El temor de Dios ¿Es miedo a Dios?
Por: Ángel Moreno de Buenafuente | Fuente:
La-oracion.com
LO QUE NO ES
Puede interpretarse que el temor de Dios es
miedo a Dios, pero ese sentimiento no responde a la revelación divina. “En esto se produjo una tempestad tan fuerte, que la
barca desaparecía entre las olas; él dormía. Se acercaron y lo despertaron
gritándole: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!» Él les dice: «¿Por qué tenéis
miedo, hombres de poca fe?» (Mt 8, 24-26)
LO QUE ES
Sobre todo: temor filial, que es el amor de
Dios: el alma se preocupa de no disgustar a Dios, amado
como Padre, de no ofenderlo en nada, de
“permanecer” y de crecer en la caridad” (cfr Jn 15, 4-7). “¡Qué deseables son tus moradas, | Señor del universo! Mi
alma se consume y anhela | los atrios del Señor, | mi corazón y mi carne |
retozan por el Dios vivo. Hasta el gorrión ha encontrado una casa; | la
golondrina, un nido | donde colocar sus polluelos: | tus altares, Señor del
universo, | Rey mío y Dios mío” (Sal 83, 2-4).
SANTA TERESA DE JESÚS
“En fin, nadie la puede
quitar la paz, porque ésta de sólo Dios depende. Y como a El nadie le puede
quitar, sólo temor de perderle puede dar pena, que todo lo demás de este mundo
es, en su opinión, como sino fuese, porque ni le hace ni le deshace para su
contento. (Fundaciones 5,7)
LOS PAPAS
“De este santo y justo
temor, conjugado en el alma con el amor a Dios, depende toda la práctica de las
virtudes cristianas, y especialmente de la humildad, de la templanza, de la
castidad, de la mortificación de los sentidos” (Juan
Pablo II).
“Este temor de Dios es
deseo de hacer el bien, de vivir en la verdad, de cumplir la voluntad de Dios” (Benedicto
XVI).
“Es el temor a alejarse de Dios, el temor de no ser felices,
el temor de errar el camino de felicidad que Él nos propone” (Papa Francisco).
SÚPLICA
Espíritu Santo, concédenos el don de Temor de
Dios por el que siempre nos mantengamos conscientes de nuestra fragilidad y
seguros de su misericordia.
Regalo del don de Temor de
Dios
“Así pues, el que crea
estar en pie, mire no caiga (1Co 10, 12).
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