EL PRIMER RETIRO DE LA VIRGEN
Me he acordado de María en la fiesta de su Presentación. Por eso
traigo aquí detalles de aquel Retiro espiritual, el primero precristiano de la
historia de la Virgen.
Poco nos
habla el Evangelio de la vida juvenil de María. Pero si sabemos detalles, sobre
todo por la Tradición y algunos documentos primitivos. María era hija de
Joaquín y Ana. Nació en un pueblecito pequeño llamado Nazaret. Recibió de sus
padres una educación esmerada. Practicaba la religión judía con todo detalle.
Había en aquella época una expectativa creciente de la posible venida inminente
del Redentor. Nacería de una mujer, joven, del pueblo hebreo. Por esta razón en
el Templo de Jerusalén había como una especie de internado donde residían por
un tiempo las hijas cuyos padres deseaban para ellas una educación esmerada en
la doctrina y la tradición judía. En este internado, o casa de Retiro,
permanecían las jóvenes durante un tiempo.
Joaquín y
Ana, tal vez aconsejados por algún rabino de la Sinagoga local, fueron al
Templo a llevar a su hija. El borriquillo portaba el sencillo equipaje
necesario para una estancia algo prolongada. Llegaron a esa “Casa de Retiros” y presentaron a María a las “sacerdotisas” que estaban a cargo de esta delicada
tarea. María, sumida en su humildad alegre, se despidió de Joaquín y Ana y se
instaló en su aposento, junto a las otras jóvenes adolescentes que habían
venido con el mismo fin: hacer un retiro largo de oración y formación doctrinal
y espiritual. ¡Quién sabe si alguna de ellas sería
elegida por Dos para ser la madre del Redentor! Sin duda Dios tendría
predestinada para esta trascendental misión a la joven más santa. Ninguna del
grupo lo sabía, sobre todo María que era de una modestia angelical.
Rezaba
junto con todas, y escuchaba los comentarios de la Sagrada Escritura con
especial asombro. Y el Señor “se fijó en la
humildad de su esclava”, la mimó especialmente, y si Dios se ríe
seguro que lo hizo contemplando a esta criatura que iba a ser su especial
colaboradora.
Y a María
la podemos contemplar recogida en oración ante el altar de Dios y los royos que
contenían su palabra. Y vería a su Padre Dios en sus hermanas, en los
sacerdotes, en aquellas mujeres que atendían el ambiente del Retiro. Y pediría
a Dios por su familia y amigos, por sus compañeras de convivencia… La podemos
contemplar ensimismada en la oración, atenta a las enseñanzas, y en el servicio
a sus compañeras, para las cuales pedía que fueran dignas de recibir un día
Dios.
Y el
Retiro llegaba a su fin. Y “cuenta” María
(cfr. “Vida de San José contada por la Virgen”,
J. García Inza) “Un sacerdote tomó del altar las
diversas prendas de la vestimenta, explicó su significado y las presentó a la
hermana de mi madre, Maraha de Séforis, la cual me vistió con ellas. Me
pusieron primero un vestidito amarillo y encima, sobre el pecho, otra ropa
bordada con cintas, que se ponía por el cuello y se sujetaba al cuerpo.
Después, un mantito oscuro con aberturas en los brazos; por arriba colgaban
algunos retazos de género. Este manto estaba abierto por arriba y cerrado por
debajo del pecho. Me calzaron sandalias oscuras con suelas gruesas de color
amarillo. Tenía los cabellos rubios peinados y una corona de seda blanca con
variadas plumas. Me colocaron sobre la cabeza un velo cuadrado de color ceniza,
que se podía recoger bajo los brazos para que éstos descansaran como sobre dos
nudos. Este velo parecía de penitencia o de oración. Todos estos detalles los
supe cuando un poco más mayorcita me lo contaba mi madre, porque de muchas
cosas apenas me acordaba. Más adelante lo vería hacer en algunas otras niñas.
Después
de todas estas ceremonias celebramos una comida familiar. A mí me colocaron
entre los dos sacerdotes, y también había otro enfrente. Como veis estaba muy
bien acompañada. Aunque me hicieron muchas preguntas durante la comida para
comprobar si conocía las tradiciones. Después de la comida me pondrían otros
vestidos rituales. Al final fui bendecida por el sacerdote. Después de
todo esto me condujeron los sacerdotes adonde estaban mis padres. Mi madre me
levantó en alto y estrechándome contra su pecho me besó con intensa dulzura y
afecto, mezclada de veneración. Joaquín, mi padre, muy conmovido, me dio la
mano, lleno de admiración y veneración. Mi hermana mayor, María de Helí, me
abrazó con más vivacidad que mi madre, que era una mujer muy reservada, moderada
y muy medida en todos sus actos. Mi sobrinita, María Cleofás, me echó los
brazos al cuello, como hacen las criaturas. Después los sacerdotes me tomaron
de nuevo, me quitaron los vestidos simbólicos y me pusieron vestidos de
costumbre.
Y
todos volvieron a Nazaret. El Retiro había terminado. Y el resto de la historia
ya es conocida. María fue la elegida, por su humildad y santidad, para ser la
Madre del Redentor. Todo había empezado un día que fue Presentada por sus
padres en el Templo. Y cada año celebramos esta fiesta el 21 de Noviembre.
Juan García Inza
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