“Mi saludo a los hijos de Cuba que en cualquier parte del mundo veneran a la Virgen de la Caridad; junto con todos sus hermanos que viven en esta hermosa tierra, los pongo bajo su maternal protección, pidiéndole a Ella, Madre amorosa de todos, que reúna a sus hijos por medio de la reconciliación y la fraternidad”, dijo San Juan Pablo II en su visita a la Isla en 1998.
Dice la historia que, por los años 1612 o 1613, tres niños entre los
nueve o diez años -dos de ellos hermanos de raza indígena y otro de raza negra-
se embarcaron en una travesía desde Cayo Francés (isla pequeña frente a la
costa este de Cuba) en dirección a la Bahía de Nipe, con el propósito de
recoger sal. Sus nombres, respectivamente, eran Juan de Hoyos, Rodrigo de Hoyos
y Juan Moreno, conocidos tradicionalmente como “los
tres Juanes”. Los tres niños estaban en condición de esclavos y
trabajaban en las minas de cobre.
De acuerdo al testimonio de Juan Moreno, concedido en 1687 cuando tenía
85 años y que se preserva hoy en los Archivos de Indias ubicados en Sevilla,
España, los tres niños salieron en una canoa y, durante el trayecto, divisaron
un objeto de color blanco flotando sobre la espuma del mar. A la distancia
ninguno de ellos podía distinguir de qué se trataba.
Sin embargo, al acercarse, vieron la imagen de la Virgen María con el
niño Jesús en brazos, flotando sobre una tablilla en la que estaba escrito: “Yo soy la Virgen de la Caridad”. Los niños
tomaron la imagen y la llevaron consigo de vuelta hacia las minas.
Allí, el administrador del Término Real de Minas de Cobre ordenó
levantar una ermita donde se conservaría la imagen y designó a Rodrigo de Hoyos
como el capellán.
Cierta noche Rodrigo se dio cuenta que la imagen no estaba en la ermita.
Esa noche se organizó una búsqueda, pero no la encontraron. A la mañana
siguiente la Virgen estaba en su altar como de costumbre. Todos quedaron
sorprendidos porque la puerta de la ermita había permanecido cerrada toda la
noche. Este hecho volvió a suceder en repetidas oportunidades.
Es así que se pensó que la Virgen quería que su imagen fuera llevada a
otro lugar. Se decidió trasladarla en procesión al Templo Parroquial del Cobre,
donde fue recibida con júbilo por los pobladores. De esta manera la imagen
empezó a ser llamada la Virgen de la Caridad del Cobre.
Sin embargo, la imagen no se quedaría en ese lugar. Nuevas
desapariciones de la imagen hicieron pensar nuevamente en su traslado. El
relato de una niña de nombre Apolonia daba cuenta de una visión que le fue
concedida. Apolonia vio a la Virgen de la Caridad sobre la cima de una de las
montañas cercanas a las minas de cobre. Más adelante, la imagen fue llevada a
ese lugar.
Durante las guerras de independencia de Cuba, la devoción a la Virgen de
la Caridad del Cobre se fortaleció entre los soldados independentistas. Las
tropas solían encomendar su lucha a esta advocación y la victoria final fue
ofrecida en su honor. Los veteranos de la gesta de independencia, en 1915,
pidieron al Papa que declarase a la Virgen de la Caridad del Cobre como Patrona
de Cuba. En 1916 Benedicto XV les concedió esta petición y fijó su festividad
para el 8 de septiembre.
El santuario donde se conserva hoy la imagen mariana fue inaugurado el 8
de septiembre de 1927, y en 1977 el Papa Pablo VI elevó este recinto a la
dignidad de Basílica. El 24 de enero de 1998, la Virgen de la Caridad fue
coronada como Reina y Patrona de Cuba por San Juan Pablo II durante su visita
apostólica a la isla.
Redacción ACI Prensa
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