A pesar de estar teóricamente abolida, todavía existe la esclavitud y se encuentra mucho más cerca de nosotros de lo que pensamos.
Por: Margarita García | Fuente: Revista Misión
http://revistamision.com
A pesar de estar teóricamente abolida, todavía
existe la esclavitud y se encuentra mucho más cerca de nosotros de lo que
pensamos. Millones de personas son instrumentalizadas a diario a través de
redes de prostitución y tráfico de personas, u otras formas de explotación,
para satisfacer intereses particulares.
A Fabiola, una joven ecuatoriana que
atravesaba dificultades en su país, le propusieron trabajar en España al
cuidado de un bebé. Pero cuando llegó aquí comprobó que todo era mentira: “Me encontré con que además de cuidar de un bebé, me
obligaban a vender en las calles y a realizar las labores de la casa. Trabajaba
más o menos 16 horas diarias sin descanso y sin remuneración alguna. En algunas
ocasiones incluso tuve que dormir en una furgoneta”. Como ella, Bianca
también buscaba una vida mejor y por eso llegó a España creyendo que iba a
trabajar en un bar de copas en Madrid. Pero la realidad resultó ser muy
distinta: “Un club de carretera en mitad del campo,
a las afueras de un pueblo de donde no me podía mover, y me obligaron a
prostituirme”.
“¿DÓNDE
ESTÁ TU HERMANO ESCLAVO?”
Estas dos mujeres –ambas con nombres ficticios para proteger sus identidades–
ponen voz y rostro a algunas de las formas de esclavitud actuales. Una triste
realidad que precisamente el Papa Francisco denunciaba en su exhortación
Evangelii gaudium (n. 211): “Quisiera que se
escuchara el grito de Dios preguntándonos a todos: ‘¿Dónde está tu hermano?’ (Gn
4, 9). ¿Dónde está tu hermano esclavo? ¿Dónde está
ese que estás matando cada día en el taller clandestino, en la red de
prostitución, en los niños que utilizas para mendicidad, en aquel que tiene que
trabajar a escondidas porque no ha sido formalizado? No nos hagamos los
distraídos. Hay mucho de complicidad. ¡La pregunta es para todos! En nuestras
ciudades está instalado este crimen mafioso y aberrante, y muchos tienen las
manos preñadas de sangre debido a la complicidad cómoda y muda”.
A esta pregunta responde, por ejemplo Proyecto Esperanza, una iniciativa de la
congregación de Religiosas Adoratrices que atiende, con un programa de apoyo
integral, a mujeres víctimas de la trata y explotación. En concreto, desde su
inicio en 1999, han asistido a 783 mujeres inmigrantes de 22 nacionalidades
como Fabiola y Bianca, que generosamente han prestado su testimonio a Misión.
Ellas han sido esclavas en pleno siglo XXI y, como ellas, millones de seres
humanos sufren esclavitud, explotación y degradación.
Y así lo hace saber Liberata, una asociación
española que ha puesto a trabajar a hombres y mujeres en la lucha contra la
trata de personas porque, como ellos mismos cuentan, “los
esclavos hoy son más baratos que nunca. Se venden bebés por 45 euros en Ghana,
se alquilan niños para mendigar en Tailandia y en España se esclavizan personas
que realizan tareas agrícolas 10 horas al día, 6 días a la semana, por 30
euros”.
ESCLAVOS
EN EL SIGLO XXI
Pero además de esas, hoy en día existen otras
formas de esclavitud, no menos peligrosas aunque sí más sutiles, que esconden
una mirada deshumanizada hacia la persona, una mirada que ha considerado al ser
humano un medio para lograr determinados beneficios e intereses. Por ejemplo,
la industria surgida en torno a la reproducción humana que incluye prácticas
como las técnicas de reproducción artificial (TRA) o la gestación subrogada, y
no tiene tapujos para promover el aborto con tal de alcanzar sus objetivos. A
este respecto, el catedrático y profesor de Filosofía del Derecho en la
Universidad de Sevilla, Francisco José Contreras, explica en un artículo sobre
la industria de los vientres de alquiler que la mercantilización de la
reproducción conlleva una lógica comercial que incluye la soberanía del
consumidor y el “control de calidad” que
convierte al niño en mera mercancía.
La propuesta de la Asamblea de Madrid que
sugiere al Gobierno la regulación de la maternidad subrogada, siempre que no
haya transacción económica ni comercial entre los padres biológicos y la madre
gestante, ha abierto el debate en nuestro país y, para una parte de la
población, la argumentación ha quedado reducida a la frase con la que el
magnate francés cofundador de la firma Yves Saint Laurent, Pierre Bergé,
defendía la causa en la red social Twitter: “¿Qué
diferencia hay entre alquilar tus brazos para trabajar en una fábrica o
alquilar tu vientre para gestar un niño para otra persona?”. La
respuesta del profesor Contreras es clara: “Hay una
gran diferencia entre alquilar servicios en una fábrica y alquilar el propio
cuerpo (órganos o funciones reproductivas). No tenemos cuerpo, sino que somos
un cuerpo, con una dignidad incompatible con la mercantilización”. Por
tanto, lo que hace el argumento de la mujer libre que alquila su vientre es
reducirla a un mero recipiente y convertir en objeto de mercado algo tan
valioso como la maternidad. Así lo reconoce el informe sobre maternidad
subrogada Vientres de alquiler elaborado, entre otras entidades, por Women of
the World, y presentado ante la ONU que, además, evidencia que esta práctica “en muchos casos, va unida a las redes de prostitución y
el tráfico de personas en todo el mundo, y supone la explotación de mujeres
pobres para satisfacer el capricho o el deseo de los ricos”, señala la
representante de WoW Platform, M.ª Alejandra Gómez.
Nuestro mundo ha cosificado al ser humano y
mercadea con él a cualquier escala, porque ¿no es
también una forma de cosificación la situación que viven miles de ancianos,
obligados a pasar sus últimos días en residencias porque, según criterios de
productividad, son personas que ya no tienen nada que aportar a la sociedad? O
el llamado “estado de bienestar”, que
cuantifica la calidad de la vida humana no por su dignidad innata, sino por su
bienestar medido solo en parámetros de economía, de salud o educación, pero no
de humanidad. O la mujer cuyo cuerpo es utilizado como reclamo publicitario
para la venta de un producto o servicio.
MERCANTILIZACIÓN
Y COSIFICACIÓN DE LA PERSONA
En ese sentido, el profesor de antropología en
la Universidad Francisco de Vitoria, Ángel Sánchez-Palencia, explica a Misión
cómo es posible haber llegado hasta este punto. Afirma que se debe a un proceso
que comenzó con la “gestación de un nuevo paradigma
de las relaciones humanas” en el siglo XIV, en el que, con el desarrollo
de la técnica, la naturaleza pasó a ser un objeto que el hombre debía dominar
para utilizar en provecho propio. Y ahí se incluyó también al propio ser
humano. “Esto explica, por ejemplo, el auge de
prácticas como la eutanasia, porque, ¿qué produce y cuál es la eficacia de una
persona de 80 años?”. En definitiva, es la cosificación y
mercantilización en términos de producción de la persona.
Sin embargo, el trabajo, según afirma
Sánchez-Palencia, “no es solo una fuerza
productiva, sino que tiene una dimensión de desarrollo de la creatividad
personal y de contribución al bien común que debería ser el principal fin de
toda empresa, no únicamente el logro de beneficios”. Desafortunadamente,
un ideal de dominio y de producción de la persona se encuentra,
lamentablemente, de manera mucho más frecuente de lo que debiera en nuestra
sociedad.
Asimismo, el profesor añade que el hombre, al
perder la mirada trascendente, se agarra a “las
seguridades inmanentes que dan el dominio de las cosas y de las personas”.
Y, al olvidar la fe y reducir el intelecto a una razón cientista, la autoridad
sobre la verdad y el bien quedan en manos de la ciencia y de las leyes. “Olvidarse de Dios es el olvido del ser, en definitiva y,
como decía Max Scheler,‘nunca antes como ahora ha llegado a ser el hombre un
problema para sí mismo”. Sin embargo, aún hay esperanza, siempre que
haya un cambio. “Occidente no se va a transformar
con argumentos, sino ofreciendo esperanza vivida, amor incondicional,
comprensión universal… que es lo que, de hecho, ha sostenido a España durante
la crisis”, recuerda Sánchez-Palencia. “Habría
que volver a las raíces nutricias de nuestra cultura occidental, que son las
que la han hecho grande: la fe bíblica, el intelecto griego y el genio jurídico
organizativo romano; y el encuentro de todo esto es Europa”.
Se trata de un gran cambio de dirección que
pasaría por educar y formar a las nuevas generaciones en la dignidad profunda
del hombre. Por eso, conviene recordar testimonios como el de santa Josefina
Bakhita, una mujer que fue víctima de la trata, vendida como esclava y
explotada, pero, en su encuentro con Cristo, bendijo a Dios por sus heridas,
que la habían llevado hasta Él y a cuyos maltratadores pudo amar y perdonar.
Porque entendió que la dignidad no se la dio o quitó el trabajo que le forzaron
a desarrollar, sino que se encontraba inscrita en ella por el mero hecho de ser
persona.
“NO ESCLAVOS SINO HERMANOS”
El Papa Francisco dedicó su mensaje para la
celebración de la Jornada Mundial de la Paz, del 1 de enero de 2015, a
recordarnos que somos hermanos y no esclavos. Aseguraba entonces que, a pesar
de que la comunidad internacional ha adoptado acuerdos para terminar con la
esclavitud, “todavía hay millones de personas
–niños, hombres y mujeres de todas las edades– privados de su libertad y
obligados a vivir en condiciones similares a la esclavitud”. A la vez,
apuntaba a las causas de este gran mal de nuestro tiempo: “Hoy como ayer, en la raíz de la esclavitud se encuentra
una concepción de la persona que admite el que pueda ser tratada como un
objeto. Cuando el pecado corrompe el corazón humano, y lo aleja de su Creador y
de sus semejantes, estos ya no se ven como seres de la misma dignidad, como
hermanos y hermanas en la humanidad, sino como objetos. La persona, creada a
imagen y semejanza de Dios, queda privada de la libertad, mercantilizada,
reducida a ser propiedad de otro, con la fuerza, el engaño o la constricción
física o psicológica; es tratada como un medio y no como un fin”.
EL
AMARGO SABOR DE LA ESCLAVITUD
Brasil es la octava potencia económica mundial y
el mayor productor de café del mundo. Sin embargo, su economía se sustenta, en
parte, en mano de obra esclava e infantil en sus plantaciones. Grandes
multinacionales, que controlan en 40 por ciento de las ventas mundiales de
café, sabían de estas prácticas y no hicieron nada por remediarlas. Estas
dramáticas conclusiones se desprenden del estudio Café Amargo realizado por la
ONG Danwatch que, junto con otros muchos estudios realizados por diversas asociaciones
y ONG, apuntan a que, al menos en quince plantaciones de café en este país,
existe actualmente el trabajo forzado, extenuante y en condiciones degradantes
que, además, se acentúan por las deudas contraídas por los trabajadores que los
llevan a situaciones de servidumbre. O, lo que es lo mismo, a condiciones de
esclavitud moderna. Sin embargo, en 1995, Brasil fue el primer país del mundo
en reconocer la existencia de trabajo esclavo dentro de sus fronteras y comenzó
a ponerle remedio. Entre 1996 y 2014, cerca de 49.000 personas fueron liberadas
de las condiciones de trabajo esclavo. Por eso, aunque aún queda mucho camino
por delante, Brasil es un ejemplo que otros países tendrán que seguir para
modificar las prácticas de quienes se aprovechan de las situaciones de
necesidad de otras personas.
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