"PÁSAME LAS VELAS" de Darío Pimentel (2018).

Tenía las llantas pelonas -o sea gastadas-, pero la oferta y demanda era tal, que acepté cargar mi Ford 700 con doce toneladas de maíz, que llevaríamos de Huacho a Lurín, pasando Lima. Con buenas llantas era usual el tonelaje para este tipo de camión, pero mi preocupación era tal que antes de bajar la famosa bajada de "Doña María", me estacioné y dirigí a la capillita de pasión cuyo altar tiene una calavera muy milagrosa para muchos.

 ¡¡Me encomendé a esta calavera y le pedí me permita llegar!! ¡De ser así, le prendería dos paquetes de velas a mi regreso! ¡Sea cual fuera la hora en que yo pasara! Ya que muchos choferes evitaban parar o estacionar en este lugar por razones que yo no entendía. Llegamos a Lima sin novedad, las llantas aguantaron milagrosamente, pues al pesar la carga en Lima, la balanza arrojó 12,900 kilogramos, esto, mi ayudante y yo lo atribuimos al ánima milagrosa de la gruta. Estábamos en deuda de fe.

Ya de regreso, luego de la media noche, paramos en Chancay para comprar los paquetes de velas prometidas. Lloviznaba y flotaba una densa neblina cerca a la gruta. Mi camión parecía ser el único en la carretera, pero tenía que cumplir con la promesa. Al llegar a la capilla bajé presuroso, entregué las velas a mi ayudante que estaba a mi espalda. Él empezó a pasarme las velas una a una hasta que encendí todas las velas. Hice una corta oración y regresé presuroso a mi vehículo, donde grande y terrorífica fue mi sorpresa ¡¡al ver a mi ayudante envuelto en su frazada!! ¡¡¿Quién me habría alcanzado las velas?!! Sucesos similares pasan en este lugar… Pero esas son otras historias.

Alejandro Smith Bisso