sábado, 17 de octubre de 2020

MIRLENA

Tuve una gata en mi vivienda de la selva, era gato pardo; bien hecha ella, más bien grandecita. Buena para estar libre de ratones, animalejos y cucarachas, que el techo era de hoja de shebón palma y el piso de batido de pona, otra palmera. El cerco de las habitaciones de rajas de la palmera huasaí. Como todo gato dormía al pie de uno, insistente para entrar al mosquitero de cama, no la dejaba. Mirlena era de esos gatos que al dormir les gusta subirse a la parte más alta de tu cuerpo yaciente y ahí acomodarse, eso molesta por su peso. Insistente ella, pero tranquila, no laberintosa. Ni ella ni yo de arrumacos, más bien yo su soporte. No me daba ningún trabajo su aseo, pues era zona de chacra de selva baja. Todo en natural y en lejos.

Mirlena, le puse de nombre, era el de una joven moderna. Tenía su novio, un gato enorme asilvestrado que venía del bosque detrás de la casa. Yo me desvivía por dejarla encargada para cuando partía de viaje. Ella se iba al bosque con su enorme gato plomizo. Se apareó con él, pero no se preñó; ese animal tan grande sería mutante.

Pero todo es que yo llegaba y Mirlena aparecía en la casa, a mi lado siempre. El gato venía, entre nueve y doce de la noche. Jugaban, los llegué a observar.

A medianoche ya estaba en mi cama acomodada al pie de mi mosquitero, limpia sin ningún cadillo ni nada. Nunca de irse lejos a otras casas ni nada. No huraña con mis amistades y visitas; acababa durmiendo con ellas.

Cuando tuve que mudar de región me vi obligado a darla en adopción. Le busqué un sitio donde estaría bien. En el rancho selvático de un compadre. Varios años regresé después y pregunté por Mirlena. Había muerto repentinamente después de una vida interesante.

A su llegada al rancho fue compañera de otros gatos que ahí había. Era lista y cazadora. Se convirtió en la líder. Sus compañeros la seguían, lo que ella hacía hacían ellos. Tuvo dos camadas. Eso me dijo Cateo, el compadre.

Murió de un accidente, solo habrá llegado a la mitad de su esperanza de vida gatuna. La cabeza de un hacha se escapó del mango y le cayó un mal golpe. Malherida, la sacrificaron con pena, me dijeron.

Hoy que escribo esta nota la siento cercana al cabo de más de 25 años.

Alejandro Smith Bisso.

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