La Virgen nunca necesitó otro consuelo que la fe...
Por: Ramón Rabre Jordá | Fuente: Tus preguntas
sobre los Santos
PREGUNTA:
La piedad popular le ha dado un lugar protagónico a la Virgen María, sobre todo en eventos trascendentales de
la vida de Cristo, la Resurrección no es la excepciòn. En muchos lugares para
la procesión de Resurrección se lleva a cabo un "encuentro"
de imágenes del Resucitado y la Virgen
María, se deja por un lado el hecho de que en el Evangelio se menciona que si
hubo una mujer que se encuentra con Cristo Resucitado, esta no fue otra sino
María Magdalena. ¿Fue realmente la Virgen María una
testigo de la Resurrección?
RESPUESTA:
Antes de contestarte, quiero dar gracias a P.
Ángel Luis Estecha por ayudarme a redactar este artículo. Como bien dices, la
única mujer, según los evangelios, testigo del Resucitado es Santa María
Magdalena (5 de mayo, Iglesia Oriental; 22 de julio; y Domingo de las
Miróforas). Y, sin embargo, la piedad popular y muchos místicos han querido una
supuesta aparición privada del Señor a su Madre, pero fuera de suposiciones y
deseos de que haya sucedido, nada lo afirma. Yo no afirmo ni niego que haya
sucedido, no estuve ahí, y me atengo a lo que los evangelios trasmiten.
Las apariciones del Resucitado son claras y
pocas: A María Magdalena, a Tomás, a los de Emaús,
y a los apóstoles en diversas ocasiones, en interiores o exteriores y,
finalmente, la del día de la Ascensión. Aunque, todo sea dicho, las
cartas apostólicas hablan de apariciones que no narran los evangelios: "se apareció a Cefas (...) a más de quinientos hermanos (...), se apareció a
Santiago, luego a todos los apóstoles (Cfr 1 Cor. 15, 5-7). Es decir,
que apariciones además de las narradas por los evangelistas hubo, pero no
fueron narradas con precisión por no considerarlas necesarias, a pesar de que
serían conocidas, puesto que los evangelios se escribieron ya comenzada la
predicación evangélica. Si estas apariciones no fueron tenidas como
importantes, es porque no aportarían nada a dicha predicación. Lo mismo
podríamos decir de una supuesta aparición a María: no
era, ni es, relevante para la fe. Y es que las apariciones del
Resucitado contienen un profundo mensaje teológico y pastoral para las
comunidades a las que se escribe para confirmarlas en la fe mediante el encuentro del Señor con aquellos que
antes dudaban, negaron o traicionaron.
Numerosos místicos han
hablado de esta aparición, sea por revelaciones privadas o porque les parecía
que así había tenido que ser. Una pequeña muestra:
- "apareció a la Virgen María, lo cual,
aunque no se diga en la Escritura, se tiene por dicho, en decir que
apareció a tantos otros; porque la Escritura supone que tenemos
entendimiento, como está escrito: ‘¿También vosotros estáis sin
entendimiento?'". San Ignacio de Loyola.
- "Ve el cuerpo del Hijo resucitado y
glorioso, despedidas ya todas las fealdades pasadas, vuelta la gracia de
aquellos ojos divinos y resucitada y acrecentada su primera hermosura.
(...) al que tuvo muerto en sus brazos, verle ahora resucitado ante sus
ojos. Tiénele, no le deja, abrázale y pídele que no se le vaya, entonces,
enmudecida de dolor, no sabía qué decir, ahora, enmudecida de alegría, no
puede hablar" Fray Luis de Granada.
- "Estando así prevenida María
Santísima, entró Cristo nuestro Salvador resucitado y glorioso, acompañado
de todos los Santos y Patriarcas. Postróse en tierra la siempre humilde
Reina, y adoro á su Hijo santisimo; y su Majestad la levantó y llegó á si
mismo..." Madre Ágreda.
- "díjome entre otras cosas (Cristo) que
en resucitando había visto a nuestra Señora, porque estaba ya con gran
necesidad, que la pena la tenía tan absorta y traspasada, que aún no
tornaba luego en sí para gozar de aquel gozo (por aquí entendí es
otro mi traspasamiento, bien diferente; mas ¡cuál
debía ser el de la Virgen!); y que había
estado mucho con ella; porque había sido menester hasta consolarla.".
Santa Teresa de Jesús.
Los defensores modernos de una supuesta
aparición del Señor a su Madre la tienen complicada a la hora de justificar
dicha aparición. Afirman que no están en los evangelios porque la finalidad de
estos relatos de las apariciones del Señor Resucitado, es apologética y solo
están las apariciones importantes. Habría que contestar a esto que si ni
siquiera está de pasada no era entonces una revelación importante. Ni necesaria
para la fe de la Iglesia, ni el alma de María en particular. Entonces no
sucedió, Dios no hace cosas que no redunden en su gloria y honor o el bien de
las almas.
Para justificar dicha aparición, concluyen que
sería por consolarla, o por premiar su fe y permanencia... pero sólo el
sentimiento de haya sido así ("ay, es tan
bonito pensarlo") sostienen estos argumentos.
"Es cosa comúnmente admitida que Jesús se
apareció después de la Resurrección. en primer término y por separado, a su
Madre. En primer término, porque ella lo merecía en una medida especial,
por haber permanecido al pie de la cruz martirizadora;
por separado, puesto que esta aparición tenía una razón de ser muy distinta de
la de las otras mujeres y discípulos. A los discípulos había que volverlos a ganar
para la fe. María en cambio había de ser recompensada por ella". F.M
Willam.
Muy bonito, pero si leemos en el Evangelio,
constataremos que este tipo de consuelos no existe y que las apariciones del
Resucitado son para premiar nada. Se aparece el Señor a gente que se lamenta
(María Magdalena), que no cree (Tomás), que tiene cerrado el corazón (los de
Emaús), o que persigue cristianos (Pablo). O sea, que son experiencias
trastocadoras, inesperadas y transformantes. Nada que ver con una aparición
sentimental; diríamos que Dios no gasta en vano sus revelaciones.
En cuanto a los sustentos históricos, nos dicen
algunos que, como no narran los evangelios que la Virgen no estaba en la
sepultura de Cristo, ni con las mujeres, el domingo por la mañana, hay que suponer
que es porque sabía que iba a resucitar. Primero,
por este mismo conocer, se podría haber quedado en casita, en lugar de padecer
junto a la Cruz. Segundo, suponiendo que lo haya
sabido, tampoco prueba que el Señor se le haya aparecido; todo lo contrario,
teniendo en cuenta que las apariciones son a gente sin fe.
Luego nos dicen que otra razón por la que esta
aparición (recuerdo, supuesta aparición) no fue consignada es porque el
testimonio de María no habría sido válido por ser alguien cercano y parte
comprometida con el "caso Jesús" y
por tanto, un testigo de quien dudar.
"... si los autores
del Nuevo Testamento no hablan del encuentro de Jesús resucitado con su madre,
tal vez se debe atribuir al hecho de que los que negaban la resurrección del
Señor podrían haber considerado ese testimonio demasiado interesado y, por
consiguiente, no digno de fe". S.
Juan Pablo II.
Pero olvidan los que conjeturan esto que todos
los testigos de las apariciones son gente implicada directamente con Jesús,
precisamente a los que convendría falsear apariciones y cuyo testimonio no
sería tampoco válido entre los detractores de la Resurrección. Si se admiten
estos testimonios, ¿qué mejor que narrar un
testimonio de su madre? Los
evangelistas narran lo que sucedió, ni más ni menos. Lo más sano de pensar es
que, si no cuentan ni por asomo esta aparición a María, es que no pasó.
Los argumentos teológicos dicen que, estando la
Madre de Dios íntimamente asociada a su Hijo en la Encarnación, Pasión y
Muerte, lo estaría también en la Resurrección. No dudo yo de esa asociación,
pero... ¿prueba esto que haya habido una aparición?
No, por cierto. Podemos rebatirlo con que la plena asociación de María a
la Resurrección de Cristo, se da en su Asunción gloriosa. Es ahí donde se da el
verdadero encuentro entre dos almas glorificadas, donde María muestra lo que
seremos nosotros mismos en Cristo, donde María representa a la Iglesia
glorificada en Cristo y en ella misma.
Salvo que los que apoyan esta aparición quieran
que así haya sido, no hay más apoyo que darle. Yo prefiero la opinión del gran José
Luis Martín Descalzo:
"He de confesar que me
parece más coherente con el Evangelio que no existiera tal aparición especial.
Jesús ya había resucitado en María sin necesidad de aparición alguna, y ella no
tuvo nunca ni necesitó otro consuelo que la fe. (...) En realidad, el verdadero
premio para María era demostrarle que ella no necesitaba apariciones para
creer".
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