Catequesis del Papa Francisco, 16 de diciembre de 2020.
Por: Patricia Ynestroza | Fuente: Vatican News
El Papa Francisco siguiendo el tema de la
oración en sus catequesis, recordó que si al rezar no se recogen las alegrías y
los dolores, las esperanzas y las angustias de la humanidad, se convierte en
una actividad “decorativa”.
“Quien reza no deja nunca
el mundo a sus espaldas. Si la oración no recoge las alegrías y los dolores,
las esperanzas y las angustias de la humanidad, se convierte en una actividad
“decorativa”, intimista. Todos necesitamos interioridad: retirarnos en un
espacio y en un tiempo dedicado a nuestra relación con Dios. Pero esto no
quiere decir evadirse de la realidad”, así
dijo el Papa Francisco, en la catequesis, hablando sobre la oración.
En la oración, Dios “nos
toma, nos bendice, y después nos parte y nos da”, para el hambre de
todos. Por tanto, “todo cristiano está llamado a
convertirse, en las manos de Dios, en pan partido y compartido”. Además,
dijo el Papa que si se odia no se puede rezar; si se es indiferente no se puede
rezar. “La oración sólo se da en el espíritu del
amor. Los que no aman pretenden rezar, o creen que rezan, pero no rezan porque
les falta el espíritu, que es el amor”.
HOMBRES
Y MUJERES DE ORACIÓN
Los hombres y las mujeres de oración buscan la
soledad y el silencio, no para no ser molestados, señaló el Papa, sino para
escuchar mejor la voz de Dios. Para ello, a veces se retiran del mundo, en lo
secreto de la propia habitación, como recomienda Jesús mismo, pero, allá donde
estén, afirmó, tienen siempre abierta la puerta de su corazón: una puerta
abierta para los que rezan sin saber que rezan; para los que no rezan en
absoluto pero llevan dentro un grito sofocado, una invocación escondida; para
los que se han equivocado y han perdido el camino… “Cualquiera
puede llamar a la puerta de un orante y encontrar en él o en ella un corazón
compasivo, que reza sin excluir a nadie”.
Y es que como dijo el Santo Padre, en la soledad
se separa de todo y de todos para encontrar todo y a todos en Dios. Así, “el orante reza por el mundo entero, llevando sobre sus
hombros dolores y pecados. Reza por todos y por cada uno: es como si fuera una
“antena” de Dios en este mundo. En cada pobre que llama a la puerta, en cada
persona que ha perdido el sentido de las cosas, quien reza ve el rostro de
Cristo. El Catecismo escribe: «Interceder, pedir en favor de otro […] lo propio
de un corazón conforme a la misericordia de Dios. En el tiempo de la Iglesia,
la intercesión cristiana participa de la de Cristo: es la expresión de la
comunión de los santos» (n. 2635).
"A la oración le
importa el hombre. Simplemente el hombre. Quien no ama al hermano no reza
seriamente. En la Iglesia, quien conoce la tristeza o la alegría del otro va
más en profundidad de quien indaga los “sistemas máximos”. Por este motivo hay
una experiencia del humano en cada oración, porque las personas, aunque puedan
cometer errores, no deben ser nunca rechazadas o descartadas".
EL
CREYENTE REZA POR TODOS
El Pontífice en su catequesis recordó además que
cuando un creyente, movido por el Espíritu Santo, reza por los pecadores, no
hace selecciones, no emite juicios de condena: reza
por todos. Y reza también por sí mismo. En ese momento, dijo, sabe
que no es demasiado diferente de las personas por las que reza. Y afirmó que la
lección de la parábola del fariseo y del publicano es siempre viva y actual: nosotros, afirmó, no somos mejores que nadie, todos somos
hermanos en una comunidad de fragilidad, de sufrimientos y en el ser pecadores.
Por eso una oración que podemos dirigir a Dios es esta: “¡Señor, no es justo ante ti ningún viviente (cfr Sal 143,2), todos
somos deudores que tienen una cuenta pendiente; no hay ninguno que sea
impecable a tus ojos. Señor ten piedad de nosotros!”. El mundo va
adelante gracias a esta cadena de orantes que interceden, manifestó, y que son
en su mayoría desconocidos… ¡pero no para Dios! "Hay muchos cristianos
desconocidos que, en tiempo de persecución, han sabido repetir las palabras de
nuestro Señor: «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen»".
Porque como dijo el Papa el buen pastor
permanece fiel también delante de la constatación del pecado de la propia
gente: continúa siendo padre también cuando sus hijos se alejan y lo abandonan.
Persevera en el servicio de pastor también en relación con quien lo lleva a
ensuciarse las manos; no cierra el corazón delante de quien quizá lo ha hecho
sufrir, y la Iglesia, en todos sus
miembros, tiene la misión de practicar la oración de intercesión. En
particular, dijo por último Francisco, tiene el deber quien está en un
rol de responsabilidad: padres, educadores, ministros ordenados, superiores de
comunidad… "Como Abraham y Moisés, a veces
deben “defender” delante de Dios a las personas encomendadas a ellos. En
realidad, se trata de mirar con los ojos y el corazón de Dios, con su misma
invencible compasión y ternura. Todos somos hojas del mismo árbol: cada
desprendimiento nos recuerda la gran piedad que debemos nutrir, en la oración,
los unos por los otros".
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