Son muchas las
situaciones en las que nos estamos perdiendo (o no nos estamos dando cuenta) de
lo que podría ser nuestra vida si dejamos que el Espíritu actué en ella.
Por: Luisa Restrepo | Fuente: http://catholic-link.com
Debemos confesarles que hacer este post ha sido
difícil (ha requerido varias cabezas pensando minuciosamente durante varios
días). Y es que El Espíritu Santo nos resulta un desconocido y más aún sus
siete dones. Por lo menos para mí ha sido todo un camino de comprensión y
aprendizaje sobre quién es Él y como actúa
en mi vida. ¡Y sigue siéndolo! pues creo
que, todavía logro vislumbrar muy poco de lo que Él hace.
Yo lo veo así, la mayoría de las veces si
actuara yo, y únicamente yo, las situaciones de la vida −desde las más pequeñas
hasta las más complejas− se tornarían un poco distintas. ¿A qué me refiero? Me molestaría mucho más, diría
más tonterías, sería más egoísta, me costaría muchísimo más rezar, comprendería
mucho menos algunos misterios de la vida…. pero, hay una fuerza que habita en
mi interior, que me mueve, me concentra, me hace pequeña y me engrandece; en
conclusión, me hace mejor ser humano: El Espíritu
de Dios que vive en mí, que no es otra cosa que el amor.
Son muchas las situaciones en las que nos
estamos perdiendo (o no nos estamos dando cuenta) de lo que podría ser nuestra
vida si dejamos que el Espíritu actué en ella. Acá les dejamos algunos
ejemplos…
1.
DON DE CIENCIA:
Por la ciencia podemos conocer el verdadero
valor de la creación en su relación con el Creador. Podríamos ver este
don en algo que nos pasa siempre, y que algunas veces nos damos cuenta y otras
no: Estar frente a un gran paisaje y solo “vernos a
nosotros mismos dentro de él”. El reto está en ser capaces del asombro,
salir de nosotros mismos para ver más, ver a Dios en su creación y en ella
reconocer su amor.
2.
DON DE SABIDURÍA:
Es la capacidad especial para juzgar las cosas
humanas según la medida de Dios, a la luz de Dios. Iluminados por este don,
podremos ver desde el interior las realidades del mundo. ¡Imagínate como sería si viésemos las cosas como Dios las
ve! El problema está en que la mayoría de las veces vemos y juzgamos las
cosas desde nuestra perspectiva humana y esta, muchas veces, ¡es tan corta! y se deja llevar tanto por
emociones y criterios pasajeros que terminan empequeñeciendo nuestra vida. ¡Cuántas veces nos perdemos de cosas increíbles como una
bonita relación por seguir los criterios del mundo!.
-
3.
DON DEL CONSEJO:
El don de consejo actúa como un soplo nuevo en
la conciencia, ayudándonos a ver lo que es bueno, lo que nos hace
felices, lo que nos conviene más. Nos pasa que frente a decisiones importantes
en nuestra vida y cuando los demás se acercan a nosotros para pedirnos ayuda,
no sabemos qué pensar, qué decir y menos como actuar… ¡Nos
vendría tan bien abrirnos, estar en presencia de nuestro interior, de ese
Espíritu que habita dentro! para ver, para apoyar, para aconsejar y
saber actuar.
4.
DON DE LA FORTALEZA:
La fortaleza nos hace obrar valerosamente lo que
Dios quiere de nosotros, y sobrellevar las dificultades de la vida, para resistir
las tentaciones de las pasiones internas y las presiones del ambiente.
Creo que ninguno puede decir que siempre es fuerte, que siempre resiste ante la
tentación. Una de las realidades más
evidentes que nos hace toparnos con nuestra humanidad, es que somos frágiles;
allí es donde nos encontramos con Dios, cuando nos experimentamos necesitados
de su fuerza. Por eso, nunca dudemos en pedirla ¡pero
a tiempo! antes de que sea demasiado tarde y, tentaciones como ver lo
que no nos hace bien, nos ganen.
5.
DON DE LA PIEDAD
La piedad sana nuestro corazón de todo tipo de
dureza y lo abre a la ternura con Dios y con los hermanos. Mucho tiempo pensé
que ser piadosa significaba rezar y rezar como las señoras que veía de niña en
la Iglesia… pero como don del Espíritu significa ponerme en los zapatos del
otro, sentir con él. ¿Y cómo sentir lo mismo que
Dios? ¡pues buscando amarlo! ¿Y cómo lo amas más? amando en esas
pequeñas cosas a los demás: diciendo una palabra de
aliento, saliendo de mi comodidad para ayudar a otro, no queriendo tener
siempre la razón. Así seremos de esas almas –como dicen por ahí– que no
gritan, pero aman.
6.
DON DEL TEMOR DE DIOS:
Temor de Dios no es tenerle miedo porque es un
Dios justiciero y castigador. Significa tener un espíritu maduro, consciente de
la culpa y del peso de nuestro pecado, pero confiado en Su Misericordia. Es el
temor de hijos, que proviene del amor. Como cuando éramos pequeños que no
queríamos que nuestros papás se molestaran con nosotros, no por miedo, sino
porque nos daba pena defraudarlos, hacerlos sufrir. El temor de Dios
implica en nuestra vida darle lo que es debido a Dios, que Él ocupe el lugar de
Dios en nuestra vida y no otro. Darle el peso a nuestras acciones sobre todo a
las que nos hacen alejarnos de Él. Un medio muy concreto es acudir al
sacramento de la confesión cuando sea necesario ¡así nos toque hacer una fila
muy larga!.
7.
DON DE INTELIGENCIA:
Es una gracia que nos ayuda a comprender la
Palabra de Dios y a profundizar las verdades que Él nos enseña. Cuantas veces
nos pasa que nos quejamos o nos quedamos cómodamente pensando: el cura habla mal, es enredado y aburrido, no le entiendo
nada; o yo no hablo de mi fe porque nunca sé que decir, tengo muchas dudas… ¡y
hacemos tan poco para solucionarlo! Por experiencia propia les digo que
la fe se fortalece cuando la entendemos, cuando profundizamos en ella y no nos
quedamos conformes con lo que aprendimos cuando éramos chicos.
¡Para poder tener estos
dones en nuestra vida, debemos pedirlos! Mañana
que la Iglesia celebra la Fiesta de Pentecostés pidámosle al Espíritu Santo que
derrame sobre nosotros sus dones y nos haga participes de su infinito amor.
El
contenido es cortesía de nuestros aliados y amigos
CatholicLink
No hay comentarios:
Publicar un comentario