasos del XIX. No
se engañen. El demonio puede aparecer camuflado en sensatez evangélica.
Jorge González
Guadalix
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