«Recemos para que el Señor nos dé la gracia de vivir en plena fraternidad con los hermanos y hermanas de otra religión, y no andar peleando».
Y al verlo fue inevitable que
pensara en lo que había presenciado hace unos días, cuando escribí otro
artículo recomendando la canción «Amén», de la familia Montaner.
Cuando empecé a leer los
comentarios no podía creer el descontento que reinaba en el 80% de las
conversaciones. Mucha gente se sentía ofendida, disgustada, enojada,
verdaderamente molesta y enfurecida porque había recomendado una canción de
nuestros «hermanos separados».
¿Hermanos
separados?
Me pregunto
qué pensará Dios de este concepto, de esta frase tan usada que nos inventamos,
de estas dos palabras que molestan a tantos en las conversaciones.
Se nos olvida que todos somos
hijos del mismo Padre, todos merecemos su amor y lo más importante aún, todos
necesitamos su perdón.
¿DÓNDE ESTÁ LA CARIDAD DE LA QUE TANTO HABLAMOS LOS
CATÓLICOS?
Me duele la reacción de
algunos católicos cuando se habla de otras religiones. «Esa
canción es horrible porque viene de hermanos separados», «yo eso no lo escucho
porque es de una secta», «me quedo con las alabanzas de mi iglesia y rechazo
estas canciones que ofenden a mi Dios».
¿Acaso por miedo
o simple rechazo no prestamos la atención a esa letra? «Amén» no iba contra ninguna de
nuestras creencias, no insultaba a nadie y sigo pensando que es una canción
hermosa.
Dejando atrás este notable
pero no sorprendente acontecimiento, me pregunto: ¿dónde
está la caridad, el amor y la misericordia de la que tanto hablamos?, ¿dónde
queda lo más mínimo que es el respeto hacia la otra persona?
¿Por
qué nos empeñamos en insultar, agredir, rechazar y menospreciar al que no
piensa igual que nosotros?, ¿haría lo mismo
Jesús? Esta última
es la pregunta más importante: ¿lo haría Jesús?
Para mí este interrogante es
un salvavidas en muchas ocasiones, especialmente en las que nos llenamos de
rabia. ¿Cómo reaccionaría Jesús?, ¿qué le diría a
la otra persona?, ¿cómo la trataría?
RESPETO Y CARIDAD CON EL QUE PIENSA DISTINTO
Seguramente muchas personas
mientras me leen están moviendo la cabeza con desaprobación. Y quisiera plantear aquí un ejercicio: imaginemos
que vamos caminando por un puente y vemos a lo lejos a una persona que se
encuentra de pie, al borde.
Nos asalta el miedo, miramos
atrás, a la izquierda, a la derecha y confirmamos (para aumentar el pánico) que
estamos solos. No hay nadie más, solo esa persona con la intención de saltar y
quitarse la vida, y nosotros.
¿Qué hacemos? Lo primero que se le ocurriría
a cualquiera que goce de sentido común es caminar despacio y tratar de ayudar a
esa persona. ¡Pero un momento! Antes, como
soy católico, le tengo que hacer la pregunta del millón: ¿Disculpa, sé que estás ahí a punto de suicidarte, pero
me podrías decir si eres católico?
Es que si no lo eres, pues no
puedo ayudarte… La persona nos mira con la mejor mueca de sorpresa que se
puedan imaginar. «No, no soy católico». Entonces
¡perdió! Se puede tirar del puente, a mí no
me importa, lo siento mucho por él, rezaré por su alma en el camino y ya está.
Lo dejo morir porque no piensa
como yo, porque es un «hermano separado» y
porque no merece nada de mí. ¿Será que haríamos
eso?, ¿será que Dios le daría el empujoncito porque además antes era judío y
luego prefirió ser ateo?
¡No! Todos
merecemos respeto, todos merecemos perdón, amor, misericordia, todos cometemos
errores. No estoy diciendo aquí que
sigamos y apoyemos las creencias de las otras religiones, pero sí que tengamos
respeto, que pensemos que el otro también es hijo de Dios.
EN PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO
«La Iglesia
valora la acción de Dios en las otras religiones, sin olvidar que para
nosotros, la fuente de la dignidad humana y de la fraternidad, está en el
Evangelio de Jesucristo».
«Las
religiones, si no buscan caminos de paz, se niegan a sí mismas. Solo pueden
construir puentes, en el nombre de Aquel que no se cansa de unir el cielo y la
tierra.
Nuestras
diferencias no deben, por tanto, ponernos unos contra otros: el corazón de
los que creen de verdad nos exhorta a abrir, siempre y en todas partes, los
caminos de la comunión».
«Nosotros aquí,
juntos y en paz, creemos y esperamos en un mundo fraterno. Queremos hombres y
mujeres de diferentes religiones, dondequiera que se reúnan y creen armonía,
especialmente donde hay conflictos.
Nuestro
futuro es vivir juntos. Por eso debemos
liberarnos de las pesadas cargas de la desconfianza, el fundamentalismo y el
odio».
Esforcémonos por ser más
fraternos, más solidarios, más amorosos con nuestro prójimo, sin que esto
signifique nunca en ir en contra del evangelio.
«¿Eres de otra
religión? Vale, no pensamos igual, no comparto tus ideales. Pero no por eso voy
a ir en contra de lo que la Madre Iglesia me ha enseñado, no voy a dejar de
defender y creer en la Virgen, y no voy a dejar de respetarte y ayudarte si lo
necesitas».
Escrito por Nory Camargo
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