martes, 20 de octubre de 2020

EXPLICANDO COSAS OBVIAS A CLETUS

Habréis observado que no critico ni he criticado al gobierno de España por las medidas contra la pandemia. Y es que hay que otorgar un voto de confianza a aquellos que disponen de más datos y los mejores asesores. A día de hoy, el público en general (entre los que me incluyo) no sabemos hasta dónde llegan las secuelas de este virus desastroso. (Señor presidente, señor vicepresidente, el clero está a sus órdenes.)

Sí, he escuchado tantos por ciento en los medios. Pero eso no ofrece mucha información. Ya sabemos que el virus deja muchas secuelas. Pero lo importante (y esa es una labor especializada de interpretación por los expertos médicos) es saber hasta qué punto las secuelas graves son generalizadas y en qué franjas de edad. Sabiendo esos datos, se puede, razonablemente, llegar a la conclusión de si las medidas deben ser más o menos duras, más o menos flexibles. (Os aseguro que los médicos saben algo más que lo que podamos leer nosotros en unas cuantas páginas de Wikipedia.)

Si las secuelas fueran graves (y, esencialmente, irreversibles) en un 25% de la población menor de 70 años, eso significaría que todo esfuerzo que se haga es poco. Si la mayor parte de las secuelas graves ocurren en gente muy anciana, eso produciría un resultado epidemiológico más parecido al de otras enfermedades cuando las contraen esa franja de edad. (A los 95 años hasta un ataque de hipo te puede matar. Vamos, eso he oído en un refrán.)

Yo no tengo los datos y, por eso, no critico y obedezco. Pero me parece impresionante que un simple, pequeñísimo, insignificante, virus vaya a dejar a una parte de la población teniendo que llevar una vida más sedentaria y quitándoles diez, quince o veinte años de vida, estadísticamente. Tremendo. (Hace unos meses que hecho la culpa de mi estilo de vida sedentario al virus.)

Sin embargo, me muestro muy optimista respecto a las vacunas. Todo parece indicar que los estudios van avanzando muy bien. Más triste me parece el hecho de que cada país haya intentado conseguirla por su cuenta sin compartir información. A pesar de millones de personas muertas o incapacitadas para siempre (cifra que sigue aumentando), no nos hemos unido, hemos fragmentado nuestras fuerzas. El beneficio económico y el orgullo del país se ha puesto por encima de la vida de rostros concretos queridos por sus hijos y nietos. (Lo de las películas que envían una misión conjunta contra el asteroide es puro Hollywood.)

Los que repiten que esto del virus es un fake, una exageración interesada de las farmacéuticas, hablan desde la ignorancia. Mi vecina, enfermera, un poco más joven que yo, todavía arrastra graves secuelas, tantos meses después: no puede subir más allá de un piso a pie. Conozco otro caso de un compañero del hospital, celador, sus secuelas han sido muchísimo más graves. En mi mismo edificio, un señor de excelente salud, lleno de vigor a sus sesenta años, nos dejó a causa del virus. Razonablemente, podríamos haber esperado que hubiera vivido veinte años más. (Tal vez después aparezca un virus que haga que los contagiados vivan, estadísticamente, quince o veinte años más, y con más pelo.)

La conexión, en Estados Unidos, entre mentalidad conservadora y negacionismo me resulta sorprendente. Si no se hubieran tomado medidas, la mortalidad, las secuelas, se hubieran multiplicado por diez, por treinta. (Algunos piensan que una mortandad generalizada, precisamente, hubiera sido una buena noticia. Creen que es mejor que los pinos y olmos vivan felices y que haya más pinos y olmos.)

Podemos sentarnos a discutir qué medidas son las más razonables, pero no podemos negar el carácter destructor de la salud humana de gente completamente sana que tiene este virus.

EN FIN, HOY HE DICHO COSAS OBVIAS. PERO CREO QUE ERA CONVENIENTE DECIRLAS:

—Obediencia y respeto al príncipe del reino.

—Prudencia: según sea el mal, así las medidas; eso es tarea de los expertos.

—Las vacunas: dejaos de fantasías conspiranoicas. Los únicos nanorobots que existen, fuera de las películas, son los piojos del pelo y las pulgas. Y su eficiencia es mil veces mejor que los mejores nanorobots que salgan al mercado dentro de quince años. Después, ya no lo sé.

—Negacionismo: Me parece estar escuchando a Cletus, el de Los Simpson.

P. FORTEA

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