JEREMY MCLELLAN ES UN DIVERTIDO MONOLOGUISTA CATÓLICO
Jeremy McLellan, 35 años,
creció en Charleston (Carolina del Sur) en una familia presbiteriana, pasó un
tiempo en El Arca conviviendo con personas con discapacidad
intelectual, y al terminar sus estudios empezó a triunfar como monologuista
cómico en bares y encuentros de la ciudad.
Posteriormente
converso al catolicismo, Jeremy ha
tenido mucho éxito sin embargo en círculos musulmanes e hizo una gira por Pakistán. Se ha ido
labrando así un buennombre profesional que le llevó a recibir muy buenas
críticas en el Festival Internacional de la Comedia Just for Laughs celebrado
en Montreal (Canadá) en 2017.
En Catholic
Herald ha publicado una interesante reflexión, con sus
toques de humor, sobre las diferencias entre la confesión sacramental y la
terapia psicológica, en ocasiones, sostiene, indebidamente relacionadas (los
ladillos son de ReL):
LA
CONFESIÓN NO ES UN SUSTITUTO DE LA TERAPIA (O VICEVERSA)
Cada pocas semanas veo el mismo tuit. El último sirve de ejemplo típico: "No vayas a terapia; confiésate. Serás mucho más
feliz".
Bien, una
persona caritativa puede interpretar esto en el sentido de que mucha de nuestra
infelicidad es resultado del pecado humano, que la terapia sin arrepentimiento
solo tiene como resultado más tristeza. Y tendría razón.
Por
desgracia, no soy una persona caritativa. Seguramente me confesaré de ello.
Porque lo
que sugiere este tuit no es solo confusión sobre los distintos papeles del
terapeuta y el sacerdote, sino confusión sobre los conceptos
de salud mental y pecado, una confusión que, me temo, es demasiado
habitual en la Iglesia hoy en día.
Me
gustaría aclararlo. Pero antes de hacerlo, debería usted saber que no soy ni
terapeuta ni sacerdote. Soy un cómico, lo que significa
que soy ambas cosas, un enfermo mental y un pecador, por lo que tengo amplia
experiencia con terapeutas y sacerdotes.
Lo que sé es que, con el enfoque que planteo más adelante, ambas prácticas
pueden reforzarse mutuamente.
EN
BUSCA DE UN BUEN TERAPEUTA
El mejor
modo de pensar en la terapia es que entrena la virtud de la prudencia. Josef Pieper define la prudencia como la habilidad de percibir la realidad de manera objetiva y de actuar de acuerdo con dicha
realidad. Es sinónimo de salud
mental. La enfermedad mental, por otra parte, es la incapacidad de percibir la
realidad y actuar adecuadamente. Muchos factores, a saber: los traumas pasados, las distorsiones cognitivas, los
malos hábitos, un razonamiento errado, la genética, el abuso de sustancias,
etc., pueden inhibir la propia capacidad para comprender el mundo y moverse en
él.
Tratar
esto le hará feliz. Pero primero tiene que encontrar a un buen terapeuta. La
terapia no funcionará a no ser que su terapeuta sea excepcionalmente
prudente, a no ser que vea el mundo correctamente y le ayude a
navegar en él.
Encontrar
uno puede ser difícil. En una ocasión yo estaba intentando ahorrar dinero, por
lo que fui a una escuela psiquiátrica donde pueden hacer prácticas contigo
(esto no funciona con la confesión).
Mi terapeuta en formación era más joven que yo y me preguntó sobre mi madre. Le
hablé de ella. Entonces ella empezó a hablar sobre su madre durante treinta
minutos, tras lo cual la sesión terminó. Salí confuso. ¿Consigo
créditos universitarios por eso? ¿Soy ya un terapeuta?
Por
consiguiente, ¿qué es lo que está usted buscando? Para
los católicos, lo más importante en un terapeuta es que no piense que
las creencias religiosas son un mero epifenómeno de las cuestiones psicológicas. Es una cualidad rara entre los terapeutas que no
son religiosos, pero marca una gran diferencia. No que ambas cosas no estén
relacionadas. Puede ser verdad que usted crea en un Dios afectuoso porque su
padre no lo era. Pero también se podría decir que los padres deben ser
afectuosos porque Dios lo es. Asimismo, mi devoción por María puede ser el
resultado de un trauma infantil, pero si lo que afirmo sobre la realidad es
verdad, entonces soy exactamente el tipo de persona a quien María, con razón,
consolaría.
Mi
terapeuta lo entiende. Conozco a otras personas con las que puedo hablar, pero
no es lo mismo. De hecho, he llegado a creer que un terapeuta es alguien a
quien le pagas cien dólares a la hora para que hable contigo sin que esté
mirando su móvil.
Por
consiguiente, ¿cómo funciona la terapia? La
prudencia es imposible sin una buena memoria. Al contarle a
tu terapeuta tus historias importantes y al investigarlas por partes que cree
que están distorsionadas, aprendes a recordar de manera más veraz. Los hechos
traumáticos tienen un modo de cerrar el propio acceso a la realidad porque
sentimos la necesidad de protegernos. Al disponer de un lugar seguro
donde poder hablar sobre hechos y sentimientos incómodos, aprendes a ser más abierto de mente sobre el
modo de ser de las cosas y cómo deben ser. La ansiedad por el futuro no
desaparece, pero ya no te impide tomar decisiones.
EN
QUÉ AYUDA LA CONFESIÓN
Esto no
solo te hace mejor persona, sino que te hace mejor católico. Ser más prudente ayuda en el ejercicio de las otras virtudes y te
mantiene alejado del pecado. Un sacerdote puede absolverte de tus pecados,
pero no puede arreglar las distorsiones cognitivas que dan lugar a las
ocasiones de pecado.
Hay otras
diferencias, también. La confesión es breve porque
los pecados son aburridos. La terapia es larga porque tus pecados son
interesantes. En la confesión, el sacerdote actúa in persona Christi. En la terapia, el terapeuta
actúa "in persona de tu madre/tu
padre/el acosador del instituto". La terapia cuesta cien dólares.
La confesión cuesta unos diez Ave Marías, lo que son unos diez dólares per María.
Para mí
la confesión es terapéutica en un sentido. En nuestra cultura no faltan personas que quieren que te sientas bien por el pecado y mal por cosas
que no son culpa tuya. Pero al
confesar tus pecados de manera objetiva, no solo aprendes a sentirte culpable
por los pecados, sino que aprendes a no sentirte culpable por cosas que no son
pecado.
Espero
que haya encontrado todo esto útil. Espero que si usted siente que no es capaz
de ver el mundo claramente y actuar con virtud en él, vaya a terapia. Cuando
fracase, espero que se confiese. Pero lo más importante, espero que le diga
al Herald que debo seguir
escribiendo cosas como esta para poder seguir pagándome la
terapia.
Traducido por Elena Faccia Serrano.
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