«Crafting Memories» (creando recuerdos) es un video perteneciente a la campaña publicitaria de la empresa Bank & Olufsen, que retrata de una manera genial la intención de este artículo: la importancia de nuestras tradiciones en nuestra historia personal.
La Navidad pasada papá me
regaló su colección de «longplays» (discos de vinilo) y mi esposo (en coalición) uno
de esos tocadiscos «vintage-modernos» para
volver a escucharlos como cuando era niña.
Mamá por su lado, decidió que
el regalo de esa Navidad para sus hijos fueran todas sus libretas de notas del
colegio y los dibujos que guardaba desde que estábamos en preescolar.
Sin
querer, papá y mamá nos regalaron un «concentrado» para reconocernos. Parte de nuestras vidas
contadas desde sus ojos, una parte que cada uno de nosotros desconocía.
Historias y canciones se mezclaron
aquella noche para recordarnos de dónde veníamos y cuáles eran nuestras
tradiciones familiares. Un recuerdo necesario a estas alturas de nuestras vidas
para apuntar y afinar el rumbo de la vida.
¿Quién importa
más en estas fiestas que Jesús? ¡Qué fácil decirlo y qué complicado vivirlo!
¡ABRAZA TUS TRADICIONES FAMILIARES!
Existe la posibilidad, sobre
todo en un mundo globalizado como el nuestro, de perdernos un poco (o bastante)
entre la multitud, sobre todo en ciudades grandes.
En Latinoamérica las
tradiciones suelen ser fuertes todavía, y aún así van dejando de significar lo
que en antaño. Muchas están cediendo el paso para convertirse solo en
espectáculos históricos y formar parte del folklore local.
El gesto de mis padres y el
gesto de esta hija que les recuerda a sus padres lo que era importante, aquello
que solían hacer, que significaba amor y pertenencia, me hace pensar en todo lo
que olvidamos de nuestros orígenes.
Con o sin intención, corremos
el riesgo de perder el rumbo. Si olvido de dónde vengo, es
difícil también apuntar hacia un destino futuro certero.
LA NAVIDAD Y LAS EMOCIONES QUE DESPIERTA EN TODOS
Es una fiesta tan hermosa, tan
compartida mundialmente. Y parece que su origen viene
siendo olvidado en
muchos lugares del mundo occidental, reduciéndose a una fiesta familiar donde
el significado comercial es altísimo.
Haciéndonos perder el sentido
de reunión o celebración a muchos, incluso a los mismos cristianos que,
inmersos en este mundo global nos dejamos llevar por estas tendencias y nos
olvidamos de su profundo significado.
El origen de la Navidad como
la celebramos en el mundo occidental es el nacimiento de Jesús, ¡Nuestro Salvador! Y ese «nuestro»
abarca a la humanidad entera. Jesús es el único que importa.
La Navidad no es una fiesta
social más, no es una simple fiesta familiar, y sin embargo su carácter familiar es indiscutible ya que nos reunimos alrededor de una
familia con un recién nacido envuelto en pañales.
Tratar de cambiar esta fiesta
al antojo y gusto de cualquiera es una transgresión, en mi opinión. Mucho más
coherente, para los no creyentes, sería simplemente no celebrar que pretender
cambiar el sentido.
JESÚS EN UN PESEBRE
El pueblo cristiano se hace
patente allá en un pesebre hace 2000 años en Belén. Y efectivamente la
secularización de esta fiesta ha llevado a muchos a olvidar su origen, a
olvidar esa «música» de gloria que esta
época trae, a olvidar que el corazón debe estar puesto en Jesús.
Nos corresponde a nosotros los
cristianos, el pueblo de Dios, desempolvar los corazones y
afinar los oídos de justos y pecadores para volver a bailar, juntos y en familia la gloria de
Belén para la salvación de todas las almas.
«Queridos
amigos, la solemnidad del Nacimiento del Señor que dentro de poco celebraremos,
nos invita a vivir esta misma humildad y obediencia de fe.
La gloria de
Dios no se manifiesta en el triunfo y en el poder de un rey, no resplandece en
una ciudad famosa, en un suntuoso palacio, sino que establece su morada en el
seno de una virgen, se revela en la pobreza de un niño.
La omnipotencia
de Dios, también en nuestra vida, obra con la fuerza, a menudo silenciosa, de
la verdad y del amor. La fe nos dice, entonces, que el poder indefenso de aquel
Niño al final vence el rumor de los poderes del mundo» (Benedicto XVI).
Escrito por Silvana Ramos
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