El Papa Pío XI promulgó la encíclica “Quas Primas” hace ahora 95 años, en donde introdujo por primera vez la celebración de la festividad de Cristo Rey, aunque se estableció la celebración para el último domingo de octubre, posteriormente la fecha de su conmemoración fue cambiada.
La solemnidad Jesucristo Rey se introdujo por primera vez el 11 de
diciembre de 1925, hace ahora 95 años, a través de la promulgación de la
encíclica “Quas Primas”.
En un primer momento se estableció como fecha para su conmemoración el
último domingo de octubre, para que estuviera muy cercano a la festividad de
Todos los Santos que se celebra el 1 de noviembre.
Sin embargo tras el Concilio Vaticano II, en 1969 la festividad pasó a
llamarse Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo y a celebrarse el último
domingo del año litúrgico.
En la encíclica “Quas Primas” se
desarrolla la importancia de la costumbre generalizada y antigua de llamar “Rey” a Jesucristo, cómo está basado en el Antiguo
y Nuevo Testamento y en la Liturgia.
Además la encíclica recuerda los frutos que se derivan de la
conmemoración de la fiesta de Cristo Rey, tanto para la Iglesia porque “tributando estos honores a la soberanía real de
Jesucristo” se recordará que “la sociedad
perfecta instituida por Cristo, exige plena libertad e independencia del poder
civil; y que en el cumplimiento del oficio encomendado a ella por Dios, de
enseñar, regir y conducir a la eterna felicidad a cuantos pertenecen al Reino
de Cristo, no pueden depender del arbitrio de nadie”.
Mientras que para la sociedad, la celebración de esta fiesta “enseñará también a las naciones que el deber de adorar
públicamente y obedecer a Jesucristo no sólo obliga a los particulares, sino
también a los magistrados y gobernantes” y les traerá a la memoria “el pensamiento del juicio final”. De esta manera,
“su regia dignidad exige que la sociedad entera se
ajuste a los mandamientos divinos y a los principios cristianos”.
“Es necesario que Cristo reine en la inteligencia
del hombre, la cual, con perfecto acatamiento, ha de asentir firme y
constantemente a las verdades reveladas y a la doctrina de Cristo; es necesario
que reine en la voluntad, la cual ha de obedecer a las leyes y preceptos
divinos; es necesario que reine en el corazón, el cual, posponiendo los efectos
naturales, ha de amar a Dios sobre todas las cosas, y sólo a El estar unido; es
necesario que reine en el cuerpo y en sus miembros”, precisa la encíclica sobre el reino de Cristo en el hombre.
Redacción ACI Prensa
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