Me pongo a rezar y al poco tiempo mi mente está en otro lado.
Por: P. Evaristo Sada LC | Fuente: la-oración.com
Me pongo a rezar y al poco tiempo mi mente está
en otro lado. Por más que intento, no logro concentrarme. Pasa lo que al niño
con déficit de atención. El multitasking, tan apreciado en los dispositivos
electrónicos, es un enemigo en la oración.
1. REZAR EXIGE DISCIPLINA:
La vista ve una cosa, los oídos oyen otra cosa, el gusto gusta otra cosa….
La imaginación imagina una cosa, la memoria recuerda otra cosa… La mente piensa
una cosa, la voluntad quiere otra cosa… Los 5 sentidos, los sentidos interiores
(memoria e imaginación) y las facultades superiores (inteligencia y voluntad)
pueden atender cosas diferentes a la vez y cada una a su manera. La
concentración depende del dominio que tengamos sobre nuestros sentidos y
facultades. Hay personas a quienes se les facilita la concentración, otras a
las que se les dificulta de manera especial.
PARA CONCENTRARNOS DEBEMOS
DISCIPLINARNOS.
Lo sabe todo buen estudiante. Imaginemos a un universitario que debe
resolver un complicado problema de álgebra en menos de quince minutos. Mientras
lo hace tiene delante un televisor encendido, la música estridente a todo
volumen, está chateando con su novia, la imaginación en el mejor gol de la
temporada que espera presenciar por la tarde en el estadio y la memoria en la
fiesta de anoche… Si quiere resolver el problema de álgebra debe concentrarse.
Y esto requiere disciplina: apagar la televisión,
quitar esa música, decirle a su novia que la buscará más tarde, quitar todo
elemento que pueda distraerle, cerrar la puerta y tal vez también las cortinas,
sentarse correctamente y centrar toda su atención en el problema que debe
resolver.
Cuando hacemos oración necesitamos centrarnos, concentrarnos. Para concentrarnos tenemos que ayudarnos eligiendo la hora, el lugar, la
postura, el ambiente, etc. Ir al
lugar que más te ayude, ordinariamente ayudan más los espacios pequeños,
cerrados, bien ventilados, silenciosos, con poca luz. Tomar una postura
respetuosa, cómoda, atenta (puede ser sentado con la espalda recta, de rodillas
o como más ayude a cada uno). Apartar o cerrar las puertas a todo aquello que
distraiga o pudiera distraer (ruidos, imágenes, objetos, personas, desorden…),
poner aquello que ayude a concentrarse (postura adecuada, ojos cerrados, luz
cálida, un crucifijo, una veladora, las gotas de un fuente serena…). Elegir la
hora en que la mente esté más serena: para algunos
será al inicio del día, para otros al atardecer.
Cuanto más se hace oración, más se facilita la concentración y más se forma el hábito de recogimiento. Pero en
esta materia de las distracciones nadie puede decir que tiene la batalla
ganada, siempre será una dificultad y siempre exigirá disciplina.
2. REZAR EXIGE VOLUNTAD
Para orar es necesario un ambiente de quietud. Quietud es tranquilidad,
sosiego, reposo, calma, estabilidad. Una quietud del cuerpo, pero sobre todo
quietud interior, quietud profunda. La quietud podemos llevarla con nosotros a
todas partes aunque estemos rodeados de ruidos y jalonados por la actividad
cotidiana.
Por más agradable que algo sea, si se trata de algo exigente, se requiere la
intervención de la voluntad que debe decir: "Yo
quiero hacer esto y lo quiero hacer bien". Tomas las riendas de
todas tus facultades y te esfuerzas por hacer aquello que quieres hacer. En el
caso de la oración lo que quieres hacer es centrarte en la persona de Cristo,
pensar en Él, estar con Él. Y pedirle al Espíritu Santo que te lo conceda.
Distraerse significa verse atraído por otra cosa que te atrae con más fuerza.
Si tú quieres centrar toda tu atención en la persona de Cristo y hay estímulos
que te atraen y te distraen (ruidos, personas, objetos, recuerdos,
pendientes….), necesitas actuar tu voluntad y hacer lo que quieres hacer.
Cuando algo te distraiga, puedes valerte de eso mismo para regresar a Dios. Por
ejemplo: si te distrae una persona que está haciendo ruido, puedes hacer de eso
materia de tu conversación con Jesús y decirle: "Como
ves, Señor, soy débil y me distraigo con facilidad; te pido por esa persona, y
a mí ayúdame a conocerte mejor, ahora quiero estar a solas contigo
profundizando en esta faceta de tu personalidad que estaba contemplando…" Y
vuelves a tomar el hilo de tu meditación o contemplación a través de un diálogo
muy natural con Jesús.
Si se te dificulta mucho la concentración, puedes probar si te ayuda ponerte a
escribir en la oración tus coloquios con Cristo.
Y todo esto, no por un afán voluntarista, de quien piensa que la oración “se la hace solo”, o de quien piensa que reza
mejor cuanto más concentrado está. Buscamos más bien disponer nuestra alma,
disponer todo nuestro ser, para escuchar a Dios, para dejarle actuar, para no
oponer obstáculo a su gracia. Es como el "sí"
de María en la encarnación del Hijo de Dios. Ella dice que sí quiere y
el Espíritu Santo se encarga del resto.
3. REZAR EXIGE ATENDER AL
HUÉSPED
"Cuando ores, entra a
tu cuarto, cierra la puerta, ora a tu Padre que está en lo secreto…" (Mt
6,6) Dios habita en nosotros desde nuestro bautismo, es el huésped de nuestra
alma, nosotros somos morada de Dios. Un huésped merece atención. Del anfitrión
se espera que esté con el huésped mientras le acompaña en su casa. El Espíritu
Santo está siempre con nosotros, dentro de nosotros. Por tanto, espera que le
pongamos atención y estemos con Él.
Lo más común es que nuestro espíritu ande ocupado en muchas cosas y le cueste
centrarse en la presencia de Dios vivo. Al orar, hay que dejar todas las
criaturas a un lado. Actuar nuestra fe y recordar la presencia de Dios,
contemplar en la fe al Dios que me invade y me da vida desde dentro. "Olvido de lo creado, memoria del Creador, atención
a lo interior y estarse amando al Amado." (San Juan de la Cruz).
La vida interior consiste en volver nuestra mirada, nuestro oído, nuestro
pensamiento, nuestros afectos al Espíritu Santo que mora en nuestro corazón. El
hábito que debemos formar es el de una atención amorosa al Espíritu Santo,
dulce huésped de nuestra alma.
Él es la Fuente de la quietud profunda. Al volcar toda tu persona hacia Dios,
en Él reposas, su presencia te llena de confianza, te serena, es fecundo
manantial de paz. Lo que buscamos, pues, es que el centro de nuestra atención
esté en Dios, en actitud de adoración, en un clima de fe, de amor y de
confianza.
Alguien podrá decir: todo esto ya lo sé. La
pregunta no es si ya lo sabes, sino si ya lo haces. Y si lo haces siempre.
5 CONSEJOS PARA COMBATIR LAS DISTRACCIONES DURANTE
LA ORACIÓN
Debemos batallar y combatir las múltiples distracciones y descubrir qué
es lo que nos está ayudando a mantenernos concentrados.
Por: Philip Kosloski | Fuente: PhilipKosloski.com //
PildorasdeFe.net
Un día mientras viajaba con un pobre granjero,
San Bernardo mantenía sus ojos hacia abajo y rezaba en silencio. El granjero
estaba confundido y le preguntó al Abad porque hacía eso. San Bernardo le
contestó que lo hacía para mantenerse concentrado y evitar distraerse durante
la oración. El granjero le dijo muy seguro de sí mismo: “yo nunca me he distraído durante la oración”. El santo objetó:
"Me cuesta creerlo". Hagamos un
trato. “Si usted puede decir el padre nuestro sin
distraerse ni una sola vez, Le daré esta mula en la que voy montado. Pero si no
lo consigues, deberá venir conmigo y convertirte en un monje". El
campesino estuvo de acuerdo y comenzó a rezar: "Padre
Nuestro, que estás en el cielo, santificado sea…", luego de
detenerse un momento le preguntó al Abad: "...y
eso incluye la montura y la riendas?"
Sí, debemos ser honestos con
nosotros mismos, sabemos lo difícil que es mantenerse enfocado
durante la oración. La buena noticia es que no estamos solos, hasta los santos
han luchado con estas distracciones.
Pero, ¿porque es tan difícil
mantenerse concentrado durante la oración?
¿Si no podemos eliminar las distracciones, podemos al menos reducir enormemente
que tan a menudo sucede?
Para responder esta pregunta, deberíamos volver
a ver algunas formas en las que nuestra cultura ha contribuido a arruinar
nuestra atención y luego debemos examinar algunas sugerencias de los santos,
mientras vemos algunas formas prácticas en las que podemos volver a enfocarnos.
Primero
aquí algunas estadísticas acerca de
nuestro limitado foco de atención:
- Promedio foco de atención
en 2015: 8.25 segundos
- Promedio foco de atención en 2000: 12 segundos
- El promedio foco de atención de un pez dorado: 9 segundos
- Duración promedio de visualización de un video en internet: 2.7 minutos
No se necesita un experto para comprender que
las causas detrás de nuestro decrecimiento en la capacidad de mantenernos
concentrados. La velocidad del Internet y el aumento de uso de los teléfonos
inteligentes nos han acostumbrado a mantener comunicación y entretenimiento
instantánea.
No debemos esperar para que alguien nos responda
o pasar nuestras tardes hojeando las páginas de un libro dentro de una
biblioteca. Incluso los paquetes son entregados a nosotros instantáneamente. Lo
que solía tomar días, o meses, está todo hoy al alcance de presionar un botón.
Desafortunadamente, esto
nos ha llevado a querer tener la misma experiencia cuando oramos. Queremos que Dios actúe ahora y que las respuestas a nuestras
oraciones simplemente “sucedan”. Lo que pasa
en realidad es que la oración no sucede fácilmente y que estamos luchando para
mantenernos concentrados en Dios.
¿ENTONCES
QUÉ DEBE HACER UNA PERSONA? ¿DEBEMOS RENDIRNOS?
No. Debemos luchar y mantenernos luchando en
contra de las distracciones.
San Ammonas el Ermita dijo
una vez.
"Es en realidad
esencial para un hombre tener luchas en contra de sus pensamientos si los velos
tejidos de sus pensamientos y que cubren hasta su intelecto se van a extraer
para permitirle a su vez dirigir su mirada sin dificultad hacia Dios y para
evitar seguir la voluntad de sus pensamientos errantes". (Soluciones
Santas).
Antes de entrar a una
iglesia San Francisco de Asís solía decir:
"Mundanos y frívolos
pensamientos, quédense aquí en esta puerta hasta que regrese..." (Soluciones
Santas).
Tal como San Bernardo y San Francisco lo sabían
lo que debemos hacer es combatir las distracciones, debemos tomar
medidas apropiadas para reducir
las distracciones innecesarias y prevenir que nos alejen de nuestra
conversación con Dios.
A continuación algunos consejos
prácticos de la iglesia, los santos y la naturaleza humana que nos pueden ayudar a
combatir las distracciones:
1.-
EXAMINE Y DETERMINE SUS PRIORIDADES
Una de las razones por las que somos distraídos
por algunas tareas que tenemos pendientes durante la oración, es porque no
tenemos establecido nuestras prioridades y todo está en nuestra mente al mismo
tiempo en un mismo nivel de importancia. Eso quiere decir que “Dios” y “la oración” reciben
el mismo monto de atención como los proyectos del trabajo o las tareas del
hogar.
“cic
2729: La dificultad habitual de la oración es la distracción. En la
oración vocal, la distracción puede referirse a las palabras y al sentido de
estas. La distracción, de un modo más profundo, puede referirse a Aquél al que
oramos, tanto en la oración vocal (litúrgica o personal), como en la meditación
y en la oración contemplativa. Dedicarse a perseguir las distracciones es caer
en sus redes; basta con volver a nuestro corazón: la distracción descubre al
que ora aquello a lo que su corazón está apegado. Esta humilde toma de
conciencia debe empujar al orante a ofrecerse al Señor para ser purificado. El combate
se decide cuando se elige a quién se desea servir (cf Mt 6,21.24).”
Éste párrafo tan profundo del Catecismo nos
recuerda de dos verdades importantes. La primera es resistir la
tentación de combatir las distracciones durante la oración para eliminarlas. Como resultado pasamos nuestra
oración enfocados en las distracciones y no en Dios.
La segunda es establecer nuestras prioridades.
Si colocamos la oración por delante de todas nuestras otras tareas que tenemos,
nuestra mente sabrá cuál es lo más importante y se enfocará en eso.
2.-
REDUZCA EL HÁBITO DE SER “MULTI-TASKING”.
Si nos encontramos a nosotros mismos tratando de
hacer múltiples actividades mientras oramos, es probable que sea un hábito
nuestro de todo el tiempo. El problema con volvernos multi-tasking, es que terminamos haciendo un montón de actividades de manera pobre en lugar de hacer una de ellas de manera
perfecta. Nuestra atención se diluye y nuestra mente se satura. No debería ser
sorpresa que cuando nos sentamos para orar, no podemos evitar hacer más de una
cosa y pensar en un millón de diferentes cosas al mismo tiempo.
En lugar de esto, deberíamos de trabajar así
reducir nuestro hábito de ser multi-tasking y solo enfocarnos en una actividad
al mismo tiempo.
3.-
AYUNO DE TECNOLOGÍA.
Una gran forma de re-enfocar nuestra atención es
hacer un ayuno de tecnología durante un día completo, o al menos medio día.
Aleja el teléfono, la computadora y la
televisión y mira que sucede. Si te encuentras a ti mismo sin saber qué hacer,
da una caminata afuera y disfruta de la naturaleza. Es sorprendente como el
mundo y la naturaleza pueden resetear nuestra atención y nos ayudan a sentirnos
mucho más enfocados.
Una práctica a considerar es ayunar de la
tecnología una hora antes de la oración. Nuestra mente necesita algún descanso
de toda estimulación y ayunar de la tecnología nos puede ayudar para aquietar
nuestra mente para la oración.
4.-
ORA DESPACIO Y CON MUCHO CUIDADO.
Otra práctica que nos ayuda a mantenernos
concentrados durante la oración es orar despacio y con cuidado. Muchas
congregaciones religiosas instruyen a su comunidad para que oren la Liturgia de
las Horas de esta forma. Es muy tentador orar el Padre Nuestro en 30 segundos o
menos pero, ¿realmente es eso orar? Si nos
enfocamos en las palabras que decimos y de manera deliberada, nuestra atención
se pone en estas palabras nuestra mente estará en capacidad de mantener su
atención en esta tarea de manera sostenida.
5.-
INVOCA LA AYUDA DEL ESPÍRITU SANTO
Finalmente, pero no menos importante, pidamos la
guía del Espíritu Santo. Dios debe ser la primera persona a la que pidamos
ayuda, para evitar las distracciones. El espíritu Santo es nuestro intercesor y
es El que nos enseña a orar. Justo como los apóstoles le dijeron a Jesús, “Señor enséñanos a orar”, también debemos pedir al
Espíritu Santo por su ayuda.
Resumiendo…
Para concluir, vivimos en un mundo donde el
promedio de foco de atención es menos del de un pez dorado y eso impacta
gravemente nuestra capacidad de oración.
Debemos batallar y combatir las múltiples
distracciones y descubrir qué es lo que nos está ayudando a mantenernos
concentrados. Por encima de todo, debemos de llevar nuestra debilidad a Dios y
pedirle su ayuda.
Artículo publicado
originalmente en PhilipKosloski.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario