jueves, 21 de enero de 2021

ES HORA DE ACEPTARTE A TI MISMO Y DEJAR QUE DIOS OBRE EN TI COMO ÉL QUIERA

 Bienvenido al club de los que alguna vez nos hemos sentido incompetentes con Dios, con la familia, con el trabajo, los profesores o los amigos, en fin… con cualquier persona y en cualquier ámbito social.

Pasa que hemos crecido todos con diversas opiniones que nos acaban haciendo sentir que nunca damos el ancho: «¿Por qué no hablas más?, ¿por qué no hablas menos? ¡Tienes que ser más rápido! ¡Tienes que ser más paciente!…».

Y muchas otras voces que nos tomamos como absolutas: que «tenemos que ser» de otro modo. Pero ¿y si escuchamos la voz de Dios en vez de las demás?

Si no lo hacemos nunca terminaremos de gustarnos, nos compararemos con otros y terminaremos por hacer cosas a las que luego no les encontramos ningún sentido.

Nos meteremos al gimnasio, nos aclararemos la piel, nos vestiremos como ni nos gusta, admiraremos a otros en redes sociales (para que nos recuerden eso que no somos…) ¿Te suena?, ¿cómo aceptarme a mí mismo entonces?

1. TE PROPONGO ¡QUE SEAS FIEL EN LO POCO!

Queremos ser mega influencers y dar giras internacionales, ¿por qué nos cuesta ser gente común? Me encanta pensar en Teresita del Niño Jesús, la maravilla de su espiritualidad está en la sencillez de su relación con Dios:

«No se trata de hacer grandes cosas sino de hacer pequeñas cosas con gran amor». Es algo que podemos aprender: no hay mayor o menor mérito en el tamaño de las cosas que logramos, ¡sino de que lo que podemos y nos toca lo hagamos con el corazón, con pasión!

Pero si siento que todo lo que hago es poca cosa, que no sirve de nada, que da igual… acabaremos muertos en vida. «Aunque conozca todo misterio y ciencia, aunque entregue todo a los pobres y mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor de nada me sirve» (1 Corintios).

2. OFRECE LO QUE TENGAS, ¡PERO CON AMOR!

¡Qué vergüenza me da llegar con Jesús y solo tener cinco panes y dos peces para 2000 personas! Pienso que mejor no le doy nada, mejor ni me ofrezco, no vaya a burlarse de mí el Señor. ¡Qué gran trampa la del demonio cuando nos hace sentir tan poca cosa!

Este joven que se acerca a Jesús le da ese «poco» que tiene, ¡y Dios lo transforma en mucho! Así el que esconde su talento: siente que Dios le confía poco, que no merece mucho, que mejor ni lo arriesga… lo entierra y espera.

María pudo haber dicho «no» a ser madre, ¡pero confió en Dios y terminó siendo Madre de Dios y del mundo entero! ¿Cómo nos cambiaría la vida si le ofreciéramos a Dios lo poco que tenemos pero con amor?

3. SÉ ESO QUE ERES Y SÉLO BIEN

Esto decía san Francisco de Sales. Pero primero ¡tenemos que aceptar lo que somos! Mientras más tardemos en aceptarnos a nosotros mismos viviremos una vida que no es la que Dios quiere para nosotros.

Desperdiciamos lo que sí somos, lo que Dios sí nos da, lo que sí tenemos por pelearnos deseando otras cosas: no quiero ser la de los cinco panes, quiero tener 2000 sandwiches.

¿Cómo voy a ser mi mejor versión si ni siquiera estoy siendo yo? ¿Cuándo voy a saber lo que sueña Dios de mí si yo sueño con ser alguien que no soy?

4. NO PUEDO SERLO TODO

Creo que aceptar lo que no soy implica ser más responsable en lo que sí soy. Es decir, dejar de dar vueltas sobre todas esas ilusiones y poner los pies en la tierra: «En esto soy buena, esto sí puedo hacerlo y lo haré fructificar».

Piensa en este momento: ¿Qué sí te gusta, qué sí sabes hacer, qué si te sale bien, dónde sí escuchas tú a Dios? Preguntárnoslo nos ayuda a empezar ese camino de ser quien Dios nos hizo.

Será desenterrar mis talentos —aunque no sean todos los que yo quisiera, aunque me dé miedo fallar— y sacarlos a la luz. «Ustedes son la luz del mundo… Nadie enciende una lámpara para taparla con un cajón, la ponen más bien sobre un candelero, y alumbra a todos los que están en la casa. Hagan, pues, que brille su luz ante los hombres, que vean estas buenas obras, y por ello den gloria al Padre de ustedes que está en los Cielos».

5. NO DESEES SER ALGUIEN MÁS

«Comprendí que si todas las flores quisieran ser rosas, la naturaleza perdería su gala primaveral y los campos ya no se verían esmaltados de florecillas… La perfección consiste en hacer su voluntad, en ser lo que Él quiere que seamos», contaba Teresita del Niño Jesús.

Quitémonos las máscaras que nos hacen ver como lo que no somos. Si yo me acepto buena en algo me tendré que aceptar mala en otra cosa: tal vez soy muy buena para las ciencias, pero no para los deportes.

Tal vez soy introvertida o extrovertida. ¡Nada es mejor o peor! Pero solo así podré darme cuenta cómo soy sin cambiarme y aceptaré a otros como son sin querer cambiarlos.

¡Porque así es Dios! «Si todo el cuerpo fuera ojo ¿dónde quedaría el oído? Y si fuera todo oído ¿dónde el olfato? Dios puso cada uno de los miembros en el cuerpo según su voluntad» (1 Corintios).

¡Aceptarme, ser quien soy y serlo bien, es dar gloria a Dios como solo yo puedo hacerlo!

Escrito por Sandra Estrada

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