jueves, 29 de octubre de 2020

SOBRE LA SEXUALIDAD

LA INTEGRALIDAD DE LA SEXUALIDAD

LA SEXUALIDAD HUMANA ES EL DON QUE DIOS LE HA DADO A LOS ESPOSOS PARA ESTABLECER UNA COMUNICACIÓN ÍNTIMA ENTRE ELLOS Y A PARTIR DEL AMOR QUE SE PROFESAN, DAR VIDA

Por: Claire de Mézerville | Fuente: lafamilia.info

Así pues, la sexualidad es un todo, un conjunto de expresiones integrales que se complementan entre sí, por tanto, la sexualidad no se limita a la genitalidad, abarca un espectro mucho más amplio. Este es el sentido del presente artículo.

INTIMIDAD Y SEXUALIDAD

Intimidad es la capacidad de superar el aislamiento no solo del cuerpo, sino también de las ideas, creencias, emociones y necesidades, así como establecer un vínculo de confianza y pertenencia con la otra persona. Es una vinculación de la personalidad, en lo emocional y lo espiritual.

La intimidad en la pareja es una manifestación muy completa del afecto. En las miradas cómplices entre un hombre y una mujer ya se puede apreciar la afectividad cargada de erotismo; la búsqueda de una relación exclusiva y comprometida, la cual es la antesala para un lazo no solo físico, sino también de amistad erótica, de comprensión mutua y de unión emocional. El sexo es una oportunidad maravillosa para desarrollar intimidad. Es una dimensión en la cual pueden expresarse añoranza, mimos, urgencia, pasión y ternura.

No obstante, aunque la desnudez, el deseo y el placer así como los tabúes que frecuentemente los acompañan- son parte cotidiana en la vida de muchas parejas, la triste realidad es que para muchos de ellos no existe una intimidad profunda. Es triste que una intimidad sana y enriquecedora se quede en añoranzas en la vida de muchas parejas, rara vez concretándose como una realidad.

La satisfacción sexual es un elemento que muchas personas desean y que genera importantes expectativas y fuertes temores. Otras veces, también significa un forzado silencio y mucha vergüenza. Algunas personas, en su relación de pareja, se limitan a sí mismas, pensando que no son merecedoras de placer a menos que tengan cuerpos perfectos, o pensando que ambos deben vivir las etapas del encuentro sexual en forma simultánea, telepática y alcanzando la totalidad del orgasmo en todas las ocasiones.

Si bien una vida sexual satisfactoria es importante y valiosa, no debe ser el centro absoluto de la vida de la persona. El placer sexual es una dimensión del matrimonio importante y que puede durar muchos años, siempre y cuando se construya sobre los fundamentos del compromiso, el amor, el compañerismo y, en algunos casos, inclusive el sentido del humor. La sexualidad no se limita a la genitalidad: abarca un espectro mucho más amplio de caricias, besos, compañía agradable y palabras de afecto. La intimidad, la honestidad y la confidencia sobreviven las marcas de la piel, los cambios que los años naturalmente traerán sobre el cuerpo y los períodos en los que sea más difícil alcanzar los más altos potenciales de placer físico.

Aunque la relación sexual no siempre satisfaga todos los deseos físicos, el encuentro, las caricias y la confianza recíproca brindan placer emocional y fortalecen la intimidad.

LA SEXUALIDAD QUE NO PUEDE SER GENITALIDAD

Hablar sobre sexualidad es hablar sobre vida, sobre metas, sobre ilusiones y proyecto vital. Hablar sobre sexualidad es identificar cómo se relaciona la persona consigo misma y con los demás, en particular con el sexo opuesto. ¿Se caracterizan estas relaciones por el aprecio, la consideración, el respeto? Hoy en día se apuesta cada vez menos por una sexualidad sana. Se deja de lado la posibilidad integral de comunicación con nuestros semejantes.

La sexualidad no se limita a las relaciones sentimentales: implica las relaciones familiares, de amistad y de compañerismo. Cuando la persona no está comprometida en una relación de matrimonio, es importante que pueda explotar su vida afectiva por medio de vínculos genuinos de amistad y una convicción profunda del valor de su cuerpo y del cuerpo de los demás. Esta convicción es muy importante para vivir, con integridad, las etapas de la vida en las que la sexualidad no se manifiesta por medio de relaciones sexuales genitales. No por eso deben descuidarse las relaciones humanas: ¡todos necesitamos sentirnos apreciados y capaces de apreciar a nuestros semejantes! Es por esto que, en su dimensión afectiva, es fundamental desarrollar la ternura como medio de intercambiar cariño.

Muchas manifestaciones de la ternura se caracterizan por la renuncia o postergación de la gratificación física personal. La ternura ayuda al hombre y a la mujer a mantener el intercambio afectivo, por medio de detalles, gestos de cariño, como tiempos de soledad apacible, apreciación del arte, practicar deportes juntos y cultivar amistades significativas, aún en períodos en los que las relaciones sexuales no son totalmente satisfactorias, o simplemente no pueden darse.

En ambas dimensiones, tanto en la sensualidad como en la ternura, las personas necesitan administrar sus impulsos y necesidades con equilibrio y autodominio aún cuando la presión emocional sea fuerte, tomando en cuenta los valores humanos más centrales. Esto no es sencillo. Sin embargo, la convicción profunda de que las relaciones sexuales ameritan una entrega enmarcada en un contexto de convicciones, ternura y compromiso, puede hacer más llevadera la decisión de postergar la gratificación física personal.

Para que la sexualidad pueda desarrollarse en forma integral, es necesario que involucre la vida interior del hombre y de la mujer. La intimidad entendida como la sensibilidad ante los procesos de la pareja, la seguridad de la aceptación del otro y, por ende, el fortalecimiento de la autoestima, puede bien existir aún en relaciones platónicas, como la amistad y la fraternidad. Aunque es cierto que cobra una fuerza especial en la relación de pareja donde la unión de los cuerpos es un ingrediente importantísimo en la comunión (“común unión”) del hombre y la mujer, todas las personas, tanto las que son sexualmente activas como las que no, necesitan procurar su desarrollo humano y afectivo pleno, en un marco de respeto, de dignidad y de estima propia.

EL DIAMANTE DE LA SEXUALIDAD

CUANDO SE ENTIENDE LA SEXUALIDAD EN SU TOTALIDAD, EL SIGNIFICADO ES UN DIAMANTE.

Por: H. Mateo Arias, LC | Fuente: elblogdelafe.com

Cuando se habla hoy de sexualidad, la sociedad nos presenta una diversa gama de significados. En la mayoría de los casos, la sexualidad viene reducida simplemente al acto sexual y no precisamente dentro del matrimonio, o al menos en el contexto de una relación madura. Sexualidad viene también relacionada con el conjunto de acciones y decisiones que se toman “libremente” y que determinan la orientación sexual de un individuo. Sexualidad indica también para muchos el mero placer que es propio del acto sexual, despreciando totalmente cualquier tipo de relación personal que éste implica, aunque sea en su más primario nivel. Aunque también debemos reconocer que no siempre la sexualidad se entiende de modo hedonista y libertino; viéndolo desde un punto de vista más positivo, la sexualidad viene entendida en otros ámbitos como el conjunto de reglas que deben guiar el propio comportamiento sexual con los demás, en miras a mantener un sano equilibrio que evitará diversos problemas como embarazos no deseados, enfermedades, aborto, etc. Esta concepción también es reductiva y no nos permite entrever la sexualidad en su conjunto.

Reducir la sexualidad solamente a la genitalidad o a un mero moralismo, ambos aspectos sin embargo de gran importancia, es no entender la sexualidad en su totalidad. Sí, la genitalidad sin la cual no puede darse la procreación como una de las finalidades primordiales del acto conyugal, hace parte esencial de la sexualidad pero va mucho más allá de ella; la moral que procura ofrecer pautas sanas y confiables para una sana sexualidad, no equivale a la sexualidad misma; ésta va mucho más allá de la moralidad.

Lastimosamente es esto a lo que nos ha portado la sociedad hodierna: a reducir la sexualidad a uno solo o a algunos de sus componentes. Sin embargo, cuando se entiende la sexualidad en la totalidad que le corresponde, nos encontraremos con un amplio horizonte formado por diversas realidades cargadas de significado y que puestas en común son como un diamante compuesto por diferentes caras pero todas ordenadas a la belleza y unidad del mismo.

Cuando entendemos plenamente la sexualidad, antes que nada vamos más allá de aquellos elementos biológicos y nos adentramos en un campo más profundo y más personal. La sexualidad implica necesariamente la comprensión del mundo humano que se presenta constituido de personas con una diferencia sexual. Por tanto, la sexualidad no evoca primariamente la genitalidad o el acto sexual; es algo mucho más profundo y es el hecho de conocerse a sí mismo, hombre o mujer, conociendo y entrando en relación con el otro sexo. En ese sentido, el hombre desde la sexualidad, puede ser definido como un ser proyectado hacia la mujer.

Siguiendo esta misma línea, podemos adentrarnos en otro aspecto riquísimo que forma parte imprescindible del horizonte completo de la sexualidad: la complementariedad. Hoy en día en el lenguaje común y juvenil, se usan expresiones como “encuentra tu media naranja”. Detrás de esta expresión coloquial se encierra un elemento primordial de la sexualidad: la complementariedad. Ésta constituye uno de los grados más altos de la sexualidad y consiste en aquellas relaciones, no necesariamente sexuales, que se van construyendo a través del tiempo, entre el hombre y la mujer donde ambos sacian ese vacío o esa inquietud que sólo un ser del otro sexo puede llenar. Esas relaciones están especialmente cargadas de valores únicos como la confianza, el respeto, el afecto, la apertura, el don de sí mismo, etc…

Es en este punto de la complementariedad cuando puede finalmente darse la verdadera unidad del amor esponsal. Este constituye una “cara del diamante” de la sexualidad de carácter primordial. Sólo cuando reconozco en una persona del otro sexo esa parte de mí que está todavía incompleta, por realizarse, y sólo cuando la acepto consciente y libremente en mi vida, solo entonces entraré a formar parte de su vida, permitiendo que esa complementariedad antes mencionada de lugar por fin al amor esponsal. Este será tan sincero, recíproco y auténtico que dará como fruto una nueva vida humana.

Como se ha visto hasta aquí, la sexualidad es una realidad que va más allá de un plano meramente físico o biológico. Es una compleja realidad compuesta por diversos elementos inseparables entre sí que no son reducibles, sino que por el contrario una vez puestos en común, permiten entrever la verdadera sexualidad humana en su plenitud. Y cuando se supera esta visión meramente naturalista de la sexualidad, entonces se entenderá que la sexualidad que tiene que ver con la persona misma y no solamente con su cuerpo, que en definitiva la sexualidad toca la existencia misma de la persona.

Ciertamente cuando estos diversos elementos precedentemente mencionados integran la propia vivencia de la sexualidad, ésta estará siendo vivida en su plenitud. Y sólo entonces aquellos elementos a los que la sociedad ha reducido la sexualidad, comenzarán a encontrar su pleno sentido y a integrarse en el conjunto de la misma. Pues cuando hay complementariedad, comprensión del otro en su condición sexuada específica, amor esponsal, sólo entonces la genitalidad, el acto sexual, el placer que éste conlleva, la sexualidad entendida como moralidad y los demás elementos de esta compleja realidad tendrán un verdadero sentido y estarán siendo vividos en su plenitud específica dentro de la plenitud misma de la sexualidad.

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