Es
lo que tiene -porque lo trae consigo necesariamente-, lo de organizarnos “como
si Dios no existiera”. Es el triste, inhumano y criminalmente famoso
Ut si Deus non daretur, del “siglo de las luces"; que, como primera
provisión, nos ha dejado a oscuras. ¡Esto sí es un apagón, y no lo de la Cañada
Real madrileña! Por poner un poner, y sin ánimo de menospreciar lo que pase
allí.
Y, como consecuencia obligada
y evidente, la degradación del hombre; porque este, sin Dios, está “fundido": no puede vivir como hombre; a oscuras, el
hombre no puede hacer prácticamente nada. Sin Dios, sin “su” Dios, está degradado aunque no lo quiera,
aunque no lo pretenda o ni siquiera lo reconozca: así
de roto está.
Este Occidente de nuestros
pecados, que ha sido un faro de civilización, de cultura, de religión y de
progreso; cultivado y moderno hasta no hace tantos años, ha renegado de sí
mismo. Y se ha vendido al NOM.
El precio que ha cobrado ha
sido convertirse en defensor de todo lo ajeno a él, excepto de lo que debería
ser su prioridad más absoluta: sus propios
ciudadanos, y sus valores más enraizados en su historia, que es lo que lo ha
hecho grande. No cabe otro diagnóstico fuera de este: ¡ha enloquecido!
De tal manera está tan fuera
de todo control, o tan pinchado de todo lo pinchable, o tan harto de sí mismo
-el dinero no lo es todo-, que ya ni se aguanta. No caben más posibilidades. Y
se ha metido en un proceso imparable de auto-eutanasia, en un suicidio
programado, día a día y sin retorno -ojalá me equivoque-, que no tiene otra
finalidad: es un despeñadero mortal… para nosotros; porque nunca es para ellos:
no conozco a ningún político que haya pedido la eutanasia para él.
De paso, se llevan por delante
todo lo que pueden. Y pueden mucho, la verdad. Especialmente en Europa, y en
este país, antes España.
La prueba del algodón: nos
matan cómo y cuándo quieren; corrompen a todo el que se les pone por delante:
igual les da el mundo judicial que los niños de infantil; mienten siempre, y
cada vez con mayor descaro, hipocresía e impunidad; nos roban: no solo a manos
llenas -que se les han quedado pequeñisimas en na’-, sino que hay que llenarse
los bolsillos, más las cuentas corrientes personales -sin contar
cónyuges, parejas, amiguetes, asesores, expertos, paniaguados, síndicos y demás
fruslerías-: todo se les hace poco…
Y encima, y para mayor
recochineo -se lo deben pasar de miedo a nuestra costa con este tema: no necesitan ver a los morancos para reirse-, ¡quieren
que, sí o sí, una y otra vez y siempre, les votemos! Y vamos nosotros e,
incomprensiblemente, ¡les votamos! Con lo
que más dinero p’al bolso; p’al suyo, claro; pues cobran hasta por cada voto
recibido.
¡Pa’ no echar gota,
oigan!
Lo penúltimo, ya saben, es lo
de la EUTANASIA. Así que, ojito que “van muy en serio". Estos rojelios y
asimilados solo sonríen a los batasunos y demás yerbas catalanas. Por tanto, y
nunca más pertinente: ¡que Dios nos coja
confesados! Es que, como no estemos en gracia de Dios, encima nos
desgracian por toda la Eternidad. ¡Sería la última
faena que nos hacen estos tíos… y con nuestro dinero!
Pero es perfectamente evitable
con la Confesión frecuente; y, en especial, con la última Confesión y
recibiendo la Unción de Enfermos y el Santo Viático: que
todo lo tiene previsto el Señor, a nuestro favor; aunque pinten bastos.
¡Absténganse
no-creyentes, rojelios o no! Se siente. Pero, “el que juega con fuego, se
quema": lo verán, fijo, si no se convierten. Aparte de que “sarna con gusto, no pica".
Estos políticos “nuestros” -nosotros los pagamos y los votamos, y viceversa-,
son tan “modernos” que, de una tacada, nos retrotraen más allá de la
prehistoria: ¡que ya es progreso, oigan!
Michener, en su saga novelada
de la historia de Sudáfrica, La Alianza -gran
historia, y desconocida para muchos de nosotros-, comienza
narrando una migración prehistórica por aquellas tierras. Cuando una
persona mayor o muy enferma, no podía seguir marchando, se la recostaba a la
sombra de algún buen árbol, se le dejaba agua y comida para varios días…, y los
demás proseguían la marcha: era inútil quedarse;
aparte que necesitaban seguir para llegar a tiempo al nuevo asentamiento.
Pero, eso sí: ¡no mataban a nadie de los suyos! Lo “dejaban” morir “a
solas", que no es lo mismo, ni de lejos. Tampoco tenían remedios
para hacer más. Y la persona que era tratada así, lo comprendía: sabía muy próximo su fin. Y se entregaba a la
muerte, cuando viniese… ¡Hasta estos respetaban la
vida desde el nacimiento hasta la muerte natural! Porque es lo
verdaderamente humano.
Ahora, la progrez sin Dios y,
por tanto, sin nada humano en su corazón, simple y directamente te mata. ¿Los motivos? Les sobran…, porque como no los hay…
Lo último en eutanasia que he leído es lo de una señora mayor, de una
residencia que, en uno de esos países europeos tan modernos y progresistas que
han incorporado la eutanasia a su acervo cultural y moral, manifestó que esto
del COVID era un tostón: que estaba aburrida, que
no podía salir ni estar con sus amigas como antes…
¡Para qué
quieres más, Juana! Los de alrededor, sin más dilación, le dijeron que si quería, le
quitaban el aburrimiento. Bueno, el aburrimiento y, ya de paso, todo lo demás.
Ella dijo que sí, supongo; y se la cargaron: ¡eutanasiada
“por aburrirse"! ¡Que ya es progrez, por su, y en grado sumo! Y por
hablar, claro.
¿Y los señores
obispos? Son tan
modernos y tan progres ellos también, están tan a partir un piñon y tan en
diálogo permanente y cercano con el mundo de hoy, ¡que
ni siquiera citan los Mandamientos de la Ley de Dios! Es que no hay que
ofender a nadie con “nuestras cosas". Ya,
ni recuerdan que son las de todos.
Porque son de Ley Natural
todos ellos; y, por tanto, rigen -están vigentes- para todos los hombres,
creyentes o no, rojelios o no, de la progrez o no. Y, por tanto, Dios nos
pedirá cuenta a todos; también a los anteriores. ¿Se
les habrá “olvidado", lo de los Mandamientos, a los señores obispos? Supongo.
¡Qué más da! ¡O
qué más les da! Solo conozco a uno que sí lo ha dicho y lo ha encarecido. Al menos -y no
es pequeño testimonio, al contrario: es enorme testimonio-,
ante todos sus sacerdotes en la Catedral Magistral: Eso era MATAR, y el 5º Mandamiento era NO MATARÁS: estaba
yo presente, aunque no soy de esa diócesis.
Una Iglesia Católica que, por
boca de sus jerarcas, enmudece y/o se pasa al lenguaje del mundo con razones de
mera conveniencia humana -a estos tipos de la eutanasia les van a conmover con
lo de que “los pacientes van a perder la confianza
y el aprecio por sus médicos"-, por muy dignos que sean pero sin
una sola palabra de vida y horizonte espiritual, intentando que calle hasta el
mismo Cristo… está tan moribunda como la persona que los prehistóricos
sudafricanos dejaron piadosamente recostada en un árbol, con comida y bebida
para unos pocos días… A no ser que Dios, que todo lo puede, haga algo realmente
providente.
Da la impresión de que la “nueva primavera de la nueva iglesia” ha sufrido
el embate inmisericorde de unas lluvias tan torrenciales -una auténtica DANA-
que ha arrasado hasta la buena simiente, y todo ha quedado reducido a un
perfecto erial improductivo por estéril.
Así estamos. Tendremos que
rezar, con el Salmo, bastante más; pues ya se ve que aún no es suficiente;
aunque sí cada vez más urgente y necesario.
Recemos: Estaban enfermos por sus maldades, por sus culpas eran
afligidos; aborrecían todos los manjares, y ya tocaban las puertas de la
muerte. Pero gritaron al Señor en su angustia, y los arrancó de la tribulación.
Envió su Palabra para curarlos, para salvarlos de la perdición. (Salmo 106/107).
¡Ven, Señor, no
tardes!
Aprovecho que hablo de los
señores Obispos para comunicaros, si no lo sabéis aún, que el arzobispo de
Sevilla, mons. Asenjo, ha pedido, en una carta espectacular por lo sobrenatural
de toda ella, que recemos por él: tiene una grave enfermedad en los ojos; de
hecho, de uno de ellos da la impresión de que ya lo ha perdido. Recemos, pues.
Dios es nuestro Padre. Monseñor Asenjo nos ha dicho que necesita nuestras
oraciones, así como nos encomienda él desde las suyas.
Y, ya puestos, no me resisto a
recoger otro testimonio -me lo manda un amigo, Jordi Picazo, que le hizo una
entrevista personal-: el de Pilar Rahola, personaje
sobradamente conocido por esta España también nuestra, que se declara
públicamente como no-católica. Dice: “Si
los políticos cumplieran los Diez Mandamientos, iríamos muy bien”. Y eso que no es “obispa",
por cierto. O, quizá, porque no lo es.
Ahí lo dejo.
José Luis
Aberasturi
No hay comentarios:
Publicar un comentario