martes, 20 de octubre de 2020

GRACIAS SEÑOR

Hace casi 2 años tuve un llamado misterioso, se apoderó de todo mi ser, era mi momento de servirle al Padre bueno de los cielos, no comencé una vida Católica avanzada, fue pasitos pequeños que fui dando con mi gran Cruz a cuestas.

Mucho antes de esto pasé pruebas inexplicables e intendibles para ése tiempo, no sabía que era una preparación para lo que venía.

Bueno, quizás dirán que tarde te diste cuenta, ¿no?... no fue así, diría fue el tiempo de Dios perfectísimo que me llamó y me eligió.

GRACIAS SEÑOR!!!!

La verdad que hubiera querido que sea a mis 16 años para poder ahora haber sido religiosa como lo deseo, pero ya no puedo, es muy tarde. Más aún no me arrepiento de la vida que he tenido, la viví sana y alegremente y de ahí he cosechado la gran Amistad con seres maravillosos que hoy son mis hermanos.

Bueno, no saliéndome del tema central, Dios está en mí. Más allá y por encima de mis dialécticas, procesos mentales, representaciones intelectuales, inducciones y deducciones. Mi fe es una peregrinación porque tengo que seguir buscando el rostro del Padre entre sombras profundas.

A veces veo las huellas de unos pies en la arena, y digo por aquí pasó una persona. Y no sé si era un niño o un adulto.

Yo de ésta manera voy descubriendo el misterio de Dios sobre la tierra. Otras veces lo conozco por deducciones y digo... esto no tiene explicación posible si no admito una inteligencia creadora. Mi caminar en el mundo de la fe, es pues por las veredas de las evocaciones y deducciones.

Por ejemplo... ¿podría un ciego ver los colores del fuego? Jamás los colores entraron en su mente. Por eso, no sabrá identificar y discernir los colores. Los colores lo trascienden.

¿Podría la retina de un ser humano captar el más pequeño fulgor de la majestad de Dios? Él no puede entrar en este juego, Él está por encima de mis sentidos. Está en otras órbitas. Nuestro Maestro es un Dios inmortal y vivo que no duerme. Nunca será alcanzado por el sonido, la luz, el perfume, las dimensiones, mucho menos mis sentidos.

Por eso mi Fe es ciega, solo creo en él sin verlo, confianza y esperanza son los que me acompañaran hasta el día de mi adiós terrenal, luego todo lo que imagine aquí será aún más infinitamente maravilloso allá.

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