Te compartimos un video conmovedor en el que un niño con dislexia, del que se habían burlado en el colegio, tiene una conversación reveladora con su director, que le cambia totalmente la perspectiva de su dificultad.
Esta simple escena, además de
ser inspiradora, contiene muchos elementos que pueden servirnos para
reflexionar sobre nuestras propias vidas.
Centremos
la reflexión en tres puntos que pueden resultar muy enriquecedores: la experiencia del niño, la actitud del director y
la fragilidad humana.
Finalmente, veamos qué puede
decir todo a nuestra vida cristiana luego de ver el video completo.
TRISTEZA POR EL HECHO DE SER FRÁGIL
El niño, con dificultades para
leer y escribir, confiesa a su director que se siente diferente a los demás y
que no le gusta ser como es.
No resulta extraña su
experiencia, pues enfrenta mayores problemas diariamente y, además, padece
experiencias sociales difíciles como las burlas de los demás.
Pensemos ahora en cualquier
experiencia personal de fragilidad física, intelectual o moral. ¿No nos surge, acaso, molestia, vergüenza, incomprensión, soledad, ganas
de ser algún otro y no uno mismo?
Esa experiencia brota porque
los hechos atentan directamente contra nuestra necesidad de ser valiosos y
de encontrar un sentido a las cosas.
Pensamos ¿quién me podría querer siendo así? o ¿qué sentido puede tener este mal? Luego, cabe la pregunta:
UN MAESTRO COMPASIVO Y COMPRENSIVO
¿Existe alguna
manera de encontrar la paz y la alegría en medio de nuestra fragilidad?
Luego de invitarlo a sentarse,
el director le pregunta primeramente al alumno cómo se siente y qué está
viviendo con su problema.
Tras mostrarse compasivo y
comprensivo con el dolor del otro, la autoridad máxima de la institución se
muestra frágil ante el niño, sin temor a perder valor ni autoridad porque
reconoce que en ese gesto se esconde lo que el pequeño necesita: sentirse acompañado, identificado y con esperanza.
De alguna manera se despoja de
su estatus y le confiesa que él también tiene dislexia. Pasa aquí algo
semejante a lo que decía C.S. Lewis: «La amistad
nace en el momento en el que una persona le dice a la otra: ¿Qué? ¿Tú también ?
Pensé que era el único».
Y es que cuando uno descubre
que la fragilidad no es impedimento para vivir el amor sino que, por el
contrario, es una oportunidad privilegiada para encontrarlo, esta deja de
amenazar nuestro valor y se reviste de sentido.
La bondad del director hace
pensar, también, en aquellas palabras de Jesús cuando dice que si los hombres,
siendo pecadores, podemos ser así de compasivos, ¡cuánto
más nuestro Padre que está en el cielo dará cosas buenas a quienes se las
pidan! (Mt 7,11).
LA FRAGILIDAD NOS HACE CAPACES DE DIOS
Nuestra fragilidad muchas veces
nos hace sentir incapaces de Dios y eso genera vergüenza, miedo, soledad y
tensión. Pero cuando descubrimos el verdadero rostro de Dios, que es amor y que
nos amó primero (1 Jn 4, 19-21) siendo nosotros pecadores (Rom 5, 8), entonces
nos sorprende la alegría de saber que ese amor nos antecede, está garantizado y
es la fuente y el impulso que nos lleva a ser mejores.
Así como el director le
explica al niño que la dislexia para él ha sido un regalo en su vida, así un
cristiano puede decir con san Pablo que se gloria en sus debilidades
porque ahí se manifiesta el poder inquebrantable de Dios (2 Cor 12, 9).
¿Cómo se podría
transformar nuestra vida si la interpretáramos constantemente a la luz de la
fe? Definitivamente,
no dejaríamos de ser siempre frágiles y débiles, pero nos consideraríamos antes
que nada amados e invitados a vivir la libertad de los hijos de Dios.
Sabríamos que ningún mal tiene
la palabra definitiva después de la victoria del amor y la vida en la
Resurrección. Así como el niño del video, podríamos encontrar alegría y luz
donde todo era oscuridad.
Escrito por Franco Lanata
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