La oficina de prensa de la Santa Sede publicó el mensaje del Papa Francisco para la 55ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales que se llevará a cabo el próximo 16 de mayo, Solemnidad de la Ascensión del Señor, con el lema: “Ven y lo verás. Comunicar encontrando a las personas donde están y como son”.
El tema de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales 2021 se
basa en el pasaje del Evangelio de San Juan (Jn 1, 46) y el Santo Padre quiso “dedicar el Mensaje de este año a la llamada a ‘ir y
ver’, como sugerencia para toda expresión comunicativa que quiera ser límpida
y honesta: en la redacción de un periódico como en el mundo de la web, en la
predicación ordinaria de la Iglesia como en la comunicación política o
social”.
El periodismo “como relato de la realidad,
requiere la capacidad de ir allá donde nadie va: un movimiento y un deseo de
ver. Una curiosidad, una apertura, una pasión. Gracias a la valentía y al
compromiso de tantos profesionales —periodistas, camarógrafos, montadores,
directores que a menudo trabajan corriendo grandes riesgos— hoy conocemos, por
ejemplo, las difíciles condiciones de las minorías perseguidas en varias
partes del mundo; los innumerables abusos e injusticias contra los pobres y
contra la creación que se han denunciado; las muchas guerras olvidadas que se
han contado”, escribió el Papa.
A continuación, el texto completo del mensaje del
Papa Francisco:
«VEN Y LO VERÁS» (JN
1,46). COMUNICAR ENCONTRANDO A LAS PERSONAS DONDE ESTÁN Y COMO SON
Queridos hermanos y hermanas:
La invitación a “ir y
ver” que acompaña los primeros y emocionantes encuentros de Jesús con
los discípulos, es también el método de toda comunicación humana
auténtica. Para poder relatar la verdad de la vida que se hace historia (cf. Mensaje para la 54.a Jornada Mundial de las
Comunicaciones Sociales, 24 enero 2020) es necesario salir de la
cómoda presunción del “como es ya sabido” y
ponerse en marcha, ir a ver, estar con las personas, escucharlas, recoger las
sugestiones de la realidad, que siempre nos sorprenderá en cualquier aspecto. «Abre pasmosamente tus ojos a lo que veas y deja que se
te llene de sabia y frescura el cuenco de las manos, para que los otros puedan
tocar ese milagro de la vida palpitante cuando te lean», aconsejaba el
beato Manuel Lozano Garrido a sus compañeros periodistas. Deseo, por lo tanto,
dedicar el Mensaje de este año a la llamada a “ir
y ver”, como sugerencia para toda expresión comunicativa que quiera ser
límpida y honesta: en la redacción de un
periódico como en el mundo de la web, en la predicación ordinaria de la
Iglesia como en la comunicación política o social. “Ven y lo verás” es
el modo con el que se ha comunicado la fe cristiana, a partir de los primeros
encuentros en las orillas del río Jordán y del lago de Galilea.
DESGASTAR LAS SUELAS DE
LOS ZAPATOS
Pensemos en el gran tema de la información. Opiniones atentas se
lamentan desde hace tiempo del riesgo de un aplanamiento en los “periódicos fotocopia” o en los noticieros de
radio y televisión y páginas web que son sustancialmente iguales, donde el
género de la investigación y del reportaje pierden espacio y calidad en
beneficio de una información preconfeccionada, “de
palacio”, autorreferencial, que es cada vez menos capaz de interceptar
la verdad de las cosas y la vida concreta de las personas, y ya no sabe recoger
ni los fenómenos sociales más graves ni las energías positivas que emanan de
las bases de la sociedad. La crisis del sector editorial puede llevar a una
información construida en las redacciones, frente al ordenador, en los
terminales de las agencias, en las redes sociales, sin salir nunca a la calle,
sin “desgastar las suelas de los zapatos”,
sin encontrar a las personas para buscar historias o verificar de visu ciertas situaciones. Si no nos abrimos
al encuentro, permaneceremos como espectadores externos, a pesar de las
innovaciones tecnológicas que tienen la capacidad de ponernos frente a una
realidad aumentada en la que nos parece estar inmersos. Cada instrumento es
útil y valioso sólo si nos empuja a ir y a ver la realidad que de otra manera
no sabríamos, si pone en red conocimientos que de otro modo no circularían,
si permite encuentros que de otra forma no se producirían.
ESOS DETALLES DE
CRÓNICA EN EL EVANGELIO
A los primeros discípulos que quieren conocerlo, después del bautismo
en el río Jordán, Jesús les responde: «Vengan y
lo verán» (Jn 1,39), invitándolos a vivir su relación con Él.
Más de medio siglo después, cuando Juan, muy anciano, escribe su Evangelio,
recuerda algunos detalles “de crónica” que
revelan su presencia en el lugar y el impacto que aquella experiencia tuvo en
su vida: «Era como la hora décima», anota,
es decir, las cuatro de la tarde (cf. v. 39). El día después —relata de nuevo
Juan— Felipe comunica a Natanael el encuentro con el Mesías. Su amigo es
escéptico: «¿Acaso de Nazaret puede salir algo
bueno?». Felipe no trata de convencerlo con razonamientos: «Ven y lo verás», le dice (cf. vv. 45-46).
Natanael va y ve, y desde aquel momento su vida cambia. La fe cristiana inicia
así. Y se comunica así: como un conocimiento directo, nacido de la
experiencia, no de oídas. «Ya no creemos por lo
que tú nos dijiste, sino porque nosotros mismos lo hemos oído», dice
la gente a la Samaritana, después de que Jesús se detuvo en su pueblo (cf. Jn
4,39-42). El “ven y lo verás” es el
método más sencillo para conocer una realidad. Es la verificación más
honesta de todo anuncio, porque para conocer es necesario encontrar, permitir
que aquel que tengo de frente me hable, dejar que su testimonio me alcance.
GRACIAS A LA VALENTÍA
DE TANTOS PERIODISTAS
También el periodismo, como relato de la realidad, requiere la
capacidad de ir allá donde nadie va: un movimiento
y un deseo de ver. Una curiosidad, una apertura, una pasión. Gracias a
la valentía y al compromiso de tantos profesionales —periodistas,
camarógrafos, montadores, directores que a menudo trabajan corriendo grandes
riesgos— hoy conocemos, por ejemplo, las difíciles condiciones de las
minorías perseguidas en varias partes del mundo; los innumerables abusos e
injusticias contra los pobres y contra la creación que se han denunciado; las
muchas guerras olvidadas que se han contado. Sería una pérdida no sólo para
la información, sino para toda la sociedad y para la democracia si estas voces
desaparecieran: un empobrecimiento para nuestra
humanidad.
Numerosas realidades del planeta, más aún en este tiempo de pandemia,
dirigen al mundo de la comunicación la invitación a “ir
y ver”. Existe el riesgo de contar la pandemia, y cada crisis, sólo
desde los ojos del mundo más rico, de tener una “doble
contabilidad”. Pensemos en la cuestión de las vacunas, como en los
cuidados médicos en general, en el riesgo de exclusión de las poblaciones
más indigentes. ¿Quién nos hablará de la espera
de curación en los pueblos más pobres de Asia, de América Latina y de África?
Así, las diferencias sociales y económicas a nivel planetario corren
el riesgo de marcar el orden de la distribución de las vacunas contra el
COVID. Con los pobres siempre como los últimos y el derecho a la salud para
todos, afirmado como un principio, vaciado de su valor real. Pero también en
el mundo de los más afortunados el drama social de las familias que han caído
rápidamente en la pobreza queda en gran parte escondido: hieren y no son noticia las personas que, venciendo a la
vergüenza, hacen cola delante de los centros de Cáritas para recibir un
paquete de alimentos.
OPORTUNIDADES E
INSIDIAS EN LA WEB
La red, con sus innumerables expresiones sociales, puede multiplicar la
capacidad de contar y de compartir: tantos ojos
más abiertos sobre el mundo, un flujo continuo de imágenes y testimonios.
La tecnología digital nos da la posibilidad de una información de primera
mano y oportuna, a veces muy útil: pensemos en ciertas emergencias con
ocasión de las cuales las primeras noticias y también las primeras
comunicaciones de servicio a las poblaciones viajan precisamente en la web. Es
un instrumento formidable, que nos responsabiliza a todos como usuarios y como
consumidores. Potencialmente todos podemos convertirnos en testigos de eventos
que de otra forma los medios tradicionales pasarían por alto, dar nuestra
contribución civil, hacer que emerjan más historias, también positivas.
Gracias a la red tenemos la posibilidad de relatar lo que vemos, lo que sucede
frente a nuestros ojos, de compartir testimonios.
Pero ya se han vuelto evidentes para todos también los riesgos de una
comunicación social carente de controles. Hemos descubierto, ya desde hace
tiempo, cómo las noticias y las imágenes son fáciles de manipular, por miles
de motivos, a veces sólo por un banal narcisismo. Esta conciencia crítica
empuja no a demonizar el instrumento, sino a una mayor capacidad de
discernimiento y a un sentido de la responsabilidad más maduro, tanto cuando
se difunden, como cuando se reciben los contenidos. Todos somos responsables de
la comunicación que hacemos, de las informaciones que damos, del control que
juntos podemos ejercer sobre las noticias falsas, desenmascarándolas. Todos
estamos llamados a ser testigos de la verdad: a ir,
ver y compartir.
NADA REEMPLAZA EL HECHO
DE VER EN PERSONA
En la comunicación, nada puede sustituir completamente el hecho de ver
en persona. Algunas cosas se pueden aprender sólo con la experiencia. No se
comunica, de hecho, solamente con las palabras, sino con los ojos, con el tono
de la voz, con los gestos. La fuerte atracción que ejercía Jesús en quienes
lo encontraban dependía de la verdad de su predicación, pero la eficacia de
lo que decía era inseparable de su mirada, de sus actitudes y también de sus
silencios. Los discípulos no escuchaban sólo sus palabras, lo miraban hablar.
De hecho, en Él —el Logos encarnado—
la Palabra se hizo Rostro, el Dios invisible se dejó ver, oír y tocar, como
escribe el propio Juan (cf. 1 Jn 1,1-3). La palabra es eficaz solamente
si se “ve”, sólo si te involucra en una
experiencia, en un diálogo. Por este motivo el “ven
y lo verás” era y es esencial.
Pensemos en cuánta elocuencia vacía abunda también en nuestro tiempo,
en cualquier ámbito de la vida pública, tanto en el comercio como en la
política. «Sabe hablar sin cesar y no decir nada.
Sus razones son dos granos de trigo en dos fanegas de paja. Se debe buscar todo
el día para encontrarlos y cuando se encuentran, no valen la pena de la
búsqueda». Las palabras mordaces del dramaturgo inglés también valen
para nuestros comunicadores cristianos. La buena nueva del Evangelio se
difundió en el mundo gracias a los encuentros de persona a persona, de
corazón a corazón. Hombres y mujeres que aceptaron la misma invitación: “Ven y lo verás”, y quedaron impresionados por el
“plus” de humanidad que se transparentaba en
su mirada, en la palabra y en los gestos de personas que daban testimonio de
Jesucristo. Todos los instrumentos son importantes y aquel gran comunicador que
se llamaba Pablo de Tarso hubiera utilizado el correo electrónico y los
mensajes de las redes sociales; pero fue su fe, su esperanza y su caridad lo
que impresionó a los contemporáneos que lo escucharon predicar y tuvieron la
fortuna de pasar tiempo con él, de verlo durante una asamblea o en una charla
individual. Verificaban, viéndolo en acción en los lugares en los que se
encontraba, lo verdadero y fructuoso que era para la vida el anuncio de
salvación del que era portador por la gracia de Dios. Y también allá donde
este colaborador de Dios no podía ser encontrado en persona, su modo de vivir
en Cristo fue atestiguado por los discípulos que enviaba (cf. 1 Co 4,17).
«En nuestras manos hay libros, en nuestros ojos
hechos», afirmaba san Agustín
exhortando a encontrar en la realidad el cumplimiento de las profecías
presentes en las Sagradas Escrituras. Así, el Evangelio se repite hoy cada vez
que recibimos el testimonio límpido de personas cuya vida ha cambiado por el
encuentro con Jesús. Desde hace más de dos mil años es una cadena de
encuentros la que comunica la fascinación de la aventura cristiana. El
desafío que nos espera es, por lo tanto, el de comunicar encontrando a las
personas donde están y como son.
Señor, enséñanos a salir de
nosotros mismos, y a encaminarnos hacia la búsqueda de la verdad. Enséñanos
a ir y ver, enséñanos a escuchar, a no cultivar prejuicios, a no sacar
conclusiones apresuradas.
Enséñanos a ir allá donde nadie quiere ir, a tomarnos el tiempo para
entender,a prestar atención a lo esencial, a no dejarnos distraer por lo
superfluo, a distinguir la apariencia engañosa de la verdad. Danos la gracia
de reconocer tus moradas en el mundo y la honestidad de contar lo que hemos
visto.
Roma, San Juan de Letrán, 23 de enero de 2021,
Vigilia de la Memoria de San Francisco de Sales.
Redacción ACI Prensa
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