Es bien cierto que la Sagrada Escritura dice lo que dice pero no es menos cierto que, muchas veces (sobre todo si se refiere a acontecimientos a los que hay que darles una comprensión) debemos tratar de entender a qué se refiere.
Eso
pasa con el Apocalipsis que no es, precisamente, un texto bíblico que se comprenda, así, a la
primera.
Resulta
que, en un momento determinado, San Juan escribe que ha visto a un número
concreto de almas: 144.000 y,
luego, a una muchedumbre que sobrepasa tal número y que, digamos,
van a presentarse ante Dios. Y lo dice así:
“Después miré y
había una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas,
pueblos y lenguas, de pie delante del trono y el Cordero, vestidos con
vestiduras blancas y con palmas en sus manos”
Es
cierto esto y no podemos negar que eso es lo que ahí pone. Y nosotros, traído tal texto al tema de los Santos, es bien
cierto que podemos deducir dos cosas:
1.
Hay un grupo que son, digamos, los que han sido reconocidos como
Santos y que equivaldría a lo que se entiende por Santos “de proceso” y
que son aquellos que han seguido el mismo para ser reconocidos como tales.
2.
Hay otro grupo, mucho más inmenso, que son los Santos “de facto” porque, aún no
habiéndoseles reconocido, digamos, de forma oficial o procesal por parte de la
Iglesia Católica que lo son, ha tenido a bien Dios, tras el Juicio
Particular de cada fallecido, así considerarlos y los ha querido, como se
diría en palabras antiguas y sabias, cabe sí, a su lado.
También
es verdad que la referencia a que aquellas almas llevaban “palmas en sus manos” puede entenderse a que han
pasado por el martirio y por eso las llevan y allí están por propios
méritos pero, digamos, que entendemos que tales almas, las
que no forman parte de los 144.000 (número,
además, muy explicable en la Biblia…) son aquellas que están en el Cielo por sí
mismas sin ningún añadido procesal…
Es
bien cierto que a tales almas no se les ha podido demostrar milagro alguno hecho a favor de alguien del mundo pero, de todas formas, ¿quiénes somos nosotros para decir que no deben estar en el Cielo si Dios
así lo ha querido?
En
todo caso, los méritos para alcanzar el definitivo Reino de Dios, llamada vida eterna o Cielo,
está, por decirlo así, al alcance de cualquiera. ¡Sí, de
cualquiera! (1)
Cuando
decimos esto último quizá estamos poniendo el listón muy bajo y es que, en realidad, Dios mismo lo ha puesto ahí, a la altura de
nuestras propias posibilidades y al ejercicio de los dones y gracias que nos
entrega, porque quiere, Quien todo lo ha hecho y mantiene.
De
todas formas, somos nosotros mismos los que subimos el citado listón y, a veces, no somos capaces de saltar lo suficiente como para alcanzar
el Cielo. Y ahí nada tiene que ver Dios sino el cómo somos y el cómo actuamos
en nuestra vida.
Es
cierto que eso pasa. Pero también es cierto que puede
pasar lo contrario y, como atestigua San Juan, debe pasar más de lo que
creemos porque la multitud de almas que ve el evangelista dista mucho de creer
que sean pocas las personas que no lleven una vida acorde con la Voluntad de
Dios por mucho que nosotros, mirándonos al corazón, creamos que eso no puede
ser…
Nosotros
creemos (con franqueza)que la santidad no es imposible. Es decir, que tenemos la
posibilidad de ser santos aunque no haya proceso de por medio… Y eso es, sí,
cosa de cada uno de nosotros porque Dios así lo ha querido y así lo quiere.
Ciertamente,
tenemos unas pautas que seguir, unos Mandamientos y unas Bienaventuranzas, una
doctrina y unos principios y valores. Y esto ya lo hemos dicho en muchas ocasiones porque, en realidad, es lo que
hay y es a lo que debemos dedicarnos. Y es que no es poca cosa que nos
espere la santidad, aunque sea sin proceso alguno. Y, de todas
formas, no debe ser nada malo subir al Cielo por las escaleras aunque no sea
por el ascensor…
NOTA
(1) Cuando decimos de “cualquiera” no deberíamos
entender lo que no se puede entender. Y es que el que esto escribe escuchó, en
una homilía del domingo 1 de noviembre, en el que estaba incluida para tal día
el texto del Apocalipsis que aquí hemos traído, que el sacerdote se refirió a
que también estaban incluidas en la situación a la que se refiere San Juan, al
respecto de las de “toda nación, razas, pueblos y lenguas” también las de
“toda religión”. Eso, en realidad, es un añadido que sobra pues no se dice eso.
Y, como estamos seguros de que quería aplicar el documento papal de título “Fratelli
tutti”, pues debemos decir que una cosa es una cosa y otra es otra y que
no, no están incluidas en texto bíblico a todas las personas de toda religión
sino, y eso lo tenemos más que claro (aunque Dios puede hacer lo que bien le
parezca, faltaría más), a las que aceptan a Jesucristo como el Mesías y Dios
hecho hombre.
Y es que, como
se diría popularmente, el que calla, otorga y no va a ser este el caso…
Eleuterio Fernández Guzmán
No hay comentarios:
Publicar un comentario