viernes, 4 de septiembre de 2020

OCURRENCIAS PASTORALES

No es la primera vez que escribo de esto, pero es que es como la canción del verano: vuelve y vuelve y vuelve. No hace mucho, preguntado un eclesiástico por una iniciativa pastoral que se estaba presentando, respondió con un “es que algo hay que hacer”. Malo. 

Malo porque se empieza por un “algo hay que hacer”, se continúa por un “parece que a la gente le gusta” y rematamos la faena felices porque no estamos quietos. 

Lo normal en una planificación que merezca la pena es definir los objetivos: el principal y los secundarios, ver cómo presentarlos y establecer unas estrategias para llegar a los fines que nos interesan. 

No sé si en la Iglesia tenemos claro el objetivo final. Hasta ahora era llegar un día al cielo. Hasta ahora. Y era así porque lo había mandado el Señor: “-Id por todo el mundo y proclamad la buena noticia a toda criatura. El que crea y se bautice, se salvará, pero el que no crea, se condenará". Teníamos claro el objetivo final y claros los medios: predicación de la Buena Nueva y vida sacramental

Lo primero que me preguntaría es si en la Iglesia estamos todo de acuerdo en lo de llegar al cielo, porque aquí cada cual tiene su idea: llegar al cielo, estar con los pobres, hacer comunidad, estar con la gente, compartir la cultura de cada cual. Las consecuencias son lógicas: los hay, sacerdotes hablo sobre todo, que dedican su tiempo básicamente a celebrar, predicar y confesar. Otros a la cosa social, o a pasear con la gente, o vaya usted a saber. Todo igualmente válido, aunque lo de confesar y celebrar como que es demasiado carca. 

En lo único que estamos de acuerdo en eso del cielo es que al cielo iremos todos por derecho propio, por tanto podemos dedicarnos a coros y danzas. 

Si el objetivo final es el de llegar un día al cielo, y reconocemos que la santidad es obra de la gracia, me temo que será necesario fomentar el hambre del cielo y de la santidad -predicación- y asegurar a los fieles el acceso a la gracia por medio de la oración y de la vida sacramental. 

¿Y los pobres? Ya estamos… A mí me suena de algo eso de “buscad el Reino de Dios y su justicia y lo demás se os dará por añadidura". Es decir, que cuando se vive en Cristo y se anhela la santidad, los pobres están bien atendidos. Nadie pasa necesidad. 

Y se le ha olvidado lo del equilibrio ecológico. Para nada. Aquel que es de Dios sabe que la naturaleza es creación suya y la cuida con mimo. 

Pues eso… a cuidar la creación y a atender a los pobres. Me temo que no es lo mismo. ¿No? No. El fin último es progresar en la santidad y la consecuencia es cuidar de los pobres y del mundo. Cuidar a los pobres por sí mismos es solidaridad, que no caridad cristiana, y cuidar del mundo per se es ecología barata y no colaboración con la providencia. Sigo. Cuidar a los pobre sin más no nos hace santos, ni ser ecologista es garantía de vida eterna. Al revés sí. Caminar en la santidad lleva en consecuencia lo otro.

Inicio de curso. Me lo temo: ecología, solidaridad, condonación de la deuda, todos hermanos. Podíamos hacer un encuentro, un concurso, la jornada de…, la semana de o el año para. Parece que a la gente le gusta y acude. Sí. Y si además se repartieran pirulís de la Habana vendrían más. Pero no es eso. 

Jorge Gonzalez

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