En honor de nuestra Madre Santísima, es la más popular de todas las Letanías, llamada así porque se usó por primera vez en el Santuario de Loreto.
Por: Redacción
Mercaba | Fuente: www.mercaba.org
Letanía es una palabra
griega que significa oración, especialmente oración hecha en común, significa
también procesión, porque esta manera de orar se usa en las procesiones. El uso
de las Letanías es antiquísimo, se remonta a los primeros siglos de la Iglesia.
La más antigua es la Letanía de los santos, pero hay otras también aprobadas
por la Santa Iglesia.
En honor de nuestra Madre Santísima, conocemos
la más popular de todas las Letanías, la Lauretana, que es llamada así en las
Constituciones de los Sumos Pontífices: Sixto V,
Clemente VIII, Alejandro VII, etc., porque se usó por primera vez en el
Santuario de Loreto.
La Letanía Lauretana se compone de una serie de
invocaciones a María, de títulos de honor que los santos Padres le dieron,
títulos que se fundan principalmente en la única e incomunicable dignidad de
María Madre de Dios. Con ellos honramos su persona e invocamos su poderosa
intercesión.
Las primeras invocaciones son a Dios adorable
Trinidad... y a Cristo Redentor, para dar a entender que de Dios nos llega todo
bien y que Cristo es la fuente de toda gracia.
LA INVOCACIONES A MARÍA,
PUEDEN DIVIDIRSE EN SEIS GRUPOS:
1°.- Las primeras abarcan,
en resumen, todas sus grandezas (Santa María, etc.).
2°.- Siguen sus atributos
como Madre (Madre de Jesucristo, etc..).
3°.- Se saluda luego a
María Virgen (Virgen prudentísima, etc.).
4°.- Las prerrogativas de
nuestra Señora son representadas por imágenes o símbolos (espejo de justicia,
etc.).
5°.- Se le exalta en sus
relaciones con la Iglesia Militante (salud de los enfermos, etc.).
6°.- Finalmente, se celebra
su gloria en la Iglesia triunfante (Reina de los Angeles, Reina de los
Patriarcas, Profetas, etc.)
Esta bellísima oración a María se cierra con una
triple invocación a su Divino Hijo, CORDERO DE DIOS que
quita los pecados del mundo, para que nos perdone, nos escuche y tenga
misericordia de nosotros que tantas veces hemos pecado.
En el transcurso de los años, los Papas
añadieron algunas invocaciones, ej. Cuando Europa fue invadida por los turcos,
se añadió: Auxilio de los cristianos: después de la
definición del Dogma de la Inmaculada Concepción: Reina concebida sin pecado
original; después de haber sido consagrado el mes de Octubre al Santo Rosario.
Reina del santísimo Rosario: cuando ardía la primera Guerra mundial: Reina de
la Paz: con motivo de la definición del Dogma de la Asunción: Reina llevada al
cielo en cuerpo y alma.
Recitar la Letanía es ante todo dar gloria a
Dios que tanto ensalzó a su Madre Santísima; es darle gracias a Ella y por
Ella. Es alabarla, admirarla y pedirle su protección, es reconocer y meditar
sus virtudes, movernos a imitarla, en cuanto es posible a nuestra humana
debilidad, es pedir a Dios y a Ella gracia y protección para llevar a cabo lo
que es imposible a nuestras propias fuerzas.
Es una oración corta y muy fácil para quien la
medita, es una oración rica de santos pensamientos y de afectos sobrenaturales.
Señor. ten piedad de
nosotros (al Padre). Cristo, ten piedad de nosotros (a Cristo). Señor, ten
piedad de nosotros (al Espíritu Santo).
Así empiezan las Letanías.
Antes de abrir los labios para alabar a María
hemos de preocuparnos ante todo, de conseguir de la misericordia de Dios que se
apiade de nosotros... que nos conceda su gracia y su perdón.
"Cualquier cosa que
pidiereis al Padre, os la concederá", pero
recordemos que Jesucristo añade "en mi
nombre"
Interpongamos conscientemente esta mediación de
Cristo, el Único que puede darle eficacia. Repitamos con ardorosa fe y con
humildad el grito de PIEDAD ¡Señor, ten piedad'
¡Cristo, ten piedad!, Señor, ten piedad!
CRISTO,
ÓYENOS - CRISTO, ESCÚCHANOS
Para que Jesús nos oiga es necesario tener un
corazón contrito. Si no estamos actualmente en gracia de Dios, propongámonos
reconquistarla y apartemos el corazón de la culpa. Si tenemos odio, si
alimentamos venganza, etc., no podemos pretender que Él nos oiga. Hagamos el propósito de recibir el sacramento de
la Confesión lo más pronto posible.
Ser escuchados no es lo mismo que ser oídos. Ser
escuchados es como el colmo de la bondad de Cristo para nosotros. El desea que
lo que le pedimos sea con atención, no estar distraídos, que lo que pronuncian
nuestros labios esté en la mente y en el corazón.
PADRE
CELESTIAL QUE ERES DIOS, TEN PIEDAD DE NOSOTROS.
Le decimos Padre Celestial... Esta palabra nos
hace admirar la Infinita grandeza y la Infinita benignidad de Dios que aun
habitando en una Luz inaccesible, atiende a la voz suplicante de sus criaturas...
de sus hijos... con su amor Paterno.
HIJO
REDENTOR DEL MUNDO QUE ERES DIOS, TEN PIEDAD DE NOSOTROS
Invocamos al Hijo no solamente como Dios, sino
también como Hombre - Dios ... como REDENTOR.
El Hijo de Dios vino a librarnos de la
esclavitud del pecado. El es el Cordero de Dios que quita los pecados del
mundo. Con su Pasión y Muerte nos mereció el perdón y ahora por medio de la
gracia obtenemos mucho más de lo que habíamos perdido. ¡Divino
Redentor!... ¡Amado Redentor! Líbranos de la esclavitud de nuestras
culpas actuales.
ESPÍRITU
SANTO QUE ERES DIOS, TEN PIEDAD DE NOSOTROS.
Dios es amor, dice San Juan (1 J. 4.16). En la
admirable obra de la reconciliación del hombre con Dios, entre todos los
atributos de la divinidad, está el Amor Infinito de Dios que busca la oveja
descarriada y como el perdón de los pecados es obra del AMOR y de la BONDAD
Infinita de Dios se atribuye al Espíritu Santo, Amor substancial del Padre y
del Hijo.
La misericordia de Jesús para los pecadores y
las parábolas en las cuales quiso expresarla en páginas eternas para consuelo
de todas las ovejas descarriadas, son la expresión más bella del AMOR que
perdona. Dios nos perdona siempre y nos llama, nos sale al encuentro, nos
acoge, nos retorna su amistad y nos devuelve la dignidad de hijos suyos... Dios
AMOR... Dios Espíritu Santo.
SANTÍSIMA
TRINIDAD QUE ERES UN SOLO DIOS, TEN PIEDAD DE NOSOTROS.
Después de haber invocado a las tres Divinas
Personas pasamos a invocarlas en unidad, bajo el nombre de Augusta Trinidad. La
Iglesia pone en nuestros labios esta invocación para recordarnos el Misterio
inefable de la Unidad y Trinidad de Dios. Este Misterio es el fundamento y el
origen de toda la fe revelada. El Misterio de la Encarnación del Verbo lo
supone y emana de él y, del Misterio de la Encarnación derivan todos los
misterios y todas las verdades de nuestra fe: el misterio de las dos
naturalezas y de la Persona Divina de Jesucristo, los Misterios de la
Redención, de la Santa Iglesia, de la Gracia, de los Sacramentos, etc.
SANTA
MARIA
Debemos aceptar y entender que solo Dios es
Santo y que comunica sus grandes Atributos, en diferente medida, a sus
criaturas racionales, ante todo, el de LA SANTIDAD, por
ser el más necesario.
Por esta razón llamamos a nuestra Señora: SANTA MARIA.
Cuando Dios quiso preparar una madre humana para
su Hijo, la hizo Inmaculada en su Concepción... la hizo SANTA aún antes de que hubiera nacido, antes de que pudiera pensar,
hablar, obrar ... la preservó del pecado original y de toda mancha. Por esto,
difiere de todos los santos. ¡Toda Pura, toda Santa
es María!
María es nombre de ayuda y consuelo. Cuando la
invocamos con fe, con devoción y con amor recibimos inmediatamente ayuda,
aliento y consuelo. Dice San Bernardo, del santísimo nombre de Jesús, pero muy
bien puede aplicarse al dulce nombre de María, que este nombre es alimento
suave que conforta, es medicina que alivia los dolores y las penas, "es miel en la boca, melodía en los oídos, alegría
en el corazón".
Procuremos honrar este santo nombre y reparar
las ofensas que se hacen a esta Buena Madre. Invoquémosla en todas nuestras
necesidades.
El nombre de Jesús y el nombre de María,
concluye San Bernardo, producen la curación de nuestras miserias y dominan las
pasiones violentas. Tengamos estos nombres en el corazón y en los labios
durante la vida y los tendremos en el corazón y en los labios en nuestra última
hora, y así seremos auxiliados en aquel momento, pues esos nombres santamente
invocados serán para nosotros prenda de Luz, de gracia, de perdón y de
seguridad en aquella eternidad feliz que todos esperamos.
RUEGA
POR NOSOTROS
En las Letanías le decimos a María: "Ruega por nosotros" y no "ten Piedad de nosotros" como lo hacemos
al dirigirnos a las Tres Divinas Personas, porque solo Dios es fuente Infinita
de toda gracia. Ella y los santos son canales a través de los cuales Dios se
complace en hacernos llegar sus gracias.
Las súplicas de los santos son eficaces para
nosotros y poderosas ante Dios, pero son mucho más poderosas y eficaces las
súplicas de nuestra Madre María Santísima
Rogándole a Ella su intercesión, estamos seguros
de que como es la más excelsa, la más santa de las criaturas y la más grata a
Dios es la que en consecuencia puede más delante de Dios y por otra parte es la
que más nos ama y la que más desea favorecernos.
SANTA
MADRE DE DIOS
Después de haber invocado a María con su nombre,
pasamos ahora a invocarla con una serie de títulos muy apropiados. Y ante todo
con la más excelsa de sus dignidades, principio y fundamente de todas las
demás, la sublime y singular dignidad de MADRE DE DIOS.
La Divina Maternidad de María es Dogma y
Artículo fundamental de nuestra fe.
En la base de nuestra religión tenemos dos
inefables misterios: el Misterio de la Santísima Trinidad y el de la
Encarnación del Verbo.
La Encarnación supone la Trinidad. EL Hijo que
se ha encarnado supone EL PADRE del cual ha sido engendrado, y si se ha
encarnado por obra del Espíritu Santo, confirma la existencia de esta tercera
Persona de la Santísima Trinidad y no se puede imaginar la Encarnación sin una
Madre que proporcione la naturaleza humana al Verbo. He aquí cómo la divina
Maternidad de María entra en el fundamento y en el nexo esencial de las
supremas verdades de nuestra religión. Y así como los principales artículos de
la fe revelada (la Redención, la Gracia, la Iglesia, los Sacramentos, la vida
eterna, etc.) son consecuencias del Misterio de la Encarnación, así estas
importantes verdades tienen una íntima e indiscutible relación con el Dogma de
la Divina Maternidad de María.
Santa Madre de Dios porque Ella es madre de la
naturaleza humana de Cristo; pero esta naturaleza humana está en Cristo
indisolublemente, personalmente, hipostáticamente unida a la naturaleza divina
en unidad de Persona, y ésta es divina. María es por lo tanto, Madre de esta
Persona divina, Jesucristo, Dios y hombre verdadero.
SANTA
VIRGEN DE LAS VÍRGENES
Con esta invocación afirmamos que la virginidad
de María no es común... es única... perfecta... sublime y que añadió a su
Pureza Virginal un sello de consagración y de perpetuidad.
Los católicos creemos con la Santa Iglesia que
María ha sido antes del parto, en el parto y después del parto... SIEMPRE VIRGEN PURÍSIMA.
Los dos estados: virginidad y maternidad son en
sí santos, el primero es muy generoso y noble. La maternidad es un claro
reflejo de la adorable fecundidad del Padre Eterno, del cual, como nos asegura
el Apóstol San Pablo (Ef. 4. 14-15) deriva toda paternidad en el cielo y en la
tierra, imita a la omnipotencia creadora y tiene el mérito de poblar el cielo.
María unió en sí estos dos títulos sublimes, ser
MADRE y VIRGEN FECUNDA.
Por estas razones la Iglesia llama a María VIRGEN DE
LAS VÍRGENES.
MADRE
DE CRISTO
Siendo Jesucristo Dios, Creador y Salvador,
podría parecer que es lo mismo llamar a María, Santa Madre de Dios, Madre de
Cristo, Madre del Creador, Madre del Salvador. Pero estos diversos títulos no
expresan lo mismo... indican diversos aspectos bajo los cuales es considerada
la misma Persona adorable del Redentor, diversos oficios de esta divina
Persona, o distintos beneficios que se derivan de Cristo y de María.
Madre de Cristo significa que María participa,
en cuanto es posible a la criatura, de la dignidad y excelencia de Cristo y de
los beneficios por El otorgados.
LA PALABRA GRIEGA CRISTO
SIGNIFICA UNGIDO O CONSAGRADO.
Antiguamente eran consagrados con la unción
(óleo) los sacerdotes, los reyes y los profetas; y Jesús es por excelencia el
Sacerdote, el Rey y el Profeta; también se consagraban los vasos sagrados
destinados al culto divino.
Cuando saludamos e invocamos a María como Madre
de Cristo, significamos que Ella es vaso consagrado a Dios; que por las íntimas
y singulares relaciones que la acercan a su Divino Hijo, participa en cierto
modo de la dignidad de sacerdote, de rey y de profeta.
María fue vaso de unción o consagrado ... y
tiene participación en el sumo Sacerdocio de Cristo.
Desde el primer momento de su existencia Ella
estuvo llena de la Divina Gracia, óleo precioso y fue destinada a contener
durante nueve meses a la Santidad por esencia.
María participa del Eterno Sacerdocio de
Jesucristo ... de Cristo Sacerdote que se ofreció a Dios una vez sobre el altar
de la Cruz, derramando entre grandes dolores su Sangre de precio infinito por
nuestros pecados y se ofrece cada día de modo incruento sobre los altares por
manos de los Sacerdotes.
Ella participa del sacrificio de la Cruz y del
de la Eucaristía.
En primer lugar suministró
la materia: aquel Cuerpo Divino que fue inmolado en la Cruz... en el Calvario y
que continuamente se inmola en las Iglesias, es Cuerpo formado de la sola
substancia de María Santísima, puesto que Ella es Madre Virgen; la Sangre que
un día fue derramada en la Pasión y en la Muerte del Hombre - Dios y que todos
los días se derrama místicamente en el Perenne Sacrificio, es Sangre de María,
suministrada por Ella al Hijo de Dios.
En segundo lugar,
participa del Sacrificio de la Cruz y del de la Eucaristía, porque ofreció con
Jesucristo Primero y Sumo Sacerdote, el Sacrificio del Calvario y sigue
ofreciendo sobre los altares la Víctima Divina porque el Sacrificio de la Misa
es prolongación del de la Cruz.
Por esto María Santísima es llamada Corredentora
e invocada como MADRE DE CRISTO.
MADRE
DE LA IGLESIA
La Santa Iglesia todavía no incluía esta
Invocación cuando fueron elaborados los textos en los que hemos basado estas
reflexiones, por lo que a continuación transcribimos los puntos 25 al 27 del
discurso pronunciado por S. S. Pablo VI, el 21 de Noviembre de 1964, en la
sesión de clausura de la tercera etapa conciliar, cuando fue proclamada María
Santísima "Madre de la Iglesia".
(25) "Así, pues, para
gloria de la Virgen y consuelo nuestro, proclamamos a María Santísima Madre de
la Iglesia, es decir, Madre de todo el pueblo de Dios, tanto de los fieles como
de los pastores que la llaman Madre amorosa, y queremos que de ahora en
adelante sea honrada e invocada por todo el pueblo cristiano con este título.
(26) Se trata de un título,
que no es nuevo para la piedad de los cristianos, antes bien, con este nombre
de Madre, y con preferencia a cualquier otro, los fieles y la Iglesia entera
acostumbran dirigirse a María. En verdad pertenece a la esencia genuina de la
devoción a María, encontrando su justificación en la dignidad misma de la Madre
del Verbo Encarnado.
(27) La divina maternidad
es el fundamento de su especial relación con Cristo y de su presencia en la
economía de la salvación operada por Cristo, y también constituye el fundamento
principal de las relaciones de María con la Iglesia, por ser Madre de Aquel que
desde el primer instante de la encarnación en su seno virginal se constituyó en
cabeza de su Cuerpo místico, que es la Iglesia.
María, pues, como Madre de
Cristo, es Madre también de los fieles y de todos los pastores, es decir, de la
Iglesia".
MADRE
DE LA DIVINA GRACIA
El Arcángel San Gabriel saludó a María
diciéndole: "llena de gracia", por
lo tanto, es de fe que al realizarse en Ella el Misterio de la Encarnación del
Verbo, estaba PLENA DE GRACIA. Pero... desde aquel instante creció MÁS en Ella
la GRACIA… Plena quiere decir completa, llena,
pero se usa este término para resaltar aquello de lo que se está hablando, en
este sentido se dice que María estaba PLENA DE GRACIA, llena, pero en su vida
el momento central o culmen es el de la Encarnación del Verbo y desde entonces
en Ella continuó aumentando la GRACIA ... en PLENITUD.
La Santidad de Jesús, cuánto aprovechó a Su
Madre que con tanta atención recibía y conservaba en su corazón las palabras y
los actos de su Divino Hijo. El formó la Santidad de su Madre, tan próxima a la
suya cuanto es posible en una pura criatura y la elevó a un grado altísimo, más
alto, sin comparación, que el de todos los elegidos, de todos los santos.
Llena de Gracia, ninguna hay que Ella no pueda
obtener. Cristo es el MANANTIAL de la GRACIA y su MADRE SANTÍSIMA es
como un depósito, un recipiente (que recibe), de dónde por su intercesión
alcanzamos gracias... y al Autor de la GRACIA.
CRISTO, MANANTIAL DE LA
DIVINA GRACIA.
MARIA, MADRE DE CRISTO MADRE DE LA DIVINA GRACIA.
MADRE
PURÍSIMA
Lo que manifestamos creer y atribuimos a María
con este título, es la total y perfecta exención de toda sombra de culpa y
defecto. Pureza excepcional, integridad de vida que no la tiene igual ni
semejante, nadie más.
El Pontífice San León escribe que en las
diversas vicisitudes de la vida, no hay, ni aún la persona más perfecta, que de
vez en cuando no se manche con el polvo de la tierra. En Proverbios (24.16)
dice que 7 veces cae el justo... caídas ligeras y veniales pero ... son caídas.
Únicamente en María nada que sea mancha se
encuentra en Ella,
MADRE
CASTÍSIMA
Madre Castísima se refiere al brilló de la
virginidad en cuanto al alma, esto es a la perfecta pureza de pensamientos y
afectos. Ella conservó durante toda su vida esta pura castidad del alma.
MADRE
SIN MANCHA
Madre sin mancha expresa la limpieza de los
sentidos externos. La causa de la admirable Pureza Virginal de María no fue la
exención en Ella del pecado original ... La primera y más eficaz razón fue la
Gracia de Dios, pero Ella cooperó a esta gracia con todos los medios, guardando
rigurosamente sus sentidos externos, sus ojos para la contemplación de todas
las cosas en las que encontraba los vestigios de Dios, de la sabiduría y del
poder divinos: los oídos y la boca para escuchar y para pronunciar las
alabanzas de Dios... Ella hacia en este mundo lo que los Ángeles hacen en el cielo y mejor aún que ellos: amar y alabar a Dios.
La Iglesia llama a María: Virgen de las vírgenes, la Virgen por excelencia, porque
fue incomparablemente la más pura de todas.
MADRE
SIN CORRUPCIÓN
Madre sin corrupción =
pureza de vida y santidad de costumbres.
En María Santísima todos sus pensamientos,
palabras y obras siempre fueron para gloria de Dios.
Debemos entender que no sólo su alma sino
también su cuerpo fue llevado al cielo después de su muerte, de tal manera que
no pasó por el largo período del sepulcro, como todos los seres humanos. Su
cuerpo santísimo no experimentó la corrupción. Su Divino Hijo, por el Infinito
amor con que la amaba no podía soportar que su cuerpo quedara en el sepulcro y
también por la santidad trascendente de María y porque Ella estaba llena de
gracia hasta rebosar.
Pasó por la muerte como nuestro Señor y también
como El y por Su poder omnipotente fue llevada al cielo.
MADRE
INMACULADA
Esta invocación se refiere a la Inmaculada
Concepción de nuestra Madre la Virgen María.
Esta verdad revelada es que Ella fue concebida
en el seno de su madre, Santa Ana, sin mancha de pecado original.
El pecado original es el pecado de infidelidad y
desobediencia a Dios, cuyas consecuencias hemos heredado, todos nacemos en ese
estado y el sacramento del Bautismo es el medio por el cual somos liberados de
él.
María nunca vivió en ese estado, fue exceptuada
de él por un designio ... por un decreto eterno de Dios y según este eterno
decreto el que había nacido desde toda la eternidad, nació en el tiempo para
salvarnos y la redención de María fue entonces resuelta de esta manera especial
que llamamos Inmaculada Concepción (Ella fue redimida en previsión de los
méritos de su Divino Hijo).
MADRE
AMABLE
Madre digna de ser amada.
Tres
cosas contribuyen principalmente para hacer a una persona amable, merecedora de
nuestro amor:
La hermosura de cuerpo y de
alma.
La bondad, esto es, la
natural inclinación a hacer el bien y El amor que la persona nos tiene.
En ninguna persona se
encuentran tan unidas y en grado tan eminente como en María Santísima que es
digna de todo nuestro amor, por eso la Iglesia le da el título de Madre Amable.
MADRE
ADMIRABLE
Se dice que una persona o cosa es admirable o
digna de admiración cuando es perfecta, extraordinaria; por esto impresiona los
sentidos, la imaginación, el pensamiento.
María es verdaderamente admirable, porque es
extraordinaria y no hay nadie que reúna como Ella semejante grandeza de
privilegios y de virtud.
Por estas dos razones: sus
privilegios y sus virtudes, María Santísima es invocada con el título de Madre
Admirable.
MADRE
DEL BUEN CONSEJO
Son muchos y todos ellos magníficos y gloriosos,
los títulos que la Iglesia da a la Madre de Dios en estas Letanías, pero es
particularmente bello el de Madre del Buen Consejo porque:
• Es la Obra del Eterno Consejo
• Fue llena, de manera singular, del Don de
Consejo
• Y, debemos recurrir a Ella para obtener este
Don.
OBRA DEL ETERNO CONSEJO quiere
decir que Dios, desde toda la eternidad, pensó en María y la miró con
complacencia; la amó con especial afecto y quiso hacer de Ella la Obra Maestra
de su Infinito Poder, Sabiduría y Bondad, puesto que desde toda la eternidad la
eligió y predestinó para ser la Madre de su Divino Hijo.
LLENA DE MANERA SINGULAR
DEL DON DE CONSEJO. El Don de Consejo, don del Espíritu Santo
por el cual somos iluminados para conocer y para escoger siempre entre todas
las cosas, aquella que mejor sirve para la Gloria de Dios y para nuestra
salvación.
De este Don estuvo singularmente llena María
Santísima (y de TODOS los Dones y de TODAS LAS GRACIAS) por lo que Ella supera
incomparablemente a toda la humanidad.
DEBEMOS RECURRIR A ELLA
PARA OBTENER ESTE DON y así poder conocer, escoger y hacer siempre lo
mejor para Gloria de Dios y bien del alma. Tenemos necesidad del Don de Consejo
para defender nuestra Fe, para guardar el gran tesoro de la gracia de Dios,
para huir del ambiente anticristiano, de todo el mal que nos rodea.
¡Oh querida Madre! Ruega a
tu Divino Hijo que su Divino Espíritu... el Espíritu Santo, desarrolle en
nuestras almas el Don de Consejo ... y los otros seis Dones de los que tenemos
tanta necesidad. ¡Madre del Buen Consejo, ruega por nosotros!
MADRE
DEL CREADOR
María en el plan de la CREACIÓN
y de la RESTAURACIÓN:
Ella es la Madre de Cristo, del Verbo del Padre
hecho carne. El Verbo es el centro de la creación "por
medio de El fueron hechas todas las cosas y sin El no se hizo nada de cuanto
existe" (Jn. 1.3). En Cristo, lo que se atribuye a Dios se puede
atribuir también al Dios - Hombre, así, habiendo sido hecho de María Santísima
Aquel por el que han sido hechas todas las cosas, puede decirse que toda cosa
fue hecha por Ella, porque engendró al HACEDOR...
al CREADOR. Por esto María tomó parte, EN CIERTO MODO, en la obra de la Creación.
Pero la restauración, la renovación de todas las
cosas, según enseñan los Santos Padres, es una segunda creación y ésta fue
realizada por medio de Jesucristo. En esta segunda creación, en esta Redención
del género humano, el centro es también Jesucristo, de manera que el Verbo
Divino es doblemente CREADOR. También María
Santísima tomó parte activa en esta restauración que se realizó con su
consentimiento.
El "HAGAMOS" (igual
a "HÁGASE") primero ( el de Dios)
produjo de la nada todas las cosas,.. El "HÁGASE en mí según tu palabra"
pronunciado por María cooperó a restaurar todas las cosas en Cristo y a
devolverles su primitiva perfección.
Sin el "HAGAMOS"
Divino, todo habría permanecido en la nada; sin el "HÁGASE"
de María, todo habría permanecido en una condición, bajo muchos aspectos, peor
que la nada.
El primer "HAGAMOS"
levantó a la criatura humana hasta la semejanza con Dios; el segundo (HÁGASE) levantándola aún más alto, la unió (en Cristo)
personalmente a Dios.
El "HAGAMOS" Divino
es, por consiguiente, omnipotente y creador por naturaleza; el
"HÁGASE" de Ella es omnipotente, restaurador y creador por gracia. De
esta manera María Santísima tomó parte en la creación ... ¡MADRE DEL CREADOR!
MADRE
DEL SALVADOR
También aquí, como en las consideraciones
anteriores, necesitamos entender por qué
el nombre de Salvador va asociado al título dado a María en las Letanías.
Antes de su venida, Jesús era conocido como Mesías,
pero cuando apareció en la tierra fue conocido bajo tres títulos nuevos:
• Hijo de Dios
• Hijo del hombre
• SALVADOR
El primero expresa su
naturaleza Divina; el segundo su naturaleza humana; el tercero su ministerio
personal.
El Angel que se apareció a María le llamó Hijo
de Dios; el que se apareció en sueños a José le llamó Jesús que quiere decir
Salvador; también le dieron este nombre los ángeles que se aparecieron a los
pastores en la noche de su Nacimiento. Pero El en el Evangelio se llama a sí
mismo de un modo particular: Hijo del hombre.
Verdaderamente es nuestro Salvador, porque con
su Pasión y Muerte nos ha redimido y nos ha liberado del pecado. Unió en la
unidad de su Persona Divina la naturaleza divina y la naturaleza humana.
Dios verdadero, debía ser verdadero hombre para
poder realmente sufrir y morir y al mismo tiempo para que el precio de nuestro
rescate, su Pasión y Muerte, tuviera el valor infinito que exigía la Majestad
de Dios y la culpa cometida por el ser humano ... Y, María Santísima es Madre
de Jesucristo, Madre del Dios - Hombre; así, Ella es MADRE
DEL SALVADOR.
Pero hay una segunda razón de este título y es
que Ella cooperó y coopera de modo singular en la obra redentora de Jesucristo,
como corredentora al pie de la Cruz y como corredentora en el corazón de sus
hijos.
Sobre la Cruz debía consumarse el sacrificio de
la redención y la victoria sobre el pecado y María Santísima está íntimamente
asociada a la Cruz. Ella ofreció generosamente al Padre en el Calvario, la
Carne y la Sangre del Hijo, que era también carne y sangre suya.
Después del amor a Dios no hay afecto que tanto
nos aparte del pecado y sea tan fuerte y eficaz para librarnos de él como el
amor a María, Madre del Salvador y Madre nuestra.
En la persona de Juan, el discípulo amado, Jesús
nos entregó a su Madre cuando le dijo a Ella: "Ahí
tienes a tu hijo" y nos la dio a nosotros por Madre cuando le dijo
a él: "Ahí tienes a tu madre".
VIRGEN
PRUDENTÍSIMA
Con este título, la Iglesia tributa a María un
gran elogio, pues la prudencia es la primera de las virtudes cardinales y es la
virtud moral que consiste en discernir y distinguir lo que es bueno para
seguirlo o malo para apartarse de él. Prudencia es cautela, es moderación, sensatez, buen juicio... además, es la que dirige y regula
todas nuestras acciones.
La vida cristiana sin la prudencia pierde toda
belleza, toda fecundidad de bien. La prudencia, virtud moral se adquiere de
ordinario con los años... María es tanto
más digna de alabanza porque fue prudentísima desde su tierna edad; excepcional
prudencia más celestial que terrena, más infundida por Dios que adquirida con
el estudio, con la práctica o con la edad.
San Bernardo no acaba de admirar la prudencia de
María en el coloquio que tuvo con el
Arcángel Gabriel, y con la prudencia, todas las virtudes cardinales. Ante el
anuncio de que concebirá al mismo Hijo de Dios, permanece constante en la
resolución de su virginidad. Ella no es incrédula como Zacarías, sabe por el
Profeta Isaías que el Divino Mesías prometido ha de nacer de una virgen, pero
pregunta el cómo, requiere una explicación, ésta es prudencia sobrenatural y
divina.
Concluye San Bernardo que Ella fue prudente en
su interrogatorio. Por este solo rasgo de la vida de María conocemos que era
poseedora perfecta de la prudencia y de todas las demás virtudes cardinales y
como consecuencia también de las virtudes morales.
¡Oh Virgen PRUDENTÍSIMA,
derrama un rayo de tu prudencia sobre nosotros, que ilumine nuestro obrar y nos
guíe al hablar. ¡Oh Madre Santísima!, enséñanos a
callar, cuando debemos ser prudentes.
VIRGEN
VENERABLE
La veneración es aquel honor y reverencia que se
le da a una persona en testimonio de su excelencia, de su virtud sobrenatural,
de su santidad y consiste en una gran consideración de nuestra mente hacia la
persona dotada de estas cualidades en un correspondiente afecto del corazón,
estima y aprecio.
Por consiguiente la santidad es objeto de
veneración. Si queremos conocer por que merece María el título de Venerable
hemos de considerar la grandeza de su santidad.
Muchos cristianos confunden la perfección
cristiana o la santidad con los medios para obtenerla; otros hacen consistir la
santidad en las penitencias exteriores; otros en largas oraciones; otros en
despojarse de toda cosa por amor al prójimo y así por el estilo. Estas y
semejantes prácticas son medios muy útiles para llegar a la santidad; serán,
con la gracia Divina, principio y señal, fruto y efecto de la santidad, pero no
son la santidad esencial. De hecho ha habido santos que no lo dieron todo a los
pobres, que no practicaron penitencias extraordinarias, que no hicieron largas
oraciones. La santidad es la perfección en el amor.
La esencia de la perfección evangélica consiste
en la unión con Dios. Dios es santo por naturaleza; nosotros cuando estamos
unidos a El, somos santos por gracia. La unión con Dios es efecto de la
caridad, cuando el cristiano observa y vive perfectamente el precepto básico de
la ley evangélica: "Ama al Señor tu Dios con
todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas" y el segundo:
"Ama al prójimo como a ti mismo" (cfr. Marcos 12.28-34) (cfr.
Mateo 22.37-40), está viviendo la santidad.
La medida de la santidad de María es su ardiente
Caridad de Madre de Dios.
Para conocer lo digna que es de VENERACIÓN, sería necesario profundizar en los abismos
inaccesibles de su corazón y medir su amor y esto solo Dios puede hacerlo.
La gracia de Dios es la que nos hace santos, es
por eso que la plenitud de la gracia confiere la plenitud de la santidad. La
gracia, semilla y fruto de la santidad, hace que Dios esté en nosotros y
nosotros en Dios.
María fue declarada y proclamada solemnemente de
parte de Dios, por medio del Arcángel Gabriel: LLENA DE
GRACIA Y POSEEDORA DEL SEÑOR.
¡Cuán SANTA y VENERABLE ERES,
OH MADRE!.
VIRGEN
DIGNA DE ALABANZA
Debemos imitar las virtudes de la Virgen María y
procurar que los demás también lo hagan y que se conozca y admire su singular
santidad. Es una exigencia del amor, que es difusivo por naturaleza, propagar,
glorificar, hacer conocer a la persona amada. Este es el sentido de esta
invocación VIRGEN DIGNA DE ALABANZA.
María vivió en la piadosa sombra de una
oscuridad que conmueve, en profunda y perfecta humildad. Aparece en la primera
parte del Evangelio y después solamente reaparece en el Calvario cuando
participó en las penas de la Cruz.
Después de Jesucristo, el alma más santa y más
excelsa fue sin duda la de María Santísima, por eso debe ser, la más exaltada y
colmada de alabanzas.
Estas alabanzas y esta gloria tuvieron principio
antes que Ella estuviera sobre la tierra participando del privilegio del Hijo.
Fue exaltada mucho antes de nacer.
La Iglesia en su Liturgia, ha coronado a María
con las fiestas en su honor introducidas en el año eclesiástico, los oficios, los
himnos, las Letanías, las procesiones, la solemne coronación de sus imágenes,
etc.., que manifiestan el amor de la Iglesia hacia su Madre Celestial.
Para Ella, el genio de los grandes Doctores de
la Iglesia, la pluma de los Teólogos, la palabra enamorada de los oradores
sagrados y la oración confiada de todos los que la aman.
Bienaventurada la boca que habla de María
Santísima frecuentemente y con reverencia.
Bienaventurada la persona que a través de la
pluma celebra y escribe con santo entusiasmo las grandezas y la gloria de tan
excelsa Madre. VIRGEN DIGNA DE ALABANZA.
VIRGEN
PODEROSA
Se distinguen dos clases de poder: propio y
participado.
Sólo Dios es PODEROSO por
virtud propia, Aquellos (as) a quienes Dios les comunique poder es por voluntad
de El (poder participado)
Cuando decimos que María Santísima es
omnipotente, no la igualamos a Dios, ni decimos que Ella lo sea por sí misma,
este poder, del cual Ella está revestida le viene de Dios, le fue comunicado
por gracia especial de Dios.
María es poderosa porque su poder se asocia al
de su Hijo Jesucristo. Su divina Maternidad es el fundamento principal de su
poder.
Es imposible determinar los límites de esta
omnipotencia participada.
Existen dos mundos: el
mundo de la materia y el mundo sobrenatural de las almas.
Dos órdenes de omnipotencia: La omnipotencia de Dios Creador y la omnipotencia de Dios
Redentor y Santificador.
La omnipotencia
participada de María brilla principalmente en el universo sobrenatural en el
cual Ella ha sido constituida Madre espiritual de los redimidos, cooperadora de
Cristo en la redención y en la salvación de las almas. Decimos principalmente,
porque también en el orden físico Ella ejerce un gran poder, como lo prueban
las numerosas curaciones que concede a sus devotos. Basta recordar los milagros
de Lourdes.
El poder de María Santísima tiene por fin
cooperar a la obra de la Redención, a la cual están llamados todos los seres
humanos sin distinción y, a alcanzar los bienes de los que tienen necesidad,
ej. La perseverancia final, don que corona, según San Agustín, todos los dones,
y una santa y muchas veces, alegre muerte.
VIRGEN
CLEMENTE
La clemencia según Santo Tomás de Aquino es
aquella virtud que templa el rigor de la justicia con la misericordia; que
concede y obtiene el perdón o la disminución del castigo merecido. Comparte con
la mansedumbre el cometido de poner un justo y racional freno a los ímpetus de
la ira y si la mansedumbre frena el afecto interno, que es la raíz o el
principio, la clemencia modera el afecto exterior.
Esta hermosa y amable virtud, prosigue Santo
Tomás, nace del amor. Quien ama a una persona no quiere que ésta sea
castigada..
De esto se sigue que cuando el perdón total o la
disminución de la pena son compatibles con el verdadero bien, entonces la
amorosa clemencia perdona o impetra el perdón.
La clemencia, resplandece en María Santísima más
que en cualquier otra persona. Ella se ocupa y se preocupa de impetrar el
perdón para los pecadores. Por eso la Iglesia la honra con el título de Virgen
Clemente.
De esta virtud de María vamos a tratar en la
invocación "Refugio de los pecadores", aquí
hablaremos solamente de su fundamento, esto es, de su tierno amor a la
humanidad.
Nuestra Madre Santísima nos ama porque ama a
Dios. El amor de Dios y el amor del prójimo son dos amores inseparables y nadie
nos ama como Ella.
No se puede medir el amor Infinito del Corazón
de Jesús, aquel Corazón inflamado con las llamas del Amor Divino y que fue
atravesado por la lanza. Ningún otro corazón está tan cerca del amor de Jesús,
como el de su Madre. Ninguno alcanza tan encendida caridad. Ella nos ama en
Cristo, ama en nosotros la Sangre del Hijo derramada en el Calvario y aplicada
en los Sacramentos. Ella más que nadie conoce en Dios el altísimo valor de un alma.
No hay otro amor más hermoso y más fuerte que el
de María porque brota de la purísima fuente del amor de Dios.
Por
dos títulos María es nuestra Madre:
• Ante todo porque ES LA
MADRE DE JESUCRISTO.
• Porque Ella nos engendró
al pie de la Cruz sobre el Calvario, allí fuimos confiados a Ella como hijos en
la persona de Juan.
Los dolores que no tuvo en el divino parto
natural, debió sufrirlos en el parto espiritual cuando fue constituida Madre de
todos nosotros.
De la misma forma que Dios adornó a María con la
santidad más eminente, así la dotó de un corazón, en profundidad y en
extensión, el más amante de todos los corazones; con el que nos ama a todos,
justos y pecadores, aquellos que aunque estén en pecado buscan salir de él y se
proponen dejarlo. Ella escucha sus súplicas y los reconcilia con Dios y lo hace
como una madre que tiene más cuidado de un hijo enfermo que de un hijo sano...
como deja el buen pastor las noventa y nueve ovejas para ocuparse de aquella
que huyó del redil.
VIRGEN
FIEL
En
dos sentidos puede entenderse este título.
La palabra fidelis
o deriva de Fides (FE) y entonces alabamos a
la Bienaventurada Virgen porque se distinguió en la fe y ejerció perfectamente
esta primera Virtud Teologal o la palabra fidelis que
es adjetivo de fidelitas (FIDELIDAD) y en
este caso se da gloria a la Virgen María porque fue muy fiel a las Promesas que
le hizo a Dios y a los deberes que Jesús le asignó. ¡Con
qué fidelidad respondió a los planes de Dios y con cuánto amor aceptó de su
Divino Hijo ser nuestra Madre!
Procuraremos
conocer una y otra virtud de esta Virgen Fiel.
La fe, con relación al entendimiento, debe tener
dos cualidades principales: ser sencilla y firme.
La sencillez exige nuestro pronto asentimiento,
a todas las verdades propuestas por la fe, aún a los más inaccesibles
misterios, asentimiento que se apoya únicamente en la autoridad de Dios
revelante.
Para introducirnos en el mundo de la materia,
Dios nos dio los ojos del cuerpo; para introducirnos en el mundo de los
principios, de la ciencia, de las leyes que gobiernan todo lo creado, nos dio
la luz de la inteligencia; para introducirnos en el mundo sobrenatural, nos dio
la luz de la fe y puso como Maestra a su Iglesia que, con autoridad materna e
infalible, nos introduce en este tercer mundo que supera infinitamente en
magnitud y magnificencia a los otros dos.
Debemos ir a través de la vida con la sencillez
de un niño conducido de la mano de su madre. Jesús dijo: "quien no acoge el reino de Dios como un niño no
entrará en él" (Lc. 18;17).
No olvidemos que la fe es un don de Dios que se
manifiesta a los humildes y a los sencillos: "Te
doy gracias Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas
cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a los pequeños". (Mt.
11:25).
• La fe debe ser firme, no
dudosa ni vacilante. Esta certeza inmutable, que debe extenderse a todas las
verdades reveladas, tiene un fundamento más sólido e infalible que cualquier
testimonio de la razón, de los sentidos o de la experiencia, porque estos
elementos de certeza humana pueden ser débiles y falibles, mientras que el
fundamento de la veracidad de Dios es luz eterna, indefectible e inmutable.
¿Dónde estaría el mérito de
la fe, sí se apoyase, no sobre la autoridad de Dios, sino sobre la razón y
sobre el testimonio de los sentidos?
Nuestra fe está fundada, además, sobre la
infalibilidad de la Iglesia, columna y fundamento de verdad, a la cual
Jesucristo ha prometido asistir hasta la consumación de los siglos.
FE
--- María Santísima poseyó en grado heroico
todas las virtudes y debió poseer en grado singular la Fe, que es la primera de
todas ellas; Ella llevó a la máxima altura su propia santidad, y debió poner el
más sólido fundamento. Ella agradó a Dios más que ninguna criatura porque tuvo
muy viva la fe .... fe formada por la mas ardiente caridad.
• El Arcángel le anuncia el
altísimo misterio y Ella da el humilde y dócil asentimiento de su Fe y exclama
"he aquí la esclava del Señor, HÁGASE en mí..."
• El mismo Mensajero le
anuncia la maternidad milagrosa de Isabel, Ella lo cree y va solícita para
asistir a su anciana prima.
• En la pobreza de la gruta
de Belén nace el Hijo de Dios como el más pobre de los niños. Ella es la
primera en adorarlo.
• El Rey de Reyes debe huir
al destierro, escondido bajo el velo de la Madre y sustraerse a la ira de un
rey terrenal y Ella, adora el misterio de la aparente debilidad del
Omnipotente.
• Los habitantes de Nazaret
verán durante treinta años, en Jesús, a un joven humilde y lo creerán hijo del
carpintero. La fe de María ve y adora en El al Divino Artífice del cielo, de la
tierra y de los siglos.
• Ella ve a su Hijo
perseguido, calumniado, condenado, llevado a la cruz, traicionado por un
discípulo, negado por otro, abandonado de todos (menos San Juan), comparado con
vulgares ladrones, crucificado, muerto. Ella se mantuvo en la sombra y no quiso
mostrarse como Madre del triunfador (durante la vida pública de Jesús ...
cuando hizo milagros) pero su Fe la llevó al Calvario como Madre del Condenado,
y adora en el Altar de la Cruz, al Pontífice Eterno, al triunfador de la muerte
y del mal.
¡Qué fe la de María
Santísima!, sencilla, firme, constante, vivísima, hecha más
espléndida por el dolor.
El Espíritu Santo hizo a María depositaria de
esta fe y Ella instruyó en esta virtud a los Apóstoles durante el tiempo que
transcurrió entre la Ascensión de Jesús y la de su propia, amorosa y gloriosa
muerte.
FIDELIDAD
La fidelidad es aquella virtud que nos inclina a
mantener, a cumplir las promesas hechas. Es una virtud afín a la justicia.
María poseyó eminentemente también esta virtud;
Ella fue constante y perfectamente fiel a Dios y a nosotros. Fue siempre toda
de Dios, atenta a cumplir su voluntad.
Fiel en el gozo y en el dolor, en el oprobio y
en la gloria, en Nazaret y en Belén, en Judea y en Egipto, durante el triunfo
del Hijo y en su muerte sobre la Cruz en el Calvario.
Imitemos esta admirable fidelidad en nuestros
deberes, en la fidelidad a la voluntad Divina en nuestra sublime misión, a
nuestra vocación a la santidad, a los designios que sobre nosotros tiene la
paternal Bondad del Señor.
María Santísima, Virgen fiel a nosotros.
Atendiendo a las palabras de su Hijo moribundo, Ella es Madre para todos, nos
ama, nos favorece, nos obtiene el perdón de los pecados, la perseverancia en el
bien y la vida eterna. Ella es la Madre de la santa esperanza.
Pongamos primero en Dios nuestra esperanza y
luego en Ella y jamás seremos confundidos.
ESPEJO
DE JUSTICIA
Hemos de considerar, en primer lugar, lo que
debemos entender por JUSTICIA, porque esta palabra, tal como se emplea en el
lenguaje de la Iglesia, no tiene el sentido que el lenguaje ordinario le
atribuye.
Por justicia no debemos entender aquí la virtud
de la lealtad, de la equidad (dar a cada uno lo que merece), de la rectitud en
la conducta sino más bien la justicia o perfección moral, en cuanto abarca, a
la vez, todas las virtudes y significa un estado del alma virtuoso y perfecto,
de tal manera que el sentido de la palabra JUSTICIA es casi equivalente al sentido
de la palabra santidad.
Por esto, al ser llamada María, espejo de
justicia, lo hemos de entender en el sentido de que es espejo de santidad, de
perfección y de bondad sobrenatural.
¿Qué se entiende al
compararla con un espejo? Un espejo es una superficie que refleja algo,
como el agua inmóvil, el acero pulido, la luna, etc..
Ella reflejaba a nuestro Señor, que es la
Santidad Infinita... Divina Santidad, por lo cual es llamada Espejo de la
Santidad, o como se dice en las Letanías ESPEJO DE
JUSTICIA.
María llegó a reflejar la santidad de Jesús
viviendo con El. ¡Cuán semejantes llegan a ser los
que se aman y viven juntos! Cuando reina el amor entre esposos, entre
padres e hijos, entre hermanos, (as), amigos, con el tiempo se produce un
maravilloso parecido que llega a manifestarse en la expresión de los rasgos de
la voz, en el lenguaje y algunas veces hasta en carácter, opiniones, gustos.
Esto también sucede, sin duda, en el estado invisible de las almas, en las
cuales, para bien o para mal, se realiza esta transformación y semejanza.
Hemos de considerar ahora que María amaba a su
Divino Hijo con un amor indecible ya que lo tuvo consigo durante treinta años.
Si estuvo llena de gracia antes de haberlo concebido en su Seno, debió alcanzar
una santidad incomprensiblemente mayor después de haber vivido tan íntimamente
con El durante aquellos treinta años. Santidad que reflejaba los Atributos de
Dios, con una plenitud de perfección, de la cual ningún santo puede damos una
idea. Ella es el ESPEJO DE LA DIVINA PERFECCIÓN.
TRONO
DE LA SABIDURÍA
La palabra Sabiduría tiene en la Sagrada
Escritura varios significados: en primer lugar la Sabiduría personal o
subsistente, esto es, el Verbo Divino, y Jesucristo como Hombre, ya que en El a
Humanidad creada estaba unida a la Divinidad en unidad de persona; en segundo
lugar, la Sabiduría impersonal, hábito o cualidad de los seres inteligentes, y
por último, la Sabiduría, Don del Espíritu Santo.
Bajo estos tres significados la Virgen María es
llamada y es verdaderamente Trono o Sede de la Sabiduría.
María Santísima, Trono de la Sabiduría, de la
Sabiduría personal. El Verbo es el perfecto y subsistente conocimiento de todo
el ser Perfectísimo e Infinito que es el Padre.
El Verbo Divino se encamó en el seno purísimo de
María, así vino al ser Madre de Dios, Madre del Verbo, Madre de Cristo Hombre,
Madre de la Sabiduría.
Por eso, principalmente se le invoca como Trono
de la Sabiduría porque puso el Verbo su sede en las Purísimas entrañas de Ella.
Él se hizo para Sí, en el seno Virginal, una
morada muy digna y escogida, habitó en Ella, y después de nacer fue llevado en
sus brazos durante sus primeros años y estuvo sentado sobre sus rodillas.
Siendo realmente también, por decirlo así, el Trono humano de Aquel que reina en
el Cielo.
• María Santísima, Sede de
la virtud de la Sabiduría.- El hábito de la Sabiduría reside en el
entendimiento del ser humano y tiene por objeto propio el conocimiento de las
cosas naturales y sobrenaturales y sus causas, se eleva al conocimiento y
contemplación de la Causa primera e increada, necesaria, absoluta, es decir,
Dios; ve y contempla a Dios en todas las cosas de la naturaleza, todo lo
refiere a Dios, se remonta hasta Dios y en El descansa; de todo lo creado toma
base para admirar, bendecir y amar a Dios, último término al cual están
dirigidas todas las cosas. Y es así como esta Sabiduría, de especulativa se
hace práctica, de estéril se convierte en operativa, del entendimiento pasa al
corazón y lo ensancha y lo consuela y le infunde un gozo, un sabor y una
unción, por lo cual precisamente se llama Sabiduría.
Por encima de todos los
santos, María poseyó en grado perfecto la virtud de la Sabiduría, más aún, Ella
es la Sede de la Sabiduría. Fue dotada por Dios de un entendimiento naturalmente
perfecto, ejercitado y enriquecido por la continua y altísima contemplación y
por el conocimiento de la Escritura.
María, después de
Jesucristo, tuvo el corazón mejor dispuesto para la gratitud, para la
admiración, para el amor: disposición acrecentada hasta el máximo por la fiel
correspondencia a la obra de la gracia que la llevó al más perfecto
conocimiento de Dios posible a una mente creada.
• María, Sede del Don de
Sabiduría. Hay una Sabiduría que no se adquiere con los recursos humanos, sino
que es un Don sobrenatural infundido por el Espíritu Santo.
Este Don, como enseña Santo
Tomás de Aquino, es distinto en su naturaleza del hábito de la Sabiduría.
Este Don consiste en un
profundo conocimiento de Dios y de sus altísimos misterios, conocimiento
encaminado no tanto a satisfacer la inteligencia que contempla, cuanto a
alimentar y atraer la voluntad con la fuerza del amor. El alma en la que se ha
desarrollado este Don se sumerge y se abisma enteramente en Dios, en sus
perfecciones Infinitas y en sus Misterios, y allí se goza de tal manera que
todo lo que no es de Dios o no conduce a Dios se le hace pesado y enojoso, le
resulta insípido.
En los treinta años que
vivió en íntima unión con la Sabiduría Encarnada, cuántas veces recibiría María
en el secreto de la Casa de Nazaret los vívidos rayos de la Sabiduría Eterna en
los que Ella recogía hechos y misterios; palabras y recuerdos en el santuario
de su corazón y los conservaba. Era el tesoro de las diversas riquezas que,
pasando por su alma de Madre, se convertían en leche de vida, de sabiduría y de
gracia para sus hijos. Ella más que ninguna criatura angélica o humana, penetró
en los profundos Misterios de la Divinidad, rozando, por decirlo así, los
confines de lo Infinito.
María llevó en su seno a la
Sabiduría Increada pero su mente y su corazón fueron más anchos y capaces que
su mismo seno, dice San Buenaventura. Con toda razón, la Iglesia la invoca
Trono de la Sabiduría.
CAUSA
DE NUESTRA ALEGRÍA
Jesucristo fue y es causa fundamental y primera
de nuestra alegría. María es causa secundaria e instrumental.
Nosotros amamos la alegría porque es un bien y
amamos la felicidad de la cual la alegría es un fruto. También Dios quiere que
estemos alegres pues El "Ama al que da con
alegría" (cfr. 2ª. Cor. 9.7).
Existen dos clases de
alegría:
Una, la de aquellos que
encuentran alegría donde tendrían motivo para entristecerse, esto es, en el
pecado.
También la de quienes
aunque no ponen su alegría en el pecado, pero sí se deleitan en los honores, en
las riquezas, en las comodidades de la vida y en todo aquel cúmulo de
frivolidades que un refinamiento insaciable va acumulando sobre los grandes
caminos del progreso.
Esta alegría, aún la menos culpable, es frívola, falsa, momentánea.
Es frívola porque satisface
más a los sentidos que al alma.
Es falsa, parece alegría,
pero no lo es, llena el corazón por breves momentos, pero pronto lo deja vacío
y descontento.
Es momentánea, fugaz.. La
vida del ser humano es muy breve y con frecuencia regada de lágrimas.
Los bienes materiales no pueden damos la
felicidad.
• La otra clase de alegría
ES LA CRISTIANA y es muy distinta porque más allá de las sombras del misterio y
tras el velo de las lágrimas, alcanza y saborea una alegría verdaderamente
tranquila, veraz y duradera, como los bienes en los que se funda: la
tranquilidad de conciencia, la AMISTAD CON DIOS la justa apreciación de los
bienes de esta vida, la paciencia en las adversidades, la esperanza de los
bienes eternos, son fuentes inagotables de indecible y sólida alegría. No haz
fuerza humana o de acontecimientos que pueda arrebata esta perfecta alegría que
anida en las íntimas profundidades del alma y que se identifica con el amor de
Jesucristo.
María es CAUSA DE
NUESTRA ALEGRÍA porque nos dio a Jesús el Verbo Encarnado.
VASO
ESPIRITUAL
El primer sentido, inmediato y literal, de la
palabra VASO indica un recipiente de cualquier
materia y forma, apto para recibir y retenes cualquier cosa, especialmente
líquida.
En sentido más extenso y metafórico, la Sagrada
Escritura llama vaso a toda cosa, aún a la persona humana, porque toda criatura
en las manos de Dios es como un vaso en la mano del alfarero En las Letanías,
María es honrada tres veces con este nombre de VASO. Vaso espiritual significa
pues, Persona o Mujer espiritual.
Enseña Santo Tomás de Aquino que en la Sagrada
Escritura los hombres son comparados a los vasos, o se llaman vasos bajo cuatro
aspectos: por la constitución, por el contenido,
por el uso para el cual sirven y por el fruto que traen.
• Por la constitución, esto
es por la materia y por la forma que el artífice le imprime; tanto más noble y
precioso cuanto más preciosa es su materia.
María VASO de ORO purísimo,
bella y hermosa de alma, la más preciada perla, la gema inapreciable del
universo.
Dios trabajó esta materia
con exquisito cuidado, arte y habilidad y le dio la más hermosa y preciada
forma. Dios manifestó en esta singular criatura toda su Sabiduría y Poder
Infinito.
• Por su contenido. El vaso
es tanto más estimable en cuanto que está más lleno.
Ninguna criatura, ni
angelical ni humana es más apreciable que María. Dotada por la generosidad
divina de gracias, dones y privilegios, desde el primer instante de su vida;
llena la mente y el corazón de Dios, no menos que su purísimo Seno Virginal.
Ella fue, después de la
humanidad creada de Jesucristo, el VASO más grande y más capaz. Y tanto más
estuvo llena de Dios, cuanto más perfectamente estuvo vacía de si misma.
Nosotros, no estaremos
llenos de Dios mientras estemos llenas de nosotros mismos.
• Por el uso. La nobleza
del vaso se revela además por el uso al cual se destina.
El uso más digno y más
glorioso es al que fue predestinada la Virgen María. La Divina Maternidad es la
cumbre de la nobleza y de la gloria. A este fin Dios ordenó todos los dones
singularísimos del cuerpo y del alma, aquellos especiales privilegios y dones
de los cuales la dotó, para que fuera digna de concebir en su seno al Verbo de
Dios.
• Por el fruto. Esto es por
las ventajas y los bienes que nos aportó este Vaso de Elección. Fruto suyo fue
Jesucristo, la Redención del género humano y la santificación de las almas.
Para realizar todos estos bienes fue requerido
el consentimiento de Ella.
Fruto de este Vaso son las gracias que Dios nos
concede: la conversión, el arrepentimiento de los pecadores, la perfección y la
perseverancia de los justos: fruto suyo son también
los triunfos de la Iglesia, en resumen, todo cuanto tenemos de bueno en este
mundo y tendremos en el otro. Así como es en primer lugar, gracia de
Dios. merecida para nosotros por Jesucristo, es en segundo lugar, fruto del
virginal instrumento y preciosísimo Vaso, es decir es fruto de María.
VASO
HONORABLE
Vaso digno de honor. El
honor es la expresión o testimonio exterior que se da a una persona por sus
virtudes o por su dignidad. Expresión o testimonio que se rinde con palabras o
con hechos. Llamar a María, Vaso Honorable equivale a testimoniar su dignidad y
sus virtudes.
Acerca de las virtudes, dignidad y excelencia de
Ella, se ha dicho suficientemente en las Invocaciones anteriores. Aquí para
honrar y glorificar a la excelsa Madre de Dios, consideraremos cuánto quiso
honrarla el mismo Dios.
Retrocediendo en el camino de los siglos y aún
más allá de los días solemnes de la creación, detengámonos mentalmente en la
eternidad. Dios infinitamente feliz en sí mismo, ve presentes en el fulgor de
su omnisciencia (=conocimiento de todas las cosas reales y posibles. Atributo
exclusivo de Dios), a todos los seres que tendrán vida por su poder Creador. En
su Presencia está todo lo que experimentará n las criaturas que El vivificará
con su soplo inmortal... los seres humanos que vivirán en un contraste de luces
y sombras: las sombras de la culpa con las que se
irán manchando y las luces de la gracia con las cuales SU Misericordia Divina
los irá revistiendo.
Y en esta luz de liberación que el mismo Dios va
a extender sobre la humanidad caída, resplandece ante sus divinos ojos el
esplendor de todos los esplendores, la epopeya de LA
REDENCIÓN, y recibiendo luz y a su vez reflejandola como estrella de
primera magnitud UNA MUJER María. Que será la MADRE DE DIOS. para darlo a la humanidad y redimirla
del pecado. En estos esplendores de gracia y de belleza, Ella es adoptada desde
toda la eternidad, por el Padre como Hija escogida por el Espíritu Santo como
Esposa, elegida por el eterno y Divino Hijo como MADRE;
Hija, Esposa y Madre respectivamente de las Augustas Personas de la Santísima
Trinidad, que la harán digna por la inagotable generosidad de Ellas; y así
María de una realeza sin nombre, de una pureza sin medida, de una santidad sin
igual, después de la de Dios, avanza triunfadora del mal, hacia el Trono del
Altísimo y es saludada por el Padre: ¡llena de gracia!, por el Hijo: ¡el Señor es contigo!, por el Espíritu Santo: ¡Bendita eres entre todas las mujeres!
Así es saludada y bendecida por Dios Padre, por
Dios Hijo, por Dios Espíritu Santo, por los ángeles, por los pecadores y
también por todas las criaturas.
Esta admirable elección y exaltación de María le
abrió los tesoros inagotables de las gracias, de los dones y de los
privilegios, con los que Dios quiso ensalzarla y honrarla: la Inmaculada Concepción, la Purísima Virginidad unida a
la Divina Maternidad, la Asunción en cuerpo y alma al cielo, la gloria triunfal
que la coronó Reina del Cielo y de la tierra.
Hay más todavía: quiso Dios mismo el
consentimiento de la Virgen María para cumplir el decreto o Misterio
establecido desde toda la eternidad y esperar que Ella consintiera libremente y
así depender de alguna manera de María... y habiéndose hecho Hombre, quiso
durante treinta años obedecerla y estarle sometido.
No faltan quienes, mostrando un falso celo de la
Gloria de Dios y de Jesucristo, censuran el honor que nosotros los católicos
rendimos a la Madre Amorosa. Pero por más que la honremos, no podemos honrarla
tanto como la Santísima Trinidad y Jesucristo, así que no erramos puesto que
seguimos el ejemplo del mismo Dios y las enseñanzas y decretos de la Santa
Iglesia.
El honor que se tributa a la Madre redunda
ciertamente en el Hijo, en el honor de Quien la hizo tan hermosa.
VASO
INSIGNE DE DEVOCIÓN
O sea, Persona de insigne
devoción.
La devoción, según Santo Tomás es la pronta
voluntad de entregarse más, para hacer
todo aquello que corresponde al servicio de Dios: es un dedicarse y consagrarse
al servicio de Dios con ánimo alegre y con perfecta voluntad...- de todo
corazón.
La historia de todos los Santos está llena de
ejemplos y aún puede afirmarse que esta prontitud en seguir al Señor o esta
devoción es la condición necesaria para la santidad. También en esto María
Santísima es maestra soberana; no sólo fue devota, sino modelo perfecto de
insigne devoción.
• Dios para la realización
de sus fines, quiso que se uniera en matrimonio al glorioso y castísimo San
José, y Ella se amolda a este querer de Dios, aunque había elegido otro estado
María no se opone; consiente, dejando a Dios el cuidado de guardar su pureza
virginal.
• La ley mosaica manda a
las madres hebreas que han concebido según el modo ordinario, que se
purifiquen. Ella concibió por obra y gracia del Espíritu Santo, sin embargo, la
cumple con la mayor exactitud, aún a costa de aparecer una mujer como todas las
demás.
• Dios ordena que la Madre
del Hombre de los dolores sea Reina de los dolores, que después del Hijo
participe más que nadie de los afanes, de los sufrimientos y de la Cruz. Ella
como Jesús, obedece, "como un cordero sin voz delante de quien lo
esquila". (Is. 53,7).
• Después de la Ascensión
del Hijo, la Madre permanece en este mundo, desea el Cielo y unirse a su Amado:
pero Dios quiere que permanezca todavía en la tierra por algunos años como
Directora de los Apóstoles y corno Fundadora secundaria de la Iglesia. María se
somete a los designios de Dios.
Estos son algunos rasgos de la sin par devoción
de María. Ella es verdaderamente VASO INSIGNE DE
DEVOCIÓN.
ROSA
MÍSTICA
La
rosa es símbolo y figura de la Virgen María.
La rosa es, más que todo, por su delicado
perfume, la reina de las flores, el ornato de nuestros jardines, el principal
decoro de la primavera.
María es la Reina de los Santos y, después de
Jesucristo, el ornato principal del jardín místico de Dios que es la Iglesia,
más aún, después de Dios, Ella es el esplendor y el ornato del cielo.
María es también la ROSA Mística porque es la
rosa de Jericó; las rosas de Jericó tenían la primacía sobre las demás por su
magnificencia, por su rara forma y por su olor exquisito; y los rosales crecían
a manera de árboles.
La rosa que se abre en la primavera es
precursora del verano. María Santísima floreció en la primavera del mundo; Ella
nos anunció, nos prometió y aún más, nos dio a Jesucristo, luz eterna e
indefectible que ilumina a todo hombre que viene a este mundo; llama vivísima
de caridad y de verdadero amor sobrenatural hacia los hombres, luz que disipó
la ignorancia y los errores de nuestro entendimiento, que nos hizo conocer la
voluntad de Dios, etc.
De todos estos bienes es presagio María, Mística
ROSA y no sólo presagio sino también prometedora e iniciadora, pues de sus
purísimas entrañas nació Jesucristo, restaurador del mundo.
La rosa nace, crece, abre sus hermosas hojas,
esparce su suave fragancia entre las espinas; éstas la rodean y la envuelven
por todas partes.
María nació, creció, llegó a su singular
perfección entre muy punzantes espinas. Las adversidades, los más grandes
dolores, la pobreza, los peligros, las persecuciones, la elevaron a una sublime
santidad.
Escogida por Dios para ser copia fiel del Hijo
venido a la tierra para sufrir y morir por nosotros y predestinada a ser con el
Hijo, Corredentora.
En Nazaret y en Belén, en Judea, en Egipto, en
Jerusalén y en la cima del Calvario, María Santísima sufrió los más atroces
tormentos.
Rosa MÍSTICA.
Mística, Misticismo, los dos términos derivan del griego Mysticós, que se
refiere al misterio o secreto. En la práctica se usan ambos como sinónimos
designando tanto el estado contemplativo en que se sumerge el alma en su tender
a Dios, como la doctrina que trata de esas manifestaciones espirituales.
Aquí haremos referencia al estado contemplativo,
estado espiritual del alma que, colmada de la gracia santificarte y purificada
del pecado, se eleva a Dios por un acto de amor, en el que le es dado tener la
experiencia de lo Divino.
En sus distintos grados, que van del
recogimiento interior hasta la unión perfecta del alma con Dios, la vida MÍSTICA se resume en UN
INTENSO Y FERVOROSO ACTO DE AMOR.
Grandes místicos y místicas figuran en la
tradición católica de todos los siglos, ej. San Bernardo, San Buenaventura, Sta..
Catalina de Siena, S. Francisco de Sales, Sta.. Margarita María Alacoque, S.
Juan de la Cruz, Sta. Teresa de Jesús, Sta. Teresita del Niño Jesús, etc.
María Santísima vivió y experimentó en su propio
ser el GRANDIOSO... EL INSONDABLE MISTERIO de la ENCARNACIÓN
DEL DIVINO VERBO en su Purísimo Seno; ¡en
qué estado de MÍSTICA contemplación viviría Ella esos nueve meses! Y
después, el resto de su vida.
¡A qué estado espiritual
llegaría su alma Inmaculada, que estaba colmada, plena de gracia! PRESERVADA del
pecado; no purificada del pecado corno todos los demás santos. Ella vivió un
continuo e inagotable acto de Amor de Dios.
¡Qué unión con Dios tan perfecta, indisoluble, singular. ÚNICA INCOMPARABLE y MISTERIOSA
es la de la Excelsa ROSA MÍSTICA!
TORRE
DE DAVID
La Torre de David era una construcción fuerte y
muy hermosa que se elevaba sobre la cumbre de un monte entre dos profundas
vertientes. Esta Torre estaba formada por gruesos bloques cuadrados, unidos
entre sí con hierro y plomo, construida por el Rey David para defensa de la
ciudad de Jerusalén… Hermosa imagen de
María Santísima que se eleva sublime sobre la cumbre de toda belleza y
perfección, para defensa de la santa Iglesia de Dios, la mística Jerusalén.
En el antiguo concepto de las obras de defensa,
la torre debía tener tres cualidades principales: Belleza, porque servía de
ornamento y era expresión de genio artístico. Fortaleza, que la hiciera
resistente a todo asalto enemigo y Elevación para que se ensanchara y se
extendiera el campo de observación.
Dejando la belleza para la explicación del
título siguiente, hablaremos de las otras dos cualidades: fortaleza y elevación.
Es la elevación y sublimidad de la Virgen María
tan excelsa que no hay ninguna igual.
Cuanto más alta es la torre, tanto más se
extiende el radio de observación y más difícil es para los enemigos escalada y
más fácil de descubrir al adversario.
De la misma manera si nos acercamos a María, si
nos esforzamos en penetrar en lo más íntimo de su Corazón, ¡cuánto se extienden los horizontes del alma! Las
verdades de la Fe reciben mayor luz; se aprecia el valor de las cosas del Reino
de los Cielos; se tiene más clara conciencia de los propios deberes y de la
hermosura de la vida que es el germen de la eternidad; se descubren con más
claridad los propios defectos, las malas tendencias.
¡Qué
tranquilidad y seguridad en esta Mística Torre, refugio y defensa de la Iglesia
militante; en el Corazón de esta Madre que conoce los peligros y las
debilidades de sus hijos!
La segunda cualidad de una torre es la fortaleza
porque debe servir de defensa y de seguridad. Tal es la Mística Torre, María
Santísima. El libro de los Cantares (IV.4) compara el cuello de esta Mujer
sublime a la Torre de David, torre fortísima. De esta alegoría, sacó la Santa
Iglesia esta Invocación a María, Torre de David, escudo y defensa de toda alma
que recurre a Ella.
Es oportuno para imitarla, comentar brevemente,
la virtud de la Fortaleza.
Es la virtud cardinal que nos hace vencer, por
amor a Dios las más arduas dificultades que se oponen a la práctica del bien.
Superar las dificultades ordinarias y menores
que están unidas más o menos a todo acto bueno, es un grado de perfección común
a todas las virtudes, pero no constituye la virtud de la Fortaleza, que vemos
brillar en los Mártires y en los héroes del apostolado.
La fortaleza cristiana en
primer lugar nos da vigor para afrontar las dificultades, para rechazar
el mal con un valor regulado por la recta razón. Si el valor obra sin la razón,
ya no es fortaleza sino temeridad y desesperación.
En segundo lugar la
fortaleza da valor para soportar los grandes males y para tolerarlos con
paciencia.
No debemos olvidar las palabras de San Pablo: "todo lo puedo en Aquel que me conforta"... es
decir en Cristo Jesús, que es mi fuerza... fuerza de Dios Omnipotente.
El Divino Maestro declara que el Reino de los
Cielos lo alcanzan los esforzados.
Prescindiendo
de la oración - medio ordinario para obtener todas las virtudes - reducimos a
cinco los medios eficaces para alcanzar la fortaleza cristiana.
1. Por la humildad.- esto es por la consideración de la propia
debilidad.
2.- Por ejercitarse en soportar y aceptar los pequeños males,
combatiendo y superando las dificultades menores para poder vencer las mayores,
porque la fortaleza es un hábito, es decir un modo especial de proceder que se
adquiere con el ejercicio de actos repetidos.
3. Prever las dificultades y prepararse para combatirlas. - El
temor que de improviso nos asalta, exagerado y agrandada por el futuro mal,
disminuye con la previsión y con la reflexión porque se impone la razón y se
obtiene la verdadera y justa apreciación del mal, que resulta muchas veces
menor de lo que al principio se temía.
4.- Meditando frecuentemente la fortaleza de Jesucristo y de los
Santos. - La fortaleza con la cual se enfrentó Jesús a sus enemigos, a los más
crueles tormentos y a la muerte más dolorosa. Se podrá objetar que Cristo era
Dios, pero no olvidemos que se había revestido de nuestra humanidad, con sus
sentimiento y afectos, con el temor y la repugnancia al dolor y a la muerte ...
y, ¿qué decir de los Santos y Santas y los Mártires que Sufrieron con indecible
fortaleza todas sus penas y dolores?
5.- Meditar la grandeza de los bienes eternos que Dios tiene
preparados para los que superan con perseverancia cristiana los males de esta
vida. No hay proporción, escribe el apóstol San Pablo, entre el sufrir en esta
vida y la gloria futura que se nos concederá en la otra. Aquí el sufrir es leve
y está aligerado por la gracia Divina y por los ejemplos de Cristo. Dios jamás
permite que seamos tentados o atribulados por encima de nuestras fuerzas.
El primer instante en el que lleguemos a la
presencia del Padre, a la Patria eterna, nos compensará sin medida y nos hará
olvidar completamente todo sufrimiento pasado... Dios secará toda lágrima.
Estas son las reflexiones que debemos hacer para
obtener la fortaleza cristiana.
Madre Santísima que con el auxilio de tu fuerza,
podamos vencer siempre el mal, soportemos las penas y dolores propios de esta
vida y alcancemos los bienes futuros.
¡Oh Virgen INVENCIBLE!
Torre de David.
TORRE
DE MARFIL
El marfil se obtiene de los elefantes, del
hipopótamo y del narval (cetáceo de cabeza grande y boca pequeña, con dos
incisivos, uno grande, del que se saca el marfil); trabajado por artífices, se
elaboran objetos muy apreciados.
La blancura del marfil no lastima la vista como
la blancura de la nieve, pero es agradable y tranquila como la blancura de la
lana, del armiño o de una flor; es símbolo del alma limpia de culpa, discreta,
amable, indulgente, que sabe compadecer y tolerar porque es humilde y ama a los
pecadores. La verdadera alma limpia es la que en el instante en que ve las
miserias ajenas, sin mancharse con ellas, se compadece para sanarlas.
Hay una aparente alma limpia ... la de ciertos
cristianos que no saben compadecerse de las miserias ajenas o de los defectos
de los tiempos, son censores muy rígidos, que todo y a todos desprecian y
critican; tienen para nuestra época únicamente recriminaciones y condenas; no
le tienen comprensión a nadie. Esos cristianos implícitamente se exaltan a sí
mismos, olvidan a menudo su propia maldad y se parecen al fariseo de la
parábola "no soy como los demás... "
Dice muy bien en el libro La Imitación de Cristo:...
"nos gusta la perfección en los demás y, sin
embargo, no enmendamos nuestros propios defectos..."
Los Santos como San Francisco de Sales, San
Felipe Neri, etc., rígidos para con ellos mismos, eran indulgentes y piadosos,
no al pecado pero si para los pecadores. Jesús, indulgente, comprensivo y
misericordioso, perdonaba y convivía con los pecadores ... y comía con ellos,
por eso fue calumniado.
María Santísima con su amor maternal para
nosotros pecadores, con su indulgente bondad... con la HERMOSURA
de su limpia e Inmaculada alma... con la blancura MAS que del Marfil es
invocada como TORRE DE MARFIL.
CASA
DE ORO
Entre los gloriosos títulos de las Letanías de
nuestra Madre Santísima algunos son símbolos o figuras bajo los cuales Ella
está representada. El que ahora vamos a comentar es uno de los más brillantes,
que pone en claro Su grandeza.
El oro es el más hermoso de todos los metales,
el que tiene más valor. La plata, el cobre y el acero, pueden ser bellos y
brillantes pero el oro les aventaja en riqueza y esplendor. Por esta causa en
la Sagrada Escritura, la Ciudad Santa, es llamada de oro, en lenguaje figurado.
"La Ciudad Santa, dice San Juan, era de oro
puro...", quiere, sin duda, darnos una idea de la admirable
hermosura del cielo comparándola con el oro.
Por esto, también María es llamada Casa de Oro,
porque sus virtudes y su pureza que tienen un brillo trascendental y una
perfección deslumbradora, son como una admirable obra hecha de oro purísimo.
Imaginemos que contemplamos una gran Iglesia,
hecha únicamente de Oro, desde los cimientos hasta el techo. Eso es María
Santísima.
Ante todo se llama CASA.
El Verbo de Dios, se lee en los Proverbios (9.1), erigió para sí mismo como
morada, una noble CASA, un Palacio, un Templo
magnífico; lo levantó sobre 7 columnas de precioso mármol; obra admirable de la
eterna Sabiduría en el que habitó con su misma Divina Persona, fue su Huésped y
más que su huésped. Un huésped llega a una casa y después se marcha de ella.
Nuestro Señor en esta santa casa tomó su Carne y su Sangre ... de la carne y de
las venas de Ella. Era necesario que esta CASA
fuese hecha de ORO, porque había de dar parte de
este oro para formar el Cuerpo del Hijo de Dios.
Esta CASA tiene
por sólido fundamento, la humildad más profunda, por paredes las más singulares
virtudes; por adorno la riqueza de todos los dones de la naturaleza y de la
gracia; por techo la CARIDAD más perfecta hacia
Dios y hacia los hombres.
Está cimentada sobre siete columnas que indican
las Virtudes Teologales y Cardinales y los dones del Espíritu Santo. Por eso
esta CASA es digna de Dios.
María Santísima fue de ORO
en su Concepción Inmaculada y de ORO en su
nacimiento; pasó por el sufrimiento como el oro por el crisol y cuando subió al
cielo fue "colocada junto al Rey y ataviada
con vestiduras de ORO".
• El oro ha sido siempre la
base y la medida de la riqueza material. Llamar a María CASA DE ORO equivale a
proclamarla la más rica de todas las criaturas y soberana señora de todas las
riquezas ... Madre del Verbo, verdadero Dios y verdadero Hombre.
• El oro es uno de los
metales más pesados. Sobre la justa balanza de Dios tienen mucho mayor peso las
oraciones y méritos de María Santísima que los de todos los Santos.
• El oro no se oxida, como
otros metales, conserva siempre su brillo natural, su esplendor. También en
este sentido, las virtudes de Ella fueron ORO PURÍSIMO, no tuvieron jamás ni la
más pequeña mancha o defecto.
• El oro es resistente,
soporta el martillo sin romperse. Aquello que no es oro fino, no resiste, y
bajo el martillo se deshace. María bajo los golpes del dolor, se ilumina de la
más augusta belleza moral.
En esta vida, quien acoge el dolor con
paciencia, con amor a Dios y con la mirada puesta en el Calvario, es un buen
cristiano: por el contrario, quien se queja y no
acepta la voluntad de Dios da muestra de no conocer el programa evangélico de
Jesús. "renúnciese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame".
Pidamos la Intercesión de nuestra Madre
Santísima. Templo... CASA DE ORO, para que nos
obtenga el perdón de los pecados y la perseverancia final para nuestra
salvación y la de los nuestros. Dios nada le negará.
ARCA
DE LA ALIANZA
Todos los personajes más ilustres, los más
notables sucesos y las cosas más nobles del Antiguo Testamento eran figuras de
los acontecimientos y de los personajes del Nuevo, enseña el Apóstol San Pablo
( 1 Cor. X, 11), por esto representaban a Cristo principalmente, a su Iglesia y
a María su Madre, Así eran figuras de Ella: el Arca
de la Noé, el Arca de la Alianza, etc.
Él Arca de la Alianza, construida por Moisés
bajo el diseño dado por Dios mismo, era una caja que medía 1.25 m. de largo: 0.75 m. de alto y otro tanto de ancho, hecha de madera
incorruptible. forrada por dentro y por fuera con láminas de oro, con una
cubierta llamada Propiciatorio, hecha de oro macizo y con dos querubines que
cubrían el Arca con sus alas extendidas: en ella se conservaban las Tablas de
la Ley. Mediante dos barras cubiertas de oro que pasaban a través de
cuatro anillos, también de oro, puestos en los ángulos, era llevada por los
levitas. (cfr. Éxodo 25:10.22).
Consideremos
para nuestra edificación y gozo las principales semejanzas entre el Arca de la
Alianza y María Santísima.
• El Arca simbolizaba la
firmeza y la constancia de María en la práctica de las más singulares y
excelsas virtudes que poseía desde el primero hasta el último instante de su
vida. Firmeza y constancia que brillaron de modo particular en los días del
martirio. ¡qué lecciones para nosotros!.
• El Arca estaba forrada
por dentro y por fuera de ORO purísimo y simbolizaba a María, llena de todas
las virtudes, especialmente del amor a Dios y a la humanidad, que es la más
preciosa de todas las virtudes, como el oro es el más precioso de los metales.
• El Arca era la mayor
gloria de Israel, Dios residía en ella, desde ella daba sus respuestas y daba a
conocer al pueblo su voluntad. La Virgen Santísima, es después de Dios, la
gloria y la alegría de la celestial Jerusalén y de la Jerusalén terrestre: la
Santa Iglesia.
• El Arca tenía dos
querubines. María en el Cielo está cortejada por los Coros Angélicos, como
Reina de los Angeles.
• El Arca DE LA ALIANZA
tenía el PROPICIATORIO que cubría el Arca y era de ORO purísimo, y sobre el
Propiciatorio, entre las alas de los Querubines, habitaba Dios.
EN EL SENO VIRGINAL DE
MARIA PUSO DIOS SU SEDE POR LA DIVINA OBRA DE LA ENCARNACIÓN y por este motivo
ella es nuestro Propiciatorio, nuestra Medianera de gracia ante su Divino Hijo.
• El Arca guardaba las
Tablas de la Ley, un vaso con el prodigioso Maná y la vara de Aarón que
floreció milagrosamente en señal de que Dios lo elegía para sumo Sacerdote.
Las Tablas de la Ley,
monumento de la Sabiduría de Dios, figuran la Sabiduría de María Santísima,
profunda conocedora y perfecta ejecutora de la Ley Divina. La vara de Aarón,
símbolo de autoridad, indica el soberano poder que Dios confirió a María de
conceder gracias y de regir, sujeta a su Divino Hijo, la Santa Iglesia. El Maná
milagroso, alimento celestial dotado de todo sabor, nos recuerda la dulzura y
la incomparable bondad de la Madre de Dios tanto para los justos como para los
pecadores.
En resumen, en el Arca nos
place ver especialmente el símbolo de María Inmaculada, que concibió al Verbo
de Dios y lo dio a luz de modo inefable
Esta Arca mística fue
también construida bajo el diseño Divino. San Bernardo la llama "escogida
y conocida desde toda la eternidad por el Altísimo para que fuese un día su
Madre".
• Esta MÍSTICA ARCA fue
preparada para ser la Sede de la Sabiduría Increada, el Tabernáculo de Aquel
que por su ENCARNACIÓN es LA ALIANZA SUBLIME entre Dios y el ser humano de la
ALIANZA ESPECIALÍSIMA entre el Amor Infinito y Eterno de Dios y, LA HUMANIDAD
PECADORA REDIMIDA POR EL VERBO DIVINO . ENCARNACIÓN REDENTORA
El Seno Purísimo de María
como ARCA DE LA ALIANZA. por su trascendental palabra: "HÁGASE
EN MI" nos dio a Jesucristo que es
el CAMINO, LA VERDAD Y LA
VIDA.
PUERTA
DEL CIELO
María Santísima es invocada como PUERTA DEL CIELO porque fue por Ella que Nuestro Señor
Jesucristo pasó del Cielo a la tierra.
Fue voluntad de Dios, que aceptara
voluntariamente y con pleno conocimiento el ser Madre de Jesús y no que fuera un simple instrumento pasivo, cuya maternidad
no hubiera tenido mérito ni recompensa. Dios espero la respuesta de Ella que
con pleno consentimiento de un corazón lleno de amor de Dios y con gran
humildad pronunció las sublimes palabras. "hágase
en mí, según tú palabra".
Fue por este consentimiento que se convirtió en
la PUERTA DEL CIELO... porque el Verbo Divino
entró en el mundo al Encarnarse en el Seno Purísimo de María... y habitó entre
nosotros.
Jesús dijo de sí mismo "Yo
soy la Puerta" (Jn. 10.9) la Puerta de la Iglesia y por tanto la
Puerta del Cielo.
Dice San Gregorio Magno: "entra por LA PUERTA que es Cristo, aquel que por la gracia Divina profesa las
verdades de la fe, las guarda con la CARIDAD y las manifiesta prácticamente con
las obras". Por consiguiente la fe verdadera y el amor operativo,
frutos de la gracia Divina, son las condiciones indispensables para entrar en
el cielo.
El amor y la devoción a María (después de
Cristo) son el medio más eficaz y seguro para conseguir la gracia Divina y los
dones de la fe.
La fe en la Humanidad de Jesucristo es tan
necesaria para nuestra salvación como la fe en su Divinidad.
La fe en la Santísima Humanidad de Jesucristo se
aclara y se afirma; nos da luz, al reflexionar y meditar en la prodigiosa
Maternidad Virginal de María. Por medio de Ella, conocemos también a Dios.
Ilustremos este pensamiento con la guía de los
Teólogos. Dios creó todas las cosas para gloria suya.
Si El --causa primera, absoluta y eficiente de
la creación-- debía ser el fin último y supremo de todas las criaturas, debía
serlo especialmente de las más nobles, dotadas de inteligencia y de libertad,
esto es, de los ángeles y de los hombres.
Estos debían inmediata y directamente servir a
Dios, conocerle y amarle, esto es, darle gloria, para abismarse después en El y
en su perfecto conocimiento y amor, y en la gloria que habían de tributarle,
hallar su suprema felicidad; pero el homenaje y la gloria que podían dar a Dios
estas criaturas, tan sublimes como se quiera, es siempre escaso y defectuoso,
infinitamente distante del mérito que tiene Dios para ser obsequiado y
glorificado, puesto que siempre será finito, y Dios merece gloria infinita.
¿Quién puede tributar a
Dios esta gloria infinita? Nadie más que un Ser infinito, nadie más que
Dios. Pero este Dios debía ser también a la vez criatura, porque debía ser el
representante de las criaturas y tributar a Dios gloria en nombre y
representación de las criaturas. Y he aquí que ya se perfila, en el admirable
plan de la Sabiduría de Dios, el misterio de la Encarnación del Verbo, por el
cual el Hijo de Dios se hizo criatura, asumió nuestra naturaleza y la unió
hipostáticamente a la eterna naturaleza Divina en unidad de Persona.
Así fue resuelto el arduo problema: Jesucristo
es verdadero Hombre y verdadero Dios, como hombre dio y continúa dando gloria a
Dios, como Dios da a esta gloria un precio, un valor, un mérito infinitos; esta
gloria es dada por la criatura y es digna de Dios: el
Hombre paga su deuda a Dios, y así, se hace digno de entrar en el cielo y gozar
de Dios.
María Santísima ES MADRE
DEL VERDADERO DIOS Y VERDADERO HOMBRE.
Por estas consideraciones podemos entender la
decisiva importancia que tiene la verdadera devoción a la Excelsa Madre de
Dios, devoción sólida y perseverante de amor efectivo, de obras buenas y de
constante alejamiento del pecado.
ESTRELLA
DE LA MAÑANA
La Iglesia que va recogiendo en las Letanías las
más preciadas flores del pensamiento, de la naturaleza y del simbolismo para
coronar a la Santísima Virgen, su Madre y Reina, le muestra su amor, combinando
figuras y símbolos que expresan dignidad, elevación, fuerza, esplendor y
hermosura singular, todo apropiado a la dulce Reina del Cielo.
Toda aspiración del alma, todo sentimiento, todo
afecto del corazón, encuentra su eco en las Letanías.
En esta Invocación, la Iglesia toma por símbolo
LA ESTRELLA, María no es una estrella común, es la ESTRELLA
DE LA MAÑANA, el astro más brillante del cielo, después del sol. Es
llamada así por varios Astrónomos; también en esto es figura expresiva y noble
de María que por su excelsa dignidad de Madre de Dios, es el astro más brillante
del cielo, después del Divino Sol de Justicia: Jesucristo.
La estrella de la mañana anuncia el fin de la
noche y la luz de la aurora, el principio del día: de
la misma manera, la Virgen María anunció, al nacer el fin de la noche y de las
tinieblas en la que los hombres de tantos siglos yacían sepultados.
Ella es la bellísima aurora que anuncia un día
todavía más hermoso en que el Sol divino: JESUCRISTO,
ha de iluminar al mundo, disipando la ignorancia y
el error y con aquel calor sobrenatural del fuego que trajo sobre la tierra ha
de encender el corazón de los hombres y hacer germinar y crecer virtudes
fecundas en frutos y en la más eminente santidad.
María precedió al Sol Divino y le preparó en sí
misma la morada y Ella fue, como astro menor, fiel seguidora de su Divino Hijo
que es el sol y centro de gravitación del mundo de las almas.
Lo siguió personalmente en Egipto, en Jerusalén,
en Judea, en el Calvario; lo siguió en la Pasión y en los dolores de la Cruz,
lo siguió y lo sigue en el triunfo y en la gloria, en el amor a Dios y en la
Oblación que de El hizo por nosotros al Padre Eterno.
Nosotros debemos seguir al Señor, imitándole en
cuanto nos es posible. María Santísima nos ofrece en sí misma el más perfecto
modelo.
La imitación de Jesucristo no es un sencillo
consejo sugerido a las almas más generosas. Imitar al Divino Salvador ES UN DEBER, un precepto para todos. Si nos gloriamos
del nombre de cristianos, debemos, por consiguiente, ser seguidores e
imitadores de Jesucristo.
El Espíritu Santo con su Luz ilumina nuestra
inteligencia para comprender la necesidad del máximo esfuerzo que debemos hacer
para conseguir la perfección cristiana, que principalmente consiste en el Amor
de Caridad con el que debemos amar a Dios y amar al prójimo como Él nos ama.
El largo y paciente trabajo de modelar nuestra
vida sobre el ejemplo luminoso de María Santísima requiere el ejercicio de la
mente y de la voluntad que deben ser confortados continuamente por la Divina
gracia de los sacramentos (confesión y comunión).
La estrella de los hijos, que debe brillar, por
así decirlo, en el cielo de la familia, es el "ejemplo"
de los padres, sin el cual para nada ayudarían ni la más cuidada
educación ni las más prudentes correcciones.
No olvidemos que "la
educación es una IMITACIÓN"... o sea que debemos EDUCARLOS
CON EL EJEMPLO.
Escribe un autor que, antiguamente, en el mar,
los navegantes se orientaban por la estrella de la mañana para llegar al puerto
al que se dirigían... a su destino.
Para nosotros, los mortales, que navegamos en el
mar de la vida, María debe ser siempre la guía que nos conduzca al Puerto
Seguro ¡el Corazón de su Divino Hijo!, para alcanzar la felicidad eterna. Y a
nosotros nos corresponde ser para los hijos: LA ESTRELLA
que con EL EJEMPLO, les ayude a buscar siempre la protección maternal y la
guía en su propia vida de LA ESTRELLA DE LA
MAÑANA La Inmaculada y Amorosa Madre María
Santísima.
SALUD
DE LOS ENFERMOS
El pecado original introdujo en el mundo la
enfermedad y la muerte.
En medio de esta condición, cuánto necesitamos
del médico, pero aún los más sabios y mejores, en muchos casos, no pueden curar
algunas enfermedades.
La Santa Iglesia nos propone una Doctora
poderosa, sabia y amorosa: La Santísima Virgen María, salud de los enfermos, que
nos ayuda y conforta.
En primer lugar consideremos que Ella intercede
por nosotros para adquirir la salud del alma y nos ayuda a apartarnos del mal
que la destruye.
San
Bernardo dejó en sus escritos, hermosos pensamientos acerca de nuestra amada
Madre, que podemos aplicar para alcanzar la salud del alma:
• Si se levantan los
vientos de las tentaciones, si tropiezas en los escollos de las tribulaciones,
invoca a María, llama a María.
• Si se agita la soberbia,
la ambición o la incomprensión, mira a María, llama a María.
• Si la ira, el egoísmo o
el deleite en el mal violentan la navecilla de tu alma, mira a María, invoca a
María.
En el peligro, en la
angustia, en la ansiedad, piensa en María, invoca a María.
• Si te turba la memoria de
la enormidad de tus faltas, de la fealdad de tu conciencia y comienzas a
sumergirte en la tristeza, en la desesperación, piensa en María, invoca a
María.
• No la apartes a Ella de
tu corazón. No te saldrás del CAMINO si la sigues, no desesperarás si le
ruegas, no te perderás si en Ella piensas.. Si tú no te sueltas de SU MANO, no
caerás; nada tendrás que temer y llegarás felizmente al PUERTO, que es EL
CORAZÓN DE JESÚS.
Dice también San Bernardo que Jesús es miel en
la boca, melodía en el oído y gozo en el corazón, pero... añade San Bernardo: también es MEDICINA...
Esta Medicina concede LA
SALUD AL ALMA, si nos esforzamos por conseguirla (el enfermo debe tomar
la medicina que le receta el médico para alcanzar la salud). María SALUD DE LOS ENFERMOS nos dio a Jesús... nos dio al MÉDICO DIVINO... NOS DIO LA MEDICINA…
En segundo lugar consideremos
que el cuerpo humano está sujeto a contraer enfermedades que ponen a dura
prueba la ciencia médica, enfermedades manifiestas o latentes, lentas o
fulminantes, algunas contagiosas, que hacen sufrir a la humanidad.
Si en todo momento de la vida necesitamos la
ayuda de Dios y del socorro y protección de María, esta necesidad se hace más
sensible y urgente en la enfermedad.
Pidamos a nuestra Amada Madre su auxilio para
nosotros y para nuestros familiares y Ella benignamente nos escuchará y nos
ayudará.
Una madre vela a su hijo enfermo de día y de
noche sin mostrar cansancio; estudia todas las formas de procurarle alivio,
ruega y se sacrifica para curar a su hijo. ¿Qué la
mueve? la mueve su amor, el amor que Dios puso en el corazón de las
madres, y que es un pálido reflejo del amor maternal de María, amor vigilante y
solícito cuando sus hijos están afligidos por la enfermedad.
El Evangelio nos dice que muchos enfermos fueron
curados prodigiosamente por Jesucristo El le ha cedido en el cielo a su
Santísima Madre esta virtud, este dominio sobre la naturaleza doliente.
Son innumerables los testimonios de curaciones
milagrosas que se encuentran en algunos Santuarios Marianos por ejemplo: en Fátima y en Lourdes. Son testimonios de
gratitud a Ella por favores recibidos, especialmente por la curación de algún
ser querido enfermo.
Aún en el caso de que la curación llegue con
lento proceso natural, sin formas prodigiosas ¿quién
puede medir los cuidados de esta Madre incomparable? Ella ilumina a los
médicos. infunde fortaleza y confianza al enfermo, aumenta la paciencia y el
afecto en aquel que lo asiste, alcanza eficacias a las medicinas, Ella hace
sentir al enfermo la función providencial y benéfica del dolor que lo hace más
semejante a su Divino Hijo crucificado.
Si el enfermo está en pecado, Ella intercede.
recordando a su Amado Hijo aquellas palabras. "No
quiero la muerte del pecador sino que se convierta y viva". ¡Cuántos
cristianos le deben a Ella su curación y el consiguiente arrepentimiento! ,
es decir, el tiempo de vida que Dios le concedió para su salvación.
Y si en los designios de El está señalada la
muerte del enfermo, entonces el amor de nuestra tierna Madre disipa amorosamente
las ilusiones que ocultan a menudo la gravedad del mal y le inspira al enfermo
y a sus familiares el deseo de la presencia del sacerdote.
Es Ella la que alcanza en el corazón de quien
está próximo a morir el perfecto dolor de los pecados, el valor de confesarlos
sinceramente, el fervor y el anhelo de recibir el Santísimo
Sacramento y también la resignación a la
voluntad Divina para poder identificarse con el Hombre - Dios en el sufrimiento
de Getsemaní, para con El decir al Padre. "si
es posible pase de Mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad sino la
Tuya" y tranquilo hará el ofrecimiento de su dolor.
No olvidemos que la Iglesia nos ha dado también
como poderoso Intercesor para la hora de la muerte al Santo Patriarca San José,
casto esposo de la Inmaculada Virgen María.
Los ejemplos de las conversiones obtenidas en el
lecho de muerte, inclinan el corazón a la esperanza en la clemencia Divina y
manifiestan la bondad inagotable y la poderosa Intercesión de María, pero esto
no debe ser motivo para atreverse a vivir en pecado con la perspectiva de la
penitencia final. Esto sería una grave imprudencia y una total impiedad.
Pidamos a María Santísima SALUD DE LOS ENFERMOS nos asista en todas las
enfermedades que padecemos y padeceremos, pero especialmente en la postrera,
para tener paciencia y para que nuestro corazón, en aquella hora, sea todo de
Dios. Que el nombre de Su Divino Hijo, el de Ella y el de su castísimo esposo
San José estén en nuestra mente y puedan pronunciarlo nuestros labios en el
momento supremo.
REFUGIO
DE LOS PECADORES
Este piadoso oficio de María Santísima no se
debe entender como contrario a la justicia Divina sino que más bien, Ella
cumple de esta manera la amorosa voluntad de Dios, que constituye a nuestra
Señora como un refugio para que por su medio brille Su Infinita Misericordia
que quiere la conversión de los pecadores.
Jesucristo es nuestro MEDIADOR
ante el Padre. Nos dice San Juan: "Os escribo esto para que no pequéis y
si alguien peca tenemos a UNO que ABOGE ante el Padre: a Jesucristo (1a. Jn. 2:1), pero
además de Él, tenemos a María, Madre de
Dios y Madre nuestra, constituida por Dios medianera entre Él y nosotros pecadores.
Dos gracias principales son necesarias a un
pecador para alcanzar la futura felicidad: La conversión o el perdón de los
pecados y la perseverancia en el bien. Ambas gracias nos alcanza María REFUGIO DE LOS PECADORES, si se lo pedimos
continuamente y si... "hacemos lo que Él nos dice", como Ella nos lo pide.
CONSUELO
DE LOS AFLIGIDOS
El ser humano se ve sacudido no sólo por la
enfermedad del alma: el pecado... y la enfermedad
del cuerpo: el dolor físico, sino que la vida está llena de espinas y abrojos
que nos afligen, nos oprimen y no nos dejan vivir en paz porque lastiman el
corazón y llenan de lágrimas los ojos.
Resumimos todo esto bajo el nombre genérico de TRIBULACIONES y AFLICCIONES
que serán motivos para apreciar más la bondad de María Santísima que nos
consuela, si recurrimos a Ella con mayor frecuencia y confianza.
Nadie negó y nadie puede negar jamás la
existencia del dolor en el mundo. Se nace con llanto; se crece luchando contra
tantos obstáculos que hacen sufrir: se vive bajo el
peso diario de responsabilidades y preocupaciones.
La filosofía de todos los tiempos ha intentado
en vano eliminar el dolor de la vida; no ha logrado más que arrancar aquello
que explica el misterio del dolor y lo hace llevadero, arrancando a Dios del
corazón de muchos hombres... y EL DOLOR MAS TERRIBLE ES
SUFRIR SIN DIOS.
Cuando el dolor se nos presenta en alguna de sus
formas, se pregunta uno angustiosamente ¿por qué el
dolor? Y si la FE no ilumina, si la FE no
responde a este doloroso ¿por qué?, se
pierde la interrogación en el vacío sin una respuesta que satisfaga.
Solamente la FE nos da una respuesta tranquilizadora,
digna de la Sabiduría de Dios y de la dignidad del hombre. Cuando con el primer
pecado se precipitaron los hombres en el abismo de la condenación eterna, Dios
misericordioso, - en el mismo instante en que prometía enviar al Redentor -
confió la humanidad al Ángel del dolor
para que la purificara y la hiciera semejante al Restaurador prometido, que nos
redimiría precisamente a través de las humillaciones y de los más grandes
dolores.
El pecado introdujo en el mundo el dolor y la
muerte: del pecado provienen las adversidades.
El dolor recibió de Dios una misión
providencial; es el artífice de toda grandeza moral. Para que el dolor cumpla
en nosotros su misión debe ser acogido con FE
CONSCIENTE y con cristiana resignación.
Sin embargo, el dolor es siempre dolor y exprime
del corazón las lágrimas que son la sangre del alma. ¿Quién
podrá ofrecernos el alivio necesario? ¿Quién podrá CONSOLARNOS? María
Santísima, nuestra amorosa Madre la Consoladora de los afligidos, Ella puede y
quiere endulzar nuestras amarguras y aliviar nuestros dolores, si se lo
permitimos.
María hace suyas nuestras aflicciones y se
apropia nuestro dolor, si se lo entregamos, y una sola mirada de piedad y de
amor de esta dulce Madre basta para tranquilizar el corazón más adolorado y
suavizar las más fuertes adversidades.
¡Oh Madre piadosa, CONSUELO
DE LOS AFLIGIDOS, calma nuestras angustias!.
AUXILIO
DE LOS CRISTIANOS
El corazón de la Virgen María es tan grande que
abarca y contiene a toda la humanidad. Dios la creó para que fuera su Madre y
madre de todos, la dotó de esta universalidad de afectos para que los
afligidos, los enfermos, los pecadores, que recurren a Ella, experimenten esta
singular bondad suya.
En la Iglesia se centra la Obra santificadora de
Cristo y aunque ella es la amada esposa de Jesús "sin
arruga o defecto" (San Pablo) no la sustrajo a las vicisitudes
humanas y quiso que tuviera la apariencia de debilidad. En realidad, posee la
misma fuerza de Dios, que le prometió la asistencia perenne del Espíritu Santo
y así se apoya segura y confiada en las palabras infalibles de su Fundador: "He aquí que estaré con vosotros hasta el fin de los
siglos".
San Juan en el Apocalipsis la describe como la
ciudad santa, la nueva Jerusalén y así, la nueva Jerusalén (la Iglesia), tiene
en María Santísima a su poderosa defensora contra los enemigos de todos los
tiempos. Estos enemigos son de dos clases: internos
y externos.
Los internos son aquellos que atentan a la
verdad que la Iglesia nos enseña, los que pretenden introducir en ella, el
error, o sea, los mismos cristianos que se oponen con obstinación, con
terquedad a lo que propone la Iglesia Católica.
Los enemigos externos son los que no
perteneciendo a la Iglesia Católica, la atacan y pretenden destruir la FE de
sus miembros que son el Cuerpo Místico de Cristo.
De
estas consideraciones sobre el glorioso título de Auxilio de los Cristianos
debemos sacar dos importantes enseñanzas para normar nuestra vida cristiana:
• Ante todo un filial amor
a la santa Iglesia y a su Cabeza visible: el Romano Pontífice. En el amor de
todos los católicos, que se centra en el Papa, en la asistencia perenne de
Jesucristo y en la poderosa protección de María tenemos una fuerza superior que
nos consuela y alienta.
• Otra enseñanza, más
necesaria hoy que nunca, surge de la maternidad universal y auxiliadora de
María y es el deber que tenemos de extender la CARIDAD CRISTIANA con la que nos
debemos amar unos a otros, como Dios nos ama, sin distinción alguna. sin
olvidar que es contrario a la caridad, levantar barreras de división, de odio,
de incomprensión, etc.
¡Oh Madre Santísima que en tus entrañas
maternales acoges a toda la humanidad y que a todos socorres en sus
necesidades, alcánzanos de tu Divino Hijo esta universal caridad así como la
fidelidad a la iglesia católica, fundada con la Sangre de Jesucristo, que es
también tu sangre!.
¡Auxilio de los cristianos,
ruega por nosotros!.
REINA
DE LOS ANGELES
Esta última parte de las Letanías, reúne y
exalta las excelsas grandezas de María celebrando su soberana realeza en el
cielo y en la tierra, Por doce veces le damos el glorioso título de Reina A la
Hija, a la Madre, a la Esposa del Rey, debemos invocarla como a Reina porque el
titulo de Rey no sólo corresponde a cada una de las Personas Divinas, sino
también a Dios - Hombre, el Hijo de María Santísima. El mismo aprobó para su
Persona este nombre: "Sí, como dices, soy Rey"
(Juan 18,37).
A la diestra del Rey, el Salmista vio a una
Reina, vestida con manto de oro, gozosa del poder que Dios le ha otorgado, de
poder conceder a quien la invoca toda clase de gracias y bendiciones. Esta
Reina es María que fue investida de esta dignidad cuando Dios Padre, desde toda
la eternidad la eligió por su Hija, por Esposa del Divino Espíritu y por Madre
de su Unigénito y fue constituida Reina, no solo de los hombres, sino también
de los Ángeles, que son espíritus puros,
muy poderosos, ágiles como el pensamiento y puros como la luz. Son
inteligencias tan grandes que si queremos honrar, entre nosotros, un
entendimiento, lo llamamos: angélico.
Los ángeles son ministros del Omnipotente. ¡Qué honor tener dominio sobre estos espíritus tan
nobles; ser Reina de súbditos tan numerosos y potentes! Y esta autoridad
y poder corresponde a María Reina de los Ángeles, porque les aventaja en dignidad, es más excelsa que ellos.
La raíz de su excelsa dignidad, de su autoridad
y de sus privilegios se debe a que es Madre del Verbo Divino. Ella pudo decir
con el Padre Eterno: "Tu eres mi Hijo, yo te
he engendrado hoy" (Salmo 2:7)
La causa de tanta exaltación de María fue SU
SINGULAR HUMILDAD.
Humildad es el conocimiento de nuestras
limitaciones y debilidades y obrar de acuerdo con este conocimiento. Es un
movimiento de "descenso" cuyo
punto de partida es el falso lugar que nos señala el amor propio y cuyo término
es la verdad. Por eso "la humildad es la
verdad". (Sta. Teresa).
Así, cuanto más llenas de amor propio, tanto más
vacías estamos de verdaderos méritos.
Veamos en la Anunciación el ejemplo tan grande
de humildad de María. Ante la sublime revelación del Ángel que la proclama Madre de Dios, Ella protesta ser solamente
la humilde esclava (servidora) del Señor. La verdadera humildad se manifiesta
en la obediencia.
¡Oh Madre amada. Reina de
los Ángeles, alcánzanos la gracia de saber
combatir nuestro amor propio para ser verdaderamente humildes!
REINA
DE LOS PATRIARCAS
Patriarca es una palabra griega que significa
padre o jefe.
Con el nombre de patriarcas se honra a algunos
santos del Antiguo Testamento, elegidos por Dios como guardianes y depositarios
de la fe en el futuro Mesías. Esta fe, avivada por las frecuentes revelaciones
de Dios, fue transmitida por los Patriarcas a sus descendientes como un faro de
luz en medio de las tinieblas de la ignorancia y del pecado.
También en los siglos cristianos se da por
analogía el nombre de Patriarca a los santos Fundadores de las más famosas Órdenes Religiosas, puesto que también ellos engendraron
espiritualmente a la vida de la perfección evangélica a muchas almas.
Los Patriarcas fueron, bajo diversos aspectos,
figuras de Jesucristo; lo representaron en varios misterios de su vida, de su
muerte y de su obra redentora. Y en la debida proporción representaron también
a María, pues quien representa al original, representa por lo mismo a la copia
fiel.
Simbolizada en Noé, único padre salvado del
diluvio y destinado a repoblar el mundo; Ella, única preservada del naufragio
universal de la culpa, toda santa, renovó moralmente al género humano y
contribuyó a reparar los daños causados por el primer pecado.
Abraham, admirable ejemplo de fe y de
obediencia, padre de los creyentes, dispuesto a sacrificar a su unigénito sobre
el Monte Moría, fue una pálida figura de María Santísima dotada de la más viva
Fe y de la más perfecta obediencia. Madre amorosa de todos los redimidos,
sacrificó a su unigénito Hijo para la redención del género humano sobre el
Monte Calvario en el Altar de la Cruz.
Moisés, el amigo y confidente de Dios, que
hablaba con El como un amigo con su amigo, es comparado a María Santísima, no
solo amiga, sino también Madre de Dios, que vivió con El treinta y tres años
con aquella confidente autoridad que nacía de su ser de Madre.
La mujer fuerte de la Sagrada Escritura
(Proverbios) es 'una imagen de María Santísima, tabernáculo viviente de Dios.
También la Iglesia Católica tiene, en un sentido
espiritual, sus Patriarcas. Ellos no prefiguran a Cristo que ha de venir sino
que siguen SUS huellas y lo copian con aquella perfección que es posible a la
humana naturaleza vigorizada por la gracia.
Estos Patriarcas son los Fundadores de los
Institutos Monásticos y de las Órdenes
religiosas, verdaderos padres, que dieron a la Iglesia una inmensa cantidad de
almas santas.
Si María es llamada Reina de los antiguos
Patriarcas, por las mismas razones debe ser llamada Reina de los nuevos, puesto
que ellos procuraron imitar sus virtudes, fueron los maestros de la devoción a
Ella y promovieron su culto.
En este punto de la explicación de las Letanías
es oportuno tratar brevemente del glorioso Patriarca San José, esposo purísimo
de la Virgen Inmaculada, puesto que la devoción a la esposa, redunda
naturalmente en la persona de su digno esposo.
Aunque San José no cooperó a la generación del
Verbo encarnado sí contribuyó principalmente a cuidar y alimentar al Dios -
Hombre y fue testigo continuo de las acciones de Jesús y de María; atento
escucha de sus palabras, compartió con Ellos durante muchos años los gozos y
las penas, las esperanzas y el amor a Dios y a los hombres.
San José es la sombra y el reflejo del Eterno
Padre, él ocupa en la tierra su lugar y Cristo reconoce los derechos paternos
de José.
Nunca podremos expresar con palabras la
santidad, la virtud y la gran dignidad de este sumo Patriarca entre los
Patriarcas.
El Papa Pío IX, para poner su persona y la de
todos los fieles bajo la protección de San José, por Decreto del 8 de Diciembre
de 1870, lo nombró solemnemente Patrono de la Iglesia Universal.
¡Madre Santísima, Reina de
los Patriarcas, ruega por nosotros!.
REINA
DE LOS PROFETAS
El principal sentido que la Sagrada Escritura da
al nombre de Profeta, es el de persona enviada por Dios, la cual, por
ilustración divina, conoce con la máxima certeza y por divina inspiración
predice cosas o sucesos futuros, que no se pueden conocer por ningún medio
humano. Solo Dios es el autor de las profecías.
María
es llamada Reina de los Profetas por dos razones:
• Porque Ella fue mostrada
por Dios a los Profetas de la antigua Ley, y ellos la preanunciaron con
palabras, figuras y símbolos.
• Porque Ella misma, dotada
del espíritu de profecía, conoció y predijo muchas cosas futuras.
El
objeto central y primario de las antiguas profecías es el Redentor prometido:
Jesucristo.
Todo está predicho por los Profetas: el linaje, la familia de la cual surgirá la estrella de
Jacob; la raíz de Jesé, de la cual brotará la flor; el tiempo, el lugar y las
circunstancias del nacimiento prodigioso; la muerte con las humillaciones,
dolores y crueldades; la resurrección, la ascensión, el reino de la Iglesia.
Pero no se podía anunciar al Sol, el Hijo del
Altísimo, sin señalar a la gran Señora que le había de engendrar en su Seno
Purísimo.
Todas
las profecías que hablan expresamente de Jesucristo hablan, implícitamente de
la Virgen y Madre: pero son muchas las que tratan expresamente de Ella.
Recordemos algunas de las principales:
• El primer profeta de
María fue Dios mismo. Cuando se cometió el primer pecado, el pecado original,
Dios promete un divino Reparador que ha de nacer de una mujer.
• Los Padres, unánimemente,
y a ellos hacen eco todos los expositores, ven expresada en la Mujer a María y
en su Fruto, a su Único Hijo: Jesús.
• En el Salmo 44, el Rey
Profeta canta a la Virgen María que es Ella el objeto de las complacencias del
Rey, la Virgen admirable. En este Salmo mesiánico está delineada la excelsa
Madre del Redentor.
Isaías, el Profeta evangelista, vio, el singular
privilegio de María de juntar a un tiempo la divina maternidad con la más pura
virginidad: "la Virgen concebirá y dará a luz un Hijo, y su nombre será
Emmanuel, esto es, Dios con nosotros".
La Encarnación del Verbo es el fundamento de la
fe cristiana. De la misma manera que quiso Dios, después de la Encarnación de
su Hijo, multiplicar las pruebas de este misterio, así, antes del nacimiento
prometido y esperado con creciente deseo, quiso multiplicar las predicciones
para disponer a la humanidad al asentimiento de la fe.
La Iglesia invoca a María como Reina de los
Profetas no sólo porque Ella fue objeto de sus profecías, sino porque poseyó
este don, en la forma más excelsa.
A Ella le fueron mostradas todas las profecías y
su cumplimiento; le fue revelada la economía de la Encarnación, de la
Redención, de la obra divina de Cristo; aquello que los Profetas conocieron en
fragmentos, María lo conoció enteramente.
Si una sola hora de la presencia de Cristo
encerrado en el seno materno bastó para ungir al Bautista, ¿no habrá bastado el curso de nueve meses y una vida de
treinta y tres años, para hacer de María una singular Profetisa y la Reina de
los Profetas?.
Después del glorioso mensaje del Arcángel
Gabriel, después del saludo de Isabel, que la llama bendita entre todas las
mujeres, porque el fruto bendito de su vientre la había ensalzado tan
extraordinariamente , María Santísima responde entonando el cántico del
MAGNIFICAT, en el cual, teniendo presente su indignidad (respecto de Dios),
proclama su altísima dignidad y su futura gloria y todo lo atribuye a la bondad
y al poder de Dios. En este himno inmortal la Santísima Virgen se eleva a la
cumbre de lo creado y con inspiración profética canta la gloria de Dios y su
propia grandeza.
¡Oh Virgen Madre de Dios! REINA
DE LOS PROFETAS, alcánzanos la gracia de
vivir la verdadera HUMILDAD, que es la base de todas las virtudes!.
REINA
DE LOS APOSTOLES
Apóstol
significa enviado, mensajero. Se da este nombre:
1. Por excelencia, a
aquellos hombres escogidos por Nuestro Señor Jesucristo, que vivieron con El,
que fueron educados en su escuela y por El enviados, después de haber recibido
el Espíritu Santo, a predicar el Evangelio por todo el mundo.
2. Por participación, a
todos aquellos que, a semejanza de los Apóstoles, predican el Evangelio,
especialmente a aquellos que van a otros países para anunciar la Buena Nueva,
esto es a los Misioneros.
3. Por analogía, a aquellos
fieles cristianos que desarrollan algún trabajo apostólico en general o acción
misionera en particular, con lo cual cooperan con la Jerarquía a extender el
Reino de Jesucristo.
De todos ellos, María es Madre y Reina.
La
superioridad de la Virgen sobre los Apóstoles se funda en tres razones:
a) Ella tuvo relaciones más íntimas con el Divino Redentor. Los
Apóstoles fueron los amigos de Jesús. ¡Es el mismo Hijo de Dios quien se
profesa amigo de unos pobres y rústicos pescadores! María en cambio fue la
Madre de Jesús. No hay comparación entre las relaciones de la amistad y las
relaciones de la maternidad.
Los Apóstoles fueron
llamados a seguir a Jesús y vivieron con El tres años, pero María, desde el
instante de la Encarnación del Verbo hasta la Ascensión de Cristo, vivió en
íntima unión con su Divino Hijo.
Los Apóstoles fueron
elegidos para predicar al mundo la divina palabra; María fue escogida para
traer a la tierra la Palabra substancial, personal, el Verbo de Dios.
b) Ella tuvo mayor poder que los Apóstoles. A éstos les dijo el
Divino Maestro: "vosotros que me habéis seguido... estaréis sentados sobre
doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel" (Mt. 19:28). De María
canta la Iglesia: "María penetró en las alturas de los cielos, alegraos,
porque Ella reina con Cristo eternamente. Jesús comparte con los Apóstoles su
poder judicial, con su Madre comparte el Reino.
Ella fue enriquecida con
mayor abundancia de los carismas del apostolado en el día de Pentecostés.
c) María mientras vivió, fue la Maestra y Consejera de los
Apóstoles.
No hay otra razón que
explique la permanencia de María en la tierra, aún después de la Ascensión de
Jesús a los cíelos, sino la gran necesidad que de María tenía la Iglesia
naciente. Esta Iglesia no era más que la continuación, la prolongación, de la
personalidad de Cristo y de su cuerpo místico. La Providencia, obraba de manera
conveniente a sus designios confiando a los cuidados de María la Iglesia
recientemente constituida, de la misma manera que le había confiado
anteriormente el cuidado del pequeño Jesús.
El Divino Maestro, en el momento de volver al
Padre, de donde había salido, le dejó a Ella su escuela y su cátedra, no para
que rigiese las ovejas de la grey, como Pedro, sino para que alimentase a los
Apóstoles con aquella celestial Sabiduría de la cual estaba enriquecida.
Hija predilecta del Padre. Esposa muy amada del
Espíritu Santo. Madre de Jesucristo, autor de toda gracia. Reina de los
Apóstoles. ¡Ruega por nosotros!.
REINA
DE LOS MÁRTIRES
Cuando la adversidad se abate sobre una familia,
hay un corazón que tiene el privilegio de sufrir más que los demás y de recibir
en sí el dolor de todos: es el corazón de la madre.
Así en la inmensa familia humana, María tuvo
este privilegio de sentir en su corazón los dolores de todos sus hijos, los
padecimientos de todos los mártires y los tormentos del Rey de los Mártires.
Por este privilegio, Ella ha obtenido el amor de los hombres. Por eso la
Iglesia la invoca con el título de Reina de los Mártires.
El Profeta Jeremías había predicho que los
dolores de esta Virgen serían los más atroces después de los de Jesucristo, los
más crueles soportados por una sencilla criatura con el auxilio de la gracia
Divina. Sus dolores han sido comparados con el mar: "inmenso
como el mar es tu dolor", no que el mar sea la justa medida de este
dolor, sino porque, así como las aguas del mar superan sin comparación todas
las que están esparcidas sobre la tierra, así los dolores de María son
incomparablemente mayores que los de las demás criaturas.
Fijaremos la atención, al considerar los dolores
de María, en su extensión y duración y en su gravedad, intensidad y amargura.
No se crea que los dolores de María duraron
solamente aquellas tres horas que al pie de la Cruz estuvo presente en el
agonía y muerte de su Hijo, o el día que duró su santa Pasión; sus dolores
fueron continuos durante treinta años. Desde el momento en que fue Madre,
destinada a padecer con su Hijo su Pasión y su Muerte vino a ser al mismo
tiempo madre de dolor. Dotada, como estaba, de espíritu profético y con el
conocimiento que tenía de las Sagradas Escrituras, conoció la amargura de la
cruel pasión y muerte de Jesús, por eso empezó a experimentar aquella serie de
angustias y dolores indecibles que tendrían fin hasta la Resurrección de
Cristo.
Con la profecía de Simeón: "una espada traspasará tu alma", María
sintió desde ese día la herida que se clavó profundamente en su corazón, hasta
rasgar la última de sus fibras.
El Niño crecía bajo la mirada de la Madre y Ella
pensaba en las humillaciones y en las heridas de aquel rostro Divino que
soportaría el beso de Judas, la bofetada del criado y los salivazos de los
judíos; cuando su mano delicada acariciaba la cabeza, las manos o los pies del
Niño, la visión de la corona de espinas y de los clavos le producía una gran
angustia.
Aquella carne inmaculada que María vestía con
tanto cariño y respeto, sería desgarrada por los azotes y cubierta con la
púrpura de la sangre.
La Sabiduría Divina de Jesús que en la intimidad
de Nazaret descubría a la Madre los secretos celestiales, habría de ser un día
objeto de publica burla. ¡Oh dolores, oh martirio de la Madre!.
Ella
sintió especialmente los siete dolores que la Iglesia recuerda el 15 de
Septiembre:
1. La predicción del anciano
Simeón, cuando María y José presentaron en el Templo a Jesús.
2. La huida y el destierro
a Egipto, después de la persecución de Herodes.
3. La pérdida de Jesús,
enseñando en el Templo de Jerusalén.
4. El encuentro de Jesús y
María en el camino del Calvario.
5. La crucifixión, agonía y
muerte de Jesús.
6. El descendimiento de la
Cruz del Cuerpo del Hijo.
7. La sepultura de Jesús.
Nos detendremos solamente a contemplar a María
Dolorosa en su martirio al pie de la Cruz, viviendo la agonía y muerte de su
Divino Hijo.
Estos
dolores fueron de 4 clases:
a) dolores del pecado
b) dolores de la naturaleza
c) dolores de la gracia y
d) dolores divinos.
a) Los dolores del pecado.
Ninguna criatura puede tener tal conocimiento y
dolor del pecado que alcance a igualar su gravedad; para concebir un dolor
adecuado, sería preciso conocer perfectamente el Bien infinito del cual nos
priva, comprender la esencia de Dios, los atributos divinos, el daño infinito
que es perderlo eternamente. Sólo Dios, que se iguala y comprende a sí mismo,
conoce todo esto.
Sólo Jesucristo, porque es Dios, conoce a su
Padre celestial, su esencia, sus perfecciones, su amor Infinito y Eterno y el
mal que ocasiona separarse de Él; sólo
Jesús tuvo un adecuado e infinito dolor de la culpa mortal, como sólo Él pudo expiada adecuadamente.
Después de Jesucristo, fue María la que
experimentó el más perfecto y más intenso dolor por el pecado, porque Ella
mucho más que cualquier mente humana y angélica, estuvo dotada del más elevado
y sublime conocimiento de Dios, de su Infinito amor y de la gravedad del pecado
que separa de Dios.
Ella, en el Calvario, asistió como espectadora,
testigo y participante a la muerte del Redentor. La Virgen, espejo perfecto que
captaba los rayos enfocados de amor y de dolor que partían del Corazón de Jesús
agonizante sentía el vivo reflejo, que la sumergía en el mar de un dolor casi
infinito.
Esta es la primera fuente de los Dolores de
María Santísima: LOS DOLORES POR EL PECADO.
b) Dolores de la
naturaleza.
Para conocerlos de algún modo, consideremos que
María es mujer y es madre, madre de un Amantísimo Hijo, a quien no puede
socorrer.
Ella no fue una mujer sino la MUJER por excelencia, perfecta, preservada de las
heridas y de las sombras del pecado, en Ella todo era sublime, aun el amor
maternal que el Espíritu Santo infundió en su corazón, en el instante de la
Encarnación del Verbo. El amor de María superó al amor maternal de naturaleza.
No teniendo Jesús un padre terrenal que
compartiese el dolor maternal, en el corazón de María se unieron y fundieron
los dolores de la madre y del padre. Todo el tributo del dolor que dimana de la
naturaleza era ofrecido por Ella al Mártir Divino, porque María lo amaba con el
tierno amor de madre y a la vez con el fuerte amor de padre.
No se piense que el martirio de María no era tan
intenso por su fortaleza sobrehumana: no olvidemos
que la fortaleza del alma, hace que se soporten los dolores, pero no quita que
se sientan.
Ella contempla el cuerpo lacerado y las manos y
los pies atravesados por los clavos y la cabeza en la que se hunden las espinas
y no le está permitido aliviar ni su cuerpo ni su cabeza: oye las blasfemias
del ladrón y los insultos de los que le crucifican, los gritos de los enemigos
y no puede repararlos con una palabra de respeto, de consuelo, de amor: resuena
en el corazón de la Madre el grito de Jesús "tengo
sed" y no puede aliviarle con un sorbo de agua y ve como le dan a
beber hiel y vinagre. Exhala el Hijo el último suspiro y no le está permitido a
la Madre endulzar la amarga agonía y recoger el último aliento. Se lamenta
Jesús de ser abandonado por su Padre y la Madre debe también dejarlo como
abandonado y sin auxilio.
Desolada y privada de todo consuelo debía ser la
muerte de Jesús y desolada y privada de todo consuelo debía ser también la
pasión de María Santísima.
c) Dolores de la gracia.
Los dolores de la gracia y los dolores divinos,
que nuestro pobre entendimiento no puede penetrar, fueron para Ella los más
duros y crueles.
El dolor deriva del amor, un amor humano, un
amor de naturaleza, produce un dolor humano; un dolor natural, un amor de
gracia, un amor divino causa un dolor del mismo linaje, un dolor de gracia y
divino; cuanto más fuerte es el amor, tanto más fuerte será el dolor.
La naturaleza nos hace hombres, la gracia y el
amor divino nos hacen santos. Si la Virgen María, modelo perfecto de mujer y de
madre experimentó los más fuertes y agudos dolores de la naturaleza, Ella, a su
vez, modelo de perfección sobrenatural y de santidad, debió experimentar los
más agudos y fuertes dolores de la gracia y los sufrimientos divinos.
Para penetrar esta verdad pensemos: ¿cuál es el efecto de la gracia sobre nosotros? Una
elevación del alma sobre la naturaleza; una unión, una amistad con Dios, una
cierta comunicación que Dios nos otorga, por la cual somos hechos partícipes de
la naturaleza divina. Esta es precisamente la esencia de la santidad.
Esta relación sobrenatural fue perfectísima
entre Jesucristo y su Santísima Madre, no solo por vía natural, sino más aún
por razón de gracia. Ella fue más feliz por haber llevado a Dios en su corazón
que en su seno, como respondió Jesús a la mujer que ensalzaba la maternidad
natural de la Virgen: "más bien son
bienaventurados aquellos que oyen la palabra de Dios y la guardan".
Cristo fue Rey de los Mártires y María fue Reina
de los Mártires porque experimentó todas las penas del amado Jesús.
d) Dolores divinos.
• Es artículo de nuestra fe
que el Padre Eterno es el Padre de Jesús; que Jesús Dios y Hombre es el Hijo de
Dios Padre: que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo y que es el Amor
Increado ... el amor del Padre al Hijo y del Hijo al Padre.
• También es artículo de fe
que la Virgen María es verdadera Madre de Dios, porque es Madre de Aquel en el que
la naturaleza Divina y la naturaleza humana se hallan unidas hipostáticamente,
esto es en unidad de PERSONA.
• Qué en la Cruz murió este
Dios Hombre, este Hijo del Padre Eterno y de María Virgen, para redimirnos.
Esto constituye un tercer artículo de fe.
En la muerte de un hijo debe sentir, y siente
extremo dolor, no solo la madre, sino también el padre, es esto ley inexorable
de nuestra naturaleza humana.
Pero Dios Padre no puede sufrir, porque la
naturaleza Divina es inmutable y Dios no puede ni por un momento perder su
felicidad... es decir no puede sufrir.
La Madre de Cristo debía experimentar, en la
muerte del Hijo, todo el dolor, aun aquel que en los casos ordinarios habría
experimentado el Padre; la totalidad de esta divina aflicción, íntegra e
indivisa. recayó sobre el corazón afligido de María. Tan inmenso dolor soportó
la Madre que la omnipotencia de Dios la tuvo que sostener para que no muriera
con Jesús en el Calvario.
¡Oh Reina de los mártires,
que con constancia tan heroica y divina soportaste aquellos prolongados y
atroces dolores que en la muerte de tu Hijo, la naturaleza y la gracia, los
pecadores y Dios acumularon sobre tu amoroso corazón de Madre, alcánzanos
fortaleza para aceptar la voluntad divina y bendecir al Señor que con misericordia
nos visita en el dolor, y que con él nos purifica y quiere hacernos dignos del
gozo eterno.
REINA
DE LOS CONFESORES
En el lenguaje litúrgico de la Iglesia, se llaman Confesores a todos los Santos que no
fueron mártires.
Confesores = cristianos que
profesan públicamente la Fe en Jesucristo y por ella están prontos a dar la
vida. Confiesan la Fe por su testimonio de vida cristiana
Mártires = personas que
padecen muerte por amor de Jesucristo y en defensa de la fe y de la religión. Mueren
en defensa de la Fe y de la religión
Es necesaria una gracia especial de Dios para
soportar el martirio, sin embargo, no se requiere menos gracia de Dios para
sobrellevar una heroica santidad sin el martirio.
El mérito que se alcanza con el martirio es de
ordinario en muy breve tiempo y para obtener el mérito sin el martirio requiere
un tiempo bastante largo. El martirio, perfecto acto de amor y de fortaleza,
suple las demás virtudes que podrían faltar o podrían ser imperfectas. En
cambio, fuera del martirio se necesita mayor perfección de las Virtudes
Teologales y Morales; esto se consigue a través de una vida entera de lucha
contra el pecado, contra el mal y de sacrificio continuo. De tal manera que la
vida de un santo puede llamarse un continuo martirio.
Los santos CONFESORES,
tuvieron que superar toda clase de dificultades y practicar las virtudes en
grado heroico.
María es la primera, la más perfecta y la más
santa de todos esos héroes de virtud y santidad, por eso la Iglesia la proclama
REINA DE LOS CONFESORES.
REINA
DE LAS VÍRGENES
La Iglesia, no satisfecha con haber invocado a
María con el título de Santa Virgen de las Vírgenes, la invoca como Reina de
todos aquellos y aquellas que profesan la virginidad, para hacernos conocer y
apreciar las grandes ventajas que aporta a la Iglesia ese estado, que inició
Aquella que es llamada por antonomasia la Santísima Virgen.
• Ella fue la primera en
profesar solemnemente la virginidad, que antes era considerada como ignominiosa
entre las mujeres hebreas.
• Elevo esta virtud a la
más alta cumbre de perfección posible a la criatura.
• Fue la suya una
virginidad singular y única, asociada por prodigio Divino a la maternidad.
• Pero hay otra razón y es
ésta: María es honrada con el título de Reina de las Vírgenes, porque el
ejemplo y protección de Ella inspiran y proporcionan amor a la virginidad,
guardan y conservan esta noble virtud. El ejemplo y la protección de esta Reina
sor admirablemente fecundos en la Iglesia.
El mundo, que no entiende la divina sublimidad
del amor, acusa al celibato y a la virginidad de egoísmo y de esterilidad. Ante
esta calumnia, que los millones de niños y niñas que pueblan las escuelas, los
orfanatos y los colegios informen al mundo lo que han recibido de los
Religiosos y las Religiosas, y que en algunos casos no reciben de sus mismos
padres: lo mismo los jóvenes y las jóvenes que en centros de formación juvenil
han recibido una instrucción religiosa que les ayuda a regir su vida en una
forma sobrenatural y noble. Los ancianos impotentes, los enfermos de toda edad,
los que llenan los asilos, entre lágrimas de gratitud, muestren al mundo a las
mujeres consagradas a Dios que bajo el velo de la cofia sienten arder la llama
del amor de Dios y tienen para ellos la inagotable caridad de la palabra
evangélica y de las obras de misericordia.
Con esto, la sabiduría inspirada de la Iglesia
muestra al mundo cuán fecunda es la santa virginidad.
¡Oh Virgen Santísima, Reina
de los Vírgenes! Te pedimos para todos los fieles nos alcances la
gracia de la castidad, conveniente a cada estado de vida y la PUREZA del alma.
Ayúdanos a cuidar nuestros sentidos, nuestro corazón y nuestra mente de todo
cuanto pueda mancharnos.
REINA
DE TODOS LOS SANTOS
No
se piense que es superfluo este título,
otorgado ya a María al recordar las varias clases de santos, ni se crea que la
Iglesia haga aquí un recapitulación de los títulos precedentes. Esta Invocación
nos parece fundada sobre dos justas razones:
1. Que María es canal de
toda santidad. Que entre todas las criaturas, Ella fue el modelo más perfecto
de santidad.
La
primera de estas razones ha sido extensamente explicada en el decurso de estas
meditaciones:
María es el canal por el cual Dios, autor y
fuente de toda gracia, hace llegar hasta nosotros la virtud y la santidad. En
el cuerpo místico de Jesucristo, Ella hace, por decirlo así, el oficio de
cuello: transmite a la Cabeza las súplicas de los miembros y desde la Cabeza
hace llegar a todo el cuerpo (místico) aquellas gracias por las cuales crece
toda virtud, toda perfección y santidad.
Ilustraremos aquí la segunda razón: María, modelo de santidad para todos, especialmente para
la mujer.
Dios es la santidad primera, la santidad por
esencia, a esta divina santidad y perfección debemos conformar necesariamente
la nuestra. La santidad divina aparece infinitamente lejana, en una luz
inaccesible... pero Dios nos la hizo accesible en su Unigénito Hijo,
Jesucristo, dice San Pablo: "Dios nos eligió
en Cristo, antes de la constitución del mundo, para que fuésemos santos e
inmaculados ante El y nos predestinó en caridad a la adopción de hijos suyos
por Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad para alabanza y gloria
de su gracia". (Ef. 1: 4-6).
El hombre, elevado por la misericordia Divina al
estado sobrenatural y constituido hijo de Dios, tiene en Jesucristo el espejo
de la perfección divina, pero los rayos que emanan de Jesucristo son todavía
demasiado brillantes para la dignidad humana; la suya es una santidad increada,
infinita.
Es cierto que El practicó las virtudes sencillas
permitidas al hombre, como la humildad, la paciencia, la obediencia, etc., pero
el modo y la perfección como las vivió son infinitamente superiores a las
fuerzas humanas, aunque estén apoyadas por la gracia.
Para allanarnos el camino de la santidad, Dios
nos propuso en nuestra Señora un modelo de santidad creada, una luz más suave a
nuestros débiles ojos, un modelo, el más cercano a la santidad infinita, que
nos animara a imitarla.
Ella poseyó sin duda una perfección y una
santidad sobrehumanas, pero una santidad creada, unida a aquella perfección a
la que no llegará jamás ninguna criatura; se acerca y toca los confines del
infinito. La santidad de María es solo inferior a la santidad de Dios. María
espejo, ejemplo y modelo perfecto de santidad, es lo que nos propone la Iglesia
cuando la invoca como Reina de los santos.
María Santísima modelo de
la mujer cristiana.
Quien conozca la importancia moral de la mujer
en el mundo no podrá menos de admirar la Providencia de Dios por haber preparado
en la Virgen Madre, el modelo singular de la perfección femenina.
La mujer constituye la mitad del género humano,
y es ella la que forma y educa a la otra mitad. La mujer que usa rectamente de
los preciosos atractivos de naturaleza y de gracia con los cuales Dios la ha
enriquecido, tiene un ascendente bienhechor sobre su esposo y un influjo
poderoso y decisivo sobre el carácter y la conciencia de los hijos.
Más profunda y más grande es la influencia
social de la mujer - madre. Los principios de la educación maternal permanecen
imborrables; aún cuando en medio del torbellino de las pasiones y de la vida el
sello de la mano materna permanezca obscurecido y sepultado bajo las ruinas de
los vicios, tarde o temprano sale de nuevo y conduce a !os extraviados al buen
sendero, como bajo las ruinas sembradas por los vándalos o bajo la capa del
olvido, reaparece la belleza artística de los antiguos monumentos. Se puede
decir que la sociedad es como quiere la mujer.
En la antigüedad, la mujer no contaba para nada
en la sociedad, era esclava de las pasiones del hombre y la mitad del linaje
humano era para la otra mitad fomento y causa de corrupción.
El hombre y la mujer tenían extrema necesidad de
un remedio poderoso que los sanara, que los hiciera en verdad virtuosos y
santos. Este poderoso remedio fue ofrecido por Jesucristo, por su religión, por
su moral y por su gracia.
El decreto de Cristo devolvió al matrimonio su
unidad natural y su indisolubilidad y lo elevó a la dignidad de Sacramento. El
ejemplo de Cristo y de la Inmaculada Virgen María: he allí la medicina que
restauró al hombre y ennobleció a la mujer.
María Santísima es el
modelo perfecto de la mujer, esposa y madre.
• ESPOSA.- María Santísima
fue perfecta, santa y amorosa esposa de San José, en Ella las virtudes humanas
eran sobrenaturales (esposa del Espíritu Santo), pero tomando en cuenta el ser
de esposas y esposos terrenales aplicaremos de la la. Carta a los Corintios
(cfr. Cap. 7).
La esposa debe tener un
verdadero amor de caridad al esposo que supone, entre otras cosas:
• Paciencia... perseverando
con constancia en aquel o aquellos buenos ideales que resulta difícil alcanzar
por diferencia en: educación, criterio, opiniones y hasta de valores ... y por
medio de oración, de amor manifestado y evitando discusiones, tratar de
convencer al esposo del bien que se persigue.
• Ser servicial - atenderlo
con alegría, prontitud y lo mejor posible, no dejándose llevar por los errores
actuales, que, promoviendo la liberación de la mujer pretenden, entre otras
cosas, que la mujer no debe atender al esposo.
• No ser jactanciosa - no
alabarse a sí misma, ni cansar al esposo con comentarios inútiles.
• No ser engreída - no le
presuma de su valer (imaginario o real) haciéndolo sentir inferior.
• Ser decorosa - respetuosa
de los gustos y aficiones del esposo, así como de sus familiares y amigos.
• No olvide la esposa que
LA CARIDAD ES COMPRENSIVA Y MISERICORDIOSA, QUE ESPERA SIN LÍMITES Y PERDONA
SIEMPRE. MADRE - Oficio y dignidad principal de la mujer es la maternidad, que
le impone sagrados deberes (no olvidarlo nunca ya que actualmente se combate
mucho esta gran dignidad de la maternidad).
El primero de estos deberes es el de aceptar de
Dios y con gratitud aquellos hijos que quiera confiarle. Hoy la mujer mundana
desea ser esposa pero rehúye el honor de
la maternidad. El ritmo regulado de la vida de familia no le agrada; fatigarse
para construir, piedra sobre piedra el edificio de la educación de sus hijos,
es una empresa que no quiere asumir. Hoy la maternidad se limita lo más posible
y aun cuando se acepte, no se le considera con alegría, sino más bien como un
paréntesis doloroso en el movimiento acelerado de la vida moderna que ofrece a
la mujer otros atractivos.
La maternidad que se sacrifica y que en el plan
de la Providencia debería colocar a la mujer en lugar muy alto, es hoy
abiertamente rechazada como algo que no corresponde a esta época, corno la
supervivencia de una mentalidad superada. Y es que fuera del clima
verdaderamente espiritual del cristianismo, hoy la maternidad es una función
mecánica, determinada por el egoísmo.
Toda esposa cristiana, ante el dulce sacrificio
de la maternidad, aun en medio de las angustias y de las dificultades de
nuestros tiempos, debe repetir la palabra de nuestra Señora: "FIAT"... HÁGASE.
El Papa Pío XI, al recibir en una ocasión a unas
madres italianas les dijo: "La primera gloria
de la Virgen Santísima es que es Madre de Dios y Madre nuestra. Ustedes tienen
en su activo el ser madres tantas veces cuantos son los hijos que la
Providencia les ha dado y confiado... hasta entregarles tantas vidas y tantas
almas ... ustedes deben confiar en El como Él ha confiado en ustedes"
Otro deber de la madre es la educación cristiana
de sus hijos. No debe olvidar que tienen necesidad de una educación paciente y
constante, hecha de instrucción, corrección, vigilancia y de buen ejemplo.
¡Virgen Santa, excelsa
Reina de todos los santos, tú que en el estado de Esposa y de Madre diste tan
altos ejemplos de perfección, santifica a la mujer y con ella a la familia y a
la sociedad!
REINA
CONCEBIDA SIN MANCHA DE PECADO ORIGINAL
El título que vamos a comentar es muy glorioso
para la Virgen María.
Fue el gesto sabio y providente del gran
Pontífice Pío IX quien el 8 de Diciembre de 1854, la insertó en el sagrado
tesoro de la fe católica por el Dogma de la Inmaculada Concepción.
Este singular privilegio de haber sido
preservada de la culpa original, coloca a la Virgen junto al eterno Hijo de
Dios, con un linaje de gloria que es el mayor que puede concebirse,
Para comprender este artículo de nuestra fe,
hemos de remontarnos a la cuna del género humano cuando el pecado despojó a los
primeros seres humanos de la gracia de Dios, de los dones sobrenaturales que
Dios les había otorgado y de la justicia original.
La justicia original consistía en un
conocimiento más perfecto de Dios y de si mismos, en la sujeción de la razón y
de la voluntad a la ley Divina, en la inmortalidad del cuerpo y en la exención
del dolor y de la fatiga. Todo esto se perdió por el pecado original.
Por este pecado tenemos necesidad de la
redención de Jesucristo y de la gracia de Dios, gracia que nos sitúa en un
estado, bajo muchos aspectos mejor que aquel del cual caímos, "donde abundó el pecado, sobreabundó la
gracia". (Rom. 5.20).
Argumentos que prueban la Inmaculada Concepción
de María.
Para fortalecer nuestra fe es suficiente la voz
infalible de la Iglesia, pero para mayor gloria de Dios y de María Santísima,
examinaremos los principales argumentos en los que se funda el Dogma de la
Inmaculada Concepción.
La
Sagrada Escritura:
De un privilegio tan excelso de María, nos dio
el mismo Dios claro testimonio cuando prometió al futuro Redentor y afirmaba,
dirigiéndose al demonio: "pondré enemistades
entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo, ella aplastará tu cabeza"
María Santísima y su Divino Hijo tendrán los dos
las mismas enemistades con el demonio, con el pecado, por consiguiente María
será concebida como concebirá Ella a Jesús, en la enemistad del mal, o sea sin
pecado.
• La tradición:
En las obras de los santos
Padres y de los escritores eclesiásticos, se encuentran varias frases que
expresan la pureza Inmaculada de María Santísima.
• La razón:
Dios es santidad Infinita,
esencial, absoluta. Dios no puede habitar donde no brilla la santidad más
perfecta y más pura. Esta es la razón por la cual María fue preservada del
pecado original, porque Dios pudo consentir que Ella fuera pobre, ignorada, y
aun despreciada a los ojos del mundo, pero no pudo permitir que fuera ni un
solo instante esclava del pecado. El Altísimo santificó su tabernáculo.
Porque María estaba destinada a ser Madre de
Dios, fue preservada del pecado original, así lo exigía la santidad de Cristo,
el honor de Dios, el atributo necesario de su santidad.
Otra prueba de la Inmaculada Concepción de María
puede deducirse de su oficio de Corredentora de la humanidad. No queremos
significar con esto que la Obra Redentora de Jesucristo y la de su Madre deban
situarse en un mismo plano de igualdad; Ella cooperó al gran rescate como y
cuanto pudo hacerlo una criatura, según la ordenación divina. El Hijo de Dios,
queriendo redimir a la humanidad, se hizo hombre en el seno purísimo de María,
que fue el instrumento, el medio por el cual El asumió nuestra naturaleza.
María Santísima concurrió de hecho, especialmente en el Calvario a la Oblación
de Jesús. En este sentido la llamamos Corredentora.
He aquí como la Sagrada Escritura, los Santos
Padres, la revelación y también la razón iluminada por la fe demuestran la
verdad de la Inmaculada Concepción de María y cuan justamente la Iglesia
Católica honra y saluda a la Virgen como Reina concebida sin mancha del pecado
original.
¡Virgen Inmaculada. Madre
de Dios y Madre nuestra. purifica nuestros corazones y prepáralos para recibir
a Jesucristo, el Cordero Inmaculado, en el Sacramento del Amor!.
NOTA.- Con la verdad católica sobre el pecado original, queda
abatido el primer fundamento de todas las herejías antiguas y modernas, las
cuales niegan ESTA VERDAD,
Es evidente que si no existió el pecado
original, es inútil la Redención de Cristo. inútil la Iglesia fundada por El,
inútil la Jerarquía, etc.. La solemne definición del Dogma de la Inmaculada
Concepción de María aplasta todos los errores contra la fe y contribuye
poderosamente a la exaltación de la FE CATÓLICA.
REINA
LLEVADA AL CIELO
El Papa Pío XII, Pastor universal y Maestro
infalible de la Santa Iglesia, el día 1°. de Noviembre de 1950, dijo: "Después de elevar a Dios muchas y reiteradas preces
e invocar la luz del Espíritu de la verdad, para Gloria de Dios Omnipotente,
que otorgó a la Virgen María su peculiar benevolencia, para honor de su Hijo,
Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte, para
acrecentar la Gloria de esta misma augusta Madre y para gozo y alegría de toda
la Iglesia, por la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los
bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo y por la nuestra, PRONUNCIAMOS, DECLARAMOS Y DEFINIMOS SER DOGMA DE REVELACIÓN
DIVINA QUE LA INMACULADA MADRE DE DIOS, SIEMPRE VIRGEN MARÍA, CUMPLIDO EL CURSÓ
DE SU VIDA TERRENA. FUE ASUNTA EN CUERPO Y ALMA A LA GLORIA CELESTE".
Esta solemne definición, esperada por los fieles
de todo el orbe, añade una perla más a la corona de nuestra Madre y Reina
María, y constituye desde aquel día una nueva Invocación de las Letanías y por
consiguiente un motivo más para estos devotos comentarios.
Un Dogma es una verdad revelada por Dios y
definida como tal por la Santa Iglesia, debe ser creída con fe divina y
católica, según el lenguaje de los teólogos. Por tanto, la definición dogmática
de la Asunción, acto solemne del Magisterio supremo e infalible del Romano
Pontífice, nos obliga a creer con acto de fe divina y católica que la Asunción
forma parte del tesoro de la Revelación confiado por Dios a su Iglesia.
Pero el Papa, cuando define, no hace más que
declarar lo que se contiene en la Revelación, terminada con el último de los
Apóstoles. Por
eso la Bula de la Asunción, antes de las palabras de la definición, expone los
fundamentos teológicos del nuevo Dogma:
• Consentimiento de la
Iglesia.
El primer argumento es el sentir unánime de la
Iglesia, cuyo valor teológico perfila claramente el Papa con estas palabras: "Este singular consentimiento del Episcopado
católico y de los fieles, al creer definible como Dogma de Fe la Asunción
corporal de la Madre de Dios al cielo, manifestó por si mismo de modo cierto e
infalible que tal privilegio es verdad revelada por Dios y contenida en aquel
Divino depósito que Cristo confió a la Iglesia para que lo custodiase fielmente
e infaliblemente lo declarase. Así pues, del consentimiento universal del
Magisterio ordinario de la Iglesia se deduce un argumento cierto y seguro para
afirmar que la Asunción corporal de la Bienaventurada Virgen María al cielo es
verdad revelada por Dios y por eso todos los fieles de la Iglesia deben creerla
con firmeza.
Clausura el Santo Padre Pio XII la serie de
argumentos en pro de la creencia de la Asunción, con el fundamento en la
Sagrada Escritura, la cual pone a la Augusta Madre de Dios unida estrechamente
a su Divino Hijo y siempre partícipe de su suerte. De donde parece casi
imposible imaginaria separada de Cristo, a Aquella que lo concibió, le dio a
luz, lo nutrió con su leche, lo llevó en sus brazos. Nuestro Redentor es Hijo
de María y corno observador perfecto de la ley, no podía menos que honrar, además de al Padre Eterno, también a su santa Madre, pudiendo
concederle el gran honor de preservarla inmune de la corrupción del sepulcro
Continua el Papa Pío XII "Por lo cual, como la gloriosa Resurrección de Cristo fue parte
esencial y signo final de esta victoria, así también para María Santísima la
común lucha debía concluir con la glorificación de su cuerpo virginal, porque
como dice el apóstol San Pablo: "cuando este cuerpo mortal sea revestido
de inmortalidad, entonces sucederá lo que fue escrito: la muerte fue absorbida
en la victoria" (la. Cor. 15.54).
¡Oh Virgen Inmaculada Madre
de Dios y Madre nuestra, creemos con todo el fervor de nuestra fe en tu Asunción
triunfal en alma y cuerpo al cielo, donde eres aclamada Reina por todos los
coros de los Ángeles y por toda la legión
de los Santos, nos unimos a ellos para alabar al Señor, que te ha exaltado
sobre todas las demás criaturas, y para ofrecerte nuestro devoción y nuestro
amor!
REINA
DEL SANTÍSIMO ROSARIO
Al terminar el Siglo XII y a principios del
XIII, se manifestaron algunos herejes, llamados albigenses, que invadieron el
sur de Francia, parte de España y de Italia; sus errores atacaban los Dogmas fundamentales
de la fe, de la moral cristiana y minaban las bases de la sociedad civil y
constituían una amenaza y un peligro para la Iglesia.
Santo Domingo, el ilustre santo fundador de la
Orden de los Predicadores, recibió el encargo de predicar la Divina palabra a
aquellos herejes, y convertirlos.
Muy devoto de María, conoció que para abatir,
destruir esos errores y devolver a la Iglesia esos herejes, debía buscar la
Intercesión de la Virgen Santísima.
Los infundados errores de los albigenses
atacaban de modo especial los privilegios y la dignidad de esta excelsa Reina. "Predica mi rosario", le dijo la Señora,
él destruirá las herejías, promoverá la virtud y atraerá sobre todos las
Divinas misericordias.
Y esta celestial inspiración, por la Intercesión
de María y por Ella secundada, y fecundada por la Divina gracia, triunfó de la
obstinación. Santo Domingo predicó e introdujo entre los pueblos la práctica
del Rosario y los que estaban en el error lo abandonaron y se convirtieron y
desde aquel tiempo esta devoción se practica hasta nuestros días. Tal es la
historia del Rosario de María.
• La oración es la fuerza
del débil: el Evangelio nos revela esta casi divina debilidad que no resiste a
la oración del hombre. Dice el escrito de un autor "La oración es la
fuerza del hombre y la debilidad de Dios".
• La oración es el consuelo
del alma
• La oración es la grandeza
del hombre, porque eleva la mente y el corazón a metas infinitas, hasta los
profundos abismos de la vida Divina.
Cuán grande es el valor y la excelencia de la
oración tanto vocal como mental Pero este valor y excelencia se acrecientan en
el Santo Rosario, porque éste asocia y une la oración vocal y la mental Como
oración vocal, el Rosario pone en los labios lo mas grande, noble y eficaz que
nos enseñaron Jesús y la Iglesia: como oración mental ofrece a la mente y al
corazón lo que nuestra religión contiene
de más sublime y conmovedor.
La oración dominical (el Padre Nuestro) y la
salutación angélica (el Ave Mania) forman
la oración vocal del Santo Rosario: los Misterios de !a vida - pasión - muerte
y de la Gloria de Cristo, constituyen la oración mental.
--- El Padre Nuestro, enseñado por el mismo
Jesucristo, es la oración mas perfecta, sublime y sencilla a la vez: todo lo que el cristiano puede y debe pedir a Dios está
expresado en él.
En la primera parte pedimos la gloria de Dios,
último fin de todas las cosas en su conocimiento, en la exaltación de su santo
nombre y en el advenimiento de su Reino pedimos el reino de la gracia en las
almas, el reino de la Iglesia en el mundo y el reino de la gloria en el cielo.
En la segunda parte imploramos gracias para
nosotros que Dios nos conceda los bienes necesarios y en su misericordia, nos
libre de los males especialmente del más
grande de todos los males EL PECADO.
--- En el Ave María, le recordamos a Ella la plenitud de la gracia que Dios le
otorgó; la sobrehumana dignidad a la cual fue exaltada; las virtudes que le
merecieron tan excelsos honores; el inefable elogio que Dios hizo de Ella por
medio del Arcángel Gabriel y las felicitaciones de su prima.
Pasamos luego a rogarle a Ella que interponga
ante Dios sus omnipotentes (omnipotencia suplicante. San Bernardo) oraciones
para nuestro bien en todos los momentos de nuestra vida y sobre todo en el decisivo
instante de la muerte.
Veamos
ahora la excelencia del Santo Rosario considerado como oración mental.
• El Rosario es un
catecismo que nos recuerda los Misterios principales de nuestra Religión;
ofrece a nuestra consideración la vida de Jesús y la de su santa Madre.
• Cuando recemos el Santo
Rosario, pongámonos en la presencia de Dios y mientras la boca va repitiendo
las oraciones vocales trasladémonos con el pensamiento, por ejemplo a Nazaret y
consideremos la humildad de la Virgen que al anunciarle el Ángel la divina maternidad responde: "he aquí la esclava del
Señor"... y así considerar cada uno de los Misterios.
Los Misterios Gozosos enseñan el valor de las
humillaciones ofrecidas a Dios, de las renuncias, de la sujeción a la voluntad
de Dios.
Los Dolorosos nos recuerdan que la vida
cristiana está llena de sufrimiento y de dolor, de tentaciones y de pruebas.
Los Gloriosos alimentan nuestro valor en la
lucha y en la esperanza de seguir a Jesús en el triunfo y en la Gloria.
El Santo Rosario es fuente de gracias
espirituales para las personas y para los hogares. Bienaventuradas aquellas
familias que tienen la piadosa costumbre de rezarlo en común.
--- El Gloria (al Padre y al Hijo y al Espíritu
Santo, etc.) que se reza entre cada una de las decenas del Rosario es una
oración de alabanza y glorificación a la Santísima Trinidad que también se debe
meditar.
Los que no saben meditar basta que recen con
exactitud y devoción los Padre Nuestro, las Ave María y los Gloria. Los que son
capaces de meditar, procuren acompañar con la mente y el corazón los Misterios,
esto es, los hechos, las acciones y las palabras de Jesucristo y de María para
alcanzar luces de Fe y buenos propósitos de virtud.
¡Virgen bendita! Poderoso
auxilio de los cristianos, te suplicamos enciendas en nuestra mente y en
nuestro corazón el amor hacia la prodigiosa oración del Santo Rosario, que
podamos rezarlo en la forma más grata a Dios, la más honrosa para Ti y la de
más fruto para nuestras almas.
REINA
DE LA PAZ
Ardía la guerra mundial, el odio y los estragos
se extendían a todas las Naciones; los campos de concentración llenos de
fugitivos, de prisioneros, de confinados; las familias deshechas; los hogares
abandonados; la loca carrera de la muerte sembraba innumerables víctimas en los
campos de batalla y en los hospitales y despedazaba los corazones de millones
de esposas, de madres, de hijos, de novias y de amigos; el espectro del hambre;
el espectáculo de las inmensas ruinas sembradas por la guerra; las terribles
incógnitas del mañana, mantenían en angustia a todos los corazones, que cada
día exploraban el futuro obstinadamente obscuro y amenazador.
En esas circunstancias, el Papa Benedicto XV, el
30 de Noviembre de 1915, concedió facultad a los obispos para añadir a las
Letanías Lauretanas, la Invocación "Reina de
la Paz, ruega por nosotros".
Veamos
el sentido de esta Invocación:
La paz, la más noble aspiración del corazón
humano, es, según San Agustín, la tranquilidad del orden. La paz es la
constante serenidad del ambiente moral que hace que la vida sea tranquila y
fecunda. En este ambiente todo prospera y crece.
El Divino Redentor quiso que toda su vida
discurriera entre dos mensajes de PAZ: la cantaron los Ángeles en Belén y la anunció El mismo a los Apóstoles el día de su
Resurrección: "La Paz sea con vosotros".
De dos clases de paz puede
gozar el hombre: la externa y la interna.
a) La
paz externa consiste en la tranquilidad del orden externo, en las amistosas
relaciones de los hombres entre sí, cuando son excluidas las disensiones, las
contiendas, las disputas y las guerras.
Esta paz funde en armonía de intentos y de vida
la pequeña y la gran sociedad.
Todos los hombres creados a imagen y semejanza
de Dios estamos en la tierra para amarnos, no para oprimirnos y matarnos. Todos
nos dirigimos a la Patria común: el Cielo. Jesucristo nos unió con el vínculo
de la paz y fraternidad que no tiene fronteras cuando dijo: "sois todos hermanos". Pero se ha roto
este vínculo sagrado, su historia es una serie de guerras fratricidas. Y la
guerra constituye siempre una amenaza que pesa tanto más terriblemente cuanto
más poderosos son los medios de destrucción. Esta paz pedimos a Dios por medio
de la Virgen María.
b) La
paz interior, que es el germen y la condición de la paz exterior, consiste en
la posesión de la Gracia santificarte, de la vida sobrenatural. Este tesoro
inestimable que Jesucristo nos mereció al precio de SU
SANGRE nos hace hijos de Dios (en el Hijo). herederos del cielo... de la
felicidad eterna.
El espíritu de Jesucristo y del Evangelio debe
vivificar, no solo a cada una de las almas, sino a toda la sociedad de los
hijos de Dios y también todas las funciones del cuerpo social.
El Evangelio tiene una respuesta Divina para
todos los problemas, no solo para aquellos que reflejan las relaciones del
hombre con Dios y la consecución del último fin, sino aún para los que se
refieren a la vida temporal de la sociedad humana.
Esta paz externa e interna, es la que imploramos
a María con la invocación Reina de la Paz. Y, nótese que no la llamamos amiga o
madre de la paz, sino que la llamamos Reina, porque Ella ha Poseído la paz en
grado sumo, en una medida verdaderamente regia.
La paz interna, porqué desde el primer instante
de su existencia Ella estuvo llena dé gracia y fue elegida para engendrar en su
serio al Príncipe dé Paz. María es él gozo y el modelo de toda familia humana.
La paz externa. porqué Ella al pie de la Cruz
abrazó con caridad maternal a todos los hombres, mostrando especial
predilección y misericordia para los pecadores.
La llamamos Reina de la Paz para significar su
poder ante Dios. Ella poseía en grado sumo la tranquilidad en el orden.
Sólo cuando sé ha quitado la causa de todo mal.
que es el pecado, podernos vivir la paz estable, perfecta y duradera: paz en la familia que es la primera célula dé la
sociedad: paz en la Patria, entre las Naciones, en el mundo entero: paz en la
sociedad civil y paz en la Iglesia para qué los dos poderes, el civil y el
religioso, conduzcan a los hombres a la prosperidad temporal y a la felicidad
eterna
Como todas las cosas hermosas y buenas, la paz
es fruto del sacrificio. por consiguiente la paz nace de la mortificación que
frena el orgullo y el egoísmo y la Paz tiene su origen en la CARIDAD proclamada por Jesús Crucificado y que se debe
tener con todos los demás, aun con los enemigos... caridad que hace orar aun por los verdugos
María Santísima es siempre la benigna ESTRELLA que dirige las almas descarriadas en la
inmensidad del mar hacía el puerto de salvación:
la estrella qué aun en la noche más profunda del odio, señala el camino a los
navegantes la estrella mensajera del día qué nos trae la luz, preludio del
eterno día en qué las almas descansaran en paz
Hoy en él mundo no hay paz. y es porque la busca
donde no la hay, porqué ha olvidado las palabras de Jesucristo: "Os dejo la paz" "Os doy mi paz, no como
la da él mundo". (Juan 14.27).
¡Virgen Santísima Reina de
la paz, acoge benignamente nuestra oración. Inspira pensamientos de paz a los
que gobiernan, y haz que la justicia y la caridad florezcan en las almas, en
las familias y en la sociedad.
CORDERO
DE DIOS QUE QUITAS EL PECADO DEL MUNDO -
PERDÓNANOS, SEÑOR -- ESCÚCHANOS, SEÑOR --- TEN PIEDAD Y MISERICORDIA DE
NOSOTROS.
La Iglesia cierra las Letanías de la Virgen, como
las ha comenzado, esto es, invocando a Dios que es la fuente de toda gracia,
principio y último fin de todas las cosas.
La Iglesia nos enseña a invocar a Dios hecho
Hombre, Jesucristo, bajo la figura y el nombre de CORDERO, símbolo con el cual
el Redentor se presentó al mundo. Ya el Profeta Isaías veía en Cristo al
Cordero manso que se dejaría inmolar por los pecados de los hombres, sin un
gemido, sin un lamento.
"Como
cordero será conducido al matadero"...
El cordero es despreciado por su corto entendimiento,
¿cómo puede en este punto representar a nuestro
Señor Jesucristo, Sabiduría del Padre? El escogió este símbolo para
enseñarnos la humildad y manifestarnos el amor que siente por nosotros. El amor
que Jesús nos tuvo fue tal que ocultó su Sabiduría y ciencia Divinas; por esto
quiso ser representado por el cordero.
San Juan Bautista queriendo dar a conocer el
oficio principal y la característica del Mesías, lo señala con las palabras: "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del
mundo" (Juan 1:29)
San Pedro nos dice de qué modo y a que precio, borró Jesús el pecado del mundo: "Habéis sido rescatados con la Sangre preciosa de
Jesucristo" (1ª Pedro 1: 18.20)
Esta Sangre de valor Infinito añade San Pablo,
Cristo la derramó y nosotros fuimos redimidos y (1. S.J. 2:2) "... se hizo propiciación por nuestros pecados... y
por todos los del mundo..." El aplica sus méritos por medio de la
Iglesia... de los Sacramentos... el Sacrificio de la Misa... y las indulgencias.
PERDÓNANOS,
SEÑOR.-
Perdónanos nuestros pecados. ¿Cómo podríamos esperar el perdón si el Cordero Divino no
nos lo hubiese alcanzado, merecido y conquistado?
El pecado mortal es un desprecio a la autoridad
y a la Majestad de Dios, es un exceso de ingratitud a los beneficios divinos y
es ingratitud también a los beneficios de la gracia, al perdón de las culpas
pasadas, al amor Infinito y Misericordioso de Dios y al amor maternal de María
Santísima.
Para llenar el abismo del pecado se requería el
mérito y las satisfacciones del Cordero de Dios. No puede ser sino obra de
Dios. Sólo Él puede perdonar los pecados.
Esta invocación encierra una lección práctica
muy importante para nosotros, pues parece decirnos: ¿Quieres
tú la gracia del perdón? Nada mejor puedes hacer que volverte suplicante
al Cordero de Dios, pero recuerda al mismo tiempo que tú debes ser cordero
también, manso y clemente, que por el ejemplo de Cristo y por su amor debes
perdonar y olvidar las ofensas recibidas, sólo así podrás obtener el perdón.
El
Cordero de Dios perdona nada más a los corderos.
ESCÚCHANOS,
SEÑOR.
Con la súplica a Jesucristo para que nos
escuche, pedimos a Dios que nos otorgue todas aquellas gracias que necesitamos,
todos los bienes que Él nos enseñó a pedir
en el Padre Nuestro... la perseverancia final, gracia decisiva sin la cual
todas las demás son inútiles.
Se añade SEÑOR,
para hacernos comprender la grandeza de Aquel que nos concede el perdón y se
complace en oír nuestras oraciones y peticiones y para agradecerle tantos
beneficios recibidos.
TEN
PIEDAD DE NOSOTROS.
La última palabra que en
esta Letanía nos pone la Iglesia es la misma con la que quiso que comenzáramos.
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