domingo, 9 de agosto de 2020

HOY ES FIESTA DE SANTA EDITH STEIN, JUDÍA CONVERSA Y VÍCTIMA DE LOS NAZIS

 Edith Stein (1891-1942) -quien adoptaría el nombre religioso de Sor Teresa Benedicta de la Cruz- nació en Breslau, una ciudad de Alemania que posteriormente pasó a ser parte de Polonia. Nació en el seno de una familia judía y se educó en el judaísmo. Sin embargo, durante su adolescencia y los primeros años de juventud empezó a cuestionar su religión y llegó a abrazar el ateísmo.

Años más tarde, se convirtió en estudiante de filosofía en la universidad de Gotinga (Gottingen). Fue allí donde tomó contacto con la fenomenología, novedosa perspectiva filosófica que pretendía la renovación de las ciencias y el saber. Como Edith destacó por su brillantez, el filósofo Edmund Husserl -padre de la fenomenología- la escogió como asistente de cátedra, incluso antes que a Martín Heidegger (uno de los filósofos más importantes del siglo XX). Finalmente, Edith obtuvo el título de Filosofía de la Universidad de Friburgo.

Por su elevado sentido de la solidaridad, se enlistó en la Cruz Roja como enfermera durante la Primera Guerra Mundial. Edith destacó por su amabilidad y espíritu de servicio.

En 1921, Edith decide visitar a una amiga que había quedado viuda, con el propósito de hacerle compañía. Grande fue su sorpresa al encontrarla con una serenidad y resignación inesperadas. Edith quedó impactada por la paz y la fe que irradiaba esta mujer a pesar del natural dolor a causa de su pérdida. Su amiga le confesó que era la fe en Dios la que la sostenía. Es así que Edith se interesó por conocer la fuente de aquella paz espiritual, y empezó por leer la vida de Santa Teresa de Jesús.

El contacto con la vida de Santa Teresa la cambió profundamente. Se sumió en una crisis existencial que la condujo a cuestionar el sentido de su propia vida. Después de meses de purificación personal pidió ser bautizada. Entonces buscó la ayuda de un sacerdote y, después de una etapa de preparación, recibió el sacramento en 1922. Había encontrado aquello que buscó siempre, desde lo más hondo de su ser. Edith decía que al haberse hecho católica, de una manera muy peculiar, “se siente más judía”, porque un judío aguarda por un mesías, y Ella lo había encontrado. Jesucristo es ahora el sentido de toda su fe y vida.

Poco a poco brotarán otros cuestionamientos en ella y aparece la inquietud vocacional.  Edith continúa su itinerario personal acompañada de un director espiritual. Ingresa a trabajar como maestra en la escuela de formación de maestras de las dominicas de Santa Magdalena, dicta conferencias, traduce libros, destaca profesionalmente, y cada vez que puede se escapa para encontrar la paz que necesita en la abadía benedictina de Beuron.

La situación política en Alemania empieza a empeorar, son años de deterioro moral en su país. A pesar de ello, Edith no se desanima e ingresa al Carmelo, en Colonia. Con ese paso, Edith rompe definitivamente con su pasado y renuncia al prestigio y la fama del mundo académico. El 15 de abril de 1934 toma el hábito carmelita y cambia su nombre a Teresa Benedicta de la Cruz. 

Para ese momento, la situación de los judíos había empeorado muchísimo y Edith pide ser trasladada de monasterio para no poner en riesgo a las hermanas religiosas del lugar. Edith es enviada a una comunidad en Holanda, junto con su hermana Rosa, quien también se había convertido al cristianismo y servía como hermana lega. Los nazis amenazan con deportar a los judíos de Europa, incluyendo a los conversos. 

El curso que había tomado el partido nazi generó el rechazo del mundo libre y la condena de las religiones de Europa. La Iglesia Católica tiene en la figura del Papa Pío XII un bastión en defensa del pueblo judío. A pesar de las innumerables presiones que recibió, Pio XII se mantiene firme.

Las fuerzas nazis de ocupación en Holanda declaran a todos los católicos judíos como “apátridas”, por lo que deberán ser detenidos. Un cuerpo militar nazi ingresa al convento carmelita donde vive Edith y Rosa y se las llevan. 

Ambas fueron trasladadas al campo de concentración de Westerbork. Edith, en medio de aquella situación extrema, se preocupa por ayudar y consolar a sus compañeros de prisión. Las condiciones en las que vivían incluían las humillaciones, la tortura y, por supuesto, la muerte.

Semanas después, Edith y Rosa son enviadas al campo de concentración de Auschwitz, junto a unos mil judíos. Las hermanas llegan el 9 de agosto de 1942. Poco después, sucede lo inevitable: los recién llegados prisioneros son organizados para ser conducidos a la cámara de gas. Santa Edith es ejecutada en uno de esos grupos. Murió ofreciendo su vida por la salvación de las almas, la liberación de su pueblo y la conversión de Alemania.

Santa Edith Stein fue canonizada por San Juan Pablo II en 1998, quien le dio el título de “mártir por amor”. En octubre de 1999 fue declarada copatrona de Europa.

Redacción ACI Prensa

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