Frente al 75 aniversario de los ataques atómicos a las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, la Iglesia recuerda un episodio documentado por historiadores y médicos que es conocido como el Milagro de Hiroshima.
El 6 de agosto de 1945, fiesta de la Transfiguración, cuatro sacerdotes
jesuitas alemanes sobrevivieron al impacto de la bomba nuclear “Little Boy” en Hiroshima durante la Segunda
Guerra Mundial.
Los jesuitas Hugo Lassalle, superior en Japón, Hubert Schiffer, Wilhelm
Kleinsorge y Hubert Cieslik, se encontraban en la casa
parroquial de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, uno de los pocos edificios que resistió a la
bomba. En el momento de la explosión, uno de ellos se encontraba celebrando la
Eucaristía, otro desayunaba y el resto en las dependencias de la parroquia.
Ellos son los
jesuitas que sobrevivieron a bomba de #Hiroshima por el Rosario http://t.co/Ra0T2AlkLy pic.twitter.com/tTCkZArIE8
—
ACI Prensa (@aciprensa) agosto 6, 2015
Según escribió el propio P. Hubert Cieslik en su diario, únicamente sufrieron daños menores producto de cristales
rotos, pero ninguno a consecuencia de la energía atómica liberada por la
bomba.
Los médicos que los atendieron tiempo después les advirtieron que la
radiación recibida les produciría lesiones graves, así como enfermedades e
incluso una muerte prematura.
El pronóstico nunca se cumplió. No desarrollaron ningún trastorno y en
1976, 31 años después del lanzamiento de la bomba, el P. Schiffer acudió al
Congreso Eucarístico de Filadelfia (Estados Unidos) y relató su historia, donde
confirmó que los cuatro jesuitas estaban aún vivos y sin ninguna dolencia.
Fueron examinados por decenas de doctores unas 200
veces a lo largo de los años posteriores y no se halló en sus cuerpos rastro
alguno de la radiación.
Los cuatro religiosos nunca dudaron de que habían gozado de la
protección divina y de intercesión de la Virgen: “Vivíamos el mensaje de Fátima y rezábamos
juntos el Rosario todos los días”, explicaron.
Además, el P. Schiffer escribió el libro “El
Rosario de Hiroshima” donde narra todo lo que vivió.
Hace unos años, al celebrarse un aniversario más de la bomba de
Hiroshima, el Obispo de Niigata, Mons. Tarcisius Isao Kikuchi, difundió un
mensaje en el que subrayó que Japón puede contribuir a la paz “no con nuevas armas, sino con sus actividades de nobleza
y amplia historia en el crecimiento mundial, de modo particular en las
consideradas naciones en vía de desarrollo”.
El Prelado añadió que “con esta contribución
al desarrollo, que lleva al pleno respeto y a la realización de la dignidad
humana, sería muy apreciado y respetado por la comunidad internacional”. Cada
año, del 5 al 15 de agosto, el país celebra una Oración por la Paz.
En Hiroshima y Nagasaki murieron unas 246 mil personas,
la mitad en el momento del impacto de las bombas y el resto en las semanas
posteriores por los efectos de la radiación.
La bomba de Hiroshima fue arrojada el día de la Solemnidad de la
Transfiguración del Señor y la rendición de Japón ocurrió el 15 de agosto,
cuando la Iglesia celebra la Solemnidad de la Asunción de la Virgen María.
POR ÁLVARO DE JUANA | ACI Prensa
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