¡Hola familia! En estos días se habla mucho de los disfraces. ¿Los católicos pueden disfrazarse en Halloween? Pueden estarse preguntando.
Muchos dicen que la intención
es lo que vale y simplemente quieren divertirse con sus amigos y otros han
propuesto una alternativa para que sobre todo los más pequeños
se disfracen de sus santos favoritos.
No es mi intención debatir si
podemos o no ponernos disfraces de Superman, La Casa de Papel o de San
Francisco de Asís. Simplemente les propongo algunos disfraces que sí o sí
deberían estar radicalmente prohibidos para quienes queremos seguir a Jesús de Nazaret.
1. DISFRAZ DE JUEZ
Dícese de aquél disfraz que
nos convierte en personas obsesionadas con que los demás se porten de forma tan
ejemplar como nosotros. Las palabras de condena vienen incluidas como el
accesorio perfecto.
Este
disfraz es muy peligroso porque cuando vemos mucho la paja en el ojo ajeno, nos
distraemos de ver la viga que hay en el nuestro.
2. DISFRAZ DE FOTOCOPIA
Este disfraz anula nuestra
autenticidad para convertirnos en un molde que agrade a los demás. Incluso
dentro de nuestras pastorales, con la excusa de que Dios nos quiere dar una
nueva vida, a veces tenemos que renunciar a lo que somos y adoptamos una
identidad que no nos pertenece.
Oramos,
nos vestimos, hablamos y hacemos cosas de una forma que no responde a nuestra
esencia. Este disfraz es muy peligroso
porque si vivimos fotocopias nuestra felicidad nunca será original.
3. DISFRAZ DEL REY
Aquél disfraz que convierte a
la gente en nuestros súbditos. Algo tiene este traje que hace que miremos a los
demás por debajo del hombro.
Este disfraz suele ser muy
peligroso sobre todo para quienes tienen cargos de liderazgo como coordinadores
de comunidad, asesores de catequesis, priores, obispos, etc.
El
riesgo es olvidarnos que nuestra meta no es conservar la corona, sino
arrodillarnos frente a los más pequeños para lavarles los pies.
4. DISFRAZ DEL GUERRERO DE CRUZADAS
Es el disfraz que nos
convierte en gladiadores, luchadores de la UFC o piratas de Facebook
para defender nuestra fe a capa y espada.
Nuestro hobbie es meternos en todas las conversaciones
posibles, no precisamente para hacer un comentario, dar una opinión o
establecer un diálogo, sino para matar toda fraternidad posible con quienes
piensen diferente a nosotros.
El
peligro de este disfraz es que el mandamiento que más deberíamos defender es
precisamente el amor a quienes consideramos nuestros enemigos.
5. DISFRAZ DE SONRISA DISNEY
Este es el disfraz que nos
ayuda a mostrarnos siempre felices con los demás. Tenemos que tener nuestra
sonrisa de oreja a oreja, de lo contrario, no estamos reflejando que Dios está
en nuestra vida.
Y
si un día lloramos mucho, preferimos no ir a la reunión de comunidad porque nos
hicieron creer que la tristeza no es cristiana.
El peligro de este disfraz es
dejar de amar nuestra humanidad como si el mismo Jesús no hubiese sentido
cólera, tristeza, desánimo, soledad, alegría, miedo y todo lo que tú y yo
sentimos en este momento.
6. DISFRAZ DEL DISTRAÍDO
Este disfraz nos roba la
valentía de alzar la voz cuando vemos que algo no está en sintonía con los
valores del Evangelio.
Nos hace quedarnos callados
frente a las injusticias que suceden en nuestros trabajos, frente a prácticas
machistas que pueden ocurrir en nuestro grupo de WhatsApp
de amigos, frente a algún caso de abuso de autoridad que veamos en nuestras
pastorales juveniles, o frente a alguna situación donde hayan personas
convirtiéndose en víctimas.
El peligro es olvidarnos de
Mateo 25,42. ¡A disfrazarnos de nuestra mejor
versión! ¡Jesús nos quiere auténticos! Decía Martín Valverde que el mejor disfraz que puedes ponerte es ser tú mismo.
Si has apostado por seguir a
Jesús tienes que saber que el camino tiene muchas tentaciones que nos pueden
alejar de convertirnos en buena noticia para nuestros hermanos.
Si reconoces que tienes algo
de estos disfraces, tranquilo, si los escribí es porque creo que yo tengo un
poco de todos. Pero también creo en un Dios que me acompaña y me enseña, que me
respalda y me levanta, que me ama y me espera.
Feliz Semana. ¡Mucho
ánimo!
Escrito por Fernando Merino
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