En estos momentos elevo mis oraciones por supuesto por las víctimas del terrorismo, pero también por los verdugos canallas, para que Dios les ilumine y logren dejar de ser hijos de las tinieblas.
Las recientes
desafortunadísimas declaraciones del párroco de Lemona me han servido para
recordar las múltiples declaraciones de nuestra Conferencia Episcopal y de
multitud de Obispos contra ETA. Entre estas
declaraciones subrayaría la Instrucción Pastoral de nuestra Conferencia
Episcopal titulada «Valoración Moral del Terrorismo
en España, de sus causas y de sus consecuencias» del año 2002. Yo mismo,
mi primer artículo periodístico lo publiqué en el periódico local La Rioja el 14 de julio de 1997 con el
título arriba citado y decía así:
«Alguien dijo en
cierta ocasión que uno de los mayores éxitos del demonio está en convencernos
de que no existe. Y sin embargo las referencias de Jesús a Satanás son
constantes, sin contar las veces que nos habla de «los hijos de las tinieblas».
Pero es
sobre todo la realidad de cada día, la que en ocasiones nos muestra, a poco que
nos demos cuenta de lo que pasa, de su realidad.
Suelo hacer a fin de curso un
viaje por Europa con mis alumnos del instituto. Este año hemos visitado, entre
otros puntos, el campo de concentración de Mathausen, donde bastante más de
cien mil personas y entre ellos seis mil quinientos cinco republicanos
españoles encontraron la muerte. Recuerdo que, especialmente en mi primera visita
a ese campo, tuve la sensación de que aquello había sido el reino del poder de las tinieblas, del espíritu del
mal; en pocas palabras, del demonio.
En esta ocasión, nos pusieron una película donde una frase me llamó
especialmente la atención. Decía más o menos, que muchos de los guardianes de
aquellos campos, muchos de los torturadores, llevaban una vida familiar normal,
querían a su familia y trataban con cariño a sus animales domésticos. Viendo el
zulo de Ortega Lara, la asociación con Mathausen viene espontáneamente, aunque
creo que lo del zulo es todavía peor, y uno no puede por menos de pensar que la
esposa de uno de los secuestradores torturadores no tenía ni idea de lo que
hacía su marido. Tras el zulo y el asesinato de Miguel Ángel Blanco muchos nos
están diciendo: lo sucedido es peor que inhumano.
Efectivamente, es sencillamente diabólico.
¿Qué podemos hacer
frente a lo demoníaco? En primer lugar nuestra fe nos dice que Jesús ha vencido al pecado y a
la muerte, con su Pasión, Muerte y Resurrección, que el demonio existe, pero
que es como un perro encadenado y que no nos puede dañar si procuramos no
ponernos a tiro de sus mordeduras, porque como Jesús nos dice: «No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, que el alma
no pueden matarla» (Mt 10,28), y que por ejemplo en lo sucedido en los
campos de concentración nazis, los verdaderos vencedores no fueron los nazis,
sino sus víctimas que conservaron su dignidad humana hasta el final, como hoy
honramos a San Maximiliano Kolbe y tantos otros. Es preferible ser víctima que
verdugo y creo que se puede decir que ETA y Herri Batasuna no son sólo
organizaciones criminales, sino realmente diabólicas.
¿Qué suerte espera a
los etarras? Humanamente
espero que la fuerza de la ley triunfe sobre ellos. Pero recuerdo, me decía una
persona que tenía bastante trato por motivos profesionales con los abogados
etarras, que a éstos no les gustaba nada que les mencionasen la muerte y el
juicio de Dios tras ella. Una de las cosas más claras que tengo es que Dios va
a hacer con nosotros todas las trampas que pueda, menos cargarse nuestra
libertad, para llevarnos al cielo. Cristo no murió sólo por nosotros, sino
también por los etarras, pero exige el arrepentimiento sincero; de la justicia
humana uno puede escaparse, pero no de la justicia divina. Por ello en estos
momentos elevo mis oraciones por supuesto por las víctimas del terrorismo, pero
también por los verdugos canallas, para que Dios les ilumine y logren dejar de
ser hijos de las tinieblas. San Esteban y el
cómplice en su asesinato San Pablo comparten hoy la gloria eterna. Ojalá suceda
lo mismo con los criminales que han hecho estremecerse de horror a las personas
normales».
Pedro Trevijano
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