EN BÉLGICA LAS EUTANASIAS SE REGISTRAN COMO MUERTE NATURAL: ¿MALA CONCIENCIA?
La soledad, la depresión, el miedo... Bélgica demuestra que la eutanasia no se limita a casos extremos de dolor físico o incapacidad...
François
Trufin conoce bien las carencias del sistema sanitario belga,
un país que lleva desde 2002 matando a sus enfermos de forma legal. Además, cada vez matan a más, hoy se
hacen el triple de eutanasias que hace 10 años. En 2010, sanitarios belgas mataron a 900 personas por eutanasia; en 2019 fueron
casi 2.700.
Trufin es
enfermero de urgencias especializado en cuidados paliativos y vicepresidente de la asociación de enfermeros de lengua
alemana en Bélgica. Tiene una amplia visión de lo que pasa en el país.
Lo que pasa es que la eutanasia lo ensucia todo y lo pervierte todo, detrás de la cortina blanca de la asepsia. Hay eutanasias chapuceras, hay residencias chapuceras de ancianos y enfermos -que poco menos que empujan a la depresión y
al suicidio- y no hay apenas controles serios de lo que se hace. Muchos médicos se sienten dañados y empujados a
este sistema que mata enfermos.
"Estamos lejos de imaginar lo que pasa en las habitaciones de los
pacientes, en los pasillos de los hospitales, en las consultas médicas o en las
salas de reuniones", advierte
en su capítulo del revelador libro colectivo Eutanasia,
lo que el decorado esconde.
MÉDICOS
PRESIONADOS POR EL AMBIENTE... Y DAÑADOS POR EUTANASIAR
Hay
enfermos empujados a la eutanasia... y hay médicos que practican eutanasias,
presionados por el ambiente y el desconocimiento. En su interior
les repugna y les duele matar al enfermo... pero les han convencido de que es
algo bueno y necesario.
En su interior intuyen que matar enfermos no puede estar bien aunque sea legal
hace 20 años y muchos les animen a ello.
Trufin
pone el ejemplo de un médico que "había
practicado numerosas eutanasias; con los ojos bañados en lágrimas me confía que
ciertas noches se despierta entre sudores
teniendo ante sí el rostro de las personas que eutanasió. ¿Qué hay más insoportable?"
Otra
escena real y común: un médico, en una reunión del
consejo de ética de su hospital, dice que "acepto volver a practicar la
eutanasia por este paciente, pero ya no más este año; ya he practicado otras
dos, ya está bien".
CUIDAR
REQUIERE ACOMPAÑAR: ¡EUTANASIAR ES MÁS FÁCIL!
Cuando hay cuidados chapuceros, tarde o temprano en enfermo o sus
parientes, o algunos profesionales, pueden protestar y lograr mejoras. Con la
eutanasia es más difícil: los profesionales y enfermos no quieren hablar de
ello, y el enfermo no puede porque lo han matado.
Así, las
eutanasias chapuceras tienden a multiplicarse. También tienden a lograr que se
recorten gastos y recursos para los enfermos que querrían vivir.
Trufin
cuenta un caso. Un médico tiene que hacer una eutanasia a las 14:30; allí
espera la familia de la víctima. Pero el médico llega tarde, y la
familia y la víctima se ponen nerviosos. Salen al pasillo a esperar. Todo el
mundo en el hospital se contagia de ese nerviosismo, de los parientes que entran y salen, el enfermo que da
vueltas. Tras horas de retraso, llega el médico. Normalmente él encarga a enfermeros que pongan el catéter y hagan la perfusión, de
hecho ya no recuerda como se hace esta práctica. Pero los enfermeros aquí son
objetores de conciencia y se
niegan a colaborar. El médico les grita y presiona y consigue traer una
enfermera de otro servicio. Esta asistente de fuera le ayuda a matar al
enfermo. Todo es contrario a lo habitual en un hospital de otro país y a la
buena medicina.
"La eutanasia exige del médico que practique sobre sí mismo una
deshumanización personal", admitía
con candidez un psicóloga belga favorable a la eutanasia, a lo que Trufin
responde: "¿tenemos el poder de
deshumanizarnos? Esa función no existe en nosotros"
UN
TRUCO: LAS EUTANASIAS SE ESCONDEN EN LOS CERTIFICADOS
En
Bélgica, en el certificado de defunción, no existe la casilla "eutanasia"; hay que marcar la casilla "muerte natural", denuncia Trufin.
"Afirmar oficialmente que hacerse inyectar una sustancia letal es
una muerte natural dice mucho acerca del malestar general que se esconde tras la eutanasia.
Nos encontramos aquí ante una auténtica mentira de Estado", explica este experto.
Además,
el nombre del médico que hizo la eutanasia se mantiene en secreto, en un
segundo sobre oculto, que nadie abrirá a menos que dos tercios de una comisión
decidan examinar un caso llamativo para enviarlo a
la fiscalía... "algo que sólo ha sucedido una vez en 15 años", después de decenas de miles de
eutanasias acumuladas. Esas son las "estrictas"
medidas. La opacidad del proceso y vulnerabilidad del paciente admiten
numerosos agujeros.
LOS
MÉDICOS PASAN LAS PETICIONES DE EUTANASIA AL HOSPITAL
Trufin
señala que a las fases habituales del duelo ante una noticia grave, hoy se suma
la petición de eutanasia. Cuando un médico belga da una noticia muy grave a un
enfermo, éste responderá con las 5
fases de todo el mundo:
-
negación: "no puede ser, a mí no, se ha
equivocado usted"
- ira: "¿de quién es la culpa?, ¡alguien tiene que pagar
por esto!"
- negociación: "¿y si cambio algo
no podemos conseguir más tiempo y mejoras?"
-
depresión: "no puedo más"
- aceptación
Pero en
Bélgica se añade una 6ª: "doctor, no pienso esperar, quiero la eutanasia" (que puede pedir como parte de la ira,
la negociación o la depresión).
En ese
momento de petición de eutanasia, el médico de cabecera responde: "vaya al hospital local con esta nota y su
dossier". Y en la nota: "les
agradezco que se hagan cargo del Sr. X para la eutanasia".
El médico de cabecera no suele enviar a otros médicos concretos, ni piensa
seguir atendiendo al enfermo que pide eutanasia, y casi siempre
remite al hospital local, una entidad sin rostro.
Cuando el
enfermo llega con esta nota al hospital,
el enfermo
piensa que enseguida lo eutanasiarán, pero por lo general en el hospital nadie
quiere hacerse cargo, y
acaba en una cama de cuidados paliativos. Eso puede salvar su vida (hasta su
muerte natural) porque en cuidados paliativos suele haber profesionales que no
aceptan la eutanasia y le ayudan a gestionar su ira, depresión, miedos, soledad
y dolor.
RESIDENCIAS
CHAPUCERAS QUE LLEVAN AL DESÁNIMO
Trufin
explica un caso que transformó su visión del asunto. Se trataba de una señora de 75 años, operada de cadera, con
movilidad muy reducida, a quien sus hijos ubicaron en una residencia de
ancianos con poco personal. La mujer podía desenvolverse bastante bien pero ya
no podía vivir sola. La residencia era mala: vio que había ancianos a los que no les levantan en tres o cuatro día, o se les
alimentaba en cama sin necesidad el fin de semana, simplemente porque
había menos personal esos días. Gritaban "quiero
ir al baño" y no se les atendía.
La
señora, que no estaba muy impedida, asustada
por lo que veía y temiendo llegar a eso, dijo a su médico que quería ser
eutanasiada, rellenó los papeles, recibió el permiso y lo envió al
hospital. Como en realidad no se estaba muriendo, la ley exigía esperar un mes. Durante ese mes en el hospital los profesionales de cuidados paliativos
(aunque ella no estaba muriéndose) decidieron cuidarla, mimarla, acompañarla...
organizaron para ella visitas de parientes, regalo de bombones, hablar con una
psicóloga.
Y ella
dijo a la psicóloga: "¿Ha visto usted, señorita? He tenido que pedir la
eutanasia para que empiecen a interesarse por mí."
Cuidar y acompañar, no matar, es la función de los sanitarios
y en el final de la vida, ayudan los especialistas en cuidados paliativos.
Tuvo
suerte de que la gente de cuidados paliativos se interesara por ella.
Activistas pro-eutanasia la habrían matado enseguida.
Trufin
dice que a raíz de este caso, él
organizó un servicio de voluntarios que, simplemente, se tomaran tiempo para
sentarse con enfermos: bastaba escuchar y
acompañar para ayudar a muchos.
Los
activistas pro-eutanasia destrozan a los jóvenes sanitarios
Trufin
lamenta que haya predicadores de la
eutanasia que la presentan como si fuera un acto de amor. "Saben manipular la emoción de su público, anular su
culpabilidad, persuadirlo de que la
eutanasia es una hermosa respuesta al sufrimiento. Somos muchos los que hemos
asistido a este tipo de conferencias. Pero cuando van dirigidas a jóvenes profesionales que se están formando, los
destrozos que provocan se multiplican por diez: anestesian su capacidad para
afrontar el dolor ajeno", denuncia este experto en cuidados
paliativos.
Trufin
cree que igual que hay belleza en el otoño, también hay belleza oculta y
colores asombrosos en el final de la vida de los hombres, en el anciano y el
enfermo terminal. Es el tiempo en que la hoja, por si sola, va cambiando...
hasta que se suelta ella sola, hasta que cae. Así, los cuidados paliativos
enseñan a apreciar la belleza mientras llega el momento natural.
Ahí se ve
que "la persona es única e insustituible. Ya
no hay ministro, ni parado ni zapatero ni abogado ni vendedor. Hay una persona
que se prepara para abandonar esta vida. Lo que se dice, lo que se vive, es de una belleza e intensidad que
recuerda al bosque otoñal".
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