La triste noticia del altar profanado en Nueva Orleans me ha llevado a reflexionar sobre el tema. Y pienso que con el altar hay que hacer lo óptimo como símbolo de que con el sacerdote caído también hay que hacer lo óptimo. Con lo sagrado, sean personas u objetos, hay que hacer lo que sea lo mejor.
En una
mentalidad veterotestamentaria, la ira, la reparación, debe reducir a pedazos
el objeto o incinerarlo.
En la
mentalidad de la Parábola del Hijo Pródigo hay que intentar salvar lo salvable
y esperar contra toda esperanza. Desde la lógica del Nuevo Testamento, el
castigo viene de uno mismo. Por supuesto que encontraremos, en el Nuevo
Testamento, excomuniones de san Pablo y castigos divinos en Hechos. Pero se
inscriben en una Buena Nueva de Salvación y son para la salvación. Lo mismo
sucedía en el Antiguo Testamento, pero no de forma tan clara, tan abierta, tan
manifiesta.
Dicho de
otro modo, ese sacerdote, pagada su deuda con la ley si existiese (tengo
entendido que está detenido), lo ideal sería ofrecerle vivir su consagración en
una casa de reclusión eclesiástica. Algo sobre lo que ya hablé largamente en mi
libro Neovaticano.
Por
supuesto que para vivir en esa casa lo ideal es hacerlo ya arrepentido. Pero,
incluso sin arrepentimiento, mientras se viva bajo la disciplina y regla común,
más fácil será que esa alma encuentre a Dios allí que en el mundo. Por supuesto
que sin arrepentimiento, un residente en esa casa de reclusión eclesiástica no
le sería lícito ni concelebrar ni comulgar. Pero sí salmodiar en el coro,
trabajar y participar de las recreaciones comunes.
Esto nos
da la respuesta respecto a qué hacer con el altar. Si hubiera tenido valor
artístico, histórico o económico, lo mejor es purificarlo con una larga
purificación de siete días, culminando con lo que se dice en La reparación del lugar sagrado.
Si no
tiene valor, sea de madera o de piedra, lo mejor es colocarlo en un jardín
minimalista, creado ex profeso, situado en un patio cerrado: en el seminario, en el obispado, en la residencia del
obispo.
¿Romperlo? Desde
esta lógica, no. Estos casos (personales o materiales) no deben ser tratados
con la destrucción, sino con el respeto y el amor. Respeto no significa que
tenga que ser reintegrado al ministerio pastoral sin más. Amor no significa que
no hay que hacer algo.
Para que
no parezca un altar abandonado y medio destruido, lo mejor es desarmarlo si
está formado de varias piezas. Y dejar esas piezas como dije, en lugar donde se
cubran de hierba y de musgo. El ara normalmente es de una pieza (de piedra o de
madera). Esta se colocará con respeto y pena sobre el suelo para que las
plantas la cubran con su belleza y con eso precisamente: vida.
El
conjunto, aunque caído, será bello. Será un sermón silencioso. Con los años,
quedará semienterrada, semicubierta por las plantas. Todo un símbolo.
EL INCIENSO SOBRE EL
ALTAR, EL PECADO ALREDEDOR DEL ARA
Continuando
con el tema del sacerdote de un sacerdote caído a lo más profundo. Por supuesto
no se pone a cuidar de las ovejas a nadie que no sea adecuado para ello: haya
caído a lo más profundo o esté simplemente un poco por debajo de la línea.
Ahora
bien, ahora, justamente ahora, no es el momento de abandonar a ese pobre ser
humano.
Algunos
pueden ver una cierta necesidad de hacer justicia, pero la Iglesia no está para
hacer justicia, sino para mostrar la misericordia de Dios y salvar almas.
Un
juez que renunciara a hacer justicia no cumpliría con su cometido.
Los curas
pederastas, los curas ladrones, tendrán que cumplir con sus penas civiles. Pero
satisfecha la pena, el obispo solo tiene que preocuparse del alma inmortal de
ese ser humano. En unos casos, la falta fue de tal naturaleza que será posible
que colabore en algún tipo de trabajo temporal. En otros casos, no sería
prudente y la reclusión cuasimonástica será el modo de salvar una vida en
consonancia a la consagración. Pero nunca abandonar. Siempre
se puede purificar sin el uso del martillo. Como cristianos, pensamos que todo
es sanable, que todo pecador es redimible.
Una cosa
es la pena civil y otra el obispo-padre de la Parábola del Hijo Pródigo. Son
dos campos distintos, son dos funciones. Por supuesto que no se pone al zorro a
cuidar a las gallinas. Pero no solo el zorro, sino incluso el lobo debe ser convertido
en cordero que pazca junto al león.
P.
FORTEA
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