«El que esté libre de pecado que tire la primera piedra». Con esas palabras Jesús confrontó directamente a ese grupo de hombres que iban a violentar a aquella mujer. Ellos obedecían códigos culturales que les hacían sentirse mucho más valiosos que las mujeres.
Diría el teólogo Bruce Malina
que las mujeres en la época de Jesús no podían presentar reclamos frente a los
hombres porque valían menos que ellos. ¿Una locura
verdad? Jesús no se quedó callado y menos, inmóvil.
Muchos en la Iglesia podemos
tener miedo de hablar de temas relacionados a la violencia contra la mujer
porque automáticamente pensamos que todo está relacionado y movido por
ideologías que quieren atentar contra nuestra fe.
No hay que ser ingenuos pero
tampoco podemos polarizarnos como si todo fuera negro o blanco, negando una
problemática que está frente a nuestras narices. Por eso el Magisterio de la
Iglesia nos invita a tener una postura crítica pero siempre teniendo en cuenta
la compasión hacia el grito de justicia de tantas hermanas nuestras.
LA IGLESIA Y LA MUJER
42. «Por
ejemplo, una Iglesia demasiado temerosa y estructurada puede ser
permanentemente crítica ante todos los discursos sobre la defensa de los
derechos de las mujeres, y señalar constantemente los riesgos y los posibles
errores de esos reclamos.
En cambio, una
Iglesia viva puede reaccionar prestando atención a las legítimas
reivindicaciones de las mujeres que piden más justicia e igualdad. Puede
recordar la historia y reconocer una larga trama de autoritarismo por parte de
los varones, de sometimiento, de diversas formas de esclavitud, de abuso y de
violencia machista.
Con esta mirada será capaz de
hacer suyos estos reclamos de derechos, y dará su aporte con convicción para
una mayor reciprocidad entre varones y mujeres, aunque no esté de acuerdo con
todo lo que propongan algunos grupos feministas.
En esta línea, el Sínodo quiso
renovar el compromiso de la Iglesia «contra toda
clase de discriminación y violencia sexual» [17]. Esa es la reacción de
una Iglesia que se mantiene joven y que se deja cuestionar e impulsar por la
sensibilidad de los jóvenes (Papa Francisco, Christus Vivit).
Les quiero proponer cuatro
formas de luchar como católicos para construir un mundo donde nuestras hermanas
puedan vivir con la paz que se merecen.
1. ACOMPAÑA A TUS HERMANAS DE COMUNIDAD A CASA
CUANDO SEA MUY TARDE
¡Oye! Si el retiro acaba tarde, o si
la reunión de tu comunidad se extendió y alguna de tus hermanas vive en una
zona peligrosa o lejana, ¡Intenta Acompañarla!
Es mucho más seguro que vaya contigo que sola.
¿Cansado? Sí, claro. Pero la fraternidad
es dar la vida ¿no? Darle tu tiempo a alguien por
su bienestar es una forma muy hermosa de vivir el Evangelio. Hay otros detalles como anotar la
placa del taxi o preguntar si llegó bien a casa.
En fin, estos son solo algunos
de los ejemplos para disminuir algunos riesgos de violencia. ¡Cuídense!
2. CONFRONTA CUALQUIER COMENTARIO MACHISTA EN TU
GRUPO
Esto me cae a mí en primer
lugar, pues recuerdo que cuando era más joven permitía con mucha facilidad
comentarios, bromas, chistes que escondían un machismo aparentemente «inofensivo», pero uno nunca sabe el daño que
puede hacer.
Al primer chiste, ¡alza la
voz! Si normalizas algún tipo de violencia contra la mujer, es más probable que
permitas otras. ¡Fernando, no seas exagerado! Las
cifras de violencia son exageradamente impactantes.
Y si tienes que corregir al
líder de tu grupo, al sacerdote encargado o hasta al mismo obispo, no dudes en
hacerlo, con mucha caridad, pero también con claridad. Soltemos las piedras,
incluso las piedritas pequeñas en forma de bromas, que poquito a poquito, igual
matan.
3. REVISA TU INTENCIÓN CON LAS CHICAS DE TU GRUPO
Muchas chicas adolescentes y
jóvenes pueden involucrarse afectivamente con los coordinadores o líderes del
grupo. En ellos depositan su confianza y su vulnerabilidad.
Si
no tenemos una brújula clara y al Evangelio de Jesús confrontándonos día a día,
esto puede ser un riesgo grande. «El efecto tarima» puede ser peligroso porque podemos terminar aprovechándonos de muchas
menores o jóvenes.
Las podemos enamorar aprovechando
nuestro estatus, podemos manipular sus consciencias poco a poco, desarrollar
relaciones de dependencia que se vuelven tóxicas, e incluso terminar cometiendo
delitos muy lamentables.
Si eres líder pastoral, sea
cual sea tu rango, revisa tus intenciones con total claridad, y si vives una
situación que no es sana, pide ayuda de inmediato. Morir a nuestro «estatus» o al «qué
dirán» puede ser el primer paso para que la otra persona vuelva a la
vida.
4. INCLUYAN VOCES Y ROSTROS FEMENINOS EN LOS
PUESTOS DE LIDERAZGO
En una Iglesia que es Madre
necesitamos cada día más voces femeninas que la enriquezcan. Si en sus
pastorales solo los hombres son parte del consejo o del equipo de coordinación,
intenten incluir otras perspectivas.
No
tiene que ser una obligación ni se trata de elegir cantidades iguales. Se trata de
cuestionarnos, por qué hemos pensando que las mujeres están en un peldaño
inferior a los hombres. Que las hermanas religiosas están en un peldaño
inferior al de los sacerdotes u obispos, que en los hombres hay «una autoridad divina» que no pueden tener las
mujeres.
Sé que esto no es negro ni
blanco ni tan sencillo como para resumirlo en cinco líneas, pero les invito a
abrir la reflexión. Simplemente a permitirnos pensar sobre lo que puede estar
detrás de algunas cosas que las damos por «normales».
5. ¡HABLEN DEL TEMA!
Organicen foros, creen
debates, lean lo que está pasando afuera de nuestras reuniones pastorales, analicen
las noticias, revisemos el magisterio para comprender los signos de los
tiempos. Y siempre tengamos una actitud crítica.
Incluso cuando lean cosas que
tengan el apellido católico, porque en la misma Iglesia no solo hay una forma
de ver algunas realidades. Dentro de la Iglesia encontramos diferentes
perspectivas, opiniones, puntos de vista, que muchas veces no son exactamente
iguales.
Por eso, no nos quedemos
con lo primero que leamos o veamos. Yo espero que estén leyendo este artículo con actitud crítica,
analizando cada línea, haciéndose preguntas, cuestionándome, confrontando
argumentos, y ojalá lo mismo pase con los medios católicos que revisan, con los
influencers que
siguen de la Iglesia y con todo material de comunicación que tengan en frente.
No
tengan miedo a cuestionar y dudar de lo que no les resulta tan convincente a la
luz del Evangelio. Obviamente afinen el corazón. Todo lo que hemos dicho, será potenciado
mil veces si cuidamos nuestra oración para afinar la vida con el Evangelio.
Si encontramos en los
sacramentos fuerza para amar mejor a quienes tenemos al lado, si
abrazamos lo que la Palabra de Dios nos muestra sobre nuestra vida para mejorar
su sentido, si desde el Rosario nos convencemos más que la otra persona no es
un objeto.
Si desde el Magisterio nos
conectamos con el corazón de nuestra misión, y obviamente, si en nuestros
hermanos y hermanas de comunidad encontramos ese gimnasio para amar más como
Jesús nos enseñó.
PARA MEDITAR
41. «Si bien hay
jóvenes que disfrutan cuando ven una Iglesia que se manifiesta humildemente
segura de sus dones y también capaz de ejercer una crítica leal y fraterna,
otros jóvenes reclaman una Iglesia que escuche más, que no se la pase
condenando al mundo.
No quieren ver a
una Iglesia callada y tímida, pero tampoco que esté siempre en guerra por dos o
tres temas que la obsesionan. Para ser creíble ante los jóvenes, a veces
necesita recuperar la humildad y sencillamente escuchar, reconocer en lo que dicen los demás
alguna luz que la ayude a descubrir mejor el Evangelio.
Una Iglesia a la defensiva,
que pierde la humildad, que deja de escuchar, que no permite que la cuestionen,
pierde la juventud y se convierte en un museo. ¿Cómo
podrá acoger de esa manera los sueños de los jóvenes?
Aunque tenga la verdad del
Evangelio, eso no significa que la haya comprendido plenamente. Más bien tiene
que crecer siempre en la comprensión de ese tesoro inagotable [16] . (Papa
Francisco, Christus Vivit)
Escrito por Fernando Merino
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