Un reportaje exclusivo narrando las evoluciones del lenguaje y los idiomas que se hablaban en Palestina hace dos mil años.
Por: D. Ignacio Walker Cisneros | Fuente:
cristiandad.org
Quien peregrina a Tierra Santa usualmente se
deja llevar por una triste ilusión: pensar que Nuestro Señor Jesucristo hablaba
la misma lengua que las gentes que hoy ocupan los Santos Lugares. Es más, el
error se extiende incluso a quienes - por motivos que desconozco y no puedo
comprender - se empeñan en fundar sociedades católicas con nombres en hebreo.
Hoy en día, el hebreo es la lengua oficial del moderno estado de Israel. Con
una sabia determinación, se ha impuesto esta lengua como una forma de unificar
a los habitantes del territorio y formar la unidad nacional. Sin embargo, este
espectáculo se diferencia mucho del que ofrecía a la vista del peregrino de
hace dos mil años.
Diremos, para comenzar, que el hebreo vivo es una lengua moderna, nacida de los
esfuerzos del publicista Ben Yehuda durante el siglo pasado, pensando en la
creación del "Hogar" sionista que
posteriormente se constituyó sobre una porción de Palestina. Ahora bien, esto NO significa que porque el hebreo no fuera usado
por el Pueblo Elegido no sea una lengua antigua, considerada por los lingüistas
dentro de las lenguas semíticas (1). Todas estas lenguas son parientes entre
sí, como el francés lo es de las románicas, del italiano, español o rumano.
Quienes acompañaban a Abraham hablaban un dialecto semítico análogo al
babilónico de la baja Mesopotamia. Los cananeos, en cambio, hablaban uno más
preciso, mejor construido. Al regresar de Egipto, los hebreos "fijaron" su idioma adoptando
construcciones del cananeo. Y así como en la Francia medieval existían los de ´oil´ y de ´oc´, los
de Judea pronunciaban ´ch´ la ´s´ de los efraimitas. Por esto el cántico de la
profetiza Débora está basado en un vocabulario tan particular. Y como el Libro
Sagrado fue redactado casi exclusivamente en Judea, el hebreo judaico
prevaleció sobre el resto.
El Rey-Profeta David y Salomón hablaban este hebreo. Y así fue hasta la
deportación a Babilonia. Al regreso se produjo un lento declinar de esta lengua
y fue suplantada por un dialecto local. Sin embargo los sabios y escritores de
las Sagradas Escrituras utilizaban este hebreo como "lengua
santa" al modo que los escolásticos y la Santa Iglesia utiliza el
latín como lengua sagrada. El hebreo se convirtió, por tanto, en "lengua de santidad", leshon da kodesh,
o "la lengua de los sabios". Los
doctores de la Ley enseñaban en hebreo como nuestros teólogos enseñaban en
latín. Las plegarias y rogatorios se pronunciaban en hebreo al modo de nuestro
Pater o el Ave María.
Es notable ver que poco antes de la venida del Salvador, el hebreo conoció un
resurgimiento. Se cree que en la comunidad de los esenios, amigos del Señor, se
hablaba en hebreo. Nuestro Señor, según nos cuenta San Lucas, enseñaba en el
Templo, "desenrollando el libro del profeta
Isaías y leyendo". Por tanto para Sus prédicas a los doctores,
utilizaba la lengua sacra. Pero en la vida corriente, se utilizaba otro idioma:
el arameo. Para Sus prédicas populares, es creíble
que el Divino Redentor no utilizase el hebreo sino el arameo para expresarse.
Ahora bien, el arameo no era una lengua corrompida como muchos progresistas "expertos" propagan sin empacho, incluso
en libros o documentales de televisión. Ellos dicen que el arameo es una
degradación de la lengua, un dialecto degenerado que habrían traído del exilio
en Babilonia.
Pero el arameo es una lengua tan original como lo es el hebreo. Era la lengua
que hablaban las tribus nómades que fundaban reinos efímeros a lo largo y ancho
de la Fértil Medialuna, si lograr jamás unificarse. A causa de esto los
israelitas les llamaban "allegados". Por
razones poco comprendidas, esta lengua no se perdió cuando el esplendor
político de los arameos decayó, sino que, por el contrario, ingresó a una
prodigiosa expansión. En toda el Asia anterior, del mar de Irán, de las fuentes
del Éufrates al golfo Pérsico, el arameo sustituyó todas las lenguas nativas.
Tan impresionante fue esto que los Reyes de los Reyes persas la adoptaron como
lengua administrativa, lo que contribuyó aún más a imponerlo. Israel no fue
ajeno a esta dominación.
Aprecie el lector la magnitud del cambio: en el siglo VIII A.C. solamente los
grandes hablaban arameo y el pueblo hablaba hebreo; en tiempos del Señor, el
pueblo hablaba masivamente el arameo y sólo los grandes hablaban hebreo.
El arameo era una lengua más civilizada que el hebreo, mucho más flexible, más apta para expresar los matices y
circunstancias de un relato o las evoluciones del pensamiento. Además contaba
con muchísimas sutilezas: los galileos no pronunciaban como la gente del
Jerusalén. Recuerde el lector que la noche dolorosa del Jueves Santo, San Pedro
es reconocido como galileo por una criada.
Los evangelios están poblados de numerosos vocablos arameos, utilizados incluso
por el propio señor: Abba, haceldama, Gabbata,
Gólgota, Mamonas, Mestriah, Pascha y hasta frases enteras como el
mandamiento "thalita qumi", que
Cristo da a la hija muerta de Jairo. O el célebre "Eloi,
Eloi, lamma sabachtani", de la suprema angustia.
Por muestra tenemos que en ciertas partes del libro de Esdras y de Jeremías,
los de Daniel y San Mateo se empleó el arameo en la primera redacción, antes de
su traducción al griego.
La literatura talmúdica se sirve de las Targum (targumin),
que son "traducciones" al arameo
del original hebreo. En la época de Nuestro Señor en cada sinagoga habían un "targoman" o traductor al arameo de las
enseñanzas y preceptos divinos, que explicaba y traducía al arameo los textos
para quienes no sabían o no dominaban el hebreo.
Hoy en día subsiste el arameo oriental, o más bien "arameos"
en la zona de Mesopotamia. Al sur de Damasco, en Maamula (Mamula) se
habla el arameo occidental y gracias a esta preservación se ha podido
transcribir el Pater en arameo.
Pero, ¿esto quiere decir que el hebreo y el arameo
eran las dos únicas lenguas que se hablaban en la época del Redentor?
Los relatos evangélicos nos cuentan que Pilatos ordenó clavar un letrero sobre
la Cruz que estaba escrito en tres idiomas: hebreo,
griego y latín.
El latín era la lengua de los invasores y tenía muy poco uso, pero era el
idioma oficial del Imperio y se utilizaba para todas las comunicaciones
oficiales. Flavio Josefo concuerda con esto y añade que todas las
comunicaciones y decretos se acompañaban de una traducción en griego.
El griego estaba muy difundido en el Cercano Oriente y en todo el Imperio. Los
rabinos levantaban una lucha cultural contra el invasor que imponía costumbres
paganas: "Quien enseña griego a su hijo -
decían - es maldito al igual que el que come puerco". Pero esto no
impedía que sus grandes sabios, como Gamaliel, lo conocieran perfectamente. El
Libro de Hechos narra cómo, por darle el gusto a la población de Jerusalén tras
su detención, San Pablo habla en arameo y no en griego, ya que el griego era la
lengua de la gente culta, distinguida, de los ricos, la lengua de Herodes y la lengua internacional de los negocios.
Los Evangelios, los Hechos de los Apóstoles, casi todas las Epístolas y el
Apocalipsis, fueron escritos en lengua griega, o la menos traducidos
inmediatamente a ésta.
¿Hablaba griego el Mesías Esperado? En
ninguno de los discursos que registran los Evangelios le escuchamos pronunciar
una sola cita griega, ni siquiera una alusión, como sí lo hace San Pablo. Pero
cuando es interrogado por Poncio Pilato no se sirve de ningún traductor. Y
Pilatos no se tomaba la molestia de estudiar la lengua de los sometidos y
esclavos. ¿Qué tipo de griego se hablaba en
Palestina? El que a partir de
Alejandría se había impuesto a los idiomas locales: ático,
jonio, dorio, eolio y se difundió en el mundo helenístico no sin sufrir
deformaciones.
El griego de la Koiné se había simplificado, suprimiéndole palabras difíciles y
se dejaron de lado las particularidades de las declinaciones y conjugaciones: utilizaba las construcciones analíticas con preposiciones
de preferencia a las formas del griego clásico, pero ante todo había adoptado
muchas palabras latinas y formas sonoras orientales. Definitivamente no
era el griego de Platón, pero era cómodo y muy bien adaptado para el papel
internacional que habría de desempeñar.
Esta pequeñísima introducción nos permite abrir una nueva visión del mundo que
contemplaron los Divinos Ojos del Creador.
Este mundo que le recibió y no le acogió fue perfeccionándose gradualmente y
depurando, gracias a las saludables influencias de la Santa Iglesia, todos los
resabios de paganismo y maldad que eran costumbres incuestionadas por los
hombres de aquella época. Sirva decir que fue gracias a la Iglesia y no a las
bravatas masónicas de la ilustración, sino más
de diecisiete siglos antes, que se comenzó a luchar por el fin de la esclavitud
y que fue la Iglesia quien consiguió abolir esa práctica infame. Sólo con el
Renacimiento de los errores antiguos, hacia el fin de la Edad Media, resurge el
esclavismo de manos de personas, consagradas al culto del dinero y del poder.
Fue la Iglesia, recordémoslo siempre, quien creó el concepto de persona y
dignidad, y no es ésta una invención moderna.
Comencemos, pues, a amar y estudiar más nuestra historia para desterrar las
idear perversas que nos introducen las creaciones literarias y hollywoodenses
sobre nuestro pasado y en particular del contexto histórico y de la Sagrada
Persona de Nuestro Señor Jesucristo.
Hoy en día, en que se quiere hacer creer y sentir que la Iglesia erró por dos
mil años y que, por tanto, debe volver a sus primeros tiempos, es momento
oportuno para recordar, divulgar y defender.
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