CARTA PASTORAL CON MOTIVO DEL AÑO JUBILAR
GUADALUPENSE
«GUADALUPE: HOGAR DE MARÍA, CASA DE SANACIÓN»
Queridos diocesanos, queridos hermanos y hermanas:
El próximo día 2 de agosto,
junto con mis hermanos, los obispos de las diócesis extremeñas, tendremos el
gozo de abrir solemnemente la Puerta Santa con la que inauguramos el Año Jubilar Guadalupense 2020-2021. Será un
acontecimiento eclesial de primer orden al que queremos hacer partícipe a todo
el Pueblo de Dios que peregrina en las diócesis extremeñas: la archidiócesis de Toledo, la archidiócesis de
Mérida-Badajoz, la diócesis de Coria-Cáceres y la diócesis de Plasencia: a sus
vicarías territoriales, arciprestazgos, parroquias, comunidades de vida
consagrada, movimientos, cofradías y hermandades, en definitiva, a todas estas
Iglesias y a todos los hombres de buena voluntad que deseen y quieran tener una
experiencia única del amor del Señor y de la Virgen María, su Santa Madre.
También queremos dirigirnos a
todos los extremeños que tienen a Santa María de Guadalupe como su abogada y
protectora, animándolos a aprovechar el acontecimiento de gracia del Año Jubilar y
a unirse en las diferentes actividades que se van a realizar. Y, como no,
también invitamos a todos los hombres y mujeres de cualquier rincón de España y
del mundo, que quieran visitar el santuario de Guadalupe.
A unos y a otros, a todos los
hombres y mujeres, niños y jóvenes, matrimonios y a todos, en definitiva, les
damos nuestro más sentido abrazo de acogida en estos momentos en los que nos
disponemos a subir las hermosas escaleras de este santuario y con emoción
contenida abrir la Puerta Santa; sin olvidarnos que estamos todavía celebrando
los 25 años de su declaración de Patrimonio de la Humanidad.
1. GUADALUPE: HOGAR HISTÓRICO Y DE GRACIA [1].
La tradición guadalupense es
inmemorial en la historia cristiana de estas tierras. Según los códices
medievales esta tradición arranca y tiene su origen en el evangelista San
Lucas, teniéndole por autor de la talla que fue objeto de culto en Acaya,
después en Constantinopla y luego en Roma; desde allí, llegó a Sevilla, siendo
papa San Gregorio Magno, el cual regaló la imagen a su amigo Leandro, el santo
Arzobispo Hispalense. Era el año 590.
Esta venerable y ancestral
historia nos lleva hasta la aparición de Santa María a un pastor, Gil Cordero,
y al hallazgo de la sagrada imagen en el río Guadalupe. En aquel lugar, unos
buenos cristianos la escondieron para protegerla de los ataques musulmanes. El
pastor Gil Cordero cumplió el mandato que la Santísima Virgen le encomendó y
construyó una ermita en ese lugar, que poco a poco adquirió fama. En el año
1330, el Rey Alfonso XI mandó ampliar la pequeña ermita otorgándole diversos
beneficios, ordenando construir hospitales y albergues para todos los devotos
que se acercaban a la Virgen implorando favores. Transformada en un templo de
estilo mudéjar toledano, fue incorporada al curato de Alía, perteneciente al
Arzobispado de Toledo. Posteriormente, y concluida la batalla del Salado, el
propio Rey ennobleció aún más el templo y lo declaró patronato real. El
santuario comenzó a crecer en importancia, siendo emancipado de la jurisdicción
civil de Talavera, de quien dependía, pasando al priorato secular erigido por
el Rey en 1341, y añadiéndosele en 1348 el señorío temporal sobre la Puebla. El
priorato poco después se convertiría en regular, al ser entregado a la Orden de
los Jerónimos, en el año 1389, por real provisión de Juan I de Castilla y con
el consentimiento del Arzobispo de Toledo, Don Pedro Tenorio. Por su parte, el
papa Benedicto XIII confirmó la constitución del monasterio mediante la bula “His quae pro utilitate”. Así se mantuvo el
monasterio durante cuatro siglos: bajo el cuidado pastoral de la Orden Jerónima
y con la aprobación de los arzobispos toledanos, celebrándose en el mismo el
primer capítulo general de la familia jerónima, en el año 1415. Durante varios
siglos, la Orden Jerónima hizo de Guadalupe uno de los más importantes
santuarios del reino, un foco de fe y devoción, de arte y cultura, en el que
los monjes cultivaron las ciencias eclesiásticas y las bellas artes. Al mismo
tiempo, la munificencia de reyes, nobles y prelados enriqueció el santuario con
obras de los más importantes artistas, como Zurbarán o Luca Giordano.
Los arzobispos toledanos
contribuyeron en su esplendor de una manera muy particular, promoviendo la
devoción a la Virgen de Guadalupe, a través, incluso, de obras de ingeniería.
Este fue el caso del Arzobispo Don Pedro Tenorio que mandó construir en el año
1388 un puente de piedra sobre el río Tajo para facilitar el paso de los
peregrinos que se dirigían a Guadalupe. Por eso, este lugar de María sigue
siendo lugar de puentes, de abrazos y de lazos fraternos, de proyectos e
ilusiones, de grandeza de alma que hace a la Iglesia más grande, estando
siempre dispuesta a establecer puentes de encuentro con todos los hombres y
todas las culturas.
El Priorato regular terminó en
el año 1835, con los tristes acontecimientos de la exclaustración y
desamortización. Fueron 101 priores los que rigieron la casa de la Virgen de
Guadalupe. A partir de entonces, quedó convertido en parroquia secular de la
archidiócesis de Toledo, que custodió con dedicación y fidelidad el santuario
mariano, hasta el año 1908. Un año antes, en el 1907, Nuestra Señora de Guadalupe fue declarada Patrona de Extremadura, y el
7 de noviembre de 1908, bajo el pontificado del beato Cardenal Sancha, la Orden
Franciscana se hizo cargo del monasterio y del santuario. A partir de entonces
la parroquia quedó convertida en parroquia regular conforme a la Constitución
de Benedicto XIV (a. 1740-1758).
La devoción mariana
guadalupense fue creciendo de año en año. El Cardenal Primado Don Pedro Segura
tuvo el empeño y el honor de declarar a Nuestra
Señora de Guadalupe Reina de las Españas
con motivo de la coronación pontificia el 12 de octubre de 1928,
cumpliendo el legado que le hizo el papa Pío XI y el Rey Don Alfonso XIII,
dando así cumplida satisfacción al clamor y entusiasta deseo de la Iglesia que
peregrina en Extremadura, y a las revistas cordimariana Iris de paz y
la franciscana Guadalupe.
Por otra parte, la Monarquía
española siempre ha estado vinculada a este santuario de Nuestra Señora de Guadalupe. Destacaron de un
modo particular los Reyes Católicos, siendo la reina Isabel gran devota de la
Virgen. Su hermano, el rey Enrique IV, fue enterrado en el monasterio. Con los
Reyes Católicos comenzó, asimismo, la relación de Guadalupe con América; de hecho,
en el año 1496, se bautizaron en el monasterio varios indios traídos por
Cristóbal Colón, quien a su vez visitó en diversas ocasiones el santuario y
puso el nombre de Guadalupe a una de las islas que encontró en su segundo
viaje. La historia registra anécdotas del mismo emperador Carlos V en su retiro
de Yuste; cuenta que «todos los meses recibía
del padre prior de Guadalupe unos corderitos criados y alimentados con pan y
con los pastos de Guadalupe, porque eran los corderitos más tiernos y sabrosos
que él, en su ancianidad enferma, podía tomar». Los Reyes de España,
especialmente los de la Casa de Austria, nunca han faltado a la cita de este
monasterio y santuario; su protección regia, su interés, el cariño de sus
gentes a los Reyes, la misma vinculación de la Orden Jerónima a la corona
española, dan fe de ello. Nosotros queremos seguir manteniendo esta estrecha
vinculación con la Familia Real y deseamos fomentar los lazos de amistad,
cariño y oración por sus personas y por su gran responsabilidad con el pueblo
español, al que sirven con tanta dedicación.
No queremos dejar pasar la
ocasión para agradecer a la comunidad franciscana que haya recuperado y
adquirido, como obra de Iglesia para la historia, gran parte del monasterio,
que por entonces no formaba parte del santuario de Nuestra
Señora de Guadalupe. Agradecemos
su meritoria labor en el cuidado y mantenimiento del rico patrimonio litúrgico
y cultural que atesora, así como la labor pastoral que han venido haciendo
durante tantos años. A esta querida comunidad la animamos a seguir trabajado y
acogiendo a los peregrinos con el tenor de vida y la espiritualidad franciscana
que les caracteriza.
Los arzobispos toledanos
también han dedicado sus desvelos pastorales al cuidado del santuario de
Guadalupe, a la comunidad religiosa que ha sido guardiana del monasterio,
atendiendo pastoralmente a la parroquia de la Puebla de Guadalupe, y a los
feligreses de esta comunidad eclesial. Especialmente, los arzobispos de la
segunda mitad del siglo XX han estado cercanos a todas sus inquietudes y
actividades: desde el Cardenal don Marcelo González Martín, pasando por el
Cardenal don Francisco Álvarez Martínez, el Cardenal don Antonio Cañizares
Llovera y el Arzobispo don Braulio Rodríguez Plaza. No olvidemos que, en al año
1955, durante el pontificado del Cardenal Pla y Deniel, el santuario fue
elevado a la condición de basílica. Además, esta comunidad parroquial cuenta
también con ilustres eclesiásticos que han fomentado la devoción y el cariño a Nuestra Señora de Guadalupe por allá donde han ejercido su ministerio
pastoral, como han sido don Ángel Rubio Castro, Obispo ahora emérito de
Segovia, don Juan Sánchez Rodríguez, actualmente Arcediano de la Catedral
Primada de Toledo desde que dejó su oficio de Deán en este templo toledano, y
el recordado don Nicolás Sánchez Prieto, sacerdote y cronista de la Villa de
Guadalupe.
Don Ángel Rubio, Obispo
emérito de Segovia, publicó en el semanario diocesano Padrenuestro un artículo
en el que recordaba las cincuenta visitas que D. Marcelo González Martín había
hecho al santuario hasta la fecha [2]. Era el 22 de enero de 1995, y el texto
decía así: «Si un Arzobispo de Toledo, en 1388,
mandó construir un puente de piedra sobre el río Tajo para facilitar el paso a
los peregrinos que venían a Guadalupe, don Marcelo, a las puertas del tercer
milenio, ha edificado un largo puente con 50 ojos, para multiplicar la
peregrinación de grupos y de muchedumbres». El Cardenal don Marcelo
se emocionó ante la cantidad de jóvenes que habían peregrinado aquel memorable
día y dijo: «Nunca ha habido en esta plaza
tantos jóvenes unidos por un ideal, por una vida limpia y de sacrificio para
ser testigos de los valores del Evangelio». Así fue cómo don Marcelo
se ganó el título de Cardenal de Santa María de
Guadalupe, tal y como cuentan las
crónicas del lugar.
Ahora bien, la inmemorial y
benemérita historia del monasterio y santuario de Guadalupe tuvo su punto
culminante con la visita del Sucesor de Pedro, el Papa san Juan Pablo II, el 4
de noviembre de 1982. Fue una fecha inolvidable, escrita con letras de oro en
los anales guadalupenses para la posteridad.
Así pues, siendo conscientes
de la brevedad de los datos históricos y gloriosos del santuario que hemos
expuesto, queremos subrayar con trazo grueso la verdad que todo esto nos dice: la historia de Guadalupe, de su santuario, de la Puebla,
de la sagrada imagen, es una historia salvífica que santa María y nuestro Señor
han ido tejiendo en el corazón de tantos devotos que se han acercado a este
lugar privilegiado. Nada de la historia humana, sea humilde, sea
grandiosa, sea a través de un sencillo pastor, de un rey, o de un papa, ha
ocurrido porque sí, por las habilidades estratégicas de los hombres, sino que
la mano de la Virgen María ha estado siempre presente; su amor maternal ha
unido a los hijos de la Iglesia; a través de Ella se han acercado al torrente
de gracia que la Iglesia continuamente nos ofrece a través de los sacramentos y
mucho más en estos lugares tocados por las manos de Nuestra Madre y del Señor.
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La gracia de Dios, el torrente
de vida que siempre el Señor nos ofrece, no son meros sentimientos o un estado
espiritual apacible y cómodo, sino una auténtica renovación de las personas,
una profunda conversión, convirtiendo un lugar concreto y especial en un nuevo “pozo de Jacob” donde el agua viva salta
hasta la vida eterna [3]. La gracia nos saca de nosotros mismos para ser
testigos alegres y renovados.
Este es el sentido real y
auténtico del santuario de Guadalupe. Esto es lo que significa Nuestra Señora de Guadalupe para los fieles
toledanos en Toledo y en tierras extremeñas, y para los fieles de las tres
diócesis hermanas de la Provincia eclesiástica de Mérida-Badajoz; lo que
significa el patronazgo de nuestra Madre en las tierras de nuestras diócesis,
de sus gentes, de sus familias, de sus jóvenes, en definitiva, de los hombres y
mujeres que desean ser felices y encaminar sus vidas hacia la santidad.
El Directorio
sobre la piedad popular y la liturgia dedica varios números al
significado y la importancia que tienen los santuarios, especialmente los
santuarios marianos, como es el guadalupense4. En estos números se dan
indicaciones muy provechosas para la atención pastoral en estos lugares de
peregrinación: el santuario como lugar de
celebraciones cultuales (nn.
265-273), el santuario como lugar de evangelización (n. 274), el santuario como lugar de la caridad (n. 275), el
santuario como lugar de cultura (n.
276), el santuario como lugar de compromiso
ecuménico (nn. 277-278).
Invitamos a los párrocos, consiliarios y sacerdotes, así como a los
responsables de las instituciones de nuestras diócesis, a ser creativos
proponiendo y fomentando las iniciativas que nos ofrece el Directorio.
El santuario de Nuestra Señora de Guadalupe es foco de evangelización, de
cultura, de caridad, de encuentro fraterno con otras confesiones religiosas. ¡Qué bueno sería que los peregrinos que se acerquen
durante este año al santuario pudieran conocer la historia, el arte y las
profundas raíces evangélicas que han surgido en este lugar!
2. GUADALUPE: HOGAR DE SANTOS Y PEREGRINOS.
Los caminos que dirigen
nuestros pasos a la Morenita de Extremadura los han andado muchísimas
generaciones. Hombres y mujeres de todos los ámbitos sociales; niños y jóvenes
que, calzándose las sandalias y ayudados de un rústico bastón, han pasado el
calor del día y la frescura de la noche otoñal, dirigiendo sus pasos al
santuario. Cada sendero, cada hora, cada cansancio, cada oración musitada
mientras se hacía camino, han ido cambiando el corazón, preparándolo para el
encuentro con la Madre. Caminar a Guadalupe transforma la vida, nos hace
mejores cristianos, mejores ciudadanos; más alegres, más personas; mejores
esposos y mejores familias. El caminar de tantos hermanos nuestros ha creado
cultura, arte, dignidad, libertad, ilusión, esperanza, y, en definitiva,
santidad. La mayoría de estos peregrinos que han llegado a la casa de María, Nuestra Señora de Guadalupe, no han seguido
siendo los mismos, algo ha cambiado en lo profundo del corazón y ese tesoro,
aun cuando está encerrado en pobres vasijas de barro, lo han anunciado a todo
el mundo, rompiendo los horizontes de las Villuercas, cruzando el inmenso mar y
llevando el Evangelio hasta los confines del mundo.
En Guadalupe se han forjado
santos, muchos de los que el Papa Francisco denomina “santos
de la puerta de al lado” [5]. Los obispos hemos sido testigos de
esta realidad luminosa que desprende este lugar santo y mariano; hemos visto a
padres, madres, jóvenes y muchos otros amigos que, tanto con sus sacerdotes o
con nosotros, han caminado presenciando y gozando el cambio de vida que para
todos ellos ha supuesto esta experiencia, esta gracia de Dios recibida de las
manos de María. No podemos dejar de tener presente que muchas vocaciones
sacerdotales y religiosas han nacido de las innumerables peregrinaciones de
jóvenes que las distintas diócesis de España han hecho al santuario.
Por otro lado, este Año Jubilar coincide
con la celebración del centenario del nacimiento de San Juan Pablo II, el Papa
que visitó Guadalupe en aquel memorable 4 de noviembre del año 1982. El Santo
Papa presidió la celebración de la Palabra en el atrio del monasterio y ante la
sagrada imagen. La homilía que pronunció se centró en los emigrantes, muchos de
los cuales partieron de Extremadura. Han pasado 38 años desde aquel
acontecimiento. Os confesamos que, al leerlo de nuevo, estamos convencidos de
que San Juan Pablo II nos está hablando ahora mismo con una actualidad
sorprendente. Permitidnos traer algunas citas:
Al hilo de la lectura primera
que entonces se hizo, tomada del libro del Génesis y que narra la salida de
Abrahán de su tierra, San Juan Pablo II dijo: «Escuchada
aquí, junto al santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, esta lectura del
Antiguo Testamento evoca la imagen de tantos hijos de Extremadura y de España
entera salidos como emigrantes desde su lugar de origen hacia otras regiones y
países», por ello, “hay que tener en cuenta que el sacrificio de los emigrantes
representa también una contribución positiva para los lugares receptores y aun
para la pacífica convivencia internacional, pues abre posibilidades económicas
a grupos sociales deprimidos y descarga la presión social que el paro produce,
cuando alcanza cotas elevadas» [6]. ¿No es una realidad que España es
también un país de emigrantes desde hace muchos años? ¿No es verdad que nos
hemos convertido en un país con multitud de tradiciones venidas del otro lado
del mundo, especialmente de América Latina, con sus peculiaridades, suponiendo
un enriquecimiento, propiciando una sociedad española más abierta, más libre,
más democrática; un pueblo más moderno, comprensivo y acogedor? La
inmigración nos pide, cada día más, ser casa de acogida, hogar cálido que, como
los santos hermanos Marta, María y Lázaro, sepamos acoger al emigrante y
peregrino que lleva en su corazón el rostro de Cristo cansado.
San Juan Pablo II
decía también: «Junto
con los hombres, junto con las generaciones de esta tierra extremeña y de
España, caminaba también María, la Madre de Cristo. En los nuevos lugares de
habitación Ella saludaba, en el poder del Espíritu Santo, a los nuevos pueblos,
que respondían con la fe y la veneración a la Madre de Dios. De esta manera, la
promesa mesiánica hecha a Abraham se difundía en el Nuevo Mundo y en Filipinas.
¿No es significativo que hoy nos encontremos en el santuario mariano de
Guadalupe de la tierra española, y que contemporáneamente el santuario homónimo
de México se haya convertido en el lugar de peregrinación para toda Hispanoamérica?
Precisamente, apuntando hacia el continente americano, el Papa manifestó:
«Es indiscutible la estima tan grande que le tengo a la Virgen de Guadalupe de
México. Pero me doy cuenta de que aquí están sus orígenes. Antes de haber ido a
la Basílica del Tepeyac, debería haber venido aquí para comprender mejor la
devoción mexicana». Insistimos: son
asombrosas estas palabras que ahora resuenan tan vivas y actuales; palabras que
suponen un fuerte acicate que nos llaman a ponernos en camino, con Santa
María de Guadalupe; para retomar y proseguir el mandato misionero que
Jesucristo nos ha encomendado desde nuestro bautismo. Palabras que propician
pasos más audaces en el compromiso cristiano que todos hemos asumido,
especialmente los laicos: ser misioneros, evangelizadores de las familias
siendo familias misioneras; testigos del amor en nuestros ambientes laborales y
culturales, en los espacios de ocio, y, ¿por qué no?, en países de misión si es
que la llamada del Señor nos muestra estos amplios horizontes.
Estamos convencidos que
peregrinar a Guadalupe no solo debe cambiarnos el corazón, llevándonos a una
conversión y sanación profunda, sino que nos animará a tener la mirada alta, la
visión lejana, los sueños grandes y los corazones abiertos para una respuesta
generosa cuya meta ni siquiera podemos imaginar. El Espíritu Santo y María,
Nuestra Madre, son los que nos invitan, los que mueven nuestros corazones, los
que siempre nos acompañarán, como lo han hecho con tantos santos y con el Papa
San Juan Pablo II.
Nuestro amado y querido Papa
Benedicto XVI también manifestó su tierna devoción a Nuestra Señora de Guadalupe, mirando más al continente
americano. En los jardines vaticanos hay una imagen de la Virgen guadalupana y
ante ella oró el 11 de mayo de 2005. Esta oración nos ofrece la oportunidad de
mirar a los hermanos de América desde estas tierras extremeñas, encomendándolos
y uniéndonos con los vínculos del amor y la súplica mariana.
La oración dice así:
Santa
María, que bajo la advocación de Nuestra Señora de Guadalupe eres invocada como
Madre por los hombres y mujeres del pueblo mexicano y de América Latina, alentados
por el amor que nos inspiras, ponemos nuevamente en tus manos maternales
nuestras vidas. Tú que estás presente en estos jardines vaticanos, reina en el
corazón de todas las madres del mundo y en nuestros corazones. Con gran
esperanza, a ti acudimos y en ti confiamos. Nuestra Señora de Guadalupe. Ruega
por nosotros
Por último, también recordamos
con gran emoción las palabras del Papa Francisco en Fátima, en su homilía con
ocasión de la canonización de los santos Francisco y Jacinta. Allí recordó lo
que los videntes decían: «Tenemos una Madre, una
‘Señora muy bella’». El Papa nos decía también: «Según el creer y el sentir de muchos peregrinos ‘por
no decir de todos’, Fátima es sobre todo este manto de Luz que nos cubre, tanto
aquí como en cualquier otra parte de la tierra, cuando nos refugiamos bajo la
protección de la Virgen Madre para pedirle, como enseña la Salve Regina,
«muéstranos a Jesús». Un manto de luz también es Guadalupe; también
este santuario extremeño ha sido faro de luz para tantos hombres y mujeres que,
a lo largo de la historia, han salido de estas tierras para llevar el Evangelio
a todas las partes del mundo: misioneros, como los doce apóstoles de Méjico que
antes de partir moraron en Belvís de Monroy, conquistadores, nobles, artesanos,
fieles sencillos que han buscado un futuro mejor para sus familias, llevando en
el corazón su amor tierno y cálido a María. Siempre Guadalupe les ha
acompañado, siempre la Santísima Virgen, la Morenita de Extremadura, ha estado
colgada a su cuello recordándoles el hogar de donde partieron. En medio de su
homilía –estamos seguros de que lo recordaréis– el Papa Francisco alzó la voz y
nos llamó la atención con esta expresión sencilla e impactante: «¡Queridos Peregrinos, tenemos una Madre, tenemos una
Madre! Aferrándonos a ella como hijos, vivamos de la esperanza que se apoya en
Jesús». En efecto, tenemos una Madre, Nuestra Señora de Guadalupe,
que nos hace mirar con esperanza el futuro, empujándonos siempre a emprender
los caminos de la evangelización por todos los puntos cardinales de la tierra.
3. GUADALUPE: HOGAR DE SANACIÓN Y ENCUENTRO CON
JESÚS Y MARÍA.
Como podemos comprobar,
Guadalupe es un santuario vivo, pujante, sanador y vocacionador. La fe siempre
es dinámica, alegre, contagiosa, y así es el hogar de María, Nuestra Madre.
Ella siempre nos está diciendo «Haced lo que él
os diga» (Jn 2,5), palabras que en este santuario resuenan como una
hermosa sinfonía cuya melodía llega al mundo entero. Sí, queridos amigos y
hermanos: hagamos caso a Santa María de
Guadalupe que nos invita a
escuchar la Palabra de Dios y a hacer lo que el Señor Jesús nos dice. ¿Cuál es este mensaje, esta palabra de Jesús en Guadalupe
a través de su Madre?
Veámoslo: María nos invita a la fiesta
de las bodas; de nuevo, Ella está donde la fiesta brota del corazón por la
alegría de que el amor de Dios es el protagonista de lo que está ocurriendo
entre los invitados y los comensales. Por eso, a esta fiesta hay que venir
vestidos con el traje nuevo. Así que, preparemos el corazón para el nuevo
vestido de la gracia:
3.1.
«Sáname, Señor, porque hemos pecado
contra ti» (Sal 40): andar los caminos cogidos de la
mano de Santa María, nos pone por delante la realidad de nuestra existencia. Quizás
nos gustaría borrar de nuestras vidas ciertos episodios de los que no estamos
orgullosos; probablemente nos escuezan todavía las veces en las que nos
sentimos heridos porque hemos caído por nuestra soberbia y orgullo; todavía nos
duelan las veces en las que hemos rechazado el amor del Señor huyendo a «países lejanos» (cfr. Lc 15), malgastando
perdidamente nuestras vidas; aún seguimos preguntándonos por qué tenemos este
vacío interior que no nos deja amar ni tampoco ser amados. Pues aquí tenemos
una receta que nos puede curar, una propuesta que asumir, una tarea que
realizar: caminar con María al hogar del Padre, a la casa donde seremos
sanados.
Dice el profeta Oseas (Os 6, 1-3): Vamos,
volvamos al Señor. Porque él ha desgarrado, y él nos curará; él nos ha
golpeado, y él nos vendará. En dos días nos volverá a la vida y al tercero nos
hará resurgir; viviremos en su presencia y comprenderemos. Procuremos conocer
al Señor. Su manifestación es segura como la aurora. Vendrá como la lluvia, como
la lluvia de primavera que empapa la tierra».
Queridos amigos: pongámonos en
marcha; dejemos que la medicina de la gracia que nos trae el Espíritu Santo
cure tantas cicatrices que todavía arrastramos; acudamos a la Santísima Virgen,
la Enfermera celestial que aplicará en todas ellas el bálsamo de la misericordia
prescrito por el Médico divino de nuestras almas, Jesucristo vivo y resucitado.
No temamos
dejar que las heridas del corazón, producidas a causa de nuestros pecados,
expulsen el pus que nos gangrena el corazón y lo pone a punto de infarto; dejemos
que el Señor nos dé «un corazón nuevo y un
espíritu nuevo» (cfr. Ez 36,26).
3.2.
Vivir en la Betania de Extremadura, con María y Jesús. Allí, en el hogar de Santa María, Nuestra
Señora de Guadalupe, viviremos
las jornadas a los pies de Jesús, escuchando su palabra como los amigos de
Betania, María, su hermano Lázaro, resucitado de entre los muertos, y Marta.
Quizás también muy afanados por atender a Jesús -como Marta-, aunque eso nos
pueda a veces despistar y hacer olvidar lo esencial, pero siempre en Betania,
en la casa de los amigos de Jesús y de María. Allí tendremos la oportunidad de
buscar lo más importante de la vida y escoger lo mejor, una vez que el corazón
se haya afinado con la Palabra de Dios y la gracia jubilar.
El santuario de Nuestra Señora de Guadalupe debería convertirse en una nueva Betania, en un
centro de espiritualidad, donde todos podamos acudir para descansar con el
Señor y con la Santísima Virgen; donde pudiéramos escuchar, meditar y orar
sosegadamente; comer y beber la Vida a través de la Eucaristía; donde
pudiéramos curar todas las heridas, grandes y pequeñas, que a lo largo del
camino de la vida hemos padecido y aún llevamos soportando; donde pudiéramos
abrir el frasco del corazón ante el Señor, para gustar la fragancia del nardo de
la misericordia, que se desprende cuando los corazones aman con humildad y
sencillez al Señor y a la Virgen.
Dios quiera que pronto podamos
contar en el Arciprestazgo de Guadalupe con un centro de espiritualidad que
tenga todos los medios necesarios -aunque sea austeramente-, para acoger a los
peregrinos, ofrecerles comida y habitación, zonas de descanso y de sano recreo,
lugares de encuentro con la gracia de Dios; donde se ofrezcan ejercicios
espirituales, cursillos de cristiandad, encuentros de oración y convivencias de
jóvenes.
3.3.
Somos instrumentos de sanación, miembros de la Iglesia, que sanan y hacen
nuevas todas las cosas.
En la parábola del Buen
Samaritano, Jesús concluye su enseñanza diciéndole a aquel maestro de la ley: «Anda y haz tú lo mismo» (Lc 10,37).
Pretender justificar nuestra conducta, aunque lo hagamos con toda la buena
intención, o refugiarnos en un microclima espiritual al que nada le afecta, son
parámetros que nos retratan y asemejan a la conducta de este judío que conoce
los entresijos de ley de Israel, que pretende caerle bien a Jesús, pero simula
su auténtico estado espiritual engañándose a sí mismo. Aquella parábola
desenmascaró a los que se creían justificados, pero otros se sintieron aludidos
y cambiaron de vida, sanando su corazón y convirtiéndose en discípulos de Jesús
de Nazaret. Los que aceptaron con buen corazón las palabras del Señor, se
sintieron sanados, comprendidos y acogidos.
Muchos de aquellos que
siguieron los pasos de Jesús por Galilea y por Jerusalén después anunciaron la
buena noticia de la resurrección; ellos vieron, palparon y comieron con Jesús
vivo y resucitado. Desde entonces, fueron recordando lo que Jesús hizo y
enseñó, y aquellos pobres hombres, gracias al Espíritu Santo, hablaron,
predicaron, obraron y dieron la vida por Aquél con el que habían vivido; así,
los discípulos hicieron lo que Jesús les dijo: «Id
al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación» (Mc
16,15) y pusieron un nuevo rumbo a sus vidas. La experiencia de sanación y
salvación que aquellos hombres tuvieron en el contacto vivo con el Señor, les
impulsó a ponerse en camino sin tener miedo a los peligros, dejando casa,
familia, hacienda… todo por anunciar y transmitir los milagros que ellos
vivieron. Imaginamos el asombro y el entusiasmo de los apóstoles cuando Jesús,
con solo tocar al ciego de nacimiento, o a la hija de Jairo, a la mujer
hemorroísa, o a los leprosos que sólo a él se acercaban, los curaba, los
liberaba de sus males y de sus sufrimientos. ¿Qué
pasaría por sus corazones y qué alegría les inundaría? El Evangelio nos
dice que ellos también hicieron esos milagros en nombre del Señor y que Él se
emocionó al verlos tan contentos por haber predicado la buena noticia (cfr. Lc
10, 17ss). Todas estas vivencias fueron las que nos transmitieron,
alcanzándonos a los que ahora vivimos estos momentos de la historia, con la
misma alegría y esperanza.
Por eso, después de haber
caminado, examinada nuestra situación delante del Señor, llegados al santuario,
al hogar de María, curados por el Buen Samaritano, Nuestro Señor Jesús, que
aplicará en las heridas del corazón el aceite de la misericordia y la alegría
del vino nuevo, dejémonos acariciar por las manos de la Madre, Nuestra Señora de Guadalupe, que maternalmente nos abre las puertas de la
Casa del Padre, nos lava los pies sucios por el polvo del camino y nos prepara
para el encuentro con el Señor, nos acerca a la túnica nueva del perdón y nos
prepara la mesa con el pan caliente y el mejor vino nupcial para celebrar con
su Hijo la Eucaristía.
Vivir esta impactante
experiencia de sanación y liberación, nos empujará a regresar a nuestros
hogares, iglesias domésticas, para hacer lo mismo que el Señor y la Santísima
Virgen han hecho con nosotros. Regresaremos a nuestros hogares convertidos en
hombres y mujeres nuevos; siendo personas curadas y santificadas por los
sacramentos; siendo apóstoles de Jesucristo con María en todos los ámbitos en
los que se desenvuelve nuestra vida cotidiana; acogiendo a Nuestra Señora de
Guadalupe en nuestras familias, como lo hizo el Evangelista Juan, cumpliendo
así el lema de este Año Santo: «Y desde aquella
hora el discípulo la acogió en su casa» (Jn 19,27).
Quisiéramos invitar a las
instituciones civiles que programan y celebran jornadas para grupos que viven
de una manera especial las limitaciones y fragilidades personales (por ejemplo:
grupos que celebran el Día internacional de las Personas con Discapacidad, el
Día de la Eliminación de la Discriminación Racial, el Día mundial de los
Refugiados, el Día internacional de las Personas Mayores, el Día internacional
de las Mujeres Rurales, etc.) a que se unan a nosotros en la celebración de
este Año Santo Guadalupense y acepten la invitación de hacer, de este lugar y
su santuario, un espacio de encuentro, sanación y acogida. Guadalupe tiene los
brazos abiertos a toda la comunidad humana, es sensible a todas y cada una de
las personas que por algún motivo sufren, necesitan ser escuchadas y consoladas
en su dolor; tiene los brazos abiertos a la cultura, al encuentro y a todo lo
que promueva y dignifique la dignidad humana en todas sus facetas. Pedimos al
Señor que estas instituciones acojan de buen grado la invitación que les
hacemos. A todos, os damos nuestra cordial y calurosa bienvenida al hogar de
María, la casa de sanación.
Por último, quisiéramos traer
a colación una anécdota que vivió D. Marcelo González Martín, la cual dibuja
maravillosamente qué significa Guadalupe como lugar de sanación. Él lo contaba
así: «Todos los años, aquí, el 8 de septiembre,
cuando nos reunimos con el pueblo pobre y sufrido -algunos vienen peregrinando
desde 100 y 150 kilómetros», nos encontramos con unos testimonios de fe
sobrehumanos. Este año yo preguntaba a una mujer, que había andado 70
kilómetros y llegó con sus pies reventados. ¿Por qué ha hecho esto, mujer? Y me
respondió: ‘Quería cumplir una promesa’. ¿Me quiere usted decir en qué
consistía y por qué? Y me dijo lo siguiente, que me dejó atónito: ‘Yo estoy
sola con una hija discapacitada, mi marido está trabajando en Alemania, sólo
viene en vacaciones, y tuve la noticia de que había caído gravemente enfermo;
entonces me pareció que se colmaba la tragedia, porque me iba a quedar sola;
pero yo no podía marchar de aquí, estando como estaba la hija que tengo en
casa; y pedí a la Virgen nada más esto: no que le curase, sino que le
acompañase en su soledad. La curación se consiguió; pero, lo que más consuelo
me dio fue saber que se había sentido acompañado, que no había sentido la
mordedura de la soledad desesperante. Yo lo atribuyo a la Virgen María, y por
eso vengo a darle las gracias’. Ahí había una lección… [7]. En
efecto, como aquella sencilla mujer, muchas otras mujeres y otros hombres de
toda condición, también han suplicado a la Santísima Virgen su intercesión y
nunca han quedado defraudados. Ahora, nosotros hacemos lo mismo y tenemos la
esperanza y seguridad que Nuestra Señora también escuchará nuestros ruegos.
4. MATERIALES PARA VIVIR EL AÑO JUBILAR
GUADALUPENSE.
Las Delegaciones diocesanas de religiosidad popular han preparado un material que puede ayudar a los
grupos de peregrinos que se dirijan al santuario de Nuestra
Señora de Guadalupe para
disfrutar de las gracias jubilares. Como ya hemos dicho a lo largo de esta
carta, peregrinar al santuario no puede quedarse sólo en una experiencia lúdica
o meramente cultural, sino que debe ser una auténtica experiencia de Dios para
cada peregrino. Estos materiales podrán ayudar a preparar la peregrinación
antes, durante y después de esta experiencia mariana. Son cuatro catequesis en
torno a la Virgen María y una lectio divina que se puede llevar a cabo estando
ya ante la sagrada imagen de Nuestra Señora de
Guadalupe o ante el Santísimo
Sacramento expuesto solemnemente para la adoración larga y tranquila.
4.1.
Primera catequesis: La Virgen María,
modelo de nuestra Fe: la catequesis desarrolla algunas ideas tomadas de
los papas contemporáneos y que nos han enseñado su tierna devoción a la
Santísima Virgen. Después, la catequesis recuerda la doctrina mariana contenida en la
Constitución Lumen Gentium, del Concilio Vaticano II, en el Catecismo de la Iglesia Católica y en el Compendio
del Catecismo. Acaba con unas preguntas y una propuesta de oración.
4.2.
Segunda catequesis: La Virgen María
y los Sacramentos de la Iglesia: en esta
catequesis se recuerda la doctrina sacramental contenida en el Catecismo de
la Iglesia Católica y su referencia a María, Nuestra Madre. Especialmente
se pone el acento en los sacramentos de la iniciación cristiana. Terminando
también con la propuesta de oración y meditación.
4.3.
Tercera catequesis: La Virgen María,
Nuestra Madre: de nuevo y a
raíz de textos conciliares se profundiza en el misterio de la Virgen María.
Después se repasa la importancia que tiene la Virgen en la religiosidad
popular, en nuestras instituciones y en nuestras parroquias.
4.4.
Cuarta catequesis: Somos peregrinos
a Guadalupe: la cuarta catequesis se centra en las diferentes
dimensiones de la espiritualidad del peregrino que nos ofrece el Directorio
de la piedad popular ya mencionado. También refleja cómo esta espiritualidad se ha manifestado
principalmente en las grandes metas de peregrinación a lo largo de la historia:
Tierra Santa, Roma y Santiago de Compostela. Termina
la catequesis apuntando al santuario de Nuestra
Señora de Guadalupe, en Extremadura, como centro de peregrinación
mariana durante este Año Jubilar y en el futuro.
4.5.
Lectio divina. Guadalupe: hogar
de María, casa de sanación: es el texto para
la oración que proponemos para, una vez concluido el camino guadalupense, ante
la imagen de la Virgen y el Santísimo Sacramento, propiciar un largo tiempo de
oración, en el que los peregrinos tengan la oportunidad de recibir el
sacramento de la Reconciliación y vivir en profundidad la sanación que hace la
gracia jubilar recibida de manos de Santa María. Los textos evangélicos son el Hijo Pródigo (Lc
15,11-32), invitando a volver a la Casa del Padre; Betania (Jn 12,1-11), hogar de Jesús con sus amigos; y la
parábola del Buen Samaritano (Lc 10,25-37), animando a ser misericordiosos y a
proclamar la gran perdonanza del Señor.
4.6.
Otros materiales: también se añaden algunos subsidios litúrgicos para
los grupos de peregrinos: el rito de entrada por la Puerta Santa, el Santo
Rosario con algunas oraciones y frases marianas que puedan ayudar durante el
camino, el Via Crucis, etc.
Dios quiera que todas estas
propuestas, más otras muchas que puedan añadir los grupos de peregrinos, las
parroquias y las instituciones de nuestras diócesis, puedan servir para
preparar los corazones a la gracia jubilar que recibirán en Guadalupe. Todas
serán acogidas y fomentadas, buscando siempre el mayor bien de las almas,
propiciando el encuentro con el Señor y con la Santísima Virgen María.
En este sentido, los obispos
de la Provincia eclesiástica de Mérida-Badajoz, junto con el arzobispo de
Toledo, hemos constituido una Comisión
interdiocesana que coordine las
iniciativas que surjan con motivo de este Año
Jubilar, así como la organización
de los diferentes eventos de todas estas Iglesias que se irán celebrando a lo
largo del año, en los que participarán un gran número de peregrinos. De esta
manera, intentaremos asegurar el orden y el cumplimiento que las autoridades
sanitarias nos están obligando a observar.
5. LA VIDA CONSAGRADA PEREGRINA A GUADALUPE.
La vida entregada en las
múltiples tareas apostólicas que lleváis a cabo los miembros de la Vida
Consagrada, respondiendo así a vuestro carisma y haciendo realidad lo que
Jesucristo nos dijo: “Vosotros sois la sal de la
tierra y la luz del mundo” (Mt 5,13), debe estar también muy
presente en este Año Santo Guadalupense.
Vuestro trabajo, muchas veces silencioso y escondido, testimonio misionero en
el seno de una sociedad que tantas veces olvida su cultura e identidad
cristiana, lo quiere recibir el Señor de manos de la Santísima Virgen en este
lugar lleno de luz y esperanza. Estamos convencidos que lleváis grabado en el
corazón a Nuestra Señora de Guadalupe,
invocándola y encomendándole tantas preocupaciones y desvelos en los diferentes
ámbitos en los que lleváis a cabo vuestra tarea eclesial. Por ello, también
queremos invitaros a poneros en camino hacia Guadalupe, con vuestras
comunidades religiosas y con todos aquellos con los que cada día trabajáis para
edificar la Iglesia y crear una sociedad más justa y más digna.
Somos conscientes de la
imposibilidad que las comunidades monásticas tienen para peregrinar físicamente al santuario
de Guadalupe. Pero esto no significa que las monjas y los monjes no reciban la
gracia jubilar. Os recordamos el lema de este año para la Jornada Pro
Orantibus: «Con María en el corazón de la
Iglesia»; en él vemos la clave para que se pueda llevar a cabo
vuestro jubileo guadalupense. En efecto, vosotros sois el corazón ardiente de
la Iglesia que con María vive en el cenáculo del monasterio en continua oración
y ofrenda de la vida. Así como no podemos subsistir si el corazón nos falla, la
Iglesia no puede vivir, trabajar y evangelizar sin el palpitar sano de vuestra
vida contemplativa. Por ello, será vuestro claustro el lugar donde podréis
llevar a cabo la peregrinación uniéndoos espiritualmente a todos los se dirigen
a Guadalupe durante el Año Jubilar.
Desde ahora mismo, queremos poner ya en vuestras manos tantas súplicas,
intenciones y proyectos de todos aquellos que solicitarán vuestra compañía
orante mientras caminan y cruzan la Puerta Santa del santuario guadalupense.
Nuestras iglesias
particulares, que peregrinan en esta tierra de María, aprecian y valoran
vuestra vida consagrada activa y contemplativa. Rezamos por cada uno de
vosotros, que todos los días os entregáis en tantas labores educativas,
sociales y caritativas. Os tenemos muy presentes a los que inmoláis la vida en
el silencio del claustro. Pedimos por cada uno de vosotros y os enviamos
nuestro aliento y nuestro abrazo afectuoso, implorando a Nuestra Señora de Guadalupe que incremente las vocaciones a la Vida
Consagrada en vuestras comunidades religiosas y contemplativas.
6. UNA PEREGRINACIÓN ESPECIAL: RECUERDO EMOCIONADO
A LAS VÍCTIMAS DE LA PANDEMIA.
Queridos amigos: abrimos la
Puerta Santa del Año Jubilar Guadalupense cuando aún estamos bajo el impacto y el
sufrimiento que nos está dejando la pandemia en estos meses. Muchos de los que
peregrinaréis a este santuario mariano habéis tenido que despedir desde lejos a
los seres queridos que este virus se nos ha llevado: amigos, padres y madres,
y, sobre todo, vuestros mayores, abuelos y abuelas. Estamos seguros que muchos
de ellos vinieron también a los pies de la Santísima Virgen para poner sus
vidas y a todos vosotros, que habéis nacido en una familia cristiana, en sus
maternales manos.
Los que se nos han ido han
construido nuestro país -y también estas tierras extremeñas- dejándonos un legado
de libertad, de paz y de sano bienestar. Ya no están con nosotros, pero nos
saludan desde la Casa del Padre junto con María, desde el cielo. Ellos nos
tienen en su corazón junto al Señor y nos envían desde el cielo el beso y el
abrazo que no pudieron darnos antes de cruzar la última Puerta Santa de sus
vidas, para sentarse a los pies de Jesús y de María, curados, sanados y
purificados por el amor misericordioso. No olvidéis cuando caminéis a Guadalupe
que todos ellos están presentes, están con nosotros animándonos y llamándonos a
vivir este Año Jubilar, un año
preñado de ternura y de misericordia, pudiendo cogerles de la mano desde la fe,
la esperanza y el amor, en el umbral de la Puerta Santa del cielo, que es cada
altar y cada Eucaristía, y así abrazarles y decirles cuánto les queremos. Sí,
queridos peregrinos, nuestros seres queridos que ya están en el cielo nos
animan a vivir la gracia que desde la Casa del Padre se desborda en esta fuente
mariana de Guadalupe: río de luz, río de misericordia, río de perdón, río de
gracia, fuente de vida eterna.
CONCLUSIÓN
Quisiéramos terminar esta
sencilla carta pastoral invitándoos a rezar con nosotros la oración que San
Juan Pablo II oró ante la Virgen de Guadalupe,
adaptándola a nuestros tiempos y a nuestra tierra. Así recordamos al Santo Papa
en su visita a Guadalupe y nos encomendamos a su intercesión, en este año en el
que estamos celebrando el centenario de su nacimiento. Orad con nosotros:
María
santísima, Madre de nuestra tierra, por la predicación del Evangelio
nuestros pueblos conocen que son hermanos y que tú eres la Purísima y llena de gracia.
nuestros pueblos conocen que son hermanos y que tú eres la Purísima y llena de gracia.
Con
certeza filial sabemos que en tu oído está el anuncio del ángel; en tus labios,
el cántico de alabanza; en tus brazos, Dios hecho niño; en tu corazón, la cruz
del Gólgota; en tu frente, la luz y el fuego del Espíritu; y bajo tus pies, la
serpiente derrotada.
Madre
nuestra santísima en esta hora de la Nueva Evangelización, ruega por nosotros
al Redentor del hombre; que él nos rescate del pecado y de cuanto nos esclaviza;
que nos una con el vínculo de la fidelidad a la Iglesia y a los pastores que la
guían. Muestra tu amor de madre a los pobres, a los que sufren y a cuantos
buscan el reino de tu Hijo. Alienta nuestro esfuerzo por construir nuestro país
con una esperanza solidaria, en la verdad, la justicia y el amor.
Agradecemos
profundamente el don de la fe. Y glorificamos contigo al Padre de las
misericordias.
Por
tu Hijo Jesús, en el Espíritu Santo. Amén
Os abrazamos a todos y a cada
uno de vosotros que ya estáis preparando el calzado y el bastón para hacer el
camino guadalupense. Os abrazamos a todos los fieles de nuestras diócesis que
escucharéis la llamada de María desde esta casa de sanación. Os abrazamos a
todas las familias que habéis sabido hacer de vuestras casas cenáculos
familiares, rezando juntos e invocando a María, en estos meses tan duros, y que
decidiréis poneros en camino a Guadalupe en este Año Santo.
A todos os
enviamos nuestra bendición y nuestro abrazo fraterno.
En Guadalupe, a los
pies de Santa María, a dieciséis de julio, festividad de la Bienaventurada
Virgen María del Monte Carmelo.
✠ Francisco Cerro
Chaves
Arzobispo de Toledo y Primado de España
Arzobispo de Toledo y Primado de España
✠ Celso Morga
Iruzubieta
Arzobispo de Mérida-Badajoz
Arzobispo de Mérida-Badajoz
✠ José Luis
Retana Gozalo
Obispo de Plasencia
Obispo de Plasencia
Diego Zambrano
López
Administrador
diocesano de Coria-Cáceres
[1] Cfr. AAVV, El libro de
la Virgen, Centro Bíblico Católico, Edicel, Madrid 1995, pp. 696 ss.
[2] RUBIO CASTRO, A., artículo
publicado en el diario diocesano Padrenuestro, el 22 de enero de 1995.
[3] Cfr. Jn 4, 1-26.
[4] Cfr. Congregación para al
Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Directorio sobre la piedad
popular y la liturgia, BAC-Documentos, Madrid 2002, nn. 261-278.
[5] PAPA FRANCISCO, Exh. Ap. Gaudate
et exsultate, nn. 6-9.
[6] SAN JUAN PABLO II, Celebración
de la Palabra en el santuario de Nuestra Señora de Guada-lupe, 4 de noviembre
de 1982.
[7] BOAT, octubre-noviembre de
1987, nn. 10-11, pág. 599.
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